Mortecina alegria.

Sus vestiduras se fueron esparciendo entre las tenues luces de la iglesia, sus frágiles y delgadas piernas que la habían sostenido más de lo normal pesaban, pero seguían avanzando; sus ojos se cerraron para siempre dulcemente y se deshizo de aquel ramo de flores que tantas veces anhelo regalar a la siguiente afortunada. Estiró los brazos y su fría piel se estremeció por un segundo al recordar lo que era el calor… ante los escalones más fríos y negros de piedra; ante los ojos de unos cuantos espectadores y la Luna llamándole gentilmente a su encuentro, entregó su alma a los cielos, esperando que por fin un ángel la tomará de la mano y la llevara a su descanso.

Su amor no correspondido, Victor le despidió con una mano, igual que su afortunada pareja, ambos estrechando la mano del otro y llevando en su corazón el frio cadáver de Emily como recuerdo eterno y ejemplo de amor y desgracia.

Pero ella jamás los notó y dudo que realmente recordara algo de aquella singular historia que se le fue obligada a vivir. Ahora era libre y su alma no tenía necesidad de esperar o llorar, el corazón meramente se le había sido desgarrado y abandonado en la tierra, por lo cual no lograba sentirse sola ni abandonada, pero si alegre, de hecho mas tranquila que cuando fue un bebe.

Descubrió que había otro lugar, ese espacio invisible que queda entre nuestra vista y el paisaje, que era ligero y suave, anti gravitacional extendiéndose ante sus partículas para darle un nuevo hogar. Sus sentidos no daban una, su olfato se hallaba analizando extrañas fragancias, el tacto le decía que se hallaba danzando sobre un campo de almohadas, los oídos resonaban de zumbidos y luces, tenia un sabor agrio en la boca que le molestaba sobre el resto de las cosas y su vista no funcionaba. Pero pronto todos se vieron centrados en algo diferente, un olor a duraznos (cosa que hubiera adorado aun estando muerta) los oídos escuchaban a alguien tarareando, el sabor acido desapareció y fue un cálido rosar cerca de su mejilla que le avisaba que todos sus sentido debían de haberse enfocado a lo mismo.

Emily sonrió aun sin abrir los ojos y siguió los restos de sus sentidos volcados en una sola alegría, daba vueltas creando espirales, le acariciaba los parpados, entonaba para dos y prometía ser mejor que una estúpida boda adornada de sensaciones.