Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la trama es mía.
DESTROZOS
Bella POV
Llegaba tarde a mi cita diaria con la pandilla. Con toda seguridad Sam habría empezado ya, demasiado impaciente para esperar. Quil se dedicaría a intentar meterse en su camino para hacerlo caer, como llevaba haciéndolo desde pequeño, cuando apenas sabía leer y ya hacía torpes movimientos en el skate. Jacob me esperaría para practicar juntos como solíamos hacer y picarnos para hacer las mejores piruetas. En cambio Rachel estaría maldiciéndome para llegar tarde, pero no lo suficiente como para enfadarse con la única chica del grupo, aparte de ella.
Me impulsé con el pie para darle más velocidad a mi skate. Aún me faltaban unas cuantas calles para llegar al skatepark. Me la cargaría cuando llegara a casa. Estaba castigada por suspender los dos últimos exámenes y Reneé y Charlie se habían enfadado. Pero no podía dejar a mi pandilla de lado.
Tan concentrada estaba en eso que crucé la calle sin darme cuenta de nada. Entonces vi un coche plateado abalanzarse sobre mí. Por instinto, me cubrí el rostro con las manos, rodé por el capó y caí al otro lado. Tenía tanta experiencia en caídas gracias al skate que puse ya por rutina los las manos por delante y apreté la barbilla contra el pecho.
Cuando recibí el impacto me quedé aturdida unos segundos. Miré las raspaduras que llevaba en la palma de las manos. Un mal menor. Había sufrido heridas mil veces peores. Busqué mi gorra, que se había caído por el golpe, y me la puse como era mi costumbre, con la visera de lado, un poco hacia atrás.
-¿Estás bien?-el dueño del coche se había acercado a mí.
Levanté la vista y me encontré con unos profundos ojos verdes. El rostro, cuadrado y masculino, era de piel pálida. El pelo, de tono cobrizo, estaba despeinado, con algunos mechones rebeldes en la frente.
Un rostro que me hizo enfurecer.
-¿Dónde está mi skate?-le pregunté, furiosa.
Me levanté sin hacerle caso a su mano extendida. Miré por el suelo para buscar mi preciado skate sin encontrarlo. Me giré hacia él y le di un fuerte empujón.
-¿Dónde está?-exigí.
-¡Y yo qué sé!-respondió él, sorprendido.
Di la vuelta al coche hecha una furia. Cuando llegué al otro lado grité. Mi adorado skate estaba debajo de aquél coche. Lo saqué con cuidado. Estaba partido por la mitad, unido solamente por algunas astillas. Alcé la vista hacia el chico que lo había roto.
-¡Mira lo que has hecho!-grité.
-Tranquila, gatita, no hay que ponerse así-me dijo él con una sonrisa torcida.
-Tendrás que pagármelo-le gruñí, apretando con fuerza el skate como si mi vida se fuera en ello.
-¿O si no qué?-dijo con voz socarrona-. ¿Me vas a denunciar?
Arrugué la nariz. No quería meterme en líos con la policía, bien sabido era que nunca daban la razón a la gente como yo. La última vez que me mezclé con ellos acabé llevada a mi casa en coche de policía.
-Veo que no quieres eso-dijo con una sonrisa burlona-. Mira la parte buena: mi coche no ha sufrido ningún daño.
Le miré con una sonrisa maliciosa.
-¿En serio?-dije.
Me giré con rapidez y estampé mi pie contra la ventanilla del coche. Ésta estalló en miles de diminutos cristales. Edward gritó y se abalanzó sobre mí, pero yo ya corría calle abajo a toda velocidad. Miré hacia atrás para asegurarme de que no venía a por mí. No lo hacía. No era capaz de dejar su coche allí, donde cualquiera podría robárselo.
Continué corriendo hasta llegar al skatepark, a solo unas calles de allí. Lancé mi skate al contenedor que había allí. Sabía que no tenía arreglo, no era la primera vez que se me rompía uno.
Corrí hasta el hueco del suelo que servía como rampa, donde mis amigos practicaban junto con otros skaters que conocía de tantos años allí. Cuando llegué a la orilla del hueco salté dentro y caí de pie en el suelo.
-¡Ya era hora!-gritó Rachel, corriendo hacia mí.
-Llegas tarde otra vez-dijo Sam con una sonrisa, pasando a mi lado con el skate.
La saqué la lengua mientras Jacob y Quil se acercaban a donde estábamos nosotros.
-No ha sido culpa mía-expliqué-. Un capullo me ha atropellado.
-¿Qué?-gritó Jacob mientras Sam paraba el skate y todos me miraban con ojos como platos-. ¿Quién?
-Como si lo supiera-contesté, haciendo una mueca de desagrado-. Un niño pijo de la escuela del Norte.
Todos hicieron una mueca de desagrado. Phoenix estaba dividido en dos grandes grupos: los de la escuela del Norte y los de la escuela del Sur. Al Norte iban todos niños de papá, con ropa de marca y futuros prometedores. En el Sur éramos todo lo contrario. Nos habíamos criado en la calle, con ropa barata que normalmente era robada y unos futuros un tanto inciertos.
