Muy buenos días a todas! ^_^
No pensaba subir esta historia hasta que terminara con Dulce Bella, pero como tardaba en actualizar , me han cerrado el fic en el foro de crepúsculo. Así que por aquí voy a seguirla; vuelvo a avisar que tardaré lo que sea, pero no voy a dejar sin terminar la historia... Son más de dos años escribiéndola! XD
Me gustaría dedicar este capítulo a todas las amigas que conocí gracias al foro y a las que ya no puedo separar de vida. A mis templarias queridas... GRACIAS. En especial a LadyArwen por animarme siempre a escribir y a DraBSwan por ser mi prelectora-correctora y estar conmigo contra viento y marea. Os adoro a todas niñas!
Intentaré subir lo más rápido posible los capítulos para igualarme con las lectoras del foro ;) ADVERTENCIA: Se trata de un tema espinoso; pero por favor, mantener la mente abierta y pensar que realmente no son hermanos... aunque ellos no los sepan de primeras. De cualquier forma no van a consumar ningún acto como hermanos. Así que, tranquilidad :)
Se trata de un Fan fiction de crepúsculo; la invención de los personajes son de la señora Stephanie Meyer. Todo lo demás que rodea a esta historia es única y exclusivamente mía.
Y ahora si, os dejo con el prefacio y primer capítulo... Espero que os guste.
CAPÍTULO 1:
PREFACIO
20 de Septiembre de 1989, Los ángeles.
— Buenos días amor – susurró Carlisle mientras entraba en su cuarto con el desayuno en una bandeja.
— Hola – contestó bajito Esme – se acaba de quedar dormido.
— Ha sido una noche demasiado larga – depositó la bandeja en la mesilla y se acercó a la cama. — ¿Cómo te encuentras tú?
— Cansada… pero feliz – sonrió mirando a su bebé – ¿crees que cambiará el color de sus ojos? Los he visto antes y cada vez son más claros.
— Sinceramente no creo. Además los ha heredado de mí. – sonrió Carlisle mientras acariciaba la mejilla de su hijo.
Se encontraba orgulloso. Esme había pasado por un embarazo demasiado complicado, con un serio riesgo de aborto; tras un parto de más de 10 horas, acabaron sacando a su niño por cesárea. Lo bueno, que ya estaban en casa y que tras un par de meses de convalecencia ambos se recuperaban. Lo malo… que nunca más podrían tener niños. Pero les daba igual. Por fin habían conseguido ser una familia…
— ¿Han llamado a la puerta? – preguntó Esme frunciendo el ceño.
— Creo que sí… voy a ver – se levantó con cuidado y salió por la puerta del dormitorio. Bajó las escaleras y se asomó por la mirilla. No había nadie; pensó que se lo habrían imaginado y se dispuso a volver a la habitación. Pero un ruido le alertó… algo como un llanto de bebé.
Abrió la puerta con cuidado y se asomó, pero no había nadie a simple vista. Abrió la puerta del todo y cuando se disponía a salir observó un capazo en el suelo y unas manitas agitarse desde dentro.
— ¡por dios santo! – gritó horrorizado. Y se apresuró a coger al bebé. – ¿pero quién…? – salió hasta la acera a ver si veía a alguien. El bebé lloraba a pleno pulmón.
— ¿Cariño? – Apareció Esme en la puerta con el pequeño en brazos — ¿Quién era? ¿Qué ha pasado? – observó el paquetito que tenía su marido en su regazo. – Pero…
— No sé amor… cuando he salido no había nadie – se acercó a ella – y estaba así, llorando, en la cunita.
— Pero ¿cómo puede haber una madre capaz de abandonar a su hijo? – añadió Esme con expresión horrorizada, mientras apretaba a su hijo contra su pecho.
— Vamos dentro… no quiero que cojáis frío.
Al llegar al salón Esme depositó al niño con cuidado en el sofá y le aseguró con los cojines para que no rodara o se cayera.
— ¿Qué hacemos? – preguntó acercándose a un Carlisle que sonreía como tonto.
— Supongo que tendremos que llamar a lo servicios sociales…
— No te veo muy convencido – se asomó para ver bien la carita del bebé.
— Es muy guapa…
— ¿Guapa? – los ojos de Esme se abrieron esperanzados.
— Mírala… ni siquiera la han puesto un pañal… pobrecita.
— ¿Cuanto tiempo tendrá? – acariciaba un moflete sonrosado.
No sabían exactamente cuando tomaron la decisión… pero una niña, era lo que faltaba para cerrar el círculo. Sabían que estaba mal… muy mal lo que iban a hacer. Pero gracias a algunos contactos en el hospital podrían intentar hacerlos pasar por hermanos mellizos. Nunca nadie se enteraría de nada. Al fin y al cabo allí no les conocía apenas gente… y sus familiares todavía no sabían que habían sido padres.
