La llamada
Chapter 1
Cam, Hodgins y Ángela estaban en la plataforma forense examinando el cadáver. Más bien, Cam y Hodgins estaban examinando el cadáver y Ángela trataba de no vomitar unos metros más atrás.
-Brennan está en su despacho –dijeron los tres casi simultáneamente cuando vieron a Booth entrar en el Jeffersonian.
-Sois unos pesados, sólo vengo por el caso –los tres suspiraron: ¿cuándo se iban a dar cuenta ese par de cabezotas que estaban locos el uno por el otro?-. Bien, ¿qué tenéis para mí? –preguntó Booth subiendo a la plataforma forense.
-He cotejado mi reconstrucción facial con la base de datos y ha salido un nombre: Tony Rogers, 40 años, era profesor de dibujo en un instituto de Maryland. Tenía antecedentes por posesión de drogas –dijo Ángela.
-Efectivamente, los análisis muestran que tenía drogas en la sangre cuando murió –añadió Cam.
-En la ropa había partículas de... –empezó Hodgins, pero fue interrumpido por el teléfono de Booth.
-Perdón –murmuró éste, para después resoplar enfadado cuando vio quién llamaba-. ¿Qué quieres, Jared? –dijo a modo de saludo-. Jared, ¿estás llorando? –los tres le miraron extrañados-. A ver, tranquilízate, ¿qué te ha pasado? –a mida que Jared hablaba, Booth palideció-. ¿Qué? No… No puede ser –las lágrimas empezaban a correrle por las mejillas-. Mañana… A las 10. Bien, ahí estaré. Gracias, Jared. –y colgó.
-Seeley, ¿estás bien? –preguntó Cam con preocupación.
-Esto… Yo… -ahora ya lloraba de verdad-. Te-tengo que irme –y salió corriendo.
-¿Qué habrá pasado? –preguntó Ángela.
-Los hermanos Booth llorando… Esto no es bueno –dijo Hodgins.
-Alguien debería ir a ver qué le pasa –añadió Cam.
Quedaron un momento en silencio, hasta que Hodgins dijo:
-¿Enserio tendremos que preguntarnos quién tiene que ir?
-Ángela, tú eres su mejor amiga, ve a decírselo tú –añadió Cam.
-Está bien… -y salió hacia el despacho de su amiga.
Brennan estaba escribiendo en su ordenador cuando Ángela entró.
-Cariño, deja lo que estás haciendo ahora mismo –dijo la artista.
-No –contestó su amiga sin levantar los ojos de la pantalla.
-Es muy importante –insistió la otra.
-No –repitió la antropóloga, todavía sin dejar de mirar la pantalla.
-Tienes que ir a hablar con Booth –sentenció la artista. Al oír el nombre del agente, miró su amiga a los ojos.
-¿Qué pasa? –la mujer sonrió para sí: era increíble como la palabra "Booth" lograba desconcentrar a su amiga de esa forma.
-Le ha llamado su hermano llorando –le contó su amiga-. No sé qué le ha dicho, pero él también se ha puesto a llorar.
-¿Qué ha pasado? –dio la antropóloga extrañada.
-No lo sé, por eso quiero que vayas a verle. A ti te lo contará, siempre te cuenta cosas que a nosotros no.
-Eso es verdad –dijo la otra, satisfecha-. Siempre me cuenta cosas que nadie más sabe. Y no sé por qué.
-¿En serio no sabes por qué? –preguntó la artista, burlona.
-No –dijo su amiga extrañada.
-Vamos, Bren, es evidente –sonrió la otra.
-¿Qué es tan evidente?
-¡Está enamorado!
-Enamorado… -la artista consiguió ver algo como… ¿tristeza? en los ojos de su amiga-. Y… ¿De quién? –ahora su tono tenía un deje de… ¿Podrían ser celos?
-Cariño… ¿Estás celosa? –preguntó con los ojos como platos.
-¿Celosa? ¿Yo? ¡No! Por dios, qué tontería… -mentir nunca había sido su fuerte, y la artista lo notó. Al verlo, se apresuró a decir:-. Mejor me voy a hablar con él... –Y salió corriendo.
Ángela la persiguió hasta fuera de su despacho y cuando Brennan ya estaba saliendo gritó:
-¡Cariño, tú y yo tenemos una conversación pendiente!
-¿Conversación pendiente? ¿Qué ha pasado allí dentro? –preguntó Cam con una sonrisa.
-Oh, me parece que esos dos tortolitos van a dejarse de tonterías dentro de muy poco.
Cuando Booth salió del Jeffersonian, estaba llorando como un niño. Qué noticia más horrible. ¿Dónde podía ir? ¿Al FBI? No, ahí no. Lo llenarían de preguntas. Un agente del FBI nunca llora. Y sin embargo, el mejor estaba llorando.
Se fue a su casa. Cuando llegó se tiró en el sofá. Allí se puso a llorar como nunca. No podía ser... No era posible.
Estaba soñando. Todo era una pesadilla. Una horrible pesadilla. Se sintió como un niño pequeño pensando eso. ¿Una pesadilla? Ojalá.
Se sentía solo, abandonado. Quería estar solo. Necesitaba estar solo. Pero a la vez... A la vez la necesitaba. Quería estar con ella. Con su Huesos. Sonrió: si ella llegara a saber que la había llamado su Huesos le daría una patada en la entrepierna. Por eso la necesitaba. Hasta en los peores momentos pensar en ella le hacía sonreír. Cogió su móvil. Bajó todos los contactos de su agenda hasta llegar a la H de "Huesos".
Estaba a punto de llamarla cuando un pensamiento le cruzó la cabeza. Estaba trabajando, no se molestaría a ir con él. Jamás dejaría de trabajar por él. Ese pensamiento le hizo llorar más.
Él la quería... La quería como un adolescente quiere a su primer amor. Sentía por ella algo que jamás había sentido por nadie... Sentía como si fuera la primera vez que se enamoraba de verdad. Y sin embargo ella decía que el amor no era más que sustancias químicas en el cerebro. Fuera lo que fuese, esas sustancias lo estaban volviendo loco. Ella lo estaba volviendo loco.
Brennan se sentó en su auto. ¿Dónde habría ido Booth? ¿Al FBI? Lo dudaba, no dejaría nunca que sus compañeros le vieran llorando. Seguramente habría ido a su apartamento. Pero, ¿debía ir? ¿Y si había llamado a esa mujer de la cual estaba tan enamorado, según Ángela? ¿Y si esa mujer ya lo estaba consolando? "Una vez una amiga mía me dijo que no saque nunca conclusiones precipitadas" la voz de Booth sonaba en su cabeza. Sí. Iría a su apartamento. Era su amigo, le apreciaba y estaba profundamente enamorada de él. Espera un segundo. ¿Enamorada? ¿Ella, enamorada? "No saques nunca conclusiones precipitadas" Pero es que ya no era una conclusión precipitada. Era un hecho. Estaba enamorada. Al fin y al cabo, eso no estaba tan mal. Arrancó el motor y se dirigió hacia el apartamento de Booth.
Estaba llorando en su sofá cuando golpearon su puerta. ¿Quién era? No se molestó en abrir. Los golpes se hicieron más insistentes, pero tampoco se levantó, hasta que oyó una voz muy conocida, una voz que le volvía loco:
-Booth, ¿estás ahí?
-Sí, Huesos, ya voy –abrió la puerta y se la quedó mirando. Tan hermosa como siempre. Sus grandes ojos azules le hicieron olvidar por un momento por qué estaba llorando.
¿Merece continuación?
Review, por favor.
