Cap. 01

El robo de la inocencia


Disclaimer. Harry Potter, y cualquiera de sus personajes, nada me pertenece, solo los he tomado prestados para hacer una pequeña locura, yo no gano absolutamente nada con esto ni los que me leen tampoco.


Advertencia. Un poco de violencia y abuso a un menor.


Odiaba a aquél chiquillo.

Pequeño prepotente y orgullosos cerebrito que caminaba con una elegancia que ni habiéndolo intentado mil veces, era capaz de superar.

Extrañamente, esas mismas razones hacían que el crío ese le agradara.

El niño había demostrado ser una entidad superior cuando solo contaba con once años, y hoy en día, a sus catorce, el endemoniado mocoso arrasaba con todo a su paso.

No era ningún galán, empezando con la nariz ganchuda y el pelo grasiento que le caía a cortinas tapándole la cara, pero poseía un porte aristocrático que atraía la atención, misma que repelía con sus elocuentes y venenosos sarcasmos y actitud huraña.

El niño era toda una joyita, que aunque pequeño y delgaducho, a la hora de un duelo de magia era un verdadero maestro, una peligrosa serpiente humana que solo podía ser derrotada por Lucius y viceversa.

Esa era otra razón para admirar y odiar tanto al crío, quien a sus catorce, lograba poner en serios aprietos al joven de diecisiete.

Detestaba por sobre todo, que era el único a quien no podía dominar.

Sabía seducir con una sola sonrisa, e hipnotizar o aterrorizar con su grisácea mirada, pero al jovencito le importaba un carajo lo que el actual delegado hiciera o dejara de hacer.

Sin embargo…

El joven rubio descorrió la manga izquierda de su camisa y observó largo rato la nívea piel de su ante brazo. Una sonrisa torcida adornó sus labios mientras recorría con un dedo la piel, imaginando grabada en ella la marca oscura de aquél que no debía ser nombrado.

Severus sería una excelente adquisición en las filas de los mortífagos. El joven Malfoy había visto desde su primer año, imbéciles que ansiaban servir al Lord Oscuro, y ninguno le llegaba a las rodillas al joven artista en pociones.

Lástima que al pequeño mequetrefe no le llamara la atención.

Una risa femenina lo arrancó de sus cavilaciones, haciendo que el rubio observara idiotizado la deliciosa figura de Narcisa Black, quien reía en compañía de su hermana Bellatrix.

Tan distintas la una de la otra, como lo eran el día y la noche, una rubia y la otra morena, una toda dulzura, la otra cruel y despiadada.

- Cierra el hocico, Malfoy, o nos inundamos todos. Ya tenemos suficiente con estar debajo del lago.

- Cierra el pico, Sev.

- Ciérralo tú, idiota, y has el favor de dejar de salivar, ¿Quieres? Ya es mucho aguantar al estúpido Potter persiguiendo a la sangre sucia para que tu también empieces con cursiladas.

Lucius iba a responder, cuando alguien se acercó al objeto de sus deseos y le susurró algo al oído, ella sonrió y paseó su lengua sobre sus delicados labios.

Los brillantes zafiros de ella se clavaron en los metalizados orbes de él, para después reírse ambos.

- Nos vemos al rato, Sev.

- ¿Te vas? Pero dijiste que íbamos a estudiar hasta tarde.

- Será después, ahora mismo me voy a una fiesta.

Severus parpadeó confundido y observó a su alrededor, descubriendo la rápida cadena de susurros que se expandía entre los alumnos de grados superiores.

Sus mejillas, normalmente pálidas y grisáceas, se colorearon de un tono rosado y clavó la mirada de vuelta a su libro.

- Son una bola de pervertidos.

- No lo somos, Sev. El sexo baja la presión, relaja la mente y tonifica el cuerpo…

Sus metálicos ojos lo recorrieron de arriba abajo.

- Yo podría llevarte conmigo, Sev…

Susurró el joven Malfoy deslizando una de sus manos por el muslo de su compañero.

- Solo tendría que… entrenarte un poco.

