El Viajero.

Capítulo 1.

Tranquilidad.

Era lo que se podía respirar en la brisa que acariciaba la isla, todo estaba en calma, un dulce silbido.

El vaivén de las olas era calmo y sereno, el gran manto acuífero ante sus ojos parecía dormir aún por la canción de cuna del anochecer que con el paso lento de los segundos parecía retroceder y contraerse para así rozarse con aquellos exquisitos primeros rayos de sol que brindaba el alba, dibujando en aquel grande espejo la hermosa aurora que recibía a esa pequeña isla aquella mañana. El firmamento se teñía tranquilamente de azul grisáceo, arrasando como la marea la oscuridad de aquel cielo, las pequeñas y débiles nubes emprendían su eterno rumbo por aquella bóveda celeste, comunicándole a su paso que el día estaría despejado.

Sin duda la vista desde la punta de la montaña era la mejor vista que la ínsula podría brindar a los ojos.

Ya era tarde para surcar los cielos cuando se sorprendió a sí mismo contemplando el paisaje, planeaba extender sus alas sobre la ventisca a primera hora y llenar sus pulmones de aquél inigualable aire entre las nubes y el mar, un último vuelo de tranquilidad.

Parece que sólo podré pasear por la montaña antes del canto. — suspiró, haciendo una pequeña mueca al rendirse ante la idea de lo que pudo haber sido un grandioso vuelo, el cual ahora las aves de la isla podrán disfrutar. Se quedó parado unos segundos más, irritado ante la imaginación de lo que pudo haber sentido en un viaje rápido rozando la superficie del agua, botando el frio rocío de sus plumas con el potente impulso de ellas.

Giró sobre sus pies con la intención de dejar de mirar el panorama, por la posición del sol y su sombra pudo deducir que ya era hora del canto. Aferró el agarre sobre su anzuelo mágico, sintiendo como el latido de su corazón empezaba a aumentar como el ritmo de los tambores, respiró hondo aquella brisa mañanera que lo pasaba mientras sus ojos se cerraban; formando en su mente la imagen de un imponente halcón, abrió sus ojos junto a una sonrisa confiada y nuevamente encaró al crepúsculo matutino. Sus potentes piernas emprendieron una corta carrera sobre la áspera superficie rocosa del suelo, provocando que su melena rizada se columpiara sobre sus hombros, despejando sus ojos dispuestos, las plantas de sus pies sacudían la tierra bajo ellas hasta que al aproximarse a la punta del pequeño acantilado en el que se encontraba éstas despegaran con fuerza de la tierra.

El anzuelo emitió un gran destello que cubrió al hombre hasta apagarse en un abrir y cerrar de ojos, convirtiendo al que antes era un hombre a un enorme halcón de plumaje claro con una cresta castaña simulando el cabello del sujeto.

Su cuerpo sabía lo que tenía que hacer, sabía como moverse; no, se movía naturalmente, como si hubiera nacido para hacerlo. Sus inmensas alas se extendieron al sentir aquel aire y vacío de aquella caída y sin más empezó a volar. Sobre la selva, levantando el rocío que dejó la gélida noche, despertando a los animales que habitaban a lo largo de su rumbo, sobre la costa, revisando que la marea turquesa haya permitido paso a la blanca y tersa arena formando la playa. La línea que dividía el arrecife de agua cristalina del profundo mar abierto desde esa distancia se veía como si el horizonte que dividía el cielo del mar se haya un regalo plasmado en la costa.

Y al elevarse al punto más alto que podía alcanzar, el manto azulado reflejaba como el sol había llegado a la par de él y se había posicionado entre el amplio cielo para marcar una nueva mañana en Motu Nui.

Era el momento del canto.

Justo al momento de pensarlo, el suave susurro de la isla amaneciente se vio interrumpido por el potente eco del tambor, primero fue un estruendo que sacudió a las aves a emprender su vuelo fuera de sus nidos y después continuaron los ecos en un ritmo alegre y fuerte, declarando el inicio del día. Y con la presencia de la melodía, Maui descendió hasta el puerto que improvisaban las embarcaciones en la orilla, volviendo a su forma humana y colosal.

El sonar de los tambores o el canto, como le gusta llamarle, era diferente al que se acostumbraba a tocar la isla. El llamado no era para levantar a las personas durmientes del pueblo, sólo se usaba cuando se llevaría cabo una asamblea o celebraciones importantes, al menos eso solía ser antes. Aquel canto llamaba a los exploradores a ver el último amanecer de la isla antes de partir.

Las embarcaciones ya estaban preparadas para zarpar a primera hora del día, hoy sería la última mañana en tierra para los navegantes pero sería la primera que Maui contemplaría. A escasos metros de él se encontraba la cascada que dejaba fluir con fuerza el agua que llevaba consigo pero aún así no lograba arrastrar los navíos con ella, pues se encontraban fuertemente atrancados a la superficie de la cual aún no partirían.

