OK, esto no tiene nada que ver con La Antorcha de la Llama Verde, que sé que se los tengo prometido. Es otra de mis ideas para fics impracticables salida de mi imaginación ociosa; producto de mi bloqueo mental; surmenage, o como tuuut (censurado) se llame eso. Con algo de suerte, y una poca de motivación, quizá logre transformar el fic ocioso en algo más o menos presentable. Porfa, please, sil te plait, per favore: dejen review! No saben cuanto me emociona que me dejen review y casi nadie lo hace.

Ah! Se me olvidaba. Disclaimer: todo lo que tenga pinta de Rowliniano, no es mío.
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Universo Paralelo

1-

Los niños del orfanato interrumpieron sus actividades de la mañana al ver al gato en mitad del patio. Un gato atigrado, leyendo un mapa. Perdón. el gato solo "observaba" el mapa, firmemente sujeto entre sus patas delanteras. Era imposible que un gato leyera un mapa, ¿verdad?

Jules Flawsen, el director del hospicio, instó a los chicos a que volvieran a sus tareas matutinas. Eran las nueve de la mañana de un día lunes de otoño, nublado y un poco frío. Nada raro para la época, de no haber sido por la cantidad de lechuzas que volaban a plena luz solar. Los internos debían dirigirse a clases en pocos minutos más.

Solo, en su oficina, Flawsen releía la carta enviada por aquel antiguo amigo suyo. Que cosas. siempre le había envidiado la caligrafía a ese viejo loco, pensaba, mientras desplegaba un rollo de pergamino amarillento, surcado por una escritura curva e inclinada. La carta anunciaba el ingreso de interno nuevo al orfanato. Bien, eso ya era raro. Generalmente, el ingreso de alguien no se avisaba: simplemente ocurría. En la carta, además, su amigo le rogaba que tratara al niño, huérfano de padre y madre, con todo el cariño posible. Flawsen se sintió algo picado. como si no fuera algo conocido que el siempre había sido como un padre para sus protegidos. El orfanato podía ser considerado modelo para el resto: las clases y el ambiente general se desarrollaban con toda la amabilidad posible; y tanto él como sus internos esperaban con ilusión el paseo de los sábados. Junto con la carta venía adjunta toda la información sobre el niño: el fin que había tenido su familia y sus datos personales. Metió la carta en un fichero, que etiquetó con el nombre del nuevo pupilo.

Por supuesto, un hospicio como ese no se mantenía solo. Nada sería posible sin la ayuda de aquellos generosos colaboradores, y menos aún sin su generoso aporte mensual. y pensar que así aquellos ricachones de vida acolchada esperaban estar al día con el desagradable bichito de sus conciencias: esa cosa molesta que, de vez en cuando, les recordaba que no toda la sociedad gozaba de autos de lujo, mansión con piscina, y televisión por cable.

Jules Flawsen sonrió: otra vez había surgido su faceta de hippie, con la que había protestado tan fervientemente en los 60's. Intentó sacarse de la cabeza los pensamientos acusadores, diciéndose a si mismo que, a pesar de todo, el orfanato realmente necesitaba del dinero de los ricachones de vida acolchada.

Miró el reloj. Las nueve y media: media hora perdida en cavilaciones absurdas; y aún no había desayunado. Metió el fichero en el armario, junto con los otros y buscó las llaves de su automóvil; una camioneta tipo minibús, pensando en algo que comer.

El orfanato se encontraba en las afueras de Londres, en un suburbio dedicado a empresas y fábricas, más que a zonas residenciales. Por eso fue que tomó la autopista, para buscar una cafetería en el centro de la ciudad. De momento, le apetecía un café con scones.

Fue lo último que pensó. El auto resbaló en el ripio caminero que había caído hace poco de un camión de construcción; y chocó contra un bus que venía desde Liverpool con exceso de velocidad.

La noticia del accidente llegó al orfanato con la rapidez del bus de Liverpool. Solamente había pasado media hora, y ya todos los benefactores ricachones se reunieron de inmediato en la oficina del difunto Flawsen, para discutir los problemas legales y el nombramiento de un nuevo director.