Esme lloró de emoción pensando que sería su niña, que empezarían una nueva vida. Lejos de sus hermanos que se despellejaban por la herencia de su padre; lejos de Forks. Cogió a su hijo en brazos y lo acercó hasta su padre el cual mecía a la niña para dormirla.
— Edward, te presento a Isabella… tu hermana. – susurró al oído del niño que permanecía dormido.
— ¿Isabella?
— ¿Te gusta? – Miró a Carlisle con ojos vidriosos – era el nombre de mi abuela paterna.
— Bella… — sonrió mientras besaba dulcemente la frente de la niña; miró después a Esme – Sólo espero que todo salga bien.
— Ha sido una señal del cielo Carl… estoy totalmente convencida de que todo saldrá bien – una lágrima traicionera rodó por su mejilla, perdiéndose en la comisura de su labio.
— ¿Mellizos?
— Edward e Isabella Cullen, mellizos – aseguró la mujer.
.
.
17 años después…
Era sábado, lo que significaba que tocaba comida y charla familiar. Y eso, en estos momentos no le apetecía nada. Habían pasado demasiados días y seguían enfadados… prefería estar a su bola, en su cuarto; escuchando a Muse a todo volumen. A ver… no es que no quisiera sociabilizar con su gente. Pero él necesitaba su espacio y estar alejado de su hermana del alma. Desde que se había echado novio no había quien la aguantara; siempre la perfecta Bella, tan lista, tan guapa, tan buena… tan… estúpida.
— ¡Bella! ¡Llama a Edward y bajad ya a comer! – gritó Esme hacia la escalera.
— ¡Voy mamá! – respondió ella veloz.
— Voy mamá… — le hizo burla el chico desde su cama.
— Edward… ¿no has oído a mamá? – se asomó por la puerta.
— Que sí… que ya voy. Pesada…
— Joder, Ed… estás de un insoportable últimamente… — y cerró la puerta de un portazo.
Él lo negaría hasta la saciedad, pero ella sabía perfectamente que estaba enfadado desde que había empezado a salir con Mike. Había sido el mejor amigo de Edward desde el jardín de infancia; lo había visto en casa infinidad de veces; pero cuando volvió este año del Cañón lo encontró tremendamente guapo. Más alto, más rubio, más fuerte. Y ella estaba más que preparada para conocer al sexo opuesto; y, para qué negarlo, deseosa de saber qué se sentía estando con un hombre (bueno, en este caso, proyecto de). Mike había estado detrás de ella siempre, y cuando por fin accedió a salir con él éste se olvidó de todos. Se cerró en banda con ella y se olvidó de sus amigos. Y esa era una de las cosas que quemaba a Edward.
— Que ahora viene – dijo en tono cansado al llegar al comedor — ¿te ayudo mami?
— No cariño… Ya está tu padre terminando de poner la mesa. – sonrió a su niña feliz. La verdad es que saltaba a simple vista que ella no se parecía en nada a ellos. Ella era castaña y Carlisle rubio… sin embargo Bella tenía el pelo casi negro y su piel era demasiado blanca en comparación con el resto de la familia. Ojala nunca se vieran en la necesidad de confesar esa verdad, una verdad que llevaban demasiado tiempo guardando. – voy a traer la bandeja del horno.
— ¿Qué has hecho? – olisqueó el ambiente.
— Canelones
— ¿Has dicho canelones? – preguntó por fin Edward sonriendo abiertamente a su madre. Ella era su debilidad… ella y sus canelones.
— Puff. — Bufó Bella dejándose caer en la silla una vez su madre salió por la puerta.
— ¡Ahora qué! – levantó las manos Edward con un gesto de desesperación.
— Pues que estás insoportable y no aguanto estar cerca de ti.
— Ni yo de ti.
— Pues vale. – cruzó los brazos
— Pues perfecto. – imitó el gesto Edward.
— Chicos… ¿Ya estáis otra vez? – medió Carlisle al aparecer con la jarra de agua y verles a los dos de morros.
— Ha empezado él.
— Niñata.
— Bueno basta ya, los dos – señaló Carlisle amenazador a ambos. – Vaya pavo que tenéis.
— ¡Ya llego!… quemo, quemo – anunciaba Esme mientras se acercaba a pasos rápidos con la bandeja del horno.
Pasaron una comida tranquila en la que prácticamente sólo hablaron Esme y Carlisle. Les preguntaron por las clases, por los amigos, por los exámenes finales… pero ellos sólo respondían con monosílabos. A pesar de no ser realmente hermanos, ambos se parecían en una cosa: su cabezonería.
Mientras el matrimonio tomaba el café tranquilamente en la sala, Edward y Bella se encargaron de recoger y fregar los platos. Como siempre; el único inconveniente es que de un tiempo a esta parte, permanecer solos en una misma habitación significaba echarse los trapos sucios en cara.