El sonido de las hojas columpiarse llamó su atención, haciéndole voltear a sus espaldas y ver que provenía del sonido. Y una cara conocida apareció frente a él, aquellos rizos salvajes se mecían con el viento de la mañana.

Maui. — ella le saludó junto a una sonrisa radiante. Podía ver que se encontraba lista para partir, había cambiado su atuendo cotidiano por aquella vestimenta carmesí que hacía juego con la corona de flores rojas de color vibrante, los primeros rayos de sol iluminaban aquel collarín azul que aún conservaba.

¿Lista para navegar, princesa? — pronunció de manera juguetona, riendo ya en su interior el gesto de molestia que se posó en el rostro de la chica.

¡Ya te he dicho que no soy una princesa! — terminó por hacer reír a Maui. — Soy la próxima líder del pueblo, nada más.

Tienes un vestido bonito y tienes un animal acompañándote, eso te convierte en una princesa. — contestó burlón señalando el atuendo de ella. — Y tendrás tu dominio pronto, ¿Qué más pruebas necesitas?— Moana gruñó ante lo último dicho.

¡Yo no tengo a nadie siguiéndome! — tomó paso apresurado hacia Maui para encararlo mientras éste reía y mantenía una sonrisa sarcástica.

Yo no estaría tan seguro, tienes ahora a todo un grupo siguiéndote. — los navegantes que partirían empezaban a llegar al los barcos y empezaban a abastecerlos de provisiones y herramientas para su futuro viaje, y el semidiós apuntó su mirada al túmulo de personas que se preparaban para el viaje.

La mirada de la chica siguió la suya y hasta ese momento pasó por su mente el peso del liderazgo que pasaba a sus manos por los próximos días, toda esa gente, su gente, tenía fe en ella como la próxima gran líder que partiría hacía una nueva isla y cuidaría de ellos.

Todos ellos esperan un gran líder mí. — los nervios empezaron a invadirla en ese momento, jugando involuntariamente con sus mechones rizados, aquel viaje sería un gran paso para su próxima ascensión al poder.

Eres una gran líder, salvaste al mundo, llevaste al gran semidiós Maui a devolver el corazón de Te Fiti. Presiento que lo harás bien.

La chica paró su acto nervioso para encontrarse con la sonrisa sincera de Maui, quien además apuntó hacía el tatuaje en su pecho donde encontró una pose orgullosa de una pequeña Moana y un pequeño Maui, tratándole de animar de igual manera con unas amplias sonrisas y sus pulgares arriba.

Tenía que confiar en ella misma.

Respiró hondo cerrando sus ojos, sintiendo aquella brisa que transportaba la esencia del mar llenar sus pulmones, y abrió sus orbes oscuros con determinación, dispuesta a subir a la embarcación más grande, el barco principal, bote que la llevará a través del océano para explorar una nueva isla, su próxima isla.

Sus pasos firmes sobre la arena producían aquel eco suave pero demostraba los fuertes e imponentes que eran al poder compararse con el sonido de las olas regresando al mar.

Un estruendo cubrió el cielo despejado y perfecto en una capa de nubes opacas robando la luz del sol sobre el arrecife, las nubes se extendían como la tinta sobre tela, produciendo ruidos alarmantes y rayos y truenos robaban el sonido de la isla. Hasta que un sonido final se hizo presente, como si el cielo se hubiera partido y estuviera apunto de caer.

Destrucción.

No había más sonido ni risas que el eco de las llamas consumir sin piedad lo que algunas vez fue construido por la humanidad. Los edificios en pié son escombros y nada más, el bullicio de las calles antes transitadas por habitantes ahora cubiertas de escombro, gimiendo lo que la vida humana alguna vez fue. Parecía que una existencia prometedora fue consumida en as llamas y destrucción, dejando que el humo escape con recuerdos melancólicos al aire, pronunciando que existió algo qué quemar.

A cualquier montaña que subas, a cualquier bosque al que huyas, a cualquier desierto en el que te pierdas, el rastro de una tierra muriendo te seguía a cualquier parte. No existían las grandes ciudades, no existían los pueblos rurales, siquiera animales pasar la calle, podías ver como los fantasmas de los que alguna vez vivieron y sufrieron, tratan de encarnar en el humo de planeta y pedir por su recuerdo.

Pero no todo eran pueblos fantasmas y existencias inciertas, en ciertos rincones, como un rayo de esperanza, como al ver detenidamente la pintura, los humanos se cubrían en fantasmas y sobras, para luchar por su existencia, por su derecho a vivir, por todos los que cayeron y por los que aún están de pie.

