LOS PERSONAJES, EL MUNDO NI LA HISTORIA ME PERTENECEN, SON DEL GRAN MAESTRO TOLKIEN.
La historia que Barbol contó un día a los dos pequeños hobbits, que permanecían hoy sentados en la hierba, mirando el verde de las praderas de su querido hogar, con una mirada más sabia y más cansada que hace unos cuantos años, regresaba a sus memorias y, con la forma de añorantes palabras que surgen de sus agrietados labios y hacen temblar sus arrugadas manos, presas de la emoción que solo puede inspirar el pasado y la aventura en ellos.
Horas que pasan y risas que llenan el ambiente. Luego el silencio…
Tanto años… ¡Tantos años han pasado desde aquellos días de gloria y esplendor! Pareciese que los antes angustiosos momentos han tomado con el paso de los años un tinte de temeridad y aventura que no eran capaces de percibir en la juventud, pero si de vivir.
Cuan distintas eran las cosas ahora. La tranquilidad y la estabilidad, esa era su vida. Las aventuras y el resonar de las espadas habían quedado en un viejo baúl escondido en lo mas profundo de sus almas y en las brumas de sus recuerdos.
Sin darse cuenta todo había acabado y ahora sus nietos eran los únicos que se sentaban a escuchar sus estrafalarias historias. Todo seguía igual allí, como si el paso del tiempo no pudiese alterar la vida de la Comarca por mucho que lo intentase. Todo menos ellos.
Ahora, sentados en la hierba, recordando con una buena pipa entre sus temblorosos dedos se preguntaban.
¿Qué habría sido de sus compañeros, los inseparables Legolas y Glimi? ¿Habría sido el reinado de Aragorn tan bueno como decían sus cartas? ¿Habría sufrido la bella Arwen el paso del tiempo a costa de su marido? ¿Cómo estaría Frodo…vivo, muerto?
No lo sabían. Parecía que ahora sabían muchísimo menos que en la euforia de su juventud y en los delirios de las deliciosas peleas que vivieron, y mira que por aquel entonces sabían muy, pero que muy poco.
Aun quedaba la satisfacción de saberse importantes. Pero cuan insignificante parecían sus hazañas cuando el dolor de espalda les atacaba, o se cansaban con un corto paseo por caminos llanos. Ya todo tenia un ambiente aburrido y monótono del que sabían no podrían escapar a estas alturas.
Una nueva figura, tan pequeña y humilde como antaño, pero muchísimo mas encorvada se acerca a los dos amigos. Este se apoya en un viejo bastón y anda despacio debido a la cojera ¡Quien le hubiese dicho a el hace unos años, a Sam Sagaz Gamyi, que así iba a terminar sus días! Hubo un tiempo en que ni siquiera creía que ese día fuese a llegar. Hubo un pasado lejano en el que temió que su vida acabase demasiado pronto.
Los saludos, los abrazos y los encuentros. Un buen momento que se acaba pronto, demasiado pronto.
— Parecíais muy entretenidos hace poco. ¿De que hablabais?
Los amigos se miran cómplices y contestan, con una voz que raya lo solemne:
— ¿De que va a ser, querido Sam? Como siempre, del pasado.
Sam calla, mira al suelo y entona uno de sus poemas. Lo aprendió de los elfos, y le ayuda siempre a recordarlos.
— Del pasado. — Repite, deleitándose con la palabra. — Del pasado…
Mira a sus amigos, y en sus figuras maltrechas puede ver el vestigio de aquellos jóvenes ingenuos que salieron de la comarca y salvaron la Tierra Media.
Cuando sus amigos le miran a el también son capaces de ver el brillo de vida que caracterizaba a Sam Sagaz el Bravo.
Las risas que vienen, las frases que se van.
Tres amigos sentados en la hierba, reviviendo sus hazañas, ignorados por todos los demás.
