Última bala.

Moría, tenía la adrenalina al máximo recorriendo su cuerpo en cada rincón, delante de él estaba esa endemoniada criatura observándolo detenidamente, dando pequeños pasos para ir a devorarlo con ansias, desprendiendo la carne a mordiscos, los cuales penetrarían su piel sin ponerse un alto. Chris Redfield tenía consigo una pistola con una única bala, ideas pasaban por la mente del joven hombre que veía su vida pasar ante sus ojos, entre los pasillos rojos, fúnebres y oscuros estaban ellos dos, dejando al destino hacer saber quien era la víctima en ese fatal encuentro. Por un momento se apuntó a sí mismo en la cabeza en un intento suicida, pero sería estúpido acabar con su vida de esa manera tan cobarde, dejaría en el mundo varias cosas importantes, entre esas a su hermana Claire, la cual prometió proteger hasta el último de sus días. Estaba débil, la sangre se hizo presente ante esas heridas de gravedad que poco a poco lo hacían perder su vista, apuntó con un único logro, la cabeza de la bestia putrefacta que se dirigía a su posición, cada vez más cerca.

Él era un Redfield, un hombre maduro de cuerpo y alma que saldría incluso de las peores situaciones, esta vez el destino le jugaba una mala pasada, su vida dependía de un tiro perfecto o de un milagro dado por un ser divino e invisible, cerró los ojos y accionó el arma, acabó con su vida, quedó en el suelo sin aliento ni pulso, la sangre salpicó las paredes y parte su cuerpo, había tomado esa decisión que lo mató, el muerto viviente volvió a perecer, pero no fue gracias a la habilidad de ese hombre con las armas, detrás estaba Jill Valentine, mirando atónita a su compañero, su mejor amigo moría con el pasar de los segundos, debía hacer algo rápido para evitar perder a quien más le importaba, lloró a su lado, le administró distintos fármacos y medicinas, lo perdía, Chris Redfield cerró los ojos y no volvió a despertar.

Jill lloraba a gritos, lo golpeaba en el pecho o lo agitaba para que reaccionara, nada, sólo veía como su piel cambiaba de color y se tornaba más clara, Jill no quería darse por vencida, ya había perdido a muchos y él no sería el siguiente, pero sus esfuerzos fueron en vano, el castaño guerrero falleció caído gracias a la pérdida de sangre, Jill se maldecía, mostraba enojo en sí misma, de repente vio el cuerpo de su gran amigo entrar en convulsiones, se estaba reanimado y ella sabía que tenía que hacer. Tomó la pistola de Chris con esa última bala y apuntó, se despidió y cedió su último adiós, la plata atravesó el cráneo del caído Redfield, dejando un triste y horrible recuerdo en la mente de la única persona que salió viva se esa pesadilla.