Snape sonrió al sentir como le mordían el lóbulo del oído, para luego tomar aquella mano y hacerla a un lado con desprecio.

- No estoy interesado en tu amable… oferta.

Y dicho esto giró y le miró fijamente, sus rostros estaban a escasos centímetros, y los ojos negros taladraron profundamente dentro de los grisáceos, haciendo temblar a su dueño, el cual ocultó su pavor con una desafiante sonrisa.

- Como quieras.

Respondió al final restándole importancia y poniéndose de pié, sin embargo, apenas se encaminaba a la salida cuando esta se abrió, dejando entrar al actual profesor de pociones y jefe de casa, Horace Slugorn, un hombre con bigote y cuerpo de morsa.

- ¡Lucius! Mi querido muchacho, ¿A dónde vas con tanta prisa?

- Tengo una reunión con el club de debate, profesor, ha salido un inconveniente con mi orador de la semana que viene, y necesito hablar con mi equipo.

- Oh, ya veo, ya veo. Deberías divertirte un poco más Lucius querido, ¿No querrás pasarte la vida estudiando, cierto?

- Me divertiré cuando haya terminado lo más importante, profesor, además, para mí, el club de debate es prioridad.

- Lo se, lo se, anda, ve y anima a tu gente para que ganen este año también.

- Por supuesto profesor.

- Oh, y se me olvidaba, ¿Has visto a mi pequeño artista?

- ¿Severus? Está allá, con la nariz metida en un libro, como siempre.

- Bien, gracias. ¡Suerte!

Lucius se despidió con una cortés reverencia y se marchó, mientras el profesor avanzaba hacia el jovencito de largos cabellos negros.

Ese chico y Lily Evans eran su orgullo en pociones, dudaba haber tenido nunca estudiantes tan excelentes… a excepción tal vez de Tom Riddle.

Sin embargo, Severus llevaba el amor a las pociones en sus venas, mientras los otros dos solo eran estudiosos y aplicados.

Las mejillas normalmente pálidas de su pequeño genio estaban tenuemente teñidas de un rubor rosado, y a juzgar por el libro de "Encantamientos 7mo. Grado" que estaba abandonado en la butaca de al lado, pudo suponer a cierto rubio como culpable de aquél sonrojo.

Severus era un estuche de sorpresas, pues en la última reunión del Club de las Eminencias, alguien había echo un comentario de índole sexual. Y mientras todos se carcajeaban, el muchacho de catorce años se había puesto violentamente rojo, hundiéndose en su silla.

Semejante inocencia había sorprendido al profesor, lo mismo que a los alumnos, lo que había convertido al pobre chico en comidilla de burla durante toda la semana.

Fue por eso que se sintió realmente mal de tener que hacer una terrible y profunda fisura en aquella inocencia.

- ¿Severus?

El aludido, perdido en su libro no reaccionó, sino hasta que sintió una mano en su hombro, por lo que levantó la mirada.

- Profesor Slugorn…

- Mi muchacho, necesito que me acompañes a la oficina del director.

- ¿Hice algo malo?

Preguntó el chico imaginando que ya habían corrido el chisme del último maleficio que le echara al estúpido de James Potter hacía unas horas, cuando este había tratado de hacerle un encantamiento zancadilla y él se lo había regresado con uno de babosas rejurgitantes.

Horace, sin embargo, negó con la cabeza y le hizo algunas señas para que se apresurara a acompañarle, el muchacho se apresuró a recoger sus libros y dejarlos ordenados sobre la mesa, siguiendo luego al profesor de su materia favorita.


Pocos minutos mas tarde, ambos habían cruzado la gárgola de piedra que custodiaba la entrada del despacho del director, entrando en su estancia poco después.

Dumbledore levantó sus ojos del documento que leía para observar al recién llegado, a quien le regaló una sonrisa, misma que no fue devuelta.

- Toma asiento, Severus. Horace, cierra la puerta, por favor.

El joven Slythering sintió un sudor frío bajar por su espalda, dándose cuenta finalmente de que algo andaba definitivamente mal.