— ¿Te importa que vaya metiendo las cosas en el lavaplatos? – sugirió sin mirarle a los ojos.
— No, ya termino yo de quitar la mesa.
No estaba muy segura de qué narices le pasaba, pero era su hermano… y realmente quería arreglar las cosas con él. Terminó de colocar los vasos en la cesta y esperó a que su hermano trajera el resto de platos.
— ¿Me dirás alguna vez qué mosca te ha picado? – se cruzó de brazos mientras éste entraba por la puerta.
— A mí ninguna ¿Y a ti? – ni siquiera la miró.
— Vamos Ed… sé que estás enfadado conmigo desde que estoy con Mike. Pero no se exactamente qué es lo que te molesta.
— ¿A mí? – Levantó las cejas en un gesto sarcástico – A mí absolutamente nada.
— Vale, lo he intentado. – dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo. – cuando te de la real gana me lo explicas.
Se giró de golpe y siguió colocando los platos. Bufando; dejando claro en cada movimiento que estaba muy enfadada, que estaba súper cabreada. Edward seguía sus movimientos con el ceño fruncido. Intentando no dar su brazo a torcer "aunque ha empezado ella… es decir que ha sido ella la primera que se había bajado los pantalones; vamos que si ahora soy yo el que empieza a hablar no quedo como un calzonazos".
— Pufff, está bien – soltó de pronto – Pues no, no me ha sentado bien que estés saliendo con mi mejor amigo.
— ¡Por fin! – levantó la vista al techo por un momento y en seguida la clavó en sus ojos verdes. — ¿y me puedes explicar a ti que más te da?
— Pues que eres mi hermana, conozco a Mike y su mente calenturienta y veros intercambiar fluidos me parece asqueroso.
— ¡Ed! – abrió los ojos como platos.
— ¡Qué! Me has preguntado. Sólo te contesto lo que me pasa de verdad. – se encogió de hombros. – además… ya no viene a verme a mí; si no a ti. Ya no juega conmigo al fútbol, cuando quedamos toda la pandilla os apartáis para daros el lote… ¡y es repugnante!
— ¿Pero qué me estás contando? – Bella no se podía creer lo que su hermano acababa de soltar por la boca. – Mira quién fue a hablar… el rey de las quita amigas. ¿Te recuerdo a Christinne, a Megan? Espera, espera – sonrió de pronto – mejor hablamos de Tania.
— No es lo mismo. – frunció el ceño.
— Y la diferencia radica en….
— ¡Pues que tú eres mi hermana! ¡Y no quiero que los tíos se aprovechen de ti! Y conozco a Mike… — se puso rojo de vergüenza.
Bella miró a su hermano detenidamente y se acercó a él. Le dio un puñetazo en el hombro a modo de caricia, provocando su sonrisa favorita.
— Ey…
— No quiero que te haga daño. Y es que últimamente estás tan… tan… pareces una chica. – arrugó la nariz.
— Vaya, gracias hermanito. Es un detalle por tu parte… ¿eso significa que antes era un marimacho o…?
— No, pero se podía hablar contigo; ahora estás más pendiente de qué te vas a poner. Y cuando te juntas con Rose no hay quien os aguante.
— Eso, eso… tú saca todo lo que tenías guardado. Que ahora empiezo yo.
— Yo sigo igual. – se quejó el chico de ojos verdes.
— Tú estás siempre a la defensiva. Todo lo que digo te sienta mal. Si no hubiese sido Mike y hubiese sido Jasper o Jacob hubiese pasado exactamente lo mismo. ¿Me equivoco? – preguntó en un tono que no admitía réplica.
— Pche
— Tío… luego dices de mí, pero tú te has cerrado en banda. – Le reprochó ella – ya no me cuentas nada. Ni siquiera me has hablado de esa tal… ¿Alice?
— Alice es una buena amiga. – susurró dándose por vencido al fin.
— ¿Con derecho a roce? – arqueó las cejas repetidamente arrancando una carcajada a Edward.
— Idiota…
— Imbécil…
Los dos sonrieron y de nuevo fue ella la que dio el primer paso. Era dependiente de su hermano; pensaba que como eran hermanos no podía estar bien si él no lo estaba. Notaba una especie de unión más allá de la sangre. Desde que eran pequeños siempre le había llamado la atención el comportamiento de los hermanos mellizos. ¿Sería mito o realidad eso de que por muy separados que estén sienten lo mismo? Lo que ella si podía ratificar era que sentía el corazón roto cuando veía esos ojos tristes. Cuando notaba que él la rechazaba; no podía aguantar que estuviera enfadado con ella. Simplemente no podía.
— ¿Vas a venir esta noche? – preguntó él.
