Zamorozhennye*
1
El viaje
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Santuario de Atena, Grecia
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Había recibido una carta comentándole que el entrenamiento de su discípulo Hyoga estaba en gran progreso y faltaba muy poco para completarlo, así mismo en la carta se mencionaba la desaparición de Isaac y la profunda pena de Cristal por la pérdida. A Camus no le sorprendían estas novedades, en realidad creía que a su discípulo le había faltado más disciplina para con los dos chicos y ahí tenía los resultados de ser tan blando: había perdido a un alumno, aunque no lo castigarían por eso le harían ver que fue su error que el chico muriera.
Dejó la carta sobre el escritorio apilada junto con todas las demás.
Cristal le enviaba las hazañas de sus discípulos por carta muy frecuentemente. Camus sentía que podría armar una novela con todas las cartas que su discípulo había enviado y se preguntaba "¿Cómo se puede sentir tanta fascinación por una persona? Por muy excepcional que sea solo se trataba de un aprendiz de caballero".
El santo de acuario salió del templo aquella soleada mañana, se paró en el risco y contempló el horizonte. Había mucha calma pese a que eran tiempos agitados en el Santuario, por el momento no había nada de qué preocuparse; además de las malas noticias dadas por Cristal este lo había invitado a Siberia a conocer a Hyoga personalmente cosa que por el momento lo tenía sin cuidado y no le interesaba del todo.
—Camus —dijo una voz detrás de él.
— ¿Ya te vas Milo? —le preguntó con indiferencia.
—Así es, se me ha concedido el permiso y hoy mismo me marcho.
—No puedo creer todo lo que haces por una cara bonita. No eres nada serio Milo —le recriminó sin mirarlo siquiera.
Esto último pareció molestarle a escorpión quien lanzó un resoplido de cansancio y fastidio.
—No quiero ser grosero Camus, pero yo creo que a ti lo que te hace falta para quitarte lo amargado es precisamente eso: una cara bonita —le dijo mordaz—. Consíguete una y verás cómo tu mundo será de colores.
—Vaya… que agradable eres —le dijo sarcástico y molesto.
—Me perdonas pero tú empezaste. Yo venía a despedirme en son de paz.
— ¿No le dirás a nadie a donde te marchas? —pregunto Camus indiferente pero a la vez un poco molesto por que su "amigo" no le dijo a donde iba.
—No, la verdad no quiero que nadie me encuentre. Ya volveré cuando tenga que volver.
— ¿Tampoco el Patriarca lo sabe?
—Obvio que sí, pero nada más él. Sin embargo le pedí que guardara mi ubicación en secreto, por seguridad más que nada.
—Bueno pues… que tengas suerte Milo. Aprovecha mientras puedes.
—Oye… lo que te dije antes es en serio, búscate a alguien que sea más que una cara bonita. Te cambiará el panorama. No te lo estoy diciendo de mala forma, desde que volviste de tu entrenamiento en Siberia eres una roca de hielo. Digo ya eras frio y reservado pero esos síntomas se te agudizaron.
A Camus no le causó el mayor impacto esa observación. Estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios, no solo por parte de Milo, sino también por parte de cualquier otro caballero que lo conociera de atrás tiempo.
—Te he presentado a cientos de chicas y a todas las has rechazado. Te llevo a bares, a fiestas, al pueblo y en todo lugar siempre tienes esa cara de pocos amigos.
—Ya habrá quien me quiera así como soy Milo, así como tú encontraste a alguien a quien le resultas fascinante tal y como eres —lo dejó callado pero aun así su amigo lo observaba con gravedad, como si fuera un caso perdido.
—Cuídate mucho Camus y piensa en lo que te he dicho —eso fue lo último que Milo dijo antes de retirarse escaleras abajo y salir del santuario.
Y pensar que para Milo solo había pasado unos cuantos meses.
Milo había tenido una relación muy larga con la amazona de la cobra y aquello fue tormentoso para los que eran amigos cercanos del escorpión porque no hacia otra cosa más que hablar de lo mismo; "Shaina esto… Shaina lo otro… ya tuve un problema con Shaina… ya me tiene harto y blablablá". La relación terminó muy mal, y podía jurarse que jamás había visto a Milo rogarle a alguien, y lo peor, de rodillas para que se dieran otra oportunidad.
Un par de meses después Milo ya estaba más repuesto pero luego de que él y Shaina cortaran toda comunicación por decisión de ella. En una fiesta en el pueblo a la que habían ido varios turistas Milo la conoció.
Conoció a una cara bonita. Una cara muy bella siendo honestos pero nada de otro mundo.
