Escrito por Valkyriene.
HetaHazard: The Bonds Of Friendship
¡Shalala~! He aquí una "reliquia" de Hetalia, no tanto como HetaOni, pero sí muy importante para el fandom. Ya tenía ganas de ver algo nuevo en mi perfil, así que decidí hacer algo tanto para mí como para ustedes. xD
¡Que lo gocen, my friends! :v
ADVERTENCIA/DISCLAIMER:
● Hetalia y sus personajes no me pertenece, son propiedad de Hidekaz Himaruya.
● Hetalia Hazard: The Bonds Of Friendship, o bien, HetaHazard, tampoco me pertenece. Historia original creada del fangame de Sadaie.
● Rated T (13+): No recomendado para menores de 13 años por contener violencia, lenguaje levemente grosero, y temas adultos sugeridos.
…
Agradezco a los canales de YouTube de twilineko y a SotetAG, porque me facilitaron los guiones de la historia. Muchas gracias. :)
Inglaterra
El eco de las pisadas resonaba por todo el pasillo, mientras que a lo lejos las voces de varias personas parlaban como si no hubiese un mañana.
—Hoy es el último día de la conferencia —dijo Inglaterra, quien con unas ganas deplorables en el cuerpo, trataba de no salir corriendo lo antes posible; simplemente odia estar ahí—. Carajo —suspiró—. No hemos progresado nada en estas conferencias… Ninguno de ellos tiene espíritu de cooperación —frunció el ceño—. Japón lo tiene, pero no puede formarse su propia opinión.
Cuanto más caminaba, las voces iban aumentando.
—Si Suiza estuviera aquí lo reganaría —dijo esbozando una sonrisa.
El lugar era grande y elegante, pero algo viejo y tétrico; los pisos de madera y las paredes marrones resaltaban la clásica casa norteamericana de altos recursos económicos, y los grandes candelabros hacían juego con la elegancia ya deteriorada del sitio.
—Desearía que nos pusiéramos de acuerdo tan siquiera una vez —llevó las manos a sus bolsillos, cerrando los ojos en el acto—. Pero eso sería un milagro —no supo si reír o llorar, solo volvió a fruncir el ceño con decepción.
—¡HAHAHAHA! —tose—. ¡HAHAHAHA!
—Alemania, tengo sueño. ¿Ya mero nos vamos?
—Necesito un nuevo corte de cabello, hon, hon~.
El inglés, simple y sencillamente no se lo podía creer. ¡¿Por qué mierda tuvo que ser una nación?!
—Dudo que hoy tengamos una conversación (discusión) civilizada —mordió su labio inferir con ira—; América se la pasara balbuceando idioteces, la rana solo estará divagando, Italia se quedara dormido —pensó—… Uff.
Antes de llegar a la puerta dio una última mirada al lugar. Por alguna extraña razón la esencia del lugar era escalofriante. Indescriptible.
Tomó la perilla, la giró y empujó la puerta con suavidad, eso sin despegar la vista del pasillo.
—¿Eh? —ladeó la cabeza—. ¿No han llegado los demás? —preguntó a Alemania, el único que volteó a ver para verificar quien había llegado.
—¿No recuerdas? —arqueó una ceja—. Según los acuerdos de horarios, once países han regresado a sus casas, empezando por Turquía —dijo cruzando los brazos, para después recargarse en la silla—. Tu eres el último en llegar.
—… —el inglés hizo una mueca desinteresada con los labios; en esos momentos, no le importaba para nada haber llegado tarde—. Que sorpresa —dijo sarcásticamente, con desinterés en el tono—. Oye, no. ¿En serio soy el último? —comenzó a contar con la vista a todos los ahí presentes—. Siento como si olvidáramos a alguien.
Alemania alzo los hombros, negando levemente con la cabeza, en señal de desinformación.
—Como sea —dijo el inglés.
La sala de reuniones esa similar al pasillo, pero con una gran deferencia del tamaño del área. Una gran alfombra roja con orillas doradas resaltaba la mesa que posaba sobre ella, exactamente en el centro del lugar; unas mesas pequeñas con manteles blancos se encontraban a cada extremo de la sala, curiosamente, repletas de comida.
Inglaterra se acercó a la mesa más próxima. Debajo de ella, una extraña caja sobresalía un poco.
—¿Qué es esta caja? —inquirió curioso.
Estaba a punto de cargar la caja pero…
—Oh, disculpa. Es mi equipaje —dijo el nipón, dando una leve reverencia.
—Ah, ya veo —se enderezo—. Perdón por tomarlo sin permiso.