- Mi muchacho, siento mucho decirte que ha habido un incidente en tu casa. Un robo, al parecer.

- ¿Mi madre se encuentra bien?

Ambos profesores cruzaron sus miradas, obviamente interesados en la falta de interés por el estado de su padre.

- Tu padre fue gravemente herido, pero según me informan…

Y al decirlo agitó el pergamino que antes leía.

- Se encuentra estable.

- No importa, ¿Y mi madre?

- Debes saber que él hizo su mejor esfuerzo por defenderla.

- ¿El? ¿Defender a mamá? Lo dudo mucho.

No tenía por que contarles que su padre golpeaba mucho a su madre, y que nunca la defendería, ni aunque su vida dependiera de ello.

- Tal vez… pero cuando la vida del ser amado corre peligro, algo despierta dentro de nosotros, tal vez y como tú dices, no se llevaban muy bien, pero debes estar consiente de que él trató de salvar a tu madre.

- ¿Qué quiere decir con "trató"?

Un nudo se había formado en la garganta del joven Slythering, el cual se puso de pié.

- ¿Dónde está mi madre? ¿Cómo está ella? ¿Está en San Mungo? ¿Puedo ir a verla ahora?

Horace colocó sus manos sobre los hombros de su joven serpiente, quien era muy pocos centímetros mas bajo que su profesor.

- Lo sentimos mucho, Severus.

Los labios del joven se abrieron y sus ojos comenzaron a temblar de forma descontrolada, mientras un torrente de imágenes se agolpaba en su mente.

Su madre cantando, su madre sonriendo, su madre remendando ropa, su madre enseñándole magia, su madre hablando de pociones, su madre dormida con su varita abrazada, su madre protegiéndole de la ira de su padre.

Unas lágrimas solitarias descendieron por sus mejillas.

- Mamá…

Su madre en el andén nueve y tres cuartos… diciéndole adiós.


Mientras tanto, ajenos al mundo y a los problemas que lo aquejaban, un grupo disfrutaba de los placeres prohibidos de la pasión y el vicio.

En un sillón de negra seda, la piel blanca y suave de Lucius Malfoy parecía brillar en contraste a la escasa luz que les iluminaba.

El muchacho sonrió, sintiendo la experiencia absoluta de sus dos acompañantes, ambas sangre pura, ambas excelentes amantes, y ambas completamente suyas.

Una pertenecía a la casa de Slythering, tanta pericia tenía que venir con la excelencia de las serpientes, la otra pertenecía a Ravenclaw, inteligente, calculadora y fría, observadora para aprender e intensificar cada sentimiento que era capaz de provocar.

Eran sus favoritas, y cuando él estaba ahí, nadie, y era en serio, NADIE podía tocarlas.

Un gemido de satisfacción le hizo abrir los ojos, que embriagado por el placer cerrara.

Desvió su mirada para observar a su hermosa Narcisa, su piel nívea y su rubio cabello sobre su rostro mojado en sudor, disfrutando ampliamente de su acompañante, un chico también de Slythering del grupo de Lucius.

El joven Malfoy no sabía por que nunca había tocado a Narcisa, ni ella jamás se había acercado a él… sin embargo, desechó rápidamente aquellos pensamientos, demasiado cerca de la cumbre para interesarse en algo mas que no fuera explotar en las bocas de sus amantes.

El ruido que hacían Bellatrix y Rodolphus quedó muy lejos, esos dos no se apartaban nunca, y no le importó si Narcisa le estaba observando en ese preciso instante.

Tomó los cabellos de ambas chicas en una clara señal de que estaba próximo a terminar, cerró de nueva cuenta los ojos y…

- ¿Lucius?

Sus ojos acerados se abrieron de golpe y con furia, ya que debido a aquella voz, ambas chicas se distrajeron de su tarea, dejándolo a escasos segundos de terminar.

- L-Lucius, lo siento, en serio…

El joven se enderezó y observó a su interlocutor… un estúpido Hufflepuff, tenía que ser…

Balbuceaba y jugaba con sus dedos bastante nervioso, y se puso pálido de miedo cuando Lucius se levantó cuan largo era y le enfrentó.