Como esos pequeños rayos de sol que luchan contra los días nublados, aún había esperanza. No sólo por el simple hecho que aún existían las voces que había creado la naturaleza, había esperanza porque no sólo la raza humana luchaba contra la casi inminente extinción, porque también había otra raza luchando por la suya, por todos, por la última gran esperanza.

Trunks, quién era el último sobreviviente de la raza guerrera saiyajin, siendo el puente entre ambas razas: mitad humano, mitad saiyajin. Trunks era la esperanza de lucha personificada, la más brillante esperanza. El ser más fuerte sobre la Tierra; no, el ser más bondadoso y fuerte de la Tierra.

Era difícil de creer, de asimilar, pero el ser más fuerte sobre ese planeta no era el héroe, sino era el que había provocado toda esa destrucción, el que sin piedad ni pesar exterminó todo lo que podía llamarse terrícola y lo que por años había dejando en su legado. El que marcó la página del final de esa raza como próxima, como un objetivo, como un deseo. Tan irónico era ver que aquel villano poseía la misma apariencia de quién fue el saiyajin más fuerte del universo, quien defendía con su vida aquel planeta, el gran Son Gokú.

Parecía una burla del destino, que todo haya acabado por manos de una leyenda magnificente. Pero no era tiempo de aceptar tal destino sin haber peleado, sin haber intentado. Por eso la humanidad se levantó, por eso sobrevivió.

"No había forma en que pudieran conformarse con eso, de rendirse ante ello."

Y así, de entre las cenizas y escombros, la resistencia nació. No por un líder, sino por personas valientes, por un grupo, todos juntos.

Y entre todos quitar un grano de arena de aquel reloj que marcaba la última página de su existencia y aportar un grano de arena más al reloj que inclinaría la balanza para su favor.

Tiempo, era lo que necesitaban. Bulma lo necesitaba, todo el tiempo que pudiera ganar la resistencia. Tiempo era la ventaja que necesitaban los humanos para ganar la carrera contra Black, como a ella le gusta llamarle.

Siaba, general más fuerte de la resistencia, trabaja junto a Trunks para ganar tiempo contra Black: emboscadas, ataques sorpresa, rastreo, todo lo que ambos pudieran necesitar para completar su plan. La gran apuesta para su salvación, la maquina del tiempo.

Una cosa era conocida por todos, Trunks no podría hacerle frente a Black para matarlo. Aún necesitaba fuerza para tener posibilidades contra el villano, necesitaba ayuda, más de la que podía ofrecerle toda la resistencia junta. La solución, un viaje al pasado.

El tiempo que necesitaban eran para recolectar energía suficiente para el viaje, tomarían el riesgo de recolectar solamente para un viaje de ida, no de regreso, era sólo una oportunidad. Tiempo que necesitaban antes de Black lo descubriera todo, antes de que les pisara los talones.

Los sacrificios tenían que ser hechos, no existía un camino al existo sin ellos, y sólo los grandes héroes pueden hacer enormes sacrificios, y Bulma era una heroína; una grandiosa mujer, fuerte y guerrera por dentro. No había dolor más grande para ella que dejar morir a su hijo, pero también le desgarraba el corazón tener que dejarlo así, de partir así, pero se había jurado así misma en el momento del nacimiento de su pequeño que; pasara lo que pasara, jamás dejaría que lo lastimaran.

«Has que las vidas sacrificadas no sean en vano, recuérdalo.»

Por supuesto que quería seguir a su madre, despedirse una última vez, de llorar sobre su pecho como un niño pequeño, pero no era el momento de tirarse a llorar, tenía un deber no ahora sólo con el mundo, sino con su madre también. Todas los sacrificios no serán en vano, ninguno de ellos, el de ella tampoco.

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Entre las cortinas de humo que viajaban por el lugar se asomaba a la distancia las instalaciones de la Capsule Corp. Destruidas por el paso de la destrucción, pero aún en pie, luchando por quedarse en pie.

Trunks, tú ve y activa la maquina, yo te cubriré desde aquí. — susurró la chica, concentrando sus luceros verdes en un buen punto de tiro, atenta a sus alrededores por si Black se hacía presente.

No puedo simplemente dejarte aquí, quiero que vengas conmigo, Siaba. — le tomó del hombro, mandando una sensación electrizante hacia la chica, su corazón empezaba a aumentar su ritmo con las palabras del joven. Pero no había tiempo para eso.

Trunks. — Tomó la mano que estaba posada sobre su figura, su pecho comenzaba a doler y un nudo quería alojarse en su garganta, quería hacer difícil la salida de sus palabras. — No puedo acompañarte, yo tengo mi deber aquí. — Tomó la barbilla del chico suavemente, disfrutando el sentimiento de aquella fugaz caricia que desearía que perdurara más, le dedicó una cálida y corta sonrisa y empujó la dirección de su mirada al edificio que resguardaba la maquina. — Y el tuyo está allá.