Unas botellas de cerveza llamaron le llamaron la atención:
—Oh —Alemania observó—, esas son unas bebidas que traje —dijo apuntando con la mirada—. Adelante, si gustas.
—¿Qué? —alzó las cejas, confundido—. ¿Trajiste cerveza para la conferencia?
—Meh…
—Ah~ —suspiró—… Como sea —tomó una taza que posaba a un lado de las botellas, arrastró consigo la tetera que estaba en medio de la mesa y prosiguió a servirse su delicioso té.
Ninguna gota cayó.
—Khe?
—El té que hiciste para mí era delicioso, Inglaterra —dijo Japón, mirándole desde su lugar.
—Japón… ¡L-lo hice para mí, no para ti!
—Ah, ya veo. Lo siento.
El inglés hizo un ademan con la mano, dando a entender que no había problema.
—¿Vino? —observó la botella.
—¡Ese es para mí… —gritó el francés desde su asiento, con la mirada clavada en el inglés.
—¡Cállate!
—¡Ni siquiera me dejaste terminar!
—¡Silencio, Francia! —ordenó el alemán, quien había sufrido los gritos del francés en la oreja.
—L-lo siento —se hundió en su lugar.
Rodo los ojos. Ya se le hacía raro que el francés no lo hubiera provocado cuando entró.
—¿Nadie ha tomado alguno de mis scones? —pensó al ver el plato de panes lleno—. ¿No saben que son libres de tomar lo que quieran (¿Eh, Francia?)? —tomo un Scone y se lo comió de un bocado—. La próxima vez traeré más.
—Nadie va a comérselos, aunque sea el último alimento del mundo —dijo alguien en vos baja, sentado en el sofá rojizo de la habitación, situado a un lado de la mesa.
—¡¿Qué dijis… ¿Prusia?
—Que el wurst y la pizza son deliciosos~ —agarró otro trozo de pizza de la caja y la mordió. Había movido cerca de él una mesa más pequeñas que las demás, con el fin de comer con más comodidad.
—En serio… ¿pediste comida a domicilio?
—Seh, ¿por qué no? —dejó la pieza de pizza sobre la mesa.
—¿Qué es lo que tú estás haciendo aquí? —dijo con descaro.
Prusia ignoró el tono de voz del inglés y prosiguió a contestar:
—Estoy aquí porque estaba preocupado por West. Tanto que no podía quedarme en casa —dijo relajado—. Descuida, no los molestare.
—¿No crees que estas siendo sobreprotector?
—Quizá~.
—¿A él no le molesta?
—Nah, West no resiste estar solo. Es por eso que le estoy haciendo el favor —con rapidez, tomó el trozo de pizza que había dejado y se la tragó en menos de un segundo—. ¡KESESESE!
—¡Prusia! —gritó su hermano.
—¡Yo!
Alemania se dio un golpe leve en la frente.
—Iré a mi lugar.
Cuando empezó a encaminarse prefirió desviarse, solamente para pasar el tiempo y quizá saludar aquel que le sonría primero; Francia fue el primero.
—Hola, Francia.
—¿Quieres que me quite la ropa? —cambio su sonrisa gentil a forma picara.
—¡No! —camino más rápido—. ¡Vete al diablo, maldito pervertido!
—Lo deseas~.
—¡Francia, ¿qué estás haciendo?! —dijo Alemania a ver como este estaba próximo a quitarse la camisa—. ¡Deberías estar leyendo los papeles oficiales!
El área de la mesa de Francia estaba repleta de papeles y sobres, con dibujitos de corazones y letras rosadas.
—Nah. Ya que soy tan sexy y popular —frotó sus manos por su pecho—, leer y responder una carta de amor es muy impórtate, hon, hon, hon~.
Alemania cruzo sus brazos y dijo:
—Tal y como lo pensé —chasqueó la lengua—: España debería remplazarte.
—No… espera… ¿Qué?
—Adiós, Francia.
—¿Qué? ¡N-no! ¡Espera! —lazó todo su papeleo amoroso al suelo y puso las hojas oficiales frente a el—. ¡Trabajare más duro! ¡Por favor, te lo ruego!
—Esa amenaza siempre funciona —pensó, sonriendo al ver al francés lamentándose.
—¡Mierda! —gruñó el alemán—. ¡Esto no nos llevara a ningún lado! Y ahora que mi hermano me ha seguido hasta aquí —se retorció, sosteniéndose el estómago—… ¡Auch! Mi e-estomago.
—Debe ser por tener un hermano tan problemático.
Rusia observaba a todos fijamente, con un aura que obscurecía su mirar.
