Hoy se cumplen diez años desde que abandoné Japón, desde que huí de aquello que creía mi destino. Realmente no sé cómo sentirme respecto a este tema, pese al tiempo que ha pasado, aún sigo sin poder hablar de ello, o pensarlo por más de unos minutos; pensé que era cuestión de tiempo el asimilar lo sucedido, sin embargo, ahora estoy segura de que no requiero tiempo, sino valor… O quizá, eso fue lo que tuve al venir aquí.

Salí de la ducha al fin, dispuesta a encaminarme al hospital. Hoy debía dar la bienvenida a los nuevos residentes, y ya estaba lo suficientemente atrasada como para no lograr llegar antes que ellos; como coordinadora de medicina de un prestigioso hospital de Toronto, debía tener disponibilidad a tiempo completo; situación que no se me dificultaba en absoluto (la mayor parte del tiempo), pero hoy… Hoy era un día diferente.

Salí de mi departamento vestida con un atuendo que creía acorde a la ocasión; subí a mi auto y mientras conducía camino al trabajo, me descubrí nuevamente pensando en ella, me sorprende como en ocasiones aquellos recuerdos embargan mi mente. En los últimos años he vivido absorta en el drama del hospital, casi internada en aquel complejo de edificios llenos de gente que desea vivir y morir. Pero su recuerdo siempre está presente, en algunos días embarga mi mente como una luz que ilumina de inmediato una habitación, y en otros… Parece tan distante como una pequeña vela tratando de brillar en medio de la obscuridad absoluta.

Al llegar a mi destino estacioné mi auto, bajé y de inmediato, al acercarme a la puerta vi a unos jóvenes con bata blanca fumando. En otro momento les habría recordado (en medio de un corto sermón), el hecho de que está completamente prohibido, pero no hoy. Sin mencionar el hecho de que al parecer, eran los nuevos residentes, así que lo dejé pasar.

"Espera preciosa, deberías venir a fumar conmigo" dijo uno de los chicos, tomándome completamente por sorpresa; aunque decidí ignorarlo por completo.

"Con que me ignoras eh, ya verás, serás mía" Repitió el joven, definitivamente hoy el universo ponía a prueba mi paciencia.

Decidí nuevamente hacer caso omiso a lo que pasaba, ingresé a la parte posterior del salón de conferencias, tomé la lista de los asistentes, el itinerario y salí a la tarima. Habían alrededor de treinta personas, entre jóvenes y gente un poco mayor; sin embargo, mi lista indicaba que debían ser cincuenta, por lo tanto, solicité al personal asistente que prestaba su colaboración para el evento del día, que fuesen a buscar a los restantes.

Pasados unos minutos, vi entrar a los chicos que había visto en la puerta del hospital fumando, que curioso es el destino; todos tomaron asiento, al parecer sorprendiéndose un poco al verme.

"Buenos días, el día de hoy estamos aquí para darles la bienvenida al Hospital internacional de Toronto, al cual ingresan como residentes generales, primero que nada quiero felicitarlos, los cupos disponibles son reducidos y los aspirantes demasiados. Mi nombre es Mei Aihara, y soy la coordinadora médica de este hospital. Quiero decirles como primera medida, que está completamente prohibido fumar dentro de las instalaciones, incluyendo entrada y zona de parking, si son encontrados realizando esta acción, serán sancionados". Todos miraban con atención, en especial el joven que se había dirigido a mí mientras entraba.

Posterior a la introducción, salimos a recorrer el hospital, yo dirigía el recorrido hasta que fui interrumpida por el altavoz.

"Doctora Aihara, es solicitada de manera inmediata en su oficina" Repitió la voz dos veces; un poco ofuscada decidí dejar a mi asistente a cargo del recorrido y dirigirme al lugar indicado.

Llegué rápidamente al piso en que se encontraba mi oficina, me acerqué dando zancadas hasta el escritorio de mi asistente, que ni siquiera se había percatado que me encontraba allí.

"Doc… Doctora, disculpe haber interrumpido su jornada, tiene una llamada de Tokyo, es su padre" Dijo mi asistente algo nerviosa.

"Tranquila Lara, por favor transfiere la llamada a mi oficina, gracias" Mi corazón dio un vuelco, no tenía idea de qué pasaba. Tenía comunicación con mi padre, pero sólo se comunicaba a mi teléfono personal.

"Padre, ¿cómo estás?" fue lo primero que dije al descolgar el teléfono.

""Mei… Lamento llamarte en este momento, pero… Necesito que vengas a Tokyo… Tu abuelo murió""

Agradecí al cielo estar sentada, de no ser así, habría caído de bruces al suelo.