Pero…— quería llevarla con él, dónde él sabría que está a salvo, dónde podría cuidarla…Porque no soportaría perderla a ella también.

No te preocupes por mí. — le interrumpió ella, posando su dedo índice sobre los labios de él. — Yo lo distraeré, no me atrapará, después de todo ¿Con quién crees que estas hablando? Así es, la principal general de la resistencia Y la mujer más fuerte de la Tierra. Estaré bien. — Siaba le sonrió amargamente, y sin dejar a Trunks pronunciar una palabra más, salió de su escondite cargando su rifle para apuntar y disparar a un objetivo que él no había notado, fue un ataque de Black.

Sólo así notó que la presencia de Black cada vez era más cercana, no podía dejar que ella igual se sacrificara, no soportaría una perdida más.

Su correr era como una carrera contra la arena que cae del reloj, si tomaba la delantera podría salvarla pero arriesgaría toda la misión, pero si usaba esos preciados segundos de distracción, podría huir y poner en funcionamiento la maquina. El destino de los sobrevivientes y él mismo estaban en sus manos.

¿Qué es lo que hubiera pasado si él hubiera decidido?

La chica se percató como Trunks se había reusado a cumplir su petición, viendo como emprendía carrera hacia su dirección pero al mismo tiempo su sentido del oído le avisaba que un ataque arremetería contra los dos en cualquier momento. En su mente maldecía a Trunks por haber venido a su posición, su mirada se dirigió rápidamente a la ráfaga que se aproximaba a ellos, notando que no iba dirigida a ella, sino hacia un punto entre ella y Trunks.

Black lo asesinaría.

Sin tiempo que perder corrió lo más rápido que le permitieron sus piernas, impulsando su cuerpo con fuerza para poder llegar a tiempo, y lo logró. Logró empujar el cuerpo de Trunks con fuerzas que vinieron a ella junto a toda esa adrenalina, logrando su cometido de sacar a Trunks del punto impacto, aunque se desequilibró un poco y no lo logró salir de esa zona por completo.

Siento su cuerpo recibir algo semejante a una carga eléctrica, como si un mismo rayo la estuviera impactando, gritaba de dolor y agonizaba, pero tenía que impulsar a Trunks a seguir con la misión, no tenía que darse por vencida.

¡Vete y déjame! — el dolor era ya casi imposible de soportar, sentía sus extremidades arder y helar al mismo tiempo, sus ojos le pesaban y quedarse consciente era ya complicado. Era demasiado para ella.

Trunks lanzó un ataque a Black que le generó una cortina de humo lo suficientemente espesa para regresar por el cuerpo derrotado de la mujer, checando que aún tenía signos vitales pero demasiado débil para emprender el viaje con él. Dejó reposar a la chica cerca de una entrada a los túneles de la resistencia y salió a velocidad a Capsule Corp.

No podía permitirse más desperdicio de tiempo, había cometido un fallo y ahora el tiempo se le escapaba de las manos como la arena seca que parte con el aire. Encontró la máquina y la puso en funcionamiento, justo como recordaba.

Ya estaba en la etapa de final del despegue, en el punto alto de los cielos, dónde sabía que Black podía impactarlo, sólo esperaba que su tiro fallara. Podía ver esa estela brillante que dejaba ver su ataque al cortar el aire mientras viajaba, maniobraba lo mejor que podía para partir en el tiempo de una buena vez, consiguiendo esquivar el impacto por poco.

La estela de su ataque aún seguía viajando por el cielo, desconcertando a Black de haber fallado el tiro, pero eso no borraría su sonrisa del rostro, porque veía brillar el anillo que portaba en su mano, sabiendo que ahora Trunks no podría escapar.

En un santiamén hizo uso de la joya de Kaioshin que poseía para seguir a su único rival, saboreando ya la inminente victoria que veía venir. Podía ver ya la expresión de dolor de Trunks mientras atravesaba aquel portar negro que lo transportaría al tiempo y dimensión al que había entrado el impertinente, conociendo de antemano que ya no tendría escapatoria.

Pequeñas descargas se posaban en manos y pues, haciendo de ése un viaje turbulento, algo fuera de lo común, pero no desvanecía su sonrisa.

Pero la vista que apareció frente a sus ojos sí que lo hizo.

Estaba parado en la nada, con sólo agua y un poco de tierra bajo sus pies, pero nada más, y lo peor de todo, ningún signo de Trunks y la maquina del tiempo. No sentía su presencia, sólo insignificantes montículos de terrícolas en las islas de abajo, pero sólo eran presencias inferiores.

Hasta que algo que surcaba los cielos llamó su atención.