—Si tan solo fueran míos —rió discretamente.
—Maldito loco.
—América, ¿puedo hablar contigo un momento? —pregunto el ruso, sonriendo infantilmente.
El rubio mordió su hamburguesa.
—¿Qué es lo que quieres —otro bocado—, Rusia? —sorbió de su refresco. Haciendo un ruido jodidamente desesperante.
—Verte comer me causa nauseas.
—¡Que mal! —rió—. Podría ayudarte dándote hamburguesas y papas —le acerco dichos alimentos.
—Gracias —asintió con la cabeza—. Kolkolkolkol…
—Carajo —Inglaterra sintió su piel erizarse—. La atmosfera se puso fría de repente.
Puso una mano sobre la mesa, para apoyarse y acomodarse la corbata. Una desgracia que fue exactamente aun lado del norteamericano.
—¿Qué quieres? —dijo América, frunciendo el ceño—. ¿Estás aquí para quejarte o para insultarme otra vez?
—Cállate, tonto —hizo caso omiso a las palabras del ojiazul y siguió con su camino.
—¡No toques mis hamburguesas!
—¡Ni quien quisiera! —miró con asco como la grasa escurría por debajo del pan.
—¡Japón! —grito el americano.
—¡¿Q-qué?! —el nipón se sobresaltó.
—¡Quiero que exportes ese manga y ese juego del que me hablaste! ¡Y después algunas de mis cosas! —golpeó la mesa—. ¡No aceptaré un no como respuesta!
—Considerare el asunto de la exportación, pero importar es…
El rubio le miró con ojitos de perro.
—Oh, no importa… Lo considerare —una gotita resbaló por su cabeza.
—Está molestando a Japón de nuevo —pensó, viendo de reojo al americano—. Ese idiota.
—¡Hey, Japón! —le saludo agitando la mano.
—Hola, Inglaterra.
—Lamento de lo América.
—Descuida, ya estoy acostumbrado.
—Aun así, me siento mal por ello —negó con la cabeza—. ¿En que falle al criarlo?
La pintura a sus espaldas capturó su mirada, así que se dirigió a apreciarla.
Grandes olas golpeando la popa de un barco. Velas blancas meciéndose en el aire. Bolas de cañón atravesando la madera negra del estribor… una bella pintura de una batalla pirata.
Se dio media vuelta, listo para dirigirse a su asiento, pero no hizo nada más que toparse con una conversación incomoda del chino y el italiano.
—¡Oye, China! ¡Taiwán es muy bonita! —se sonrojó—. Deberías presentármela la próxima vez que nos veamos~.
—¡¿Taiwan?! ¡Claro que lo es, aru~! ¡Pero ni de loco te la voy a presentar, aru~! —desvió la mirada.
—¡Vamos, China, por favor~!
—Eres tan escandaloso, aru~.
—¡Entonces yo le hablare por mi cuenta!
—No toques a mi hermana, aru~ —amenazó, anclándole una mirada terrorífica.
—¡Veeee! —se asustó.
China notó su presencia, y el inglés, por educación, se acercó a saludarle.
—Hola, opio, aru~.
—¿Podrías dejar de decirme opio? —dijo con disgusto.
—¡Para mí siempre vas a ser opio, aru~! —sonrió infantilmente.
—¡Pastaaaaaa~!
—Hey…
—¡Aaah! ¡Inglaterra! —se escondió detrás de un libro arrastrando su silla un poco para atrás—. ¿Q-qué es lo que quieres?
—Solo quería saludar —suspiró—. Eso duele.
Harto de la "mala educación" de las naciones, decidió ir a tomar asiento, dejándose caer con flojera.
—Bueno —Alemania se puso de pie, tomando el liderazgo de la reunión—, continuemos con la reunión acerca del calentamiento global…
—¡Espera! —intervino el inglés—. ¿No crees que falte alguien?
—Me parece que todos estamos aquí.
—No, no. Había veinte países participando, y once se han ido a casa, ¿no es así? —compartió la mirada con todos—. Vamos a contarnos; yo primero.
Inglaterra: —Uno.
Francia: —Dos.
Alemania: —Tres.
Rusia: —Cuatro.
América: —Cinco.
Japón: —Seis.
China: —Siete.
Italia: —Ocho.
Prusia: —¡Yo!
—¡Tu cállate! —le miró enfurecido—. Estoy tratando de pensar —llevó una mano a su barbilla—. Lo sabía —se exalto—, falta alguien.
—Me pregunto quién será el que falta —dijo Japón.
—¡Ya me asuste, veeee! —chilló.
