Hola a todos, no sé si llamar a este fanfic, Grimdark o no, puesto que lo parece, pero a la vez no... Sera más diferente al resto, la historia fue originalmente basada desde el capítulo cuando Fluttershy utiliza la mirada con los animales, eh tomado mucho tiempo, pero, después de hacer un principio y fin, lo logre... Disfrútenlo.


La noche se decoró de una gran llama blanca que lanzaba ráfagas de luz a su alrededor, brillaba con lujuria, mientras sementales y yeguas observaban excitados la conmovedora escena. Pasaban de las cuatro de la mañana, el castillo real donde hospedaba Celestia y su hermana "Luna," se encontraban cinco científicos, trabajando en el sótano del castillo, en él se localizaba la fuente de luz proveniente a un quinqué de aceite aparente a los setentas encima de una mesa sucia, que alumbraba muy poco del sótano, pero con la luz suficiente para notar todo el lugar.

El sótano era un completo cuchitril, lleno de objetos filosos, mesas con sangre seca que apenas se notaban en las grietas, papel esparcido por todas partes, periódicos viejos acumulados en una esquina, una maquina extraña, con forma redonda, llevaba una punta afilada en medio, pintada de gris opaco. Y camillas salpicadas de sangre, quedaba perfecto para hacer una película de terror, dejaba el lugar áspero y somnoliento, el piso de concreto dejaba un olor a repugnancia por la sangre emanando un espantoso olor lo suficientemente fuerte para dejar sin olfato a cualquiera, las paredes estaban desgastadas y una que otra parte de ella, llena de moho u otro tipo de suciedad, como tierra, sin ninguna sola ventana, todo el ambiente se encontraba de manera congelada, el sótano no incluía ningún tipo de calefacción por lo que dejaba esa sensación de escalofríos a cualquiera que entrara sin ropa. Todos ellos vestían de su singular bata blanca, anteojos protectores, y su apenas notable pelo desordenado.

–¿Aun nada? –pregunto uno de ellos, mientras se levantaba las gafas hasta sus orejas.

–No, no sabemos cómo podríamos hacer que los ojos aun vivan. Sería un asesinato en primer grado si lo intentáramos –contesto un científico quitándose las gafas y colocándolas en una polvorienta silla.

Los dos científicos con los ojos descubiertos arquearon el entrecejo.

–Y si lo intentamos, ¿con un cadáver? –comento uno de ellos.

–Sus ojos estarán muertos, lo que queremos intentar es que queden vivos, no muertos –repuso al lado suyo.

–Imposible, es casi escasa la posibilidad.

–No si lo intentamos con magia –comento un científico mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa diabólica.

Perchen, (Uno de los científicos,) soltó una carcajada. Los otros tres científicos dejaron sus gafas en la silla y siguieron a paso lento hacía la salida, uno de ellos tomo una bolsa con su magia. Subieron una angosta escalera que dejaba al pisarla un rechinido abrumador. Salieron del sótano y se dirigieron hacía la sala principal del castillo, donde era custodiada por dos guardias reales. Sacaron de la bolsa dos palas oxidadas, las levitaron y con ellas hicieron ruido azotándolas en la pared para intentar llamar la atención de los dos guardias que seguían manteniendo pulso firme y sin quitar la mirada de enfrente. Hicieron aún más ruido con las palas, hasta que uno de ellos, volteo. Rápidamente se escondieron detrás de la puerta, el guardia sin pensarlo dos veces se acercó, mientras mantenía la típica cara de duda levantando una ceja. Al tocar el mango de la puerta fue terriblemente golpeado por una de las palas levitadas. Lo habían dejado inconsciente, y el otro guardia volteo la mirada, noto al otro guardia desmallado cercas de la puerta, por lo cual se acercó trotando hacia él, igual como al otro guardia fue terriblemente dañado por la otra pala. Los dos científicos dejaron las palas en la bolsa y con su magia levitaron a los dos guardias.

