CAPÍTULO I

Vertiente oscuridad cruzando la vida, llevando el aire impregnado a melancolía, a dolor... Y la mente se confunde, percibe, recita y muere en medio de aquellos que parecen diáfanas realidades. Traspasa tu oval imagen tardía a ese mundo imperfecto, crea y recrea mi visión dime los sueños que tienes y yo los haré realidad... solo recita este poema y mitiga el dolor de esa pena que el alma arrastra. Distorsión del pensamiento que perdido en esa infinita oscuridad se sacude ante esas fuerzas extrañas que pretenden controlarlo. Sueña, crea, vive sin morir ¿son solo estas imágenes tu pensar o la realidad?

Sintió el viento nocturno colándose por la ventana. Se levantó con su mirada perturbada por las horas de desvelo. Cerró la ventana que con ruido retumbante se resistía a ceder terreno a aquella dulce mano. Se sentó en la esquina de la cama contemplando la silueta que dormía en el lado derecho de la cama. Contempló con nerviosismo la habitación y sintió el impulso de ir a verificar la salud del bebé que dormía en la otra habitación. Era un mal presentimiento que embargado en su profunda alma le sacudía fuertemente. Sus cabellos ondulados que caían sobre sus hombros se agitaron lentamente ante la imperceptible corriente que se escurría por la ventana de la habitación a la que acababa de entrar. Cerró sigilosamente la ventana. Miró por entre las sábanas que cubrían la cuna para cerciorarse que su primogénito estuviese bajo el encanto del paraíso de los sueños.

"Arael" le llamó el viento y por un instinto volteó a donde provenía la voz. No hay nadie, se observa en el espejo es extraño que tenga veinticinco años y su reflejo le dé dieciocho... es tan extraño saber que detrás de aquella puerta existe una criatura que es sangre de su sangre. Sonríe pensando que tal vez ésta no sea su vida.

Regresa y se recuesta, observa el pelo rubio de su compañero. Hace calor y la sábana apenas le cubre medio cuerpo saliendo parte de la pierna por la orilla. Recordó las bellas tardes de otoño en París... los paseos, sus frases sueltas en francés que no sólo repetía con el acento de un nativo parisiense sino sus formas de besarla 'A la francesa' como ella misma le había llamado. Cerró los ojos y en un parpadeo el espeluznante sol se ensaña con ella. Mira fielmente el lado vacío donde apenas anoche dormía su amante; recoge su cabellera aguamarina en una coleta y se encamina a la habitación del bebé. Aún duerme. Toma su lápiz y comienza a realizar trazos indefinidos de lo que será el boceto de su próxima pintura.

Cae la noche, el calor sigue entrando por sus poros haciéndola transpirar fuertemente, prepara la ducha y oye una voz en la sala que pareciera estar cantando alguna melodía cubana. Sale desnuda y escucha detrás de la pared con el cabello escurriendo, fija sus bellos ojos azules en la figura débil de la mujer que con sacudidor en mano se pasea por su casa como si fuese la dueña y señora. Frunció el ceño, había algo terrorífico en aquel rostro, esa maraña de cabellos que intentaba mantener a raya de sus ojos oscuros por medio de un broche. Tomó sus bocetos y se encerró con llave en la alcoba del bebé. Tenía miedo, estaba sola, y atrapada en aquella casa enorme.

Camina a lo largo de la calle del vecindario, apretando su carpeta contra su cuerpo haciéndose miles de preguntas y evitando recorrer calles transitadas donde cualquier persona pudiese dirigirle la palabra. Sonidos, voces, silencio... solo eso silencio

"¡Buenas tardes señorita Kaioh!" Grita un hombre detrás de la cerca. Ella asiste baja su mirada y apresura el paso. No ha corrido con suerte.

Y el reloj comienza a emitir su horrible chirrido marcando la hora de levantarse. Con la mano izquierda Michiru le dio fin a tan escandaloso sonido. Se sentía muy perturbada, echó la cabeza hacia atrás y con sobresalto se dio cuenta que su pareja no estaba... la cama seguía tendida...

"Qué día es?" Observó el techo aturdida. Aún vestía la ropa con la que había salido en la tarde. Su preocupación ahora se turbó por el bebé, no había ido a alimentarlo durante la noche. Entonces corrió a la habitación contigua cerrando con llave detrás de sí.