Unos pasos apresurados sonaron por el pasillo, después, la puerta se abrió de golpe.
—¡L-lo siento! —jadeó—. ¡Me quede dormido!
—¡Ah!… No hay problema… eh… —dijo haciendo un ademan con la mano para que se tranquilizara—. ¿Quién es?
Todos miraban con confusión a la nación recién llegada.
—¿Hmn? ¿Sucede algo? —ladeó la cabeza.
—¡Oh!… N-nos estábamos preguntando donde estabas. ¿No es así, Alemania? —dijo Japón, sonriendo con complicidad hacia el alemán.
—¿Uh, qué? —captó y devolvió la sonrisa—. ¡A-ah, sí! Nos preocupaba que algo te hubiera pasado.
—¿E-en serio? L-lo siento —bajo la mirada, algo avergonzado.
—¿Quién eres? —preguntó el pequeño oso polar que cargaba entre sus brazos.
—¡Soy Canadá! —respondió con frustración.
—¡Canadá! —gritó el americano, no hacia la nación, si no al recordar de quien se trataba. Algo así cuando descubres la respuesta de un examen—. ¡No tenía idea! ¡Y todos preocupados porque no teníamos idea de quien faltaba! —dijo desvergonzado, compartiendo la mirada con los demás.
—¡Eres Canadá! —dijo Italia—. No me había dado cuenta —sonrió inocente.
—Dios, ¿ustedes dos no saben disimular? —inquirió el francés, dejando caer la cabeza hacia atrás.
—Es inútil, aru~. No saben leer entre líneas, aru~ —cruzó los brazos.
—También me olvidé completamente de ti. Lo siento, Canadá —dijo Rusia con despreocupación.
—¡¿Cómo pudieron olvidarse de mí?! —preguntó agüitado—. No he faltado a ninguna reunión desde el primer día.
Nadie contestó.
—Olvídenlo —negó, dejando salir un suspiro sonoro.
Con pasos lentos, es canadiense se dirigió a su asiento. Al llegar, solo bajo la mirada.
—C-como sea —dijo Alemania—, ahora que todos estamos aquí, podemos empezar (ahora sí) la reunión —tomó una bocanada de aire—: ¡Comencemos la reunión de nuevo! ¡El tema de discusión es el calentamiento global! —señaló un cartel con un dibujo del mundo llorando mientras se quemaba—. Si tienen algo que decir…
—¡Hagamos un concurso de comer hamburguesas! —interrumpió el de lentes.
—¿Qué? ¡No!
—¡El ganador tendrá hamburguesas por todo un año!
—Todo un año de comer hamburguesas, después de haber ganado un concurso de comer hamburguesas… La sola idea me hace sentir mal —dijo el francés con cara de disgusto.
—No, América —dijo el recién llegado, pero fue completamente ignorado.
—¡Tu solo quieres comer! —Inglaterra negó—. ¡Rechazo tu idea! Estás de acuerdo conmigo, ¿verdad, Japón?
—¡¿Me están escuchando?! —inquirió Alemania, pero fue ignorado como el canadiense.
—Yo… no tengo inconveniente con la idea de América —dijo el nipón.
—¡Prefiero la pasta a las hamburguesas! —dio a conocer el italiano—. ¿No podemos tener una competencia de comer hamburguesas y pasta? ¿Eh? ¿Podemos? ¿Alemania?
—Se supone que deberíamos hablar sobre el calentamiento glob… —nuevamente, Canadá fue olvidado.
—¡Italia, no los escuches! —ordenó Alemania—. Se supone que…
—¡Un concurso de comer hamburguesas de pasta! —propuso el americano.
—¡Que puto asco!
—¡Si no incluyen el Jiaozi, no estaré de acuerdo con la idea, aru~!
—¡Si todos empiezan a hacer sugerencias esto nunca acabara! —gritó el canadiense, pero… ¿ya para que lo explico?
—¡Oigan!
—¡West! ¡El wurst! ¡No olvides el bendito wurst! ¡Wuuuuuuurst! ¡KESESESE! —dijo desde la lejanía.
—Mejor tengamos una comida elegante con una linda chica, en vez de hacer un concurso de comida —dijo Francia, jugando con su cabello.
—¡Nadie pidió tu opinión, rana asquerosa!
—¡¿Qué dijiste cejón?!
Ambos chocaron los hombros, comenzando a hacer una pelea de miradas.
—¡¿Por qué te burlaste de mi corbata la vez pasada, barbón bastardo?!
—¡Porque insultaste a mi hermoso rostro!
