[[Este fic participa en el Reto Anual La Agenda del Señor Tenebroso del forum el Mapa del Mortífago.]]
Disclaimer: los personajes pertenecen a J. K. Rowling y sus respectivos dueños, yo solo los tomo un rato para compartirles la historia que inventé; esta humilde historia no pretende criticar/humillar/menospreciar a nadie en particular. La cual, cabe agregar, es un regalo de cumpleaños para una chica a la que, si bien no conozco mucho, se la debo por haber escrito un regalo tan maravilloso para mí algún tiempo atrás.
Duhkha: no nos conocemos demasiado, pero me gustaría regalarte esto, como muestra de agradecimiento por lo que escribiste para mí hace un tiempo atrás. Además, en lo poco que te conozco, me he dado cuenta de que eres una persona súper creativa, agradable y muy alegre, que me ha agradado desde el primer momento que tuve contacto con ella. Por eso espero que te guste, y sobretodo que pases un muy feliz cumpleaños, en compañía de la gente que quieres y que te quiere.
•Este es un regalo para Duhkha "La dramionera fiel"•
Sirius Black disfrutaba del enésimo trago de whisky de fuego, aprovechando que en ese momento nadie se encontraba en la casa, siendo él el único ser humano en ella. Había dejado de contar las copas después de la quinta, y al poco tiempo había llegado a la conclusión de que era mejor mandarlo todo a la mierda (incluyendo las copas) y bebía directamente de la botella cada que le apetecía. Si bien dicen que el alcohol no soluciona ningún problema, cuanto menos le estaba ayudando a olvidarse por medio segundo de la realidad.
—El amo Sirius está borracho otra vez —murmuró una voz pastosa proveniente de la puerta de la cocina—. ¿Qué diría mi ama si lo viera así? ¡Oh, mi pobre ama! El traidor vuelve a su casa y piensa profanarla metiendo hijos de muggles, traidores a la sangre, licántropos, ladrones y quién sabe cuánta chusma más!
El hombre volvió a beber otra vez, intentando no prestar atención a el elfo doméstico que acababa de interrumpir sus pensamientos. Sentía el alcohol quemándole el esófago de una manera satisfactoria y seductora a la vez, que hacía que deseara más de ella cada vez que la sensación pasaba.
—El amo está solo y amargado —siguió balbuceando Kreacher más para sí que para su amo—. Y con el corazón roto, si este pobre elfo puede agregar. ¡Lo que diría mi ama si lo viera así! Si hubiera seguido sus consejos que ella (como la generosa madre que fue) le dio, el amo Sirius no estaría así...
—Cállate —le espetó Sirius golpeando la mesa con el puño—. Además Kreacher, mi madre era una perra; esa señora no merece el título de "madre generosa".
—Si así lo pide el amo, Kreacher guardará silencio, cómo no —Consintió el elfo—. Pero Kreacher sabe que El Traidor de la familia Black lo manda callar sólo por decir la verdad. Y todavía se atreve a indultar a mi ama ¡oh, mi pobre ama!
—Te lo digo por última vez, Kreacher: si no guardas silencio, yo...
—El amo quiere que Kreacher guarde silencio —murmuró el silenciado—. Así como él guardó silencio durante todos estos años, acerca de lo que él y el licántropo hicieron cuando eran jóvenes. Oh, sólo Kreacher sabe lo que ellos dos hicieron, el amo Regulus se lo confió a su buen elfo...
—¿A qué te refieres? —Preguntó Sirius entornando la vista, pero a la vez sintiendo como su un cubito de hielo resbalara por su garganta.
—Kreacher se refiere a cuando el amo Sirius y el licántropo tenían dieciceis años, uno más que mi estimadísimo Regulus. Ocurrió un tiempo antes de que el desdichado al que ahora Kreacher debe servir se fuera de la casa, dejando a mi pobre ama triste y destrozada. ¡Oh, mi ama! ¡Tan hermosa y generosa! ¡Qué le hizo...!
—¡No te vayas por las ramas! —Ordenó Sirius, que se sentía sorprendido por todos esos detalles: nunca pensó que nadie supiera absolutamente nada de todo aquello—. Dime todo cuanto sepas, Kreacher.