— Lo más seguro ¿por?
— Para que conozcas a Alice – sonrió abiertamente.
— Vaya… así que vas en serio con ella – escudriñó en su mirada buscando un atisbo de duda.
— Realmente… no lo sé. – se encogió de hombros.
— Entonces no puedo faltar… — cogió una de sus mejillas y la apretó como cuando eran pequeños; sabía que le reventaba enormemente que le hicieran eso. — ¡Ay, madre! Que se nos ha "enamorao".
— ¡Suelta! – retiró la cara y empezó a reírse. – oye Bells…
— ¿Si?
— ¿Amigos?
— Claro bobo
Esta vez fue Edward el que dio el paso. Toda la vida habían estado juntos, sus intereses casi los mismos; los libros, la música, su plato de comida favorito, sus amigos. Siempre habían compartido todo. Pero con la pubertad llegó la vergüenza, y con la vergüenza la desconfianza. Se querían, se adoraban, los dos lo sabían; pero les costaba dios y ayuda demostrarlo. La abrazó, fuerte. Escondiendo su cara en su largo pelo castaño; recordando que el olor de su hermana le había ayudado en más de una ocasión, cuando eran pequeños, a conciliar el sueño.
Esme y Carlisle sonrieron en la habitación contigua. Habían escuchado toda la conversación y se miraron cómplices, orgullosos de sus hijos y de la educación que les habían dado.
Nadie supo jamás su secreto; y nadie lo sabría. Para todo el mundo, Edward y Bella eran hermanos mellizos. Nunca hubo favoritismos, de hecho la única foto de Esme en el hospital con Edward en brazos fue eliminada. En todas aparecieron siempre con los dos pequeños juntos, para que nadie sospechara nada.
Fue duro al principio, pero luego vino todo rodado. Sus familiares jamás sospecharon y los vecinos tampoco. Había sido un acierto contar con la ayuda de Charlie, fue el que llevó el embarazo de Esme desde que estuviera en Forks y no le costó nada certificar que viajó a Los Ángeles para ayudar a los mellizos. Fue el padrino en el bautizo, y los dos hermanos le trataban como si fuera su tío. Sólo éste era partícipe del pequeño secreto familiar.
Hubo un momento, al principio, en el que temían que aparecieran los verdaderos padres de la niña. Sobre todos los primeros meses; estaban siempre atentos cuando paseaban si había alguien que se les quedara mirando. Incluso intentaban encontrar parecidos con su niña en los vecinos… Cuando "los mellizos" cumplieron los dos años, dejaron de preocuparse, sin más, aunque ese miedo jamás desaparecería de sus vidas.
—
Llevaba media hora plantada delante del armario; pensando que a lo mejor creaba de la nada unos vaqueros y una camiseta que la sentaran de muerte. Pero no era el caso, estaba perdiendo el tiempo; desde que se había dejado llevar por Rosalie y su fanatismo por la moda y por ir a la última, no era ella misma. Y en eso le tenía que dar la razón a su hermano, por más que le pateara el hígado. Después de soltar un gemido de frustración de dejó caer en la cama y sacó el móvil del bolsillo. Le mandó un mensaje a Mike para retrasar su cita una hora y tomárselo con más calma, mejor quedaban todos juntos en el parque; ella iría con Edward. Así le demostraba que no estaba por y para Mike en exclusiva.
— ¡Edward! – gritó sin moverse de la cama
— ¡Que!
— ¡Ven porfa!
— ¡Ven tú!
— Joder… que niño… ¡voy! – murmuró de mala gana mientras cerraba la puerta del armario. Tras recorrer los dos metros que le separaban de la habitación de su hermano, llamó a la puerta y entró. — ¡Tío! ¡Tápate! – gritó al encontrarse a su hermano con una toalla en la cintura y una sonrisa de suficiencia en la cara.
— Estoy en mi cuarto… ¿que quieres? – preguntó Edward mientras se secaba el pelo.
— ¿Te importa que vaya contigo al parque? – puso cara de pena.
— ¿Te has peleado con Mike? – preguntó con esperanza.
— No… es que no sé qué ponerme… y así vamos juntos… como antes. Oye ¿estás yendo al gimnasio o algo?
Sonrió de lado; totalmente agradecido por que Bella esperase y se fuera con él… la verdad que adoraba a su hermana; pero eso jamás lo reconocería.
— No, no estoy yendo y claro que podemos ir juntos.
— Dame media hora y salimos ¿vale?
Esperó a que Bella saliera de su cuarto y se miró en el espejo… "¿de verdad parece que voy al gimnasio?" pensó haciendo posturitas delante del espejo.
Bueno... pues sinceramente espero que os haya gustado y que me regaléis un review con vuestras impresiones, para bien o para mal. Me encantaría saber lo que pensáis ;)
Un besazo para todas!
