Angel: Day of the Dead
(Escrito por Federico H. Bravo)
El Apocalipsis ya ha ocurrido. Millones de muertos volvieron a la vida surgiendo de sus tumbas, hambrientos por la carne y la sangre de todos los seres vivientes de la Tierra. La civilización ha caído y aparentemente, no hay vuelta atrás. Sin embargo, Buffy y Ángel finalmente se reúnen, después de mucho tiempo, descubriendo que no todo está perdido como parecía… y que la última batalla por la salvación de la Humanidad está a punto de comenzar…
1
Después de la Caída
Fuera de Los Ángeles.
Sobre unas montañas. Noche.
El helicóptero volaba, veloz, al punto de encuentro. Sentado al lado del piloto y escudriñando la oscura noche con sus ojos, Ángel aguardaba la llegada al lugar en cuestión, sumido en el mas absoluto silencio. Detrás de él en los asientos restantes, se encontraban Gunn y Kate. La ex actriz porno dormía apaciblemente sobre el hombro del muchacho negro, mientras él se dedicaba a mirar al vacío sin expresión.
Hacia algunas horas que abandonaron la ciudad de Los Ángeles. Apenas un espacio de tiempo no muy lejano en que los zombis invadieran Wolfram & Hart, acabando con la vida de todos, y en el que Wesley decidiera quedarse atrás, para luego suicidarse arrojándose de la azotea del edificio.
Ángel nunca creyó que cosas como aquella fueran a ocurrir. Aun así, estaban sucediendo. La ciudad que abandonaban era pasto de los zombis y el único atisbo de esperanza para lo que quedaba del grupo y él radicaba en la comunicación radial que habían mantenido con Buffy y el enigmático capitán Rhodes, momentos atrás.
Había sido una charla escueta, en donde la Cazavampiros se alegraba de saberlo con vida y el militar que insólitamente la acompañaba ordenara un lugar de común reunión en alguna parte entre las montañas de las afueras de la ciudad, justo donde empezaba el desierto…
El vampiro tenía ciertas reservas sobre el misterioso compañero de Buffy, pero hasta no haber llegado al sitio de encuentro y verse cara a cara con ella, mantendría las sospechas en su interior. Delatarlas hubiera sido alarmar a sus acompañantes sin necesidad. Además, cualquier opción alternativa que les fuera ofrecida como salvación tendría que ser por fuerza mejor que la de volver a enfrentarse a las que en el pasado tuvieron.
El idilio por unos meses en el seno de Wolfram & Hart había sido bueno, pero el cuento de hadas inevitablemente se rompió. Para siempre.
Ángel cerró los ojos. Siempre en silencio, recordó la ultima tragedia que marco su vida, antes de la caída del edificio donde habitaba.
Recordó a Fred.
Fred… pobre Fred.
Infectada por el virus zombi, dio su vida para desentrañar sus misterios, los cuales anotó en su diario íntimo.
Ángel llevaba consigo ese diario. Junto a su pecho, debajo de su camisa, la pequeña libreta negra yacía, protegida. Se la había entregado Wes, minutos antes de arrojarse al vacío, encomiándole cuidarla, alegando que los valiosos datos inscriptos en sus páginas podrían ser de ayuda para la Humanidad en el futuro.
Ángel ansiaba con todas las fuerzas de su alma que así fuera, pero lo dudaba. Estaba convencido de que de seguir existiendo mas humanos allí afuera, de nada les serviría conocer el origen de la Pandemia más devastadora de la Historia.
-Estamos llegando – le anunció el piloto del helicóptero, sacándolo de sus cavilaciones. Ángel observó el panorama que los rodeaba, encontrándose con escarpadas y sinuosas montañas sumidas en las tinieblas.
-¿Seguro que es por aquí? – preguntó. La preocupación teñía su tono de voz.
-Amigo, es por aquí donde dijo ese militar – replicó el piloto, dirigiéndose a un claro en la cima de una montaña, en donde empezó con las maniobras de descenso – En todo caso, si no vemos a nadie, nos las picamos cuanto antes. No es que crea que por aquí halla zombis, pero… nunca se sabe.
-¿Cariño? Despierta. Ya llegamos – le dijo Gunn a Kate, sacándola de la dulce tierra de los sueños. Con una leve sacudida, la rubia ex actriz abrió los ojos y miró, sin comprender, al exterior.
-Está oscuro – fue su único comentario.
Ángel no conocía del todo a Kate, pero estaba de acuerdo con sus palabras. No sabía qué era lo que podrían haberse esperado, pero hubiera apostado un millón de dólares a que, al menos, habría una comitiva aguardándoles en el lugar.
Por el contrario, exceptuando el ruido del helicóptero y sus aspas giratorias, tan solo el silencio reinaba en la cumbre de aquellas montañas californianas.
La aeronave se posó en tierra firme. Ángel bajó primero, por seguridad, el rifle en sus manos en alto. Oteó la noche mas allá de las luces del helicóptero buscando signos de vida…
-¿Y bien? – preguntó Gunn, la mano derecha aferrando su propia arma, por si su amigo necesitaba cobertura. A su lado, Kate tembló.
-Nada – el vampiro caminó por la zona – Esto es realmente muy extraño.
Las hélices de la aeronave dejaron de girar. El motor se apagó. Gunn y Kate a la final salieron del aparato para reunirse con él; en tanto, el piloto bebía un trago largo de alcohol de una pequeña petaca que había sacado de su chaqueta marrón.
-¿Este es el sitio? – a Kate la oscuridad reinante le producía escalofríos. Llevaba con ella un rifle también, pero dudaba de ser capaz de usarlo en tan angustiante tiniebla.