El nombre de la principal benefactora del hospicio era Rachel Von Drëssden. Era viuda de un hombre dado a las causas nobles, que había legado la mitad de su fortuna a manutención del orfanato, mediante un pago mensual por los siguientes veinte años. Como cosa obvia, Von Drëssden asumió las riendas del orfanato en cuestión de minutos, luego de una corta deliberación.

Los otros benefactores se marcharon, una vez resueltos todos los trámites. Eran las doce del día, primero de Noviembre de 1981. Rachel Von Drëssden se sentó tras el escritorio del difunto Jules Flawsen y comenzó a rumiar todos los negros, negrísimos planes que tenía para el futuro. El suyo. y el del hospicio.

Lo primero que los niños del orfanato notaron, incluso antes de saber la noticia de la muerte de su director, fue el brusco cambio en la comida, a la hora de almuerzo. Una de las muchachas estaba de cumpleaños aquel día. Supuestamente, comían la comida favorita del festejado en esas ocasiones, sumándole el numerito del pastel, las golosinas y el "cumpleaños feliz". Y todo aquello fue reemplazado por un caldo de verduras decididamente poco sustancioso. Extrañados, los internos no dijeron nada hasta enterarse del el cambio en la dirección. Fue ahí cuando comenzaron los reclamos.

Segundo escándalo del día: el recorte de personal. La nueva directora, aparte de bajar considerablemente el presupuesto contemplado para las comidas, despidió a casi todos los profesores que daban clase a los niños. Luego, les comunicó a los internos que desde ese día, se dedicarían a hacer "cosas más útiles" durante las tardes. como zurcido, lavado de ropa y aseo de pisos.

Tercer escándalo: al llegar a las habitaciones a eso de las siete y media de la tarde, completamente rendidos, los internos se dieron cuenta de que la ropa había sido reemplazada por una de menor calidad e idénticos delantales a cuadritos, para las niñas, y guardapolvos grises para los chicos.

Todo aquello junto, había convertido al amable Asilo de Huérfanos La Esperanza, en un mal remedo de casa correccional. Pero, a fin de cuentas, las cosas siempre tenían una razón de ser, y esta vez no fue la excepción.

Rachel Von Drëssden había vivido con demasiada modestía sus veinte años de matrimonio. Su marido, Ulrich Von Drëssden, había revelado ser un millonario más sólo luego de la lectura de su testamento. Al ser repasadas todas las cláusulas de aquel documento, Rachel se dio cuenta de que la mitad de la herencia era para el Asilo de Huérfanos La Esperanza, y el resto para otras instituciones de caridad especificadas en el testamento. Para ella solo quedaba una mezquina pensión mensual, lo cual no mejoraba, precisamente, sus condiciones de vida. Así que, con aquel brusco cambio en las condiciones de vida al interior del orfanato, solo se estaba tomando su revancha de cuarentona amargada, fracasada y avara.

El gato atigrado seguía en el patio del asilo, observando atentamente como se estaban desarrollando las cosas en el lugar.

La directora nueva implantó un toque de queda a las ocho de la tarde, para ahorrar electricidad. Todas las luces del orfanato, más los aparatos eléctricos, fueron desconectados. Prohibido leer, escuchar música, o ver televisión después de esa hora.

Doce de la noche. Un hombre apareció en la mitad del patio, justo en el punto donde el gato había estado observando. Apareció tan súbita y silenciosamente, que cualquiera hubiese dicho que había surgido de la nada, amparado en la oscuridad reinante en el hospicio. Lo raro, es que alguien así no había sido jamás visto en el interior del Asilo de Huérfanos La Esperanza. Era alto, delgado, y muy viejo, a juzgar por el largo de su barba y cabellos, blancos y brillantes como la luna.

-Buenas noches, profesor Dumbledore.

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To Be Continued.

¿Qué tal? ¿Muy deprimente, ese aire entre "Oliver Twist" y "Papaíto piernas largas"? (Que novela más latosa aquella, la de Jean Webster. es tan rosada!) Reitero. ¡Pliz, dejenme review, aunque sea uno solo! Y aunque sea para decirme que mejor me dedique a otra cosa.

¡Saludos a toda mi gente latina, desde la frontera de México a Tierra del Fuego! (La cual por cierto, compartimos Chile con Argentina) Y también a los chicos y chicas de España.

Lynx