Disclaimer: El universo de Harry Potter pertenece a J. K. Rowling.
Aviso: Este fic participa en el Reto #14: "Amortentia al azar" del foro Hogwarts a través de los años.
Palabras: 997
Menta
¿Qué había cambiado esta vez? Él estaba seguro de que nadie podría amarle, no se merecía que una persona hiciera ese sacrificio por él. Y Draco tampoco se podía permitir querer a nadie puesto que solo acabaría haciéndole daño. Durante el verano, cuando no sabía que le depararía el futuro, se había convencido de que no debía acercarse a nadie. Todo lo que sus dedos tocasen acabaría corrompiéndose.
Pero entonces había llegado Slughorn con su estúpida poción de amor para adolescentes hormonados. Y al contrario que en sexto, cuando la poción no había movido nada dentro de él, esta vez si había conseguido percibir algo. Un olor intenso a menta acompañado por el aroma a cerezas y césped fresco.
Alguien se sentó a su lado pero Draco no le prestó más atención. Se había acostumbrado a parecer invisible para aquellos que estaban a su alrededor. Al rubio le parecía el precio justo a pagar teniendo en cuenta las horribles decisiones que había tomado el año anterior. Se alegraba con el simple hecho de que McGonagall le hubiera permitido volver a Hogwarts.
Sus ojos grises analizaban la gran sala sin descanso, quedándose frío su propio té. Quería encontrar a ese alguien que pudiera oler a menta. Quizás esa persona que inconscientemente había encantado su corazón estaba disfrutando de una taza de té de menta o mascando un chicle de ese sabor. El olor parecía intensificarse con cada minuto que pasaba, envolviéndole en una inexistente nube de color verde claro parecido al humo que se había elevado del caldero de Slughorn. Cerró los ojos disfrutando de ese aroma que parecía haberse quedado grabado en su memoria. Draco fue consciente de donde se encontraba cuando Astoria Greengrass, la persona que se había sentado a su lado antes, le habló. De nuevo volvía a estar en el Gran Comedor y no perdido en sus ensoñaciones.
—¿Te encuentras bien, Draco?
Draco la miró sorprendido. Desde que era el apestado oficial de Slytherin, nadie solía dirigirse a él, menos aún utilizando su nombre de pila. Sin embargo, la chica castaña le había hablado como si fueran viejos amigos. La castaña había pasado a formar parte del pequeño grupo de gente que aún le toleraba en el que también estaba su hermana, Daphne. Aunque la conocía prácticamente desde que estaba en segundo, estaba seguro de que no habían compartido más de cuatro palabras y un par de saludos forzados. Astoria inclinó su cabeza mirándole esperando una respuesta del rubio, que repentinamente parecía no saber interactuar con otra persona. La chica sonrió amablemente. Draco solo pudo pensar en lo perfectamente alienados que la chica tenía los dientes. ¿Por qué tenía que pensar en eso ahora? Astoria le había hecho una pregunta que él no había escuchado.
—Perdona, Greengrass. He perdido la noción por un segundo. ¿Por qué no iba a encontrarme bien?
La chica tenía el cuerpo girado hacia él y había apoyado el rostro contra la palma de su mano. Parecía más interesada en conversar que en la pequeña tartaleta de cerezas que tenía en su plato. Draco frunció el ceño, el olor a cerezas había sido otro de los aromas que había percibido pero él no podía soportarlo. Aún menos la textura de ese pequeño fruto. Cada vez estaba más seguro de que el anciano profesor les había mostrado una poción rancia que seguramente había preparado años o siglos atrás. Tratándose de Slughorn, todo parecía posible.
—Se te veía bastante ansioso. ¿Puedo saber que buscas con tanta insistencia?
Draco suspiró revolviéndose el pelo. ¿Le decía a la chica que buscaba a una persona que probablemente no existía porque se sentía esperanzado de poder querer a alguien gracias a una estúpida poción? No, ni siquiera en su cabeza parecía algo coherente para compartir con alguien que apenas conocía. Buscó una excusa rápida, algo que fuera más creíble tratándose de él.
—Estaba buscando a Granger para la tarea de Aritmancia. La profesora considera que su ayuda me vendrá bien.
—Parecía que era algo bastante más importante que los deberes de Aritmancia. No hacía falta que me mintieras, Draco. Si quieres, puedo ayudarte aunque no me digas que es lo que verdaderamente buscabas. O a quien —la chica le guiñó un ojo. Draco no tenía a la menor de las Greengrass por una chica coqueta, pero le estaba demostrando lo contrario— Ya sabes lo que dicen, cuatro ojos siempre ven más que dos. Y si me pongo las gafas, ¡ya seríamos seis ojos!
Astoria tomó sus gafas, las cuales llevaba metidas dentro del bolso de su camisa y se las puso, haciendo una mueca. Draco se fijó en lo grandes que parecían ahora sus ojos verdes como la menta sin poder evitar sonreír ante la ocurrencia de la chica. Le sorprendía que se comportara así con él aunque no podía negar que le agradaba volver a tener compañía. No obstante, sabía que no podía ser, no podía permitirse que la chica se acercara a él aunque fuera para ser su amiga.
Al lado de Astoria parecía que la realidad dejaba de existir por un momento. Draco suspiró negando con la cabeza.
—Greengrass, tienes una reputación que mantener. Si te ven a mi lado, te convertirás también en una paria. Y no quiero eso para ti, bastante tengo yo con soportarlo.
La castaña le miró poniéndose seria de repente. Su hermana le había dicho que Draco era un chico raro, pero no se imaginaba que tanto. Un momento parecía que sus ojos grises la invitaban a acercarse y al siguiente el chico construía a su alrededor un alto muro inexpugnable. Ella simplemente quería ser su amiga, nada más.
—Bueno, la reputación no es algo que me importe. En realidad, nunca lo ha hecho. Cuando quieras seguir buscando, llámame. Soy muy buena viendo lo que los demás no pueden ver.
La chica se levantó dejando el plato casi sin tocar. Draco puso los ojos en blanco, ¿quién en su sano juicio desayunaría helado de menta en pleno enero?