Llegaron al sótano mientras los otros dos científicos esperaban impacientemente.

–¿Qué ha pasado? ¿Los han visto? –pregunto exaltado uno de ellos, mientras todavía miraba su reloj en su casco derecho.

–No, no nos han visto, hemos traído los dos guardias para empezar con el experimento.

La cara de Erren, (Científico que esperaba,) que por un momento se mantenía serio, cambio repentinamente por una de alegría que llegaba de oreja a oreja.

–Bien hecho, ahora colóquenlos por ahí –dijo mientras señalaba dos camillas con cuerdas en sus esquinas.

Asintieron con la cabeza y los colocaron acostados en ellas, mientras les amarraban sus cuatro extremidades con las cuerdas, para que quedaran inmóviles a la hora de empezar el experimento, al igual que la cabeza sujetada por una correa de castigo para perro. Notaron como la llama del quinqué se apagaba. Por lo cual volvieron a prenderla con un cerrillo. Después de unos cuantos minutos los dos guardias abrieron lentamente los ojos. Sin siquiera entender lo que pasaba movieron la cabeza, un gran porcentaje de sangre salpicaba de sus gargantas mientras más se movían, se detuvieron de mover y se quedaron inmóviles, mientras aguantaban el dolor apretando los dientes o mordiéndose el labio. Lo único que movían eran sus ojos, viendo solamente el techo que parecía decaerse de suciedad, sintieron náuseas y frio, pero lo aguantaron.

–Acabemos con esto de una vez –exclamo Perchen impaciente–. Mientras, más rápido mejor, así no harán ni un solo ruido.

–Son guardias de la realeza, ¿tú crees que gritaran en plena luz de la noche? –respondió Erren.

El silencio se notó en todo el sótano, mientras los guardias respiraban de forma ahogante. –Bien, empecemos –dijo Perchen, mientras se acercaba levitando un bisturí.

Los dos guardias jamás vieron lo que ocurría a su alrededor, solo veían el techo. Erren levito el bisturí hasta la cara del primer guardia colocado más cerca, el guardia noto de golpe el bisturí levitado por lo que comenzó a agitarse por todos lados, mientras dejaba escurriendo aún más sangre de su garganta. Erren fue rápido y con la punta del bisturí saco el ojo, mientras el guardia aullaba de dolor, era un grito tan espantoso que podía hacer despertar a toda Canterlot.

–Cállenlo –grito Erren hacía los otros científicos mientras miraban asombrados la horripilante escena.

Uno de ellos levito un sucio harapo, colocándoselo en la boca del guardia, lo coloco de manera tan profunda que el trapo parecía desaparecerse, como si se lo hubiera tragado. Erren con su magia levito el ojo lo más fuera posible para no cortar el nervio óptico. Después se acercó una pequeña mesa de fierro oxidado y ahí coloco el ojo aun ensangrentado. El guardia que parecía aun gritar se le decoraron las mejillas de un tono verde, por lo cual dieron a entender que había vomitado, pero por la culpa del harapo no le dejaba expulsarlo, parecía ahogarse con su propio vomito haciendo que este entrara en sus pulmones, o eso él pensaba. No le quitaron el harapo y continuaron de forma rápida el último paso; Cortar el Nervio Óptico y con la magia de los científicos intentar que el ojo aun viera. Erren a sangre fría corto el Nervio, después los científicos hicieron el último paso. De su cuerno se notaba ese resplandor de diferentes colores alumbrar aún más todo el sótano, apuntaron toda esa magia hacia el ojo y con ella la esparcieron alrededor de él. Después todo se llenó de un silencio, mientras Erren miraba fijamente el ojo esperando algún movimiento de la pupila. La pupila fijo la mirada hacía Erren, el por su parte dejo una sonrisa enorme y volteo hacía sus compañeros.

–Lo hemos logrado, el ojo vive, ahora quítenle el trapo.