Imité sus muecas de desagrado. Luego acabé subida en el manillar de la bici de Andrew, un conocido de allí, mientras él hacía piruetas en las rampas.
Edward POV
Me dirigía a casa de mi amigo Jasper, que vivía a las afueras, donde seguramente encontraría a mi hermana Alice. Conducía mi adorado Volvo, regalo de mis padres hace pocos meses cuando cumplí los diecisiete, junto con un montón de ropa de todas las marcas, un nuevo reproductor de música y un móvil de última generación.
Llevaba puesta música clásica, concretamente Claro de Luna, una canción que me tenía que aprender para clases de piano particulares.
Sumergido en las notas de la música, una sombre salió de la esquina como un relámpago y chocó contra mi choche, volando por encima del capó y cayendo al otro lado. Frené en seco y salí del coche para ver a quién acababa de atropellar.
Una chica estaba desorientada en el suelo. Su gorra estaba a su lado. La cogió y se la puso con la visera hacia un lado, un poco hacia atrás. Me acerqué a ella y le tendí la mano.
-¿Estás bien?-le pregunté.
Ella miró hacia arriba y me encontré con unos enormes ojos de color chocolate, debajo de unas espesas pestañas. Frunció el ceño y se levantó, por lo que pude observarla mejor.
Era de piel pálida, bajita y delgada. El pelo liso le caía hasta más allá de media espalda. Aparte de su gorra, llevaba una camiseta verde con un skate dibujado con pintura que intentaba simular el grafiti. Unos pantalones azul marino le llegaban por debajo de las rodillas. La parte de las piernas que debían quedar descubiertas estaban tapadas por unos calcetines altos a rayas blancas y negras, y sus pies llevaban unas Converse altas, pero que seguramente eran falsas o robadas. En sus muñecas llevaban varias pulseras de cuero con tachuelas de hierro.
Una skater. Probablemente de la escuela del Sur.
-¿Dónde está mi skate?-preguntó, furiosa.
Empezó a buscar por el suelo, sin encontrar nada. Se giró hacia mí y me dio un fuerte empujón.
-¿Dónde está?-exigió.
-¡Y yo qué sé!-respondí, sorprendido.
Dio la vuelta al coche para llegar al otro lado. Gritó y pude ver en su cara el horror. Se agachó y cuando se levantó llevaba en sus brazos un maltrecho skate, partido por la mitad y unido solo por unas astillas.
-¡Mira lo que has hecho!-gritó.
Tranquila, gatita, no hay que ponerse así-le dije con una sonrisa tranquila.
No iba a permitir que una salvaje de la escuela del Sur me tratara de esa manera. ¡A mí! ¡A Edward Cullen! Nunca nadie me había hablado así y esta chiquilla no iba a ser la primera.
-Tendrás que pagármelo-gruñó, abrazada al skate.
-¿O si no qué?-dije con voz socarrona-. ¿Me vas a denunciar?
La chica palideció y arrugó la nariz. Si era lista, y no dudaba que lo fuera, no se metería en líos con la policía. Ellos solían ponerse del lado de los ricos, en este caso yo, para evitar problemas con los jefes.
-Veo que no quieres eso-reí burlonamente-. Mira la parte buena: mi coche no ha sufrido ningún daño.
Eso era cierto. La chica era tan poquita cosa que mi coche no había recibido casi el impacto. Toda una suerte, sin duda.
La chica sonrió con una sonrisa que me hizo desconfiar.
-¿En serio?-dijo.
Se giró con rapidez y pateó la ventanilla de mi coche. Se me escapó un grito al ver como el cristal se rompía en miles de pedacitos. Me abalancé sobre ella en un acto instintivo de desesperación, pero ella ya corría calle abajo a gran velocidad, con el skate en la mano.
La maldije con los nombres más horribles que se me ocurrieron. No podía correr detrás de ella porque con la ventanilla rota cualquiera podría robarme el coche.
Traté de calmarme y me subí al coche, poniéndome otra vez rumbo a casa de Jasper. Respiré hondo durante todo el trayecto para evitar dar la vuelta y liarme a golpes con aquella chiquilla. Nunca se debía pegar a una mujer.
Cuando llegué a casa de Jasper, éste salió a recibirme. Se quedó con la boca abierta al ver el destrozo de mi coche.
-¿Qué diablos ha pasado?-preguntó, asombrado.
-Una chica de la escuela del Sur-escupí las palabras con desprecio-. La he atropellado sin querer, le he roto el skate y me ha roto el cristal de una patada.
-Una chica con carácter, por lo que veo-se burló Jasper.
Hice una mueca de desagrado y le contesté de malas maneras:
-No es más que una salvaje.
¿Qué os ha parecido el primer capítulo de mi nuevo fic? Me encantan las diferencias entre clases sociales y más aún entre tribus urbanas. Ella skater y él un niño pijo. Espero que os guste. ¡Besos!