- Dame una buena razón para no maldecirte permanentemente.

El chico tembló.

- Vi-vinieron a bu-busca-ca-carte…

Lucius entrecerró sus ojos peligrosamente.

- Di-dijeron que-que habí-bía problemas en la-la sala común de-de-de Slytheri-ring…

No dijo mas por que el puño de hierro del heredero Malfoy se cerró en su garganta y le levantó algunos centímetros, sus ojos chispeaban de furia.

- ¡Y PARA ESO ME HAS INTERUMPIDO, PEDAZO DE ANIMAL??

- ¡Ahh, no, no, dicen que un niño, un… un… Severus! ¡Si, Severus! ¡Está descontrolado y destruyendo todo a su paso!!

- ¿Severus?

Malfoy aflojó un poco su agarre.

- ¡Si, dijeron que… que… que su mamá murió, o algo así!

Se hizo un breve silencio entre ambos, y Lucius abrió su mano, dejando caer al chico al suelo con un ruido seco.

- Por Salazar Slythering… ¿Ha muerto la madre de Severus?

- Dicen que él está gritando, dicen que afirma que fue asesinada por su padre… e-eso dicen…

Lucius no esperó ninguna otra bobada del atolondrado Hufflepuff y salió corriendo a tomar sus ropas, seguido por la mirada desilusionada de sus compañeras de juegos.

- Me tengo que ir.

- Adiós Lucius.

Respondieron al unísono, el rubio sonrió y les tomó de la barbilla, besando primero a una y luego a la otra.

Después dirigió sus ojos a Narcisa, quien había interrumpido sus actividades para mirarle. Le sonrió brevemente, guiñó un ojo y salió corriendo a la sala común de Slythering.

Había esperado aquél momento por mucho, mucho tiempo.

Cuando finalmente entró a la sala común, el estrépito y los estudiantes asustados fue lo primero que lo recibió. Uno de los ahí presentes, un joven de sexto año se acercó a largas zancadas al rubio, sosteniendo un paño ensangrentado en su frente.

- ¡Hasta que llegas!

- Se supone que te dejé a cargo, ¿Que diablos significa todo esto?

- Significa que tu amiguito se puso como loco, llegó hace rato y de repente se puso a gritar histérico, subió a la habitación y los otros de tercer año bajaron corriendo.

- ¿Y después?

- ¿DESPUÉS?? ¡Después traté de calmarlo, pero el muy bastardo me lanzó una maldición!

Chilló el muchacho enfadado mientras se levantaba el paño de la cabeza, exponiendo una herida profunda. Lucius sonrió.

- No hay manera en que tú puedas contener a Severus, Dirthysoul, ya me encargo yo.

Avanzó decidido a las habitaciones de los del tercer año, y se relamió gustoso.

- Que nadie vaya a entrar, ¿De acuerdo? Si no salgo, que los de tercero duerman en la sala común, o que les hagan espacio los de segundo.

- Pero…

Malfoy se giró a mirarle, paralizándolo de golpe.

- C-como tu digas, Malfoy.

El rubio continuó caminando… hacía tiempo que tenía ganas de hacer aquello.

Tocó suavemente a la puerta, y la respuesta no tardó ni siquiera un segundo.

- ¡LARGO, LARGO DE AQUÍ QUIEN QUIERA QUE SEA, LARGO!!

- Sev, soy yo. Lucius.

- ¡LÁRGATE!

- Sev, ¿No me vas a dejar pasar? ¿Ni siquiera a mí?

- ¡NI AUNQUE FUERAS EL MISMÍSIMO SALAZAR SLYTHERING, LARGATE!!

Lucius emitió un largo silbido. Vaya que estaba enojado el pequeño Sevie, tanto mejor.

El rubio extrajo la varita y apuntó a la puerta pronunciando un quedo Alohamora, como se lo esperaba, la puerta no se abrió.

Bufó exasperado.