Los científicos asintieron y con su magia quitaron el sucio harapo del guardia ya casi mortecino, soltó el poco de vomito que le quedaba, cayendo sobre su cara, al igual que comenzaba a toser, con la esclerótica de su único ojo conectada a su cara en un tono rojo sangre. Su orificio en el ojo sacado era enorme, los científicos le colocaron una venda y le quitaron la correa, dando la libertad de poder ver a su alrededor, sin embargo, la garganta suya se encontraba casi abierta. –Ya saben que hacer –dijo Erren con una sonrisa nefasta.

Los científicos sacaron con su magia un cofre de porcelana, mientras al mismo tiempo lo habrían. De él sacaron una aguja diminuta e hilo para coser. El guardia intento tragar saliva sin pensar en las circunstancias que se encontraba su garganta. Le cosieron la garganta, la cara del guardia dejaba una de un dolor inmenso y casi para gritar como un demonio. Su cara se encontraba sucia y por más que fuera el olor le dejaba con nauseas. El otro guardia aun inmóvil y con la mirada hacia el techo, solo podía imaginar cómo se encontraba el otro guardia.

El olor repugnante no dejo de olerse, empeoro. Después de coser la herida se retiraron y salieron del sótano sin ni siquiera decir alguna palabra. Parten intento moverse hacia un lado, sin tener éxito, acerco su boca hacia su casco, estaba prácticamente pegado hacia su cara, por lo cual no tuvo complicaciones a la hora de morder la soga para desatarse, después de unos breves minutos la cuerda cayo, con su casco denudo las demás cuerdas, que por si fuera poco estaban ocasionalmente bien apretadas, su casco se puso de color rojo suave en forma horizontal por la cuerda, una vez desato todas las demás intento hablar pero la garganta le seguía doliendo y le dejaba la voz seca, por lo que se le dificultaba a la hora de hablar, en vez de hacer otro esfuerzo para hablar, volteo la mirada hacia Torren, que seguía observando el tenebroso techo, que al verlo, por las grietas dibujaban siluetas, como si estas bailaran. Parten quito de la correa de su amigo y le desato las sogas.

Torren se levantó con una mirada oblicua, mientras reconciliaba lo que había ocurrido. Parten por la herida no pudo hablar, pero le señalaba hacia la puerta, en forma de irse. Torren no parecía entender ni una sola seña, su cara en duda le delataba. Torren se levantó de la camilla y se colocó en cuatro patas. No tardó mucho en darse cuenta de su gran sutura en la garganta, por lo cual arqueo el entrecejo de manera preocupante.

–¿Estas bien? –pregunto–. ¿Y que es todo esto?

Parten se quedó callado, el dolor punzante ardiente en su garganta le dejaba sediento.

No paso mucho tiempo entre platicas, el quinqué se estaba apagando, Torren intento buscar desesperadamente algún encendedor o algo similar, no tuvo éxito y se acercó a la puerta de salida subiendo las angostas escaleras. La puerta estaba completamente cerrada, bajo, y se acercó hacia Parten que seguía en la misma posición de antes, parecía inmovilizado, en ningún momento parpadeo o movió los labios, el frio del áspero lugar comenzó a dar su efecto, pasaron por una larga ráfaga de viento seco, aun sin contar con ninguna ventana, escuchaban el sonido que hacia el viento resoplando como si este silbara.

El quinqué seguía apagándose lentamente, a Torren se le ocurrió una idea, era arriesgada, pero solo de esa forma no sufrirían de tanto frio y oscuridad, estaba hecho. Con su pezuña Torren dejo caer el quinqué en donde se encontraba la pila de periódicos viejos que aun polvoreaban. El incendio se proclamó de forma rápida, iluminando completamente el sótano, el frio comenzó a cesar lentamente, el calor comenzó a hacer flamear como una hoguera, brillosa y llamante, Torren se colocó lo más que pudo hacia el fuego evitando quemarse, volteo la mirada hacia Parten, que seguía todavía en la misma posición, mirando en un punto fijo en la nada, pensando solamente, petrificado tal vez, pero aun viviendo, su respiración leve pero repentina le dejaba claro que seguía con vida, o al menos por ahora.