—El amo Regulus lo supo todo desde que pasó —confesó el elfo, tirando de una esquina de su raído y sucio taparrabos—, cuando regresaba de la biblioteca a altas horas de la noche, vio la manera en que la pandilla de Potter (de entre ellos el Traidor y el Hombre Lobo) salía, rompiendo todas las reglas que había en el colegio para ese entonces —Kreacher bajó la voz, como si alguien más pudiera oírlo—. Después, al querer enviarle una lechuza a mi ama, para contarle que le preocupaba el comportamiento de su hermano, gran sorpresa se llevó al ir a la lechucería. En la torre de astronomía, encontró dos cuerpos desnudos (con señales de haber hecho cosas impuras), ebrios, y durmiendo plácidamente abrazados. —Había comenzado a morderse la lengua al hablar, como si no supiera cuánto más contar—. Mi buen y abnegado amo pensó en decírselo a sus padres, pero supo que mi ama nunca podría resistirlo, y decidió guardarlo, en favor al hermano que nunca lo valoró.
La desangelada cocina permaneció en un silencio sepulcral durante un buen rato, sólo roto por los sonidos de criaturas (como ratas o plagas mágicas) que hacían de las suyas en el resto de la casa. Sirius razonaba todo lo que acababa de oír; ¿su hermano, el egoísta, el Slytherin, hijo pródigo de su madre, había hechi algo po él y nunca se lo había dicho? No sabia qué ela lo más difícil de asimilar: el hecho de que su hermano estaba al tanto de uno de sus más escondidos secretos, o el hecho de que Regulus se había llevado ese secreto a la tumba.
—Maldito hijo de mi madre —murmuró Sirius, molesto.
—El amo desquita contra el amo Regulus la ira que siente contra sí mismo por haber sido tan infantil —comenzó a rumiar Kreacher, regresando a su tono monótono y aburrido—, y perder el amor del loco mitad lobo. ¡Qué diría mi ama de saberlo! Su hijo mayor, el más anhelado, con todas las espectativas sobre él desde antes de nacer ¡ser un hombre que gusta de otros hombres! ¿Qué pensaría mi gran amo Orion de saberlo? Al saber que uno de sus hijos es un maldito homo...
—¡LAAARGO! —Recriminó Sirius, señalando con su dedo índice las polvorientas escaleras que se veían en la distancia. Permaneció con la respiración entrecortada, dejando caer l cabeza sobre la reluciente mesa de la cocina.
Mañana llegaria Dumbledore y convertiría la antigua casa de su familia, el el oficial Cuartel General de la Orden del Fénix. El lugar de sus recuerdos de la infancia, y una adolescencia llena de estereotipos y desprecios cuando su familia se enteró de que él no era como ellos. Todos verían lo que era su pasado, y lo convertirían en su presente; ¿harían que se convirtiera también en su futuro?
Al día siguiente, un puñado de personas se concentraban en el recibidor de la Casa de los Black. Los señores Weasley, Dumbledore, Remus Lupin, un puñado de aurores y algunos antiguos miembros de la Orden que recordaba solamente de vista.
—Que casa tan... acogedora —comentó Arthur Weasley, en un intento de aminorar la presión que se había formado en el ambiente.
—Más que acogedora —dijo Dumbledore—, es segura, Arthur.
—Habrá que terminar de hacer la inspección ¿no creen? —Habló la voz grave y pausada de Kingsley Shaklebolt.
—Pasen, es toda suya —ofreció educadamente Sirius.
Las personas que se encontraban en el lúgubre vestíbulo avanzaron, murmurando palabras inteligibles y mirando con precaución a todos los rincones que había a su alrededor, menos dos hombres, que permanecieron en el polvoriento recibidor.
—¿Qué tal te sienta volver aquí? —Preguntó Remus tratando de solidarizarse con su amigo.
—Creo que hubiera preferido volver a Askaban —contestó Sirius.
—Vamos arriba, tal vez necesiten más información.
Ambos se acercaron, simplemente por el hecho de caminar más de cerca, como lo haría cualquier par de personas cercanas como lo eran ellos dos. Con lo que no contaban era con el hecho de que el polvoriento suelo fuera a hacerlos resbalar estrepitosamente, y quedar tirados en él, uno al lado del otro.
Remus con la respiración entrecortada sobre el pecho de Sirius, lo miró a los ojos. Ambos lo recordaban: dieciséis años, misma pose, mismas personas, diferente lugar. No era más que un secreto guardado bajo llave en el fondo del corazón, que sólo sabían ellos dos. "Nosotros" pensó Sirius "y el estupido de mi hermano" mientras se levantaba, incómodo.
