¡No pude evitarlo, no pude, no pude, NO PUDE! ¡En serio que no!
Me estaba imaginando un fic en el que, por culpa de un akuma, Bridgette, Félix y sus alter egos se volvían personas distintas por culpa de un akuma.
Se suponía que en una de las escenas Félix y Chat se peleaban fuertemente, debido a lo muy diferentes que son. Pero mi imaginación al parecer también cobró vida propia, porque cada vez que trataba de imaginar esa pelea, al final ambos se terminaban besando. No importaba cuantas vueltas le diese, mi subconsciente lo quería así.
Por lo que al final le contente, y la verdad, estoy contenta con el resultado, me gusta :3
Y espero realmente que a vosotros también.
— LA VERDADERA FELICIDAD —
1
La tibieza de sus labios hace que olvide completamente que hace tan solo unos segundos se estaban peleando a muerte, de hecho el dolor de la herida sangrante que le hizo Chat al hundirle sus afiladas uñas-garra ahora no era más que una ligera molestia. Pero era una molestia al fin y al cabo. Como si le hubiera leído el pensamiento, el chico gato abajo suyo rompió el beso, recibiendo un gruñido de ligera molestia de parte de Félix.
— Lo siento... tanto —susurró el felino de cabello despeinado mientras le tomaba delicadamente el brazo herido, como no queriendo dañarlo más todavía.
Se sintió un verdadero monstruo al ver líneas de sangre correr por cuatro horificios bien definidos en el brazo del joven Agreste. Él existía para proteger a los civiles, no para dañarlos. Actuó como haría todo gato, le lamió la herida con su lengua rasposa, hasta no dejar un solo hilo de sangre.
Félix hacía esfuerzos titánicos, casi inhumanos, por recordar que le había llevado hasta esta situación tan íntima con el que hace unas semanas había sido su alter ego, en el frio suelo de la biblioteca (aunque ellos lo sentían tan caliente como el infierno), pero viéndole así debajo de él, provocandole escalofríos de placer en la piel con esa lengüita suya, solo podía pensar que ya entendía porque casi todas las chicas de París querían violarselo. Y sintió unas ganas tremendas de hacerle algo que nunca le había hecho a otra persona: devolverle el favor.
Un escalofrío, que vino acompañado de un potente sonrojo, recorrió a Chat de arriba a abajo al notar los labios del frío Félix Agreste presionados en un grupo de cortadas de uno de sus brazos.
— Eres un idiota —susurró contra su piel, y en su tono frío el chico gato pudo notar su preocupación por él, algo que realmente le llegó al corazón—, un verdadero y rematado idiota —más besos ligeros fueron repartidos por todo el brazo, hasta llegar peligrosamente cerca de su muñeca, donde un gran corte reciente se encontraba, fue lamido rápidamente, con la esperanza de que sanase con la saliva. Sus ojos verdes se encontraron con los orbes del felino, del mismo color— jamás en tu vida vuelvas a hacer esta estupidez, ¿me oíste?
Chat, lejos de contestar, desvío su mirada avergonzada, pero Félix tomo su rostro con ambas manos y le obligó a mirar su expresión de pocos amigos.
— ¡¿Me oíste?! —repitió más alto, su voz cargada de un reproche que le encogió el corazón al felino, más por el hecho de sonar rota que otra cosa. Por primera vez, vio al gran Félix Agreste, rey de hielo sin sentimientos, dejar escapar ligeras lágrimas de frustración, y eso le hizo sentirse todavía más miserable— Maldito gato, ¡jamás vuelvas a atentar contra tu vida! ¡París te necesita, pedazo de idiota sin siete vidas!... YO te necesito.
Los ojos felinos se abrieron enormes ante la confesión del chico. Incluso durante todos los meses en los que fueron la misma persona, un mismo ser... aun así jamás pensó que...
— Je t'aime, Chat Noir.
Es cierto lo que dicen, no sabes lo que tienes, hasta que lo pierdes o, en el caso de Félix, cuando ves muy de cerca la posibilidad de perderlo.
El felino por un momento se creyó realmente muerto y alucinando. Pero esos ojos, esos jodidamente sexys ojos humanos, por primera vez estaban abiertos al mundo, mostrando lo que había tras ellos. Le veían con una ternura diferente a la que veía en los ojos de las fans que suspiraban por él y se desmayaban a su paso sin conocerle realmente, le veían como si fuera lo más importante existente. Realmente le veían con amor. Uno puro y del bueno. Convertirse en Chat Noir le dio la vida a Félix una vez, pero divirse de su otro yo, hacerse personas diferentes de forma literal, y tener al gatito a su lado... Eso sin duda le dio una gran razón de peso para querer vivirla.
Todavía sin poder creerse su ramalazo de buena suerte, Chat envolvió con sus brazos el cuello de su anteriormente contra parte y le beso como si no hubiera un mañana, queriendo transmitirle que él también le amaba, de una forma tan grande que no podía expresarlo con palabras. Lo único que necesitaba para sentir que merecia la pena ser un gato feliz y vivaracho: amar y ser amado.
Un ronroneo encantado hizo acto de presencia desde su garganta hasta llenar la habitación, deleitando los oídos del humano.
Envolvió con su cola la cintura de Félix, apegandolo más a su cuerpo, y para su sorpresa, el chico se dejó hacer sin remilgos ni quejas.
Por primera vez, ambos deseaban fervientemente ser uno, de una forma bastante diferente a como lo fueron la primera vez.
Pero entonces, algo rompió la magia del momento. Una imagen. Una cara femenina con un antifaz rojo a lunares y largas coletas azules invadió la cabeza de Chat Noir.
Empujó bruscamente a Félix de arriba suyo, con los ojos rasgados como platos, sintiéndose como si acabara de cometer un terrible pecado.
— Ladybug —susurró, completamente dolido. Félix solo le miraba sin entender, se había quedado mudo de la impresión del rechazo—. Ella es mi mejor ¡no! mi única amiga, y ella te quiere. ¡Dios! —gritó tirándose de los pelos— ¡ella te quiere! ¡No puedo hacerle esto! —miró a Félix con los ojos llorosos— Lo siento... no puedo amarte.
Se sentenció a si mismo con esas palabras. Y antes de que Félix pudiera detenerle grito "¡Plagg, garras fuera!" y el chico con orejas y cola de gato fue sustituido por un héroe felino vestido de cuero y mascara, cuando el kwami, quien se había quedado viendo la escena en un épico estado de shock, fue absorbido por el anillo.
Entonces desapareció por la ventana, dejando a Félix solo en el lugar, sentado en el suelo que, ahora sí, se le hacía indeciblemente frío.