- Sev, ábreme.

- ¡FUERA, LARGO!!

- Sev, voy a entrar te guste o no.

- ¡ENTRA Y TE ARREPENTIRÁS, MALFOY!!

El joven delegado frunció el ceño, Severus tenía que estar muy, muy, pero muy enfadado para llamarle Malfoy.

Sonrió con desprecio, por que aquello era mil veces mejor de lo que nunca hubiera deseado. Apuntó firmemente con la varita, concentrando todas sus fuerzas. Los que le observaban se echaron rápidamente hacia atrás.

- ¡BOMBARDA MÁXIMA!

Con la primera palabra fue suficiente para que todos se pusieran a cubierto, y cuando la puerta estalló echa pedazos, los Slytherings ya habían conjurado un escudo mágico, o al menos los que sabían hacerlo, al igual que Lucius, el cual aprovechó la explosión para adentrarse en la habitación, agitando rápidamente su varita en un rápido hechizo no verbal, haciendo que la madera volviese a quedar intacta.

Sonrió con la comisura de los labios mientras colocaba dos hechizos mas, adoraba ser tan bueno en el arte de la magia.

Miró al interior de la habitación e identificó rápidamente a Severus, el cual había salido disparado contra la pared, y ahora se encontraba recargado contra ella, sosteniéndose la cabeza.

- Tenías que hacerte el difícil, ¿Verdad?

- Lárgate…

Susurró el muchacho mientras tosía y se sobaba el cuerpo, adolorido por el impacto.

- A ver, ¿Que ocurrió?

Preguntó Lucius sentándose en una de las camas, conocedor de lo que su pregunta iba a provocar.

- ¡LA MATÓ, ESE DESGRACIADO, ESE MALDITO, PERRO DEL INFIERNO!!

- ¿Quien?

- ESE… ESE… ¡ESE ASQUEROSO MUGGLE INMUNDO!!

- ¿Estamos hablando de tu papá?

- ¡NO LE LLAMES DE ESA MANERA, ESA BESTIA NO PUEDE SER MI PADRE!!

Lucius se acercó lentamente y se colocó a espaldas del jovencito, el cual se había puesto de pié y le daba la espalda, tratando en vano de contener el llanto amargo que descendía por sus mejillas.

- Ya… tranquilo… tranquilo Sev…

Susurró el joven mayor mientras le acariciaba el cabello, Severus sollozó con fuerza.

- Lo mataré… juro que lo mataré…

- Y yo estaré a tu lado cuando lo hagas Sev… no te preocupes.

- No me preocupo… no me preocupo… ¡COMO QUIERES QUE NO ME PREOCUPE!! ¡ESOS IMBÉCILES NO ME CREYERON!

- Pero que explosivo me has salido hoy, ¿De que imbéciles estamos hablando ahora?

Severus se giró finalmente hacia el rubio, quien frunció el ceño al ver aquella tormenta de emociones reflejadas en las negras orbes, las cuales normalmente estaban apacibles.

Nunca antes había visto aquél cúmulo de sentimientos estallando en su joven amigo.

- ¡ESE ANCIANO DECRÉPITO Y EL IMBÉCIL BIGOTE DE MORSA!

- Ah, Dumbledore y el profesor Slugorn.

Dijo Lucius con suavidad, usando un tono despectivo solo para el director, aún hipnotizado por los sentimientos que afloraban en los negros ojos.

- ¡SE LOS DIJE, SE LOS ASEGURÉ, PERO ELLOS NO ME CREYERON, DICEN QUE MI MADRE FUE ASESINADA POR LADRONES, PERO FUE ÉL, ESTOY SEGURO DE QUE FUE ÉL! ¡POR QUE NADIE PUEDE CREERME??

- Yo te creo.

Severus gruñó y golpeó con ambos puños la pared, Lucius desvió su atención y rápidamente escaneó el suelo con la mirada, descubriendo la varita de su compañero en medio de la alfombra, seguramente por culpa de la explosión, por lo que se apresuró a moverse sobre ella y patearla hacia debajo de la cama.

