Disclaimer: Todo lo reconocible de Harry Potter es propiedad de J.K Rowling.

Capitulo inspirado en la canción "Life for Rent" de Dido

Bien, como les dije, esta idea se me metió a la cabeza cuando escuché en la televisión sobre el programa "Happily Divorced" y la frase de "Dating-Pool y encontrar el nuevo gran amor." Quizás esto no se parezca a eso, pero es lo que vino a mi mente. Ya tengo todo más o menos estructurado y no pasaran de 7 capítulos, porque no podría con otro fic largo.

Que hablando del fic largo, no se preocupen porque continuaré con el de "Por obligación"

^^ Espero que les guste.


¿Te casarías conmigo?

1.- Las zapatillas desgastadas.

—Alejate de mí —gritó un hombre rubio de profundos ojos avellanas. En esos ojos se reflejaba el miedo y la desesperación, mientras que frente a él estaba una castaña con lagrimas en sus ojos verdes.— ¡Eres un monstruo! —le volvió a gritar el hombre a la chica.

—Damian, por favor, escuchame —intentó decir la chica, con la voz quebrada, pero el hombre parecía no estar dispuesto a escucharla.

—¡No hay nada que escuchar! ¡Ya te vi! ¡Te vi con mis propios ojos! —vociferó, haciendo un ademán que asusto a la menuda castaña, quien retrocedió temerosa— ¡Eres un maldito fenómeno! ¡No eres humana! —siguió hablando, aunque ahora en lugar de miedo se percibía rabia, una rabia tan grande, que cualquiera hubiera jurado que en un parpadear él golpearía a la chica— ¿Cuando pensabas decírmelo? ¿Cuando tuviéramos hijos y descubriera que también son unos fenómenos como tú? —ofendió el hombre.

—Por favor —las lagrimas rodaban por las pálidas mejillas de la chica que parecía estarse ahogando con su propia respiración.

—Largate de aquí ahora mismo, Astoria —ordenó Damian con voz fría y sería, parecía más tranquilo, aunque su expresión seguía dando miedo.

—Mi amor —suplicó ella, intentando acercarse a él, pero como era de esperarse, él retrocedió e hizo una mueca de asco.

—¡Te he dicho que te largues! ¡No te quiero en mi casa! —le gritó— Toma tus cosas y vete. —aquellas palabras rompieron más a Astoria

—¿Ya no me quieres? —preguntó, intento hacer que su esposo reaccionara y dejara de actuar así con ella.

Si bien entendía que ella se había equivocado al mentirle a su esposo sobre su condición de bruja, él debía de entender que no era tan fácil. Astoria no podía andar presentándose o incluyendo en su currículo que era una bruja de sangre pura, que había asistido al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, que había estado en Slytherin y que su familia la había desheredado y expulsado de la casa por sus creencias. ¿Verdad que no? ¡La tacharían la loca!

—No lo sé —respondió él. Si Astoria pensó que todas las palabras anteriores la habían matado, se equivocó, porque esas tres palabras, esas seis letras la habían terminado de mandar a un hoyo negro sin retorno. —No sé lo que siento, pero en definitivo si sé que quiero que te vayas de aquí —continuó con seriedad, pero era difícil de saber si Astoria seguía escuchado.

La mirada esmeralda se había quedado perdida en algún punto de una de las paredes de aquel departamento que llevaba compartiendo con Damian por un año.

Astoria tomo aire y cerró los ojos con fuerza, armándose de valor.

—Está bien —aceptó, apenas moviendo los labios y conteniendo el aire.— ¿Puedo por lo menos tomar mis cosas o quieres que me valla sin nada? —su pregunta estaba cargada de dolor y resentimiento. Jamás que tendría que salir de aquel lugar y menos así.

—Creí que con eso palo plateado que siempre traes te bastaría —ironizó.— Que por cierto, siempre pensé que era para tu cabello, porque de hecho te lo he visto puesto muchas veces —comentó, cruzándose de brazos y aunque su apariencia luciera relajada, su voz destilaba rabia.