-Sí lo es, déjenme decir que no lo parece – terció Gunn - ¿Dónde está Buffy?
Ángel lo ignoraba, pero no pasó mucho hasta que tuvieron una respuesta.
Del este, les llegó un sordo rumor, como truenos en la lejanía.
Todos miraron en esa dirección y repentinamente, los vieron. Rasgando la noche e iluminando la zona con sus reflectores, un convoy aéreo de cinco helicópteros gigantes, estilo militar, se hicieron presentes…
Con estupor, observaron como mientras dos de ellos permanecían en el aire custodiando el perímetro, los tres restantes descendían cerca, las aspas de sus hélices sonando atronadoras en conjunto.
-Dios… Esto se parece a "Pelotón" – comentó Gunn. A su espalda, Ángel estuvo de acuerdo y más cuando un amplio número de soldados del Ejército norteamericano salieron de las aeronaves, las armas en alto, apuntándoles y rodeándolos.
-¡Tiren esos rifles al suelo! – ordenó una voz - ¡AHORA!
-¿Ángel?
-Haz caso, Gunn. Tú también, Kate – el vampiro dejó en el piso su arma. Sus compañeros le imitaron.
-¡Muy bien! Ahora, ¡levanten las manos otra vez! ¡Y despacio!
Sintiéndose más un prisionero que como alguien que espera ser rescatado, Ángel obedeció.
Los soldados se les acercaron. Tomaron los rifles del suelo y procedieron a hacerles una forzada requisa. Cuando el que se la hacia a Ángel palpó el diario de Fred bajo sus ropas, se lo sacó.
-¡Un momento! – protestó - ¡Eso es mío!
-Ya no – dijo el soldado – Desde este momento, pertenece al gobierno de los Estados Unidos.
-¿Gobierno…? ¡Exijo hablar con su superior! ¿Dónde esta el capitán Rhodes? ¡Que venga en este momento!
-¡No estas en posición de exigir nada, idiota! ¡A callar! – espetó otro soldado, apuntándole al pecho con su arma.
Era el colmo. Ángel había tenido suficiente por aquella noche. Aunque sabia que era arriesgado, decidió hacerlo para dejar las cosas claras: transformó su rostro por el de vampiro, gruñendo.
El efecto fue el deseado. Los soldados retrocedieron, espantados.
-¡Mierda! – gritó alguien - ¡No es humano!
-¡Suficiente! – otra voz se elevó, ante el pánico general - ¡Bajen sus armas! ¡Ellos no son el enemigo!
Un hombre grande, de piel negra y traje verde militar se abrió paso entre la tropa congregada. Ángel creyó saber de quien se trataba…
-¿Capitán Rhodes? – preguntó.
El militar se detuvo ante él, impertérrito.
-Soy yo. Usted debe ser Ángel – dijo.
-Lo soy – respondió él, relajando su rostro, volviéndolo humano otra vez.
Una mano inmensa, casi una zarpa, se extendió en su dirección. Con estupefacción, observo que Rhodes le sonreía, amistosamente.
-Perdonen a mis hombres – pidió – Están cansados, agotados por el viaje. Casi se olvidan de que nuestra prioridad eran ustedes y que los enemigos de todos son los zombis – se volvió hacia sus soldados - ¡Quiero que recuerden, caballeros, que estas personas NO son nuestros adversarios! ¡Por el contrario, son valiosísimos aliados y el que los vuelva a tratar mal, se las vera conmigo! ¿Está claro, par de infelices?
-¡Si, capitán! – respondieron, cuadrándose de hombros y dejando de apuntar con sus rifles a Ángel y sus amigos.
-De nuevo, mil disculpas – dijo Rhodes. Ángel seguía tan sorprendido por la situación, que solo atinó a asentir - ¿Solo están ustedes cuatro, nada mas? – inquirió, mirando a Gunn, Kate y al piloto del helicóptero, quien había bajado del aparato, blanco como la nieve y las manos en alto por el susto.
-Solo somos nosotros – corroboró el vampiro. Miró hacia las aeronaves militares - ¿Dónde está Buffy?
-La señorita Summers los espera en casa – le aseguró el capitán – No teman. La verán apenas lleguemos. Ella nos ha hablado de ti, Ángel…
-…
-…Por supuesto, mencionó el curioso hecho de que eras un vampiro. Era algo que se me hacia difícil de creer… hasta hace unos instantes, en los que vi con mis propios ojos… bueno, tu "otra" cara.
Silencio. Ángel no sabía qué decir.
Un soldado se acercó a Rhodes, dubitativo. Lo reconoció como aquel que le había sacado el diario de Fred. Lo traía consigo en ese momento y se lo mostró al capitán.
Luego de un momento de inspeccionar sus páginas, el militar dio otra orden:
-Lleven esto con mucho cuidado de que no se pierda. Al Doc Logan le interesara muchísimo echarle un vistazo – se volvió hacia Ángel – Bueno, caballeros… señorita – dijo, haciendo una reverencia con la cabeza a Kate - ¿Nos vamos? Tenemos un largo viaje por delante y me imagino que ustedes tendrán muchas dudas por saldar. Si gustan subir a mi helicóptero…
-¡Un momento! ¿Y el mío, qué? – quiso saber el piloto de la aeronave que trajo a Ángel y compañía al lugar.
-Ese trasto se queda donde está – ordenó el capitán – Usted también se viene con nosotros. Necesitamos muchos pilotos en las Fuerzas Aéreas. Considérese reclutado.
-¡Oh, mierda!
-¿Nos vamos? – Rhodes repitió su invitación.
Ángel se volvió hacia Kate y Gunn. Les asintió con la cabeza. Todos siguieron al militar al gran helicóptero en el que viajaba.
Un rato después, la comitiva entera partió.