- No hay nada que puedas hacer… excepto cobrar venganza, quizás.

- Lo mataré… lo mataré… te juro que…

- Si Severus, lo matarás eso es seguro. Pero ahora debes calmarte, no llegarás a ningún lado así, ¿De acuerdo?

Susurró el rubio mientras deslizaba una de sus finas manos por la mejilla derecha del menor, quien se alejó instintivamente.

- No me toques.

- Oh vamos, no me digas que te doy miedo. Necesitas sacar tanto sentimiento de alguna manera, ¿Qué no?

Severus no respondió y ladeó la cabeza, su madre era lo único que le importaba, y en ese preciso instante quería que Lucius se fuera al demonio.

- Yo creo que…

- ¡No me importa lo que creas! ¡Lárgate de una buena vez!

- Sev, te lo repito, cálmate.

- ¡NO ME VOY A CALMAR, ME OYES, ÉL LA MATÓ, LA MATÓ!! ¡NO VOY A CALMARME HASTA HABERLE ARRANCADO LA VIDA A ESE BASTARDO!!

- Sev, cálmate…

- ¡NO, COMO PUEDES PEDIRME QUE… ahh…

De repente y aprovechando la distracción de sus gritos, Lucius se arrojó sobre su compañero de casa, aprisionándolo entre sus brazos.

Severus le observó incrédulo, estaba completamente inmovilizado, su rostro a escasos centímetros del rostro del mayor.

- QUE ESTÁS HACIENDO?

Lucius no respondió, simplemente sonrió, con esa manera arrogante y despreciable que solo él poseía, el chico de cabellos negros comenzó a forcejear.

- SUÉLTAME, SUÉLTAME, AGG…¡QUÍTATEE!!

Chilló el chico con todas las fuerzas de sus pulmones, pero Lucius le tenía bien sujeto. El delegado se sintió realmente satisfecho, si a fuerza física iban, el pequeño Snape no tenía salida. Lo meció un par de veces, haciendo consoladores sonido.

- Shh, tranquilo Sev, relájate, déjame que te consuele.

Aquellas palabras, mas que ayudar parecían alterar mas al muchacho de catorce años, el cual se debatió con furia, especialmente cuando su compañero bajó una de sus manos a la cintura y con la otra le tomó por la nuca, permitiéndole golpearlo para tratar de quitárselo de encima.

- ¡ESTÁ MUERTA, MUERTA!! ¡ESQUE NO LO PUEDES COMP FFFFFGGG!!

Y toda palabra coherente y entendible murió cuando Lucius le besó.

Severus abrió los ojos como platos y su rostro ya de por si colorado se crispó de furia. Apoyó ambas manos en los hombros del que creyera su único amigo y le empujó desesperado, tratando de quitárselo de encima, fracasando estrepitosamente.

No fue sino hasta que Lucius lo decidió que ambos se separaron.

- ¡Ahh! ¡QUE DIABLOS CREES QUE HACES?

- Consolarte, ¿Que mas?

Respondió el rubio como si fuera la cosa mas natural del mundo, para luego recargar el cuerpo petrificado de su amigo contra la pared, rozando su frente con la de él.

- ¿Ha sido tu primer beso?

Las mejillas de Severus se colorearon de un rojo intenso, luego entrecerró sus ojos negros, ciertamente furioso.

- ¡A mi no me vas a meter en tus sucios juegos, acércate y yo…!

Pero no dijo mas, pues acababa de palpar su túnica, descubriendo con horror que su varita no estaba. Miró a Lucius, y este se regocijó al ver el miedo en esos ojos negros.

- No te vas a arrepentir…

Susurró él yéndosele encima, pero Severus, mas pequeño de cuerpo, se lanzó al suelo esquivando que Lucius le atrapara, corriendo hacia la puerta, desafortunadamente, esta no se abrió.

- Está cerrada, Sev, yo me encargué de eso, y de otras cosas…

Dijo el rubio con un tono de orgullo que repugnó al jovencito, el cual se imaginaba que tras haber entrado, su compañero de casa habría lanzado un hechizo de cierre y otro de silencio.