—Tenía que ocultarlo —se defendió ella y le regaló una mirada asesina. Su instinto comenzaba a convertir el sentimiento de dolor en uno de molestia era mejor estar a la defensiva. Damian rodó los ojos y bufó.— No esperaré que lo entiendas —resopló ella.

—Tranquila, que nunca lo haré, porque no hay manera de que llegue e entender —respondió el rubio-dorado.— Eso que dicen por ahí que después de la boda, las mujeres se convierten en brujas, aquí fue muy literal...

—¡Basta! —le cortó Astoria, roja de furia.— No me interesan tus chistes malos o tus pensamientos idiotas. Solo necesito algo de ropa y mi dinero. ¡Te puedes quedar con lo demás! —le gritó molesta y pateando el suelo antes de irse rápidamente al cuarto que compartían, o al menos lo hacían hasta ese día por la mañana.

La sangre de la castaña bombeaba fuerte dentro de ella y con las manos algos temblorosas fue al armario y sacó una mochila rosa que primero embrujó y luego comenzó a echar algunos vestidos, unas blusas, unas faldas, pantalones y considerable ropa interior. También guardó sus joyas, al menos las que Damian no le había regalado, un perfume y de prisa fue al baño a tomar lo más básico para el aseo personal. Cuando estaba cerrando la mochila recordó que aun no había empacado calzado. Fue nuevamente al armario, con la mochila, guardando unas cajas con zapatillas y también tenis. Entonces los vio, ahí en un rincón, debajo de sus botas de invierno, estaban ellas, ya gastadas y algo rotas: Sus zapatillas rosas de ballet.

Las tomó con mucho cuidado, como si se fueran a romper en sus manos. Por ellas es que había terminado ahí. Por un par de zapatillas de ballet la habían echado de su casa. Y ella se había mudado al mundo muggle, llena de entusiasmo y sueños, sueños que se veían cada vez más distantes e imposibles.

—¿Ya terminaste? —la voz de Damian sacó a Astoria de sus pensamientos. La chica volteó y lo miró con rencor, sin soltar las zapatillas, sus ojos brillaban de verdadera ira y resentimiento.

—Claro que terminé —pronunció con frialdad.— Te lo di todo, incluyendo mis sueños y lo único que me llevo de esto son sueños rotos y unas zapatillas gastadas que jamás llegaron a pisar un escenario. —dijo, cerrando de mala manera la mochila y levantándose. Él bufó y rodó los ojos.

—¡Por favor! No me vendrás ahora a reclamar eso —respondió Damian, recargándose en el marco de la puerta. Ella resopló y negó con la cabeza.

—Dejé de bailar por ti. ¡Deje que mis sueños se fueran en un vuelo a New York! ¡Me quedé aquí por ti! —le recriminó.—¡Me quedé pensando que era la cenicienta que había encontrado a su príncipe azul! Pero que equivocada estaba, tú no eres más que un idiota obtuso que no escucha razones —reprochó.

—No existe ninguna razón que justifique tu mentira y tus engaños —atacó el rubio.— ¡Así que no te justifiques con eso de tu sacrificio del ballte! ¡Nadie te obligó a quedarte! —remarcó.— ¡Y sólo Dios sabrá cuantas veces más me has mentido y engañado! ¡Seguramente usando esa endemoniada cosa conmigo y aquí en la casa! ¡Pero si hasta nos casamos por la iglesia! ¡Que valor el tuyo!

—Que sea bruja no me impide entrar en una iglesia —contestó ofendida.

—¡Claro! Tú no tienes respeto por nada. ¡Ni por nuestro matrimonio! —resopló con cierta burla.— Incluso puedo llegar a sospechar que me embrujaste para que me casara contigo. ¡Yo que siempre juré no casarme y nunca enamorarme! ¡Y mira! ¡Terminé con una bruja!