Torren se acercó hacia Parten, le tomo de un casco y lo acerco a la todavía flameante llama que podía alcanzar los dos metros de altura sin problemas, Torren observaba como los periódicos se hacían cenizas, sabía que el fuego no dudaría para siempre, por lo cual tendría que encontrar algo para colocar. En ese momento no quería ni siquiera respirar, el sucio olor del ambiente le hacía tapar su nariz con sus dos cascos, en especial con su amigo que seguía con la cara repleta de vomito verde, y la sangre que hacía ver la venda colocada en su ojo. Para el no parecía inmutarse, pero la peste se acumuló en un solo rincón.

Pasaron diez minutos desde que los científicos salieron, aun perdiendo la noción del tiempo seguían esperando alguna señal o pista para salir del repugnante lugar, que dejaba con un mal sabor de boca a cualquiera. No sabían si era de noche o día, y eso ya no les importaba, el fuego seguía sacando esas pequeñas ráfagas luminosas alrededor suyo. Habían colocado un par de cosas en él; Harapos, pupitres, etc. Miraban fijamente como el fuego sacaba esporas de satisfacción y calefacción, en el comenzaron a visualizar siluetas bailando en su campo fuera de vista, volteando la mirada hacia ellos para ver si eran de verdad; No lo eran.

El día en el que el nefasto sol arraso caminos, senderos, lagos y prados, se sentía como una gran corriente de aire hacia levantar el pelo y melena del semental parado justo en la cima de aquella colina pavimentada, entonces él sonrió. Eso fue lo primero que recordó Torren ante se ser elegido como guarda en el castillo real.

Parten recordó su doceavo cumpleaños, cuando su madre estaba a punto de preparar el pastel, él se encontraba feliz y saltando por doquier, hasta darse cuenta que el pastel, "Jamás llego." La felicidad le golpeo a puño limpio. Y de ahí su seriedad se hizo parte de él, después del trágico accidente de paro cardiaco Parten fue llevado a un pequeño orfanato, después de un mes y medio en ese lugar catastrófico, fue adoptado por una familia inglesa, de ahí fue criado hasta cumplir los veinte. Donde hizo una entrevista con la princesa del sol, poco tiempo después, recibió una carta de Canterlot, con su nombre en el sobre, impacientemente lo abrió con las manos y leyó de él. Una lagrima recorrió lentamente su mejilla izquierda al enterarse de la gran noticia, puesto había sido aceptado a ser parte de la guardia real del castillo. El primer día era como todos; Con ansiedad y nerviosismo. Hasta conocer a Torren en la merienda, mientras charlaban compartiendo historias mutuamente.

Esos recuerdos lo sacaron de su trance y volteo la mirada recordando donde se encontraba. Torren se había caído por el sueño, dormía en el sucio y frio suelo, con ronquidos leves apenas audibles. El fuego seguía iluminando, justo parecía extinguirse, pero la luz del exterior le aclaro la mente, cerro el parpado con tanta luz salir de la puerta abierta. Agacho la mirada y abrió el ojo, noto la sombra de un semental parado en medio, levanto la mirada con cautela y noto a uno de los científicos, con piel blanca como la nieve, pelo rizado rubio y gafas negras, que parecían brillar con un tono blanco entremedio. Sus orejas cayeron, contemplado el semental parado en la cima de la escalera y con una mirada escalofriante, que dejaba ver lo contrario a bondad. Bajo las escaleras soltando ese chirrido horrible de la madera desgastada. Parten se sorprendió al notar la gran mirada del científico hacia él con sus ojos abiertos a su mayor capacidad.

