Pareciese como si aquella tarde helada no regocijara al crudo invierno, sino que con ella se avecinaba una gran tormenta. El cielo se encontraba completamente encapotado, esas nubes grisáceas lo decían todo.

¡Maldición!

Exclamaste al sentir la helada caricia de una pequeña gota. Rápidamente, al igual que las personas a tu alrededor, corriste debajo de un escaparate de una tienda de ropa. La lluvia se intensificó con grandes ráfagas de viento. Sabías que no podrías escapar de allí por un buen rato, estabas lejos de casa.

Apenas habías salido del trabajo, tu día había sido un total desastre, primero que nada no habías oído la alarma de tu despertador por lo cual llegaste tarde, recibiste un llamado de atención de tu jefe, el cual cada vez sentías que te presionaba más, haciéndote quedar hasta más tarde de lo que era tu horario habitual; tu madre, te había llamado diciéndote que debías ir a la cena familiar de hoy por la noche, recalcándote la cantidad de veces que habías hecho caso omiso a sus invitaciones y ahora...aquella maldita tormenta que te sorprendía a escasos minutos de llegar hacia el que una vez fue tu hogar.

¡Mierda!

Te volteaste algo sorprendida hacia el extraño que refunfuñaba a tu derecha. Oías como maldecía mientras veía la gran cantidad de bolsas que llevaba en sus manos, las cuales realmente no parecían que estuviesen tan mojadas como para semejante escándalo por parte de su dueño.

El extraño como si hubiese percibido tu mirada, levantó su rostro y posó sus oscuros ojos en los tuyos. Le dedicaste una sonrisa franca pero al igual algo apenada, por haber sido sorprendida viéndolo.

—¿Qué te parece tan divertido? —se irguió de tal forma que te había intimidado en cierta manera—

—¿Perdón? —a pesar de ser un hombre de mediana estatura se veía algo imponente—

—Te pregunté qué que te es tan divertido? —cerró sus ojos algo hastiado al no recibir respuesta alguna— oh... ¿Es que acaso de entrometida también eres sorda?

Las personas alrededor habían dejado de prestarle atención a la tormenta y ahora sus miradas estaban fijas en ambos... más bien en ti.

—Oye...—te acercaste hacia él dejando tu rostro a muy pocos centímetros del suyo— ni siquiera me he reído, sólo fue una sonrisa amable...idiota.

— ¡¿Idiota?! —su voz se oyó tan grave que te produjo un ligero escalofrío—

—Sí idiota. —reiteraste—

—No me jodas niña, que no he tenido un buen día. —te señaló con su dedo índice coronado con una perfecta uña de color negro— no me provoques.

—Pues no te sientas tan único hay personas que seguramente hemos tenido una peor jornada y no andamos haciendo berrinches por tres o cuatro bolsas apenas mojadas. —hablaste rápido mientras que en la expresión de aquel hombre se reflejó un atisbo de asombro—

Decidiste que lo mejor sería cortar allí la conversación no discutirías con un completo extraño, buscaste en tu bolso hasta encontrar tus articulares, escucharías un poco de música mientras esperabas que la tormenta disminuyese su ritmo.

Tomarías un taxi luego que pudieras moverte de allí, así tal vez y sólo tal vez llegarías a horario a la casa de tu madre.

Lentamente el gentío se fue dispersando a medida que el diluvio disminuía, tomaste tu móvil y viste un sin fin de llamadas perdidas de tu madre, seguramente estaría histérica debido a tu tardanza, volviste a meterlo en el bolso mientras prestabas atención para conseguir algún taxi sin pasajero. Te mojarías un poco sí, pero no sería demasiado. Veías como desfilaban uno tras uno, pero todos estaban con pasajeros, ya comenzabas a impacientarte los minutos seguían su curso por lo que ya casi estaba anocheciendo. En ese momento lo viste, se acercaba un taxi que se encontraba disponible, corriste hacia él, pero una blanca y delicada mano se posó en la puerta antes que tú para luego empujarte con su hombro.

—Parece que deberás seguir esperando, cariño. —te dedicó una sonrisa muy distinta a la que tú le habías dado anteriormente, esta era burlona—

—Maldit..—tu improperio fue interrumpido por el chófer, quien observaba la situación—

—Si lo desean puedo llevar a ambos, después de todo sólo son dos. —ofreció amablemente el hombre de cabellos canos con voz amable—

Dudaste un poco, compartir el viaje con ÉSE no sería muy cómodo pero...pero deseabas llegar rápido a tu destino y tomar una ducha, tu cabello estaba empapado al igual que tu abrigo. Igualmente no era seguro que una joven esté sola en la ciudad por la noche, lo habías decidido, irías.

—Bueno, creo que sí. —suspiraste—

—Yo creo que NO. —terminó de introducir su cuerpo en el vehículo cerrando la puerta. Segundos después pudiste observar como se perdía en el tránsito—

Cerraste los ojos con furia. ¿Cómo podía ser tan poco amable?. Tu mente estaba llena de maldiciones que podías dedicarle a ese extraño, y juraste que si alguna vez volvías a cruzártelo se las dirías.

Transcurrió alrededor de treinta minutos hasta que conseguiste otro taxi desocupado, a pesar del sistema de calefacción de este no podías dejar de tiritar. El joven chófer estacionó justo en frente de la casa de tu madre, pagaste y descendiste. Esperabas al menos que tu noche fuese buena después de todo lo que sucedió durante el día.

Suspiraste, trataste de arreglar un poco tu cabello y presionaste el timbre. Pasaron escasos segundos, hasta que por los cristales observaste como alguien se acercaba hacia la entrada para abrir la puerta.

— ¡¿Qué demonios?! —el rubio te miraba incrédulo—

Continuará...

◣тσмσяяσω ηεvεя Đιεs◢