Solo sabía que la llamaba "Mina", no le había dicho a nadie de donde venía la chica ni cuánto tiempo iba a quedarse en Grecia; ella era extranjera porque el día que la conoció escuchó como hablaba en otro idioma con sus padres. Milo se perdió por ella durante las siguientes semanas y hoy, exactamente dos meses después, él se iba a seguirla a donde quiera que ella fuera. El Patriarca, a regañadientes, le concedió el permiso de salida pero con la condición de que no importando donde estuviera o lo que esté haciendo debía volver al santuario en cuanto se le llamara.
Obviamente el escorpión accedió. Nadie sabía a donde iba a ir, ni por cuanto tiempo, en cuanto dejara Grecia.
Camus se decía a sí mismo "¿Qué necesidad tengo de meterme en tantos problemas?". Prefería mil veces ser un solterón amargado a estar con alguien que solo le causara dolores de cabeza. Ya había tenido bastante con Milo y sus cosas.
De hecho pensaba más alegre: "¡Milo se fue, no más de sus problemas!". Lo pensó sonriendo ampliamente. ¿Sería una mala persona por estar feliz de que el escorpión latoso se haya ido a "echar pulgas a otro lado"? No, al contrario, finalmente tendría un tiempo para respirar de él y sus líos amorosos. Es más, podría decirlo ampliamente y a los cuatro vientos: aquella mañana era estupenda. El sol se veía más brillante y el cielo más azul.
—Camus de acuario. ¿Por qué tan sonriente amigo?
Era la voz de Afrodita de piscis. Alguien quien rara vez iba de visita a otras casas por lo que a Camus le resultó muy inusual verlo ahí hablándole pero nada nublaría su buen humor. Ni siquiera aquella extraña visita.
—Hace buen clima sabes. Mira que mañana tan estupenda tenemos hoy.
—Creo que sé cuál es la razón de tu buen humor. La partida de Milo —comentó piscis sonriendo también.
Camus no dijo nada ya que no quería sonar tan evidente.
—Vamos, todos lo sabemos. Después de ese drama romántico con la amazona el que Milo se haya ido significan vacaciones para todos los demás. Todos descansaremos de sus aventuras románticas.
—Somos muy crueles con él —dijo Camus pero sin sentir remordimiento alguno.
—Él tuvo la culpa. A todos les contó sobre su relación con ella, a todos les detalló sus problemas como cien veces. A todos nos tenía hartos —Afrodita lo dijo sin miramientos, tal y como eran las cosas. Cuando Milo se apasionaba con alguien podía volverse muy fastidioso con el paso del tiempo.
Especialmente su tendencia a hablar con lujo de detalles por horas.
Afrodita había ido a la onceava casa para invitarlo a una salida al pueblo hoy por la noche, irían junto con Shura de capricornio y DeathMask de cáncer. Camus pensó por un segundo que sería interesante a pesar de no llevarse mucho con esos dos así que aceptó gustoso.
—A las nueve entonces. Te veo en la noche.
En ese momento analizó con más calma la invitación de Cristal y llegó a la conclusión de que quizás un buen descanso era lo que él también necesitaba, muy aparte de ir a conocer al discípulo de Cristal quería alejarse del santuario, del calor que se avecinaba por la entrada del verano y pensar un poco sin bullicio. Necesitaba estar solo y el mejor lugar para eso era Siberia.
La helada y lejana Siberia.
Pasó gran parte de la tarde hablando con el Patriarca. Le expuso las razones de su viaje a Siberia: el discípulo de Cristal quien necesitaba asesorías y una reprimenda al mismo Cristal por haber perdido un alumno. Consideraba que necesitaba ir allá y poner orden en la enseñanza de su discípulo.
El Patriarca no tenía en mal concepto a Cristal pero si el "maestro de maestros" lo decía por algo debía ser.
—Puedes irte Camus pero recuerda que deberás volver en cuanto te mande llamar —fue lo último que dijo el Patriarca antes de retirarse a una sala de descanso. Partiría mañana por la mañana a Siberia; nada más que su tiempo fuera se extendería un poco más de lo pensado.
Se daría el lujo de ir en tren hasta allá. Por primera vez en años se sentía excelente y esta noche se iría a divertir con los que tenían otra forma de pasarlo bien; no solo salían a buscar chicas sino también gustaban de tomar una copa, reír por tonterías, mirar el futbol en la TV y jugar póker por largas horas.
Iría al pueblo a comer algo y luego se prepararía para la salida. Si, definitivamente nada podría nublar su buen humor.
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Continuará…
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*Notas: Pues bien, estaba revisando este texto y no me había percatado de la cantidad de errores que tiene por lo que lo estoy corrigiendo y resubiendo. Gracias por leer.
*Congelado.