"Bien… Es hora de regresar entonces" dije sin animo; el momento que más temía había llegado, tendría que regresar al lugar del que escape como cobarde.

""El funeral es mañana, te esperamos aquí… Adiós hija"" Cortó la llamada, quedé helada, aún con el teléfono pegado al oído.

Cuando finalmente volví en mí, solicité a mi asistente que organizase todo lo requerido para mi viaje; salí de inmediato hacia mi apartamento para empacar lo necesario, no sabía cuánto tiempo tendría que estar allí. Partiría esta misma tarde y lo que más me intrigaba era aquel "te esperamos".

Debí decir no a esta locura, no deseaba ver a nadie de la familia Aihara, ni siquiera a mi padre, por más que lo quisiera. Miento… Deseaba ver a alguien, pero no estaba segura si ella quería verme.

Mi mente se inundaba de recuerdos mientras sobrevolaba Japón, recuerdos de mi padre, mi madre, mi abuelo, mi vida… Recuerdos de ella, Yuzu, ¿cuánto habrá cambiado?, ¿Qué habría sido de su vida?, ¿Será feliz?, ¿Tendrá a alguien? Esta última pregunta perforó mi pecho como cuchillos, desde mi partida, no quise buscar noticia alguna acerca de la familia, y tampoco quise que mi padre me dijese nada respecto a ella; quizá porque tenía miedo a escuchar algo que no deseaba oír.

""Señores pasajeros, bienvenidos al aeropuerto de Tokyo, agradecemos preferir nuestra compañía y les deseamos una placentera estancia"". Aquella voz me sacó de mis pensamientos, habíamos llegado.

Salí del aeropuerto dispuesta a tomar un taxi; sin embargo, un hombre alto y con algunas canas en su cabello se acercó a mí, con un pequeño cartel que decía mi nombre.

"Buen día señorita Aihara, su padre me envío a llevarla a casa" dijo en tono amable.

"Bien, muchas gracias" no me sorprendió el hecho de que no viniese el mismo, probablemente estaría ocupado con los preparativos del funeral.

El trayecto se me hizo más largo de lo que realmente era, quizá me encontraba demasiado ansiosa, no deseaba llegar a aquella mansión en la cual fui prisionera durante tantos años; sin embargo, deseaba saber si ella estaba allí. Al llegar, deslumbré aquel lugar, no había cambiado en absoluto, se nota que el abuelo deseaba mantenerlo tal cual; es curioso el hecho de que no volví a hablar con él desde que hui de casa, lo intenté, pero en las pocas ocasiones que llamé, jamás quiso pasar al teléfono, alguna vez le escuché decir "Yo no tengo nieta", aquella frase me dolió más de lo que pensé. Después de eso decidí no volver a buscarlo, no podía rogar el perdón de alguien que en realidad no me amaba.

Baje del auto y vi a mi padre sonriendo de pie en lo alto de la escalera, su cara se notaba cansada y tenía algunos signos de envejecimiento; aun así, seguía siendo el mismo hombre imponente pero amable que recordaba.

"Bienvenida a casa hija, me alegra que estés de regreso" dijo esto mientras se acercaba para abrazarme.

"Buen día padre, yo también me alegro de verte, aunque sea en estas circunstancias" correspondí su abrazo queriendo sentirlo cerca, queriendo desaparecer estos diez años en los que estuvimos separados.

"Si, es una lástima que nuestro reencuentro sea en esta situación; aun así, estoy muy feliz de verte, ya eres toda una mujer, es increíble cómo pasa el tiempo". Tomó mi mano para conducirme dentro de la casa.

Al igual que el exterior, el interior de la casa continuaba tal cual lo recordaba, cada cosa en el sitio exacto, incluso la infinidad de libros que allí se encontraban, seguían en el mismo lugar, en perfecto orden, comenzaba a sentir un aire asfixiante, una opresión en mi pecho; no pensé que me afectase tan rápidamente estar en esta casa.

"Mei, por favor sube a tu cuarto, hay toallas limpias y un baño preparado para ti, sé que tuviste un viaje largo, pero nos espera un día difícil."

"Lo sé, voy a tomar un baño y bajaré enseguida, podrías por favor decirme ¿quiénes vendrán al funeral del abuelo?" realicé esta pregunta estando de espaldas a él, no deseaba que viera mi rostro, quizá porque pensaba que mi mirada delataría mi intención de saber de ella.

"Será una ceremonia privada, bien sabes que no me gustan las aglomeraciones; tu madre estará allí, algunos primos lejanos del abuelo y por supuesto Yuzu..." hizo una pausa, mi corazón se aceleró, estaría allí, podría verla, hablarle, sentir su maravilloso olor…

"Junto a su esposo…"