–¿Quién eres? –pregunto el científico exaltado mientras arqueaba el entrecejo.

Parten, no respondió, y no podía, pero levanto la mirada hacia el techo para que el científico pudiera notar su sutura en la garganta.

–Dios mío, ¿Qué te ha pasado? Ven, acompáñame.

Parten despertó a Torren sacudiéndolo, el solo se quejaba con sonidos de boca que eran completamente molestos. Un pequeño ratón salió de uno de los escombros acumulados en el sótano, chillando mientras se dirigía hacia la penumbra. Torren despertó de golpe, se levantó y se puso en cuatro patas. Después de que el científico volvió a repetir la palabra, le siguieron a paso de caracol, mientras todavía subían las escaleras. Al salir y respirar aire fresco una sonrisa se deslumbro en sus pálidos rostros, en específico Parten que había perdido por lo mucho medio litro de sangre debido a la cortada de la garganta y el ojo, que los científicos se habían llevado a quien sabe dónde.

Siguieron a paso lento por un largo pasillo, al final de este, se encontraban dos puertas juntas de un gran tamaño hechas de lo que parecía ser oro. Parten se encontraba detrás del semental de gafas negras, por lo cual le impedía la vista hacia enfrente, levanto el cuello para visualizar mejor, noto a dos pares de guardias escoltando la puerta de oro, con la mirada firme, y que parecían no tener ni una sola emoción. El científico de gafas levanto un casco en señal a que los dos se detuvieran, luego se acercó a los dos guardias mientras planteaban una plática. Después de unos minutos los dos guardias asintieron con la cabeza al mismo tiempo y abrieron la puerta. Un gran resplandor blanco ilumino aún más el pasillo. Se trataba de la princesa Celestia, cuya habilidad especial era levantar el sol, al igual que era una obligación, rápidamente Torren y Parten se inclinaron haciendo una reverencia.

–Tranquilos, es solo un holograma –comento el semental de gafas con una pequeña sonrisa en burla que trataba de ocultar.

Era cierto, era un holograma proyectado por otro semental de piel café, vestido de bata blanca y pelo revuelto como pasto de color miel.

–Ah, les queríamos enseñar nuestra más reciente creación, bueno, es solo un plano, aún nos falta recaudar bits para construirlo, pero serán las primeras personas en contemplarlo –dijo el semental de bata sacando un plano de su bolsillo–. Es un robot, por el momento no tendrá ni un solo ojo, en esta parte se colocarán los dos ojos para que pueda ver, esta será su carga de batería donde será recargada por magia de unicornios, solo sería eso, no es nada complicado de entender.

El robot del plano erizaba la piel a Parten. Era una gran pieza metálica con ruedas en lo más abajo para poder caminar, el torso del robot era como un circulo, donde en medio se encontraba una pequeña compuerta, donde el científico había explicado se encontraba la batería, más arriba se encontraban los dos orificios de color negro, donde se colocaban los ojos, la idea era escalofriante.

–Solo haría falta recaudar el dinero para construirlo, y después solo colocaremos los ojos, para que aún puedan ver en el robot, así el podrá tener el control de los ojos y no de quien se los quitaremos –dijo el científico con una sonrisa de oreja a oreja.

Parten sabia porque ahora no podía ver con su ojo, se lo habían quitado y además no podía ver con él, aunque el ojo seguía viendo ¿Pero por quién?

–Pero, ¿A quién le van a quitar los ojos para ponerlos en una maquina? –pregunto Torren extrañado.

–Es simple, los ojos que quitaremos y pondremos a este robot será nada menos y nada más que…

"Fluttershy…"


Créanme en el siguiente capítulo se resolverán las dudas de porque tenía que ser exactamente Fluttershy, mientras tanto esperen por la siguiente parte... ¿Por qué Fluttershy? ¿Se llevara a cabo la creación del robot? Descrúbanlo el siguiente lunes...