Título: Pérfida y Celestial
Pareja: Inglaterra x China
Resumen: Historias cortas sin mucha continuidad, explorando lo cotidiano y quizás no tanto entre dos naciones; ambos orgullosos y sensibles, encantadores pero solitarios. Unidos por un lazo que nadie entiende... quizás había algo más que té en esa taza.
Notas: Trato de reunir cuanto headcanon e ideíta rara tenga por aquí. Esbozos que quizás nunca termine, etc. Y Hetalia no me pertenece. Rating susceptible a cambios. Por ahora solo una pequeña idea que tuve hace tiempo, cuando quise IggyChu doméstico xD
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Inglaterra se halló a sí mismo en un extraño valle, rodeado por una nube de hadas cantando una antigua canción cuyo lenguaje la nación británica logró reconocer tras escuchar un par de versos. El alegre sonido rozó su corazón de forma tal que pronto, Inglaterra se unió a la celebración cantando y bailando hasta que una hada, la más bella de todas, se acercó a él seguida de sus largos cabellos oscuros flotando detrás. Una vez cerca, bastante cerca, la encantadora criatura susurró…
"¡No pienso esperarte ni un segundo más! ¡Levántate ahora o le diré a todos que la Reina vino y te pateó los huevos tan fuerte que no podrás caminar en dos semanas aru!"
Y así, Inglaterra abandonó el valle mágico para volver al mundo real. China lo observaba de pie frente a la cama completamente vestido, sosteniendo una humeante taza de té en una de sus manos. Inglaterra enterró su cabeza dentro de una almohada, ¡no había escuchado el sonido de ese maldito reloj con alarma hecho en China!
– ¿Qué hora es? –preguntó con voz débil mientras volvía la mirada hacia la nación oriental.
– Tarde. ¿¡Por qué no te has levantado!?
– Estoy esperando a que dejes de gritarme.
Un suspiro se escapó de los labios de China, lo cual fue suficiente para dibujar una mueca en el rostro del inglés.
– No tienes tiempo de hacerte el gracioso. Vamos tarde, ¡y ya sabes como a todo el mundo le encanta quedarse mirando a los que llegan tarde como si fuéramos preescolares!
– Amor, busca el nido de la madurez en cualquier lugar excepto en las Conferencias Mundiales. Ahora, te ruego, sírveme un poco de té. Supongo que tampoco queda tiempo para un desayuno decente.
China caminó hacia él y se sentó a una orilla de la cama, tras murmurar un "no". La otra nación recibió la taza y probó un sorbo, dejando que la caliente cascada inundara su cuerpo y lo regresara a la vida mientras China golpeaba con sus dedos sin descanso la superficie de la mesa de noche. El reloj no mostraba clemencia ante la desesperada nación. Volvió la mirada hacia Inglaterra, quien se tomaba su tiempo en degustar la bebida como si estuviera de vacaciones. ¿No era la puntualidad una virtud inglesa? (Seguramente, no de este inglés, siempre el ejemplo aparte en todo ámbito de la vida).
– …No pienso apurar esta taza, por lo que te ruego detengas ese maldito sonido.
– Estamos…
– Llegando tarde, eso lo sé. Pero también sé que Estados Unidos será el primero en hablar y no pienso sacrificar una perfecta taza de té por ese idiota.
– Halagador, pero no conseguirás nada con eso. Incluso si tienes razón. –China golpeó su palma ligeramente sobre la frente de Inglaterra. – ¿No vas a vestirte?
– Oh, pensaba que era bien visto ir a las conferencias en pijamas desde que Grecia lo puso de moda.
– Ya no lo es, cierto trío lo criticó hasta que desapareció. Grecia no hizo caso, claro.
– Romano, Polonia y Hong Kong, supongo. Tu pequeño diablo siempre está metido donde sea se halle la polémica.
– Noruega también se les unió.
– Le gusta criticar, es parte de su carácter.
– ¡Mira quién habla, aru! También es parte del tuyo, ¡lo único que haces es quejarte! –rió la nación asiática.
– ¿Quejarme yo? No, esa virtud te corresponde a ti. Cuando hice la cena anoche…
– ¿Qué cena, el ser mutante que se arrastró fuera de mi plato? No pude criticarlo, ¡estaba ocupado tratando de matarlo con mi wok!
– ¡Estás exagerándolo, tan malo no fue! –exclamó Inglaterra, visiblemente ofendido a través de sus ojos verdes abiertos como platos. China intentó recordar con mayor detalle lo que había ocurrido esa noche; en efecto, ese ser que Inglaterra insistía en llamar "roast beef" no podía ser de este mundo ni de ningún otro en los alrededores de la galaxia. Sin embargo, había sido un lindo gesto, y bastante atrevido viniendo de la nación conocida por sus desastres en la cocina. Pero decir que había sido una cena deliciosa, no. China e Inglaterra no gustaban de morderse la lengua al momento de criticar (preferían la práctica en otros ámbitos).
Al fin, China picó el rostro de Inglaterra.
– Anda a vestirte.
– Lo haré, cuando me hayas aseverado que no detestas todo lo que hago. –respondió Inglaterra, aún exhibiendo restos de su ofensa.
– ¡Estás siendo idiota de nuevo!
– ¿Ves a qué me refiero? Estoy en mi derecho de…
– ¡Aiya, como quieras! –gritó China en medio de la exasperación, sintiendo que iba a explotar si no se movían más rápido. Agarró sin mucha gracia el rostro de Inglaterra y besó sus labios una, dos, tres veces, y una última cuarta vez para morder suavemente el labio inferior del británico, separarse de él y sellar la ternura con una bofetada sobre su rostro. Luego de eso, abandonó rápidamente la habitación.
"Va directo a la cocina…" pensó Inglaterra.
– Acuérdate de lavar tus dientes, amor.
China replicó algo ininteligible, con su boca llena de comida en un intento de calmar la ansiedad. Cómo era posible para alguien comer tanto y mantenerse en forma, era un misterio para Inglaterra. Lo único que sabía con certeza era que, sí, iban a llegar tarde, y que su actitud calmada ante la situación era completamente inusual. ¡Un caballero nunca llega tarde! Debía ser culpa de China, resultaba demasiado fácil distraerse con sus pequeñas peleas.
Un cristal se rompió de súbito, el sonido provenía de la cocina.
– ¡Tan torpe, anciano! –gritó Inglaterra.
– ¡Aiya, cállate! –respondió China -¡Si iba a comprarme otro plato!
La ternura constante y complaciente no era para ellos. Pero no podía importarles menos; con peleas, pequeñas explosiones de carácter y platos cuyo reemplazo nunca antes había sido mencionado (antes no pero luego sí, según China), su vida era perfecta.
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