Allá va el desdichado gordito, corriendo por la cuidad, no se enteró de que Racoon City estaba siendo atacada por una horda de zombis hambrientos hasta que ya los tenía casi encima. Hace no tanto que este individuo decidió que ver las noticias era dañino, y como se había ganado la lotería de su estado, quiso tomar un año sabático, mala decisión.
Un día por la mañana al escuchar circundantes helicópteros por encima de su casa, y al ver que se le estaban acabando las provisiones del mes, decidió que una visita al supermercado lo distraería un poco. Así que se bañó, se visitó y abordó su nuevo Mustang, porque claro, ganándose la lotería, tenía que viajar con estilo. Las cosas empezaron a ponerse raras, las calles vacías, los autos abiertos y abandonados, se respiraba un aire pesado, lúgubre, sin embargo no perdió su ruta, y en pocos minutos encontró el supermercado. No tardó mucho tiempo en darse cuenta de que la cuidad estaba vacía, y que al parecer era el único que quedaba… ¿O no?
Se metió en aquel recinto obscuro, caminó y al no ver a nadie que pudiera responder ni una estúpida pregunta, comenzó a invadirlo el pánico, corrió entre los pasillos buscando a alguien, quien fuera que pudiera prestarle su ayuda. Finalmente encontró a alguien, estaba en la sección de carnes frías, y al parecer robaba ahí mismo la carne.
— ¡Eh!, ¡usted!, ¿Me puede decir que ha pasado? — Se acercó decidido y lo tocó en el hombro, el entusiasmado individuo que comía a grandes bocados comenzó a emitir gruñidos.
— Señor… ¿Está usted…? — En ese instante la figura se volteó e intentó alcanzarlo con afiladas uñas, nuestro protagonista corrió despavorido de la escena al verlo a la cara, había sangre en toda ella, pedazos de carne que caían de sus mejillas y cuello, la ropa, a la que no había prestado atención antes estaba desaliñada y rota, por otro lado le faltaba un brazo. El pobre hombre siguió corriendo tanto como su pesado cuerpo y sus débiles piernas se lo permitieron, salió del supermercado y subió a su Mustang de nuevo, arrancó, y a toda velocidad quiso quitarse tan horrible visión, pero no estaba solo, un infeliz zombi se había alojado en el asiento trasero de su vehículo, lo agarró por el cuello desde atrás y gimió, el hombre gritó, perdió el control del auto y terminó por estrellarse en una pared, para su buena fortuna él se había puesto el cinturón y el zombi no, así que éste último salió volando por el cristal frontal y se desparramó sobre la pared.
Nuestro desventurado gordito corría y corría, esquivando zombis, pero tuvo un final desgraciado, ya que en un callejón en que decidió meterse para poder descansar, lo atacaron 3 de estos a la vez, mordieron y desgarraron, pero no acababan, el hombre terminó por desmayarse y perdió conciencia.
Poco después despertó, pero ya no hablaba, mucho menos razonaba, emitía gemidos y al primer indicio de carne fresca, se abalanzaba, vagó por las calles, devorando a la gente que quedaba en Racoon City. Al toparse con pared, por instinto giró y dio vuelta en una estación de policía cercana, donde después de la muerte, encontró su verdadero final. Allí parado, frente a nuestro hambriento zombi, caminaba un pedazo de carne humana fresca, viva y apetitosa, envuelto en una chamarra de borrego, de cabello lacio y mirada penetrante, corrió hacia él, jadeando, gimiendo, siempre hambriento, siempre voraz.
El pedazo de carne volteó, le dirigió una sonrisa, y empuñó su arma, una hermosa mágnum, la mágnum sin fondo, apuntó con una certeza increíble y de un solo disparo, justo entre los ojos de nuestro zombi, introdujo un cilindro con tan sólo 8 milímetros de espesor, pero suficiente como para que en la pantalla del jugador 1 se mostrara CRITICAL HEAD SHOT.
