Ese debía ser su año. Se había prometido hacer feliz a Blaine y estar bien con su familia. Pero el destino era cruel y le había arrebatado tanto en los últimos meses, que creía que en cualquier momento la vida lo azotaría con algo más.

Cuando creyó que todo mejoraba entre él y Blaine, el moreno le dijo que su relación de más de cinco años no daba más y que lo mejor era separarse. A los días después se dio cuenta de que Blaine había conocido a un chico llamado Kurt Hummel y que al parecer era el amor de su vida. Incluso, logró saber que el moreno llevaba semanas siéndole infiel ¿lo odiaba por ello? Solo un poco, realmente deseaba que su ex novio fuera feliz, aunque eso lo hiciera completamente desdichado.

¿Desde cuándo Sebastián Smythe se había vuelto tan aburrido? Se odiaba por no haber presagiado esa infidelidad y creer que el amor existía.

Por si eso no era suficiente, meses antes su madre había fallecido de un infarto, nadie pudo ayudarla, hicieron todos los intentos, pero ni su padre logró llegar a la clínica con ella. Murió en el auto.

Se sentía solo y sabía que lo estaría, porque no merecía ser feliz y luego de perder al hombre de su vida y a su madre ¿qué de bueno podía tener el mundo?

-Sebastián, tienes una llamada-dijo su padre mostrándole su teléfono.

-¿Cuándo llegaste?-susurró levantándose del sillón, no había escuchado entrar a su papá.

-Recién entré, traje la cena-dijo mostrando una caja con comida thai.

-Gracias-susurró tomando el teléfono-diga-susurró.

-Increíble, tu voz no cambia-dijo alguien desde el otro lado.

-Disculpa, no sé quién es-murmuró mirando su propio teléfono que estaba en la mesita junto al sillón ¿por qué esa persona lo llamaba al teléfono de su padre?

-Conversando con mi padre, me comunicó que era amigo y colega de años del fiscal Smythe, y recordé que el chico con el que tuve un par de citas llevaba ese apellido, bueno, hasta que decidió que Blaine Anderson era mejor que yo-decía con gracia la otra persona.

-Hunter-dijo sorprendido-no te reconocí.

-Me di cuenta, si puedes, me abres la puerta y cenamos juntos-dijo cortando la llamada. Sebastián miró por unos segundos el teléfono y caminó a la entrada, allí estaban el padre del rubio y Hunter.

-¡Qué grande estás muchacho!-dijo el hombre dándole un abrazo y no logro creer la efusividad de ese hombre, quien lo soltó y se internó en el departamento que compartía con su padre.

-Y muy guapo-dijo con coquetería el rubio.

-Clarington, espero que sea una buena visita.

-No lo es-dijo seriamente-nuestros padres se reúnen a cenar y zanjar temas del trabajo, yo te llevaré a cenar y ver si me das una oportunidad-dijo con su mejor sonrisa.

-Debe ser una broma.

-Sebastián, váyanse si no quieren perder las reservas.

-¿Reservas?-dijo extrañado.

-Hay un partido de los Chicago Bulls y no tengo con quien ir.

-¿Ibas pasando por aquí cuando recordaste que existía?-dijo apoyándose en la puerta y quedando hombro con hombro con Hunter.

-Algo así-dijo acercando su rostro al del castaño y chocando su nariz con la de Sebastián-¿nos vamos?-dijo con una sonrisa y viendo como el joven Smythe se movía por el apartamento para ponerse sus zapatillas y tomar una chaqueta, se despidieron de sus padres y se marcharon.

Tal vez la vida podría comenzar a sonreírle, tal vez el destino le tenía algo bueno preparado.