Astoria abrió los ojos y la boca de forma desmesurada, con asombro. Nunca hubiera esperado aquel insulto. Entendía el desprecio y el miedo de Damian, pero llegar a dudar del amor que supuestamente tenían. ¡Merlín! Eso si le había dolido demasiado. No podía creer que con cada minuto que pasaba se decepcionaba más y más del hombre al que amaba, del hombre con el que había decidido compartir su vida.

—Si te sigues burlado vas a terminar pero muerto —amenazó, tomando su varita, de su cabello, y apuntándolo. El hombre abrió los ojos con espanto y retrocedió, saliendo de la habitación y dándole espacio a la castaña para que ella saliera también.

—Quiero el divorcio —le dijo secamente a Astorua cuando ella pasó a su lado. La chica se detuvo y de buenas a primeras se quitó el anillo de matrimonio y se lo lanzó a Damian.

—Quedate con tu cochino matrimonio y todo lo demás —bramó, sintiendo de nuevo el nudo en su garganta.— Igual ni siquiera recordarás lo que pasó —añadió con amargura.

—¿De que hablas? —ahora era él el que estaba sorprendido y enarcó las cejas con incomprensión.

—Hablo de que te casaste con una bruja y ahora sabes el secreto —comenzó a explicar.— Hay una ley en nuestro mundo para que los muggle no sepan lo que somos. Se llama Estatuto del Secreto y...

—¿Que es un muggle? —intervino él, pero antes de que Astoria contestara él negó con la cabeza.— Mejor olvidalo.

—Para que la gente no mágica como tú no sepa nada, así que a no ser que tengas un pariente mágico, no debes de saber esto. Por lo tanto si terminamos, el ministerio de magia no se puede arriesgar a que le digas a alguien de nuestro mundo.

—¿Y tú crees que si lo hiciera alguien me creería? —se preguntó él, rodando los ojos y bufando.

—Yo no hice las reglas, solo te digo lo que pasará —respondió ella, sin atreverse a mirarlo.

—¿Hablas de borrarme la memoria? ¿De hacer que olvide lo que pasó? ¿Que olvide que te vi usar magia? —su voz sonaba temerosa y su expresión lo confirmaba.—¿Como sabré entonces por qué nos estamos divorciando?

—Hablo de que no te acordarás ni siquiera de haberme conocido y sobre lo legal, ya se encargará el ministerio de borrar el rastro de nuestro matrimonio —volvió a explicar con frialdad, como si no fuera su vida de la que se tratara. Aunque una voz en su cabeza, muy parecida a la de su madre, le decía: "Eso te pasa por enamorarte de un muggle", pero prefirió no ponerle mucho cuidado a esa voz.

—Son... son... —tartamudeó Damina, mirándola con horror.—¡Son una aberración! —le gritó.— ¡Son unos monstruos! No les importa manipular a la gente, arruinarles la vida a los demás. ¡Pero que soberbios! —atacó.

—¡Por favor! ¡El único soberbio eres tú! ¡Y el que me deshizo la vida fuiste tú! —bramó la castaña.

—Por lo menos no soy un monstruo —atacó él.

—No, sólo eres un idiota y eso no se te podría quitar con magia —le respondió ella.— ¡Vete al infierno, Damina! —puntualizó. Astoria no pretendía seguir discutiendo con alguien que tenía lamente tan cerrada y antes de que el rubio dijera media palabra, ella desapareció con un seco «¡crac!».

Con otro «¡crac!», Astoria apareció en un callejón sucio de una de las calles de Londres. Se quedó ahí parada por varios minutos, sabía que ahí cerca estaba el Caldero Chorreante, por eso había ido ahí, pero en si no sabía que hacer. Nuevamente estaba sola y a su suerte. Como si de repente comenzara a entender lo que había pasado comenzó a llorar sin control.