—Me gustaría tener una competencia de comer salmón salado —murmuró el japonés.
—¿Quién eres?
—Soy Canadá —suspiró.
—¡Maldita sea, escuchen! —gritó el alemán—. ¡La reunión es acerca del calentamiento global! —nadie le hizo caso—. ¡¿Me están oyendo?!
—Tranquilo, Alemania —le apaciguo Rusia, tomándole del brazo—. Esto no es nada raro.
—Sí, Rusia. Pero no podemos permitir que siempre pase esto.
—Tengo una idea.
—¡¿En serio?! Escuchémosla, entonces —tomó asiento. Rusia se puso de pie—. Al fin —sonrió.
—Pienso que sería genial si todos fueran uno con Rusia, ¡Jujui~!
—¡Me lleva la chin…
Repentinamente, todo comenzó a tambalearse agresivamente.
—¡Canadá! —le gritó el americano para señalarle que se escondiera junto con el bajo la mesa de bocadillos. El mencionado corrió meticuloso.
—¡¿Qué mier…?! —Prusia trotó hasta llegar a la mesa
—¡¿Un terremoto?! —preguntó Alemania, levantándose por instinto.
—¡Veeee! ¡Alemania! —chilló el italiano, tirado en el suelo cubriéndose la cabeza.
—¡Bajo la mesa, ahora! —ordenó el alemán. Todos obedecieron.
El terremoto subió de intensidad.
—¡Es demasiado fuerte! —dijo Francia con nerviosismo.
—¿Es una invasión extraterrestre? —preguntó América—. ¡Es hora de que el héroe se muestre!
Estaba dispuesto a salir, pero Canadá lo detuvo sosteniéndolo del brazo.
—¡No voy a morir con todos estos locos, aru~! —susurró—. ¡Vámonos, aru~!
—¡China, espera! Es peligroso —le dijo Japón.
La escena de los hermanos norteamericanos se repitió, solo que en versión asiática.
—¡E-esto es divertido, kesese! —dijo Prusia entre risas falsas—. ¡W-w-wiiii~!
—Son divertidos~ —Rusia rió.
Las luces comenzaron a parpadear.
—¡Guarden la calma! —dijo Inglaterra.
El francés grito como mujer.
—¡¿Qué carajos, Francia?!
Los libreros no lo soportaron más y cayeron al suelo. Lo mismo ocurrió con la pantalla y algunos cuadros de la pared.
—¡Japón, ¿por qué estás tan calmado?! —preguntó.
—Oh, uh… Es porque en mi país esto ocurre muy seguido. Ya estoy acostumbrado.
Una explosión retumbó en el lugar, y seguido de eso, una luz demasiado intensa alumbró todo el lugar.
—¡Mierda! ¡Mis ojos! —Inglaterra comenzó a frotarse la cara—. ¡No veo nada!
La luz había dejado a todos fuera de su sentido visual.
—¡Ni ciego impedirán que me termine esta hamburguesa! —dio un morisco—. ¡Resistan!
—¡No es momento para comer! —dijo Canadá.
—¡Dejen de jugar! ¡No veo nada! ¡Pero sé que están haciendo idioteces!
—¿Cómo lo supo, aru~?
—¡Espera, ¿Es en serio?! ¡No! ¡¿Qué?! ¡Es decir, ¿en serio?! Espera, ¿de qué estoy hablando? —el francés se bloqueó. Había comenzado a hiperventilase.
—¡Contrólate, Francia! —Prusia lo tomó de los hombros y después le soltó una bofetada.
El cambio en la vista de todos fue repentino. Ya no veían blanco, ahora veían negro.
—¡Esta muy oscuro! —dijo Alemania.
—¡Siento como si estuviera flotando! ¡Veeeee, Alemania!
—¡Aiyaaa! ¡El suelo se fue, aru~! ¡Vamos a caer, aru~!
—No sé qué es lo que está pasando, pero todos están aquí conmigo, así que no hay problema —dijo Rusia.
—¡KYAAAAAAAA!
El sonido de cosas estamparse contra el suelo fue lo último que escucharon.
Continuará…
Nota de autora:
Y ya está. ¿Qué les pareció? Espero que les haya gustado. xD
Como vieron, hice algunos pequeños cambios en los sucesos. No lo suficientemente grandes como para cambiar el rumbo de la historia original. Eso jamás. Solo lo hice para que el fic quedará más "genial". :v Nada de qué preocuparse.
Perdonen los dedazos y las faltas de ortografía. Más tarde me encargare de corregirlos.
¡Muchísimas gracias por leer!
Nos leemos. n.n/