Necesitaba su varita, ¡Y la necesitaba ahora!

Giró el rostro para encarar a su captor, solo para encontrárselo a escasos centímetros suyos.

Las manos de Lucius se cerraron sobre sus hombros con la fuerza de tenazas y lo siguiente que supo Severus es que había sido violentamente lanzado contra la cama, donde rebotó.

- No, no, ¡No te atrevas!

- ¿A que?

Dijo Lucius mientras se posicionaba encima del joven amante de las pociones, sujetándole las muñecas.

- ¿A hacerte disfrutar un rato? Por favor Sev, no seamos ridículos.

- ¡NO ME LLAMES SEV!

Chilló el más joven mientras en un rápido movimiento le clavaba la rodilla en la entrepierna. Los ojos de Lucius se abrieron de golpe y su cuerpo se contrajo al mismo tiempo que soltaba violentamente el aire, soltándole en el acto.

Severus huyó al instante, rebuscando con la mirada su varita entre todas las cosas que había tirado durante su anterior furia, de la que ahora se arrepentía.

- ¡CONDENADO CRIAJO DE MIERDA, VEN PARA ACÁ!

Rugió el rubio doblado de dolor lanzándose sobre Severus, el cual atinó a huir, haciendo que Lucius tropezara y cayera contra una de las camas, donde se golpeó con un montón de libros que estaban esparcidos desordenadamente.

Severus por su parte respiraba agitado, presa del pánico. Estaba más que claro lo que Lucius quería, ¡Y por Merlín que no se la iba a poner fácil!

Sin darse cuenta, ni siquiera recordaba sus anteriores penas, no recordaba el asesinato de su madre, ni la venganza que jurara sobre su padre, ahora solo estaba consiente de que corría peligro, y que necesitaba salvarse a como diera lugar.

Sin embargo, estaba desprovisto de varita, y aquello lo dejó totalmente vulnerable a la ráfaga helada que le pegó de lleno después de que el delegado conjurara el hechizo Impedimenta.

Lucius sonrió cuando observó a su rebelde presa caer al suelo, sin control alguno sobre su cuerpo, que quedó esparcido en la verde alfombra.

- Muy mal, muy mal Sev… si te estuvieras quieto, todo sería mucho mas fácil, ¿Sabías?

Snape le miró con pánico, especialmente cuando el muchacho mayor se acercó y le tomó en sus brazos, recostándolo en una de las camas.

El hechizo perduraba y el jovencito apenas y podía moverse, luchaba desesperado, pero no podía más que sacudirse sin sentido alguno.

Lucius sonrió ampliamente mientras le mordía suavemente el cuello, y el debate de Severus se volvió más violento, por lo que el rubio le aprisionó usando su cuerpo.

- Voy a enseñarte un truco, Sev.

- No… no…

El rubio se mordió los labios al ver como el pequeño Slythering temblaba asustado, y sus ojos negros se llenaban de lágrimas.

- Tus gritos de loco me sacaron de la fiesta… eso no se hace, Sev.

- Lu-Lucius… no… espérate…

- Pero la próxima vez, te voy a llevar conmigo.

Severus tembló, horrorizado.

- ¿Q-qué…?

- Pero primero necesito entrenarte, como ya antes te he dicho, te voy a enseñar un truco.

De trucos no quería saber nada, y como el hechizo remitía poco a poco, Severus trató en vano de liberarse, ganándose solo la risa del mayor.

- Eres muy desesperado, Sev. No puedo llevarte conmigo si me haces quedar mal.

- No… de veras… no por favor…

- ¿Ya ves? Ya dejaste de gritar Sev… tranquilo… te va a gustar… te lo prometo.

- Pero... pero…

- Shh… tranquilo… me tienes aquí para enseñarte, ¿Que no?

Severus tragó saliva totalmente asustado, Lucius sonrió mientras volvía a señalarle con la varita, repitiendo el hechizo que habría de mantenerle quieto.