Su mente no dejaba de repetirle que todo era su culpa, que siempre había sido su culpa quedarse sola. Que ella no tenía ningún lugar a donde ir, porque todos los que la habían querido se habían decepcionado de una u otra forma de ella. Todo era su maldita culpa, sus malditos caprichos y su poco sentido de la realidad.

Astoria siempre pensó que sería feliz en el mundo muggle, que ahí encontraría un futuro y se volvería una gran bailarina como tanto había soñado, pero no tenía idea de que había pasado ese sueño, porque al final de cuentas no tenía nada. No culpaba a nadie, sabía que no merecía más de lo que tenía, pero como se odiaba a si misma por arruinarse a sí misma la vida.

Ahora no tenía nada, no tenía una familia a la cual acudir, no tenía amigas y acaba de perder a su esposo. Sabía que Damian no la perdonaría y además el Departamento del Uso Indebido de la Magia se encargaría de borrar la memoria de él, si se divorciaran. Incluso aún cuando le borrara la memoria del pequeño incidente, nadie le podría borrar a ella las palabras que él le había dicho. Nunca en su vida deseó tanto ser otra persona como en esos momentos.

¿Que podría hacer? ¿A quien le podría pedir ayuda? Sólo deseaba desaparecer de la faz del universo, volverse espuma o aire en un parpadear, pero se conocía lo bastante bien para saber que no lo haría. No sabía que haría, pero sin duda no se quedaría ahí a morir. Se secó las lagrimas con las manos y arreglándose un poco comenzó a caminar al Caldero Chorreante. Pasos lentos y como si de un fantasma se tratara, llegó hasta la esquina donde estaba el loca, que pasaba desapercibido.

Entró con discreción, sin embargo no pudo predecir que dentro del local llamaría más la atención que afuera. Todo fuera por su vestimenta muggle, un jean, una blusa azul y tacones. Ignoró las miradas y sacando su varita, se apresuró a llegar a la parte donde estaba el muro de ladrillos que dirigía al callejón Diagon. Lo primero por hacer era conseguir algo de dinero mágico, así que golpeó los ladrillos como bien recordaba. Los ladrillos comenzaron a abrirle paso, dejando ante ella la imagen de aquel bello lugar que no pisaba desde hace tres años, cuando tenía dieciocho.

Tomó aire y algo nerviosa comenzó a caminar entre la gente que llevaba túnicas y sombreros puntiagudos. Casi todo el mundo le dirigía una miradas a la "extraña." Si bien se veían muggles mayores en ese lugar, era quizás la primera vez que se veía a una chica de esa edad vestida así y más aún en ese tiempo donde se suponía que los estudiantes de Hogwarts estaban en curso y ni sus padres, ni familiares deberían de estar ahí, pero eso fue lo último que le importó a ella.

Astoria jamás había podido decir que pertenecía a algún lugar, por lo tanto las miradas y el hecho de que la hicieran sentir como una intrusa, no le afectaba en lo más mínimo. Su vida completa se caía en pedazos, siempre por impulsos, siempre por mentiras, siempre por su culpa. Y al final del día lo único que era enteramente suyo eran esas zapatillas de ballet desgastadas y ya.


¿Así que, qué tal? ¿Que opinan? ¿Lo continuó o no? ¿Les gusto? ¿No les gustó? ¿Me dan Galletitas o Ranitas de chocolate? ¿Algún cruciatus o Avadas? ¿Algo? xD

Ya tengo empezado el otro capitulo donde se mostrará lo que está pasando con la vida de Draco.

¡Un beso y gracias por leer! ^^


Les comparto Links de las portadas que hice para Potterfics (Angelique Boyer como Astoria). Quiten los espacios para verlos :3

orquideamelinda. deviantart. com/ art/ Las-zapatillas-desgastadas-290944155

orquideamelinda. deviantart. com/ art/ Portada-de-Te-casarias-conmigo-290943856