El FraMano ya necesitaba algo de presencia por aquí, y aquí estoy yo para hacerlo, o al menos intentarlo
El presente fanfic participa en el reto Long-Fic: 70 días con tu OTP para el foro Anteiku
Los personajes no me pertenecen, pues no soy japonesa, ni soy hombre, ni se me hubiera ocurrido tal idea de hacer un infierno, digo, un anime histórico. Todo le pertenece a Himaruya, mente malévola. Sin más, el fic:
Pulso
Aseguraba que él no era así, pero no podía evitarlo esta vez.
Sin entender la razón, el sonrojo en sus mejillas comenzaba a pasar del rojo vivo a un dulce violeta —no tan dulce, sino desesperante—, aunque había que pensarlo un poco, tal vez era porque contenía la respiración y no realmente por culpa de los nervios que supondría debía de sentir en esos momentos.
¿¡Y a quién demonios le mentía!? Necesitaba una gran cantidad de aire en ese momento, o sus pobres pulmones ya no resistirían más tiempo. Se estaba desesperando.
Por otro lado, el rubio se moría por dentro —de la buena manera—, pero hacía todo lo posible por mostrarse sereno ante el contacto; no es que fuera algo nuevo para él, pero sin duda sí que era nuevo para él el mantenerse así con nada más ni nada menos que con Lovino.
Y fue como comenzó la cuenta regresiva: 5… 4… 3… 2… 1…
Lovino al fin pegó una gran bocanada, del mismo tamaño que cuando tú abres la boca para poder darle una mordida a ese pastel por el cual llevabas esperando un largo rato; soltó de la mano al francés y regresando a su tono rojizo natural, donde sus mejillas se pintaban con este color, se plantó enfrente del rubio. Y antes de que pudiera reclamarle, sintió cómo Francis le volvía a tomar las manos, entrelazando sus dedos, para jalarlo y envolverlo en un tierno abrazo que rápidamente fue roto por el italiano, quien mantenía su ceño fruncido.
— ¿Ya te dije lo mucho que me gusta verte así de rojo, como una rosa?—le preguntó, guiñándole un ojo coquetamente.
Se alteró un poco, pero debía mantenerse relajado, si no quería echar todo a perder.
—Sólo cállate, maldita sea…
Francis rió, Lovino frunció aún más el ceño y un tanto indignado se marchó del lugar, dejando a su nueva pareja completamente sola, a mitad del parque.
El abandonado volvió a sonreír y cerró sus ojos, sumergiéndose en sus pensamientos, si así se ponía cuando agarraba su mano, ya quería ver lo que pasaría cuando le llenara el rostro —y alguna otra parte— de besos. Sin duda alguna comenzar a compartir una historia con el italiano sería todo un reto que valdría la pena cada día.
Se levantó de la banca y siguió el mismo camino que Lovino había tomado momentos atrás.
7 de enero, 2:36 p.m., Lovino se ha puesto rojo mientras le tomé de las manos.