El jovencito emitió un apenas audible sonido de frustración al ver revertidos todos sus esfuerzos por escapar.

Lucius por su parte, acomodó ambas piernas de Severus alrededor de su cadera, y el pánico fue reemplazado por el terror en aquellos bellos ojos oscuros.

- A ver, ¿Como es posible que estés temblando?

- E-esque… yo nunca.

- Ya se que tu nunca, Sev, si lo hubieras echo antes no me necesitarías.

Y el Slythering enrojeció, ganándose una sonrisa de su actual dueño.

- Yo, bueno…

- ¿Miedo?

Severus le miró, si, estaba asustado, y tal vez siendo bueno podría evitar que volvieran a hechizarlo, si lograba recuperar la movilidad de su cuerpo, podría escapar.

- Eres un Slythering, tener miedo en este instante sería una vergüenza.

- Lo siento.

- Tampoco digas eso, los Slytherings no debemos sentir culpa de nada.

Terminando de haber dicho eso, Lucius atrapó una de las manos de Severus y lamió sus dedos lentamente, haciéndolo temblar por razones que aún no era capaz de comprender.

- Se hace despacio, ¿De acuerdo? Y la cadera… suave, ¿Si? Una con la otra… así… ¿Lo ves? Me voy a callar para mostrarte como se hace, pon atención.

Severus se quedó quieto, y sus ojos se cerraron involuntariamente, incapaz de moverse no le quedó otra que sucumbir a los deseos del mayor, el cual le arrastró por el desconocido torrente del placer físico.

Demasiado tarde, el joven de cabellos negros se dio cuenta de que había comenzado a gemir suavemente, al compás de los movimientos que Lucius efectuaba.

Aquello lo horrorizó aún más, especialmente al darse cuenta de lo mucho que parecía estar disfrutando el encuentro su compañero rubio, a juzgar por lo que sentía contra su entrepierna.

Y aquél descubrimiento vino con uno aún peor… y este era que no solo Lucius parecía estar disfrutando.

Severus se olvidó de todo, el dolor de la pérdida sufrida lo abandonó para que su mente comenzara a perderse en un blanco absoluto, ni siquiera se enteró de cuando fue que pudo mover su cuerpo libremente, si el hechizo había terminado o Lucius le había liberado, no importó, extrayendo un poco de conciencia de su estado de embriaguez, descubrió sus brazos alrededor de la espalda de su… ¿Amigo? ¿Compañero?

Un gemido profundo brotó de las gargantas de ambos.

Maestro…

Severus supo entonces que el dolor se había ido, que mañana lloraría por su madre y un día asesinaría a su padre, todo lo supo al instante, pero se permitió olvidarlo, se permitió dejar eso aparte para poner toda su atención en abrazar el cuello de Lucius y perder sus dedos entre las hebras doradas.

Lucius sonrió brevemente y tanteó el suelo con dificultad, rozando apenas la varita de Severus, la cual alcanzó a tomar firmemente con no poco esfuerzo.

- Toma.

Susurró Lucius mientras le quitaba un brazo de alrededor de su cuello para poder colocarle el mágico instrumento entre los dedos.

- Para quitarme de encima tuyo, vas a tener que maldecirme… hazlo.

Severus aferró su varita entre sus dedos, extendió su brazo hacia arriba para apuntar mejor, y finalmente cerró los ojos, usando sus piernas como punto de apoyo para poder rozarse contra Lucius.

El rubio se sintió satisfecho y capturó los labios de su nuevo alumno, quien se dejó llevar, cual inocente y estúpido cordero tentado a una falsa esperanza.

Los dedos del joven Snape se abrieron, y no hizo nada por evitar que su varita cayera al suelo.

TBC…


Hola!!

He aquí mi nueva creación. Para los que piensen que Severus y Lucius se van a enamorar, la respuesta es un rotundo NO, de acuerdo? No se preocupen por ello, espero les gustara este primer capítulo, o por lo menos no les desilusionara, Nos veremos en el siguiente, que espero les agrade!!

Lady Grayson