Dormía, el calor la sacude despertándola con brusquedad, toma su bata de noche y desciende a la cocina, abre el refrigerador y por su mente cruza la idea más extraordinaria que ha tenido en meses, toma su carboncillo y en la pared desnuda traza algunas líneas deformes que pronto cobrar hilaridad. 'La muerte se pinta de rojo' escribe debajo de aquel dibujo perfecto, es sin duda parte de sus pensamientos. Quita el cuadro que cubre la otra pared y vuelve a iniciar trazos. 'Sinfonía de una marea' escribe con malos trazos. Completa el sombreado, borra líneas, perfecciona trazos y pasan cuatro horas desde que bajó algo le sacude el espíritu observa una imagen que detrás del cristal le desea, le llama y la aterra. Intrusos. Coloca de nuevo el cuadro en su sitio, toma un cuchillo de la cocina y abre la puerta. No hay nadie. Está confundida. Sube a la alcoba por un extraño motivo a olvidado devolver al cajón el cuchillo. Siente que el pánico le acecha, entra presurosa y con llave cierra la puerta. Su amante duerme, la observa con fijeza el sudor corre por su rostro en un suave desliz, está profundamente dormida tendida boca abajo y parte de su cabello rubio le cubre el rostro; con el dedo retira lentamente los mechones rebeldes para darse cuenta que quien duerme ahí no es Haruka. Grita.

Silencio.

Silencio. Sin piedad clava aquel cuchillo en la espalda del intruso que ha usurpado el lugar de su amante. Una vez, dos... tres... la sangre salpicando su rostro... cuatro... seis, el humano gime, se retuerce y su sangre brota a borbote manchando su bata azul claro, manchando sus manos. Sin piedad lo degolla y la escena le parece tan familiar: Un cuerpo ensangrentado ocupando un lugar que no le pertenece en aquella fría cama, una sábana teñida del color de la sangre, empapada en el mismo sudor, la lámpara de noche tirada en medio de la habitación que enciende y apaga como si fuera presa del terror. Sí, la escena le es familiar, como si en algún sueño lejano la hubiese vivido: ese corte profundo que casi ha logrado separar la cabeza del tronco del cuerpo. Siente un brote de sangre que escurre por su cuello, su mejilla ha sido cortada. De su brazo derecho emana también sangre. Suelta el cuchillo y aterrada grita. Esa escena la ha vivido antes... la vivió cuando asesinó a Haruka Tenoh sin piedad, ella Michiru Kaioh mató a su amante... mató a quien más amaba sin una razón, hasta tal vez por error.

Corre al baño y enjuaga el cuchillo como lo hizo en su primer asesinato. Rasga sus prendas y cierra con llave la habitación del bebé. En el proceso por cubrir su crimen y pasar como víctima en lugar de asesina, fallan sus intentos por recordar el nombre de a quien acaba de asesinar. Regresa al baño, el cuchillo se ha transformado en un feroz puñal. Silencio. El sudor empapa su cabello.

"Asesina" mascullan perversamente los cuadros que ella misma ha creado

"Yo la maté" se ve al espejo. Debe ser una pesadilla. Debe serlo, pero el sueño no cesa "Yo los maté" y entre más se lava las manos más se llena de la sangre de esas almas inocentes.

Trata de pensar, trata de por algún medio adivinar dónde se encuentra. Hace frío y el cuello alto de su elegante vestido le hace sentirse tan incómoda que más de una vez por su cabeza ha pasado la idea de desnudarse camina por los pasillos de su casa, ahora se siente tranquila, está segura. No, no es así, se olvidó de nuevo de darle de comer a su bebé... lo más preocupante es saber que lleva horas sin oírlo llorar ¿Acaso le importa? No. Debe probarse aún varios vestidos ¿Qué debe lucir esta noche? Al verse en el espejo se sorprendió de la frialdad de sus ojos, la manera tan fácil con la que mentía y engañaba a cuanto ser humano se le cruzaba en su camino. Sonrió, su último cuadro había tenido una abrumadora aceptación, elogiado por los críticos y valuado en millones de dólares. 'Ojos Rojos'Ahora necesitaba concentrarse, su cabeza se volvía loca enrueda en la misma tonada que desde la noche anterior se le había venido a la mente 'Canto de un ayer' la había titulado

"Michiru, llegó la limosina" oyó una voz familiar que le gritaba. Cesó su composición y volvió a admirarse en el espejo. Seguramente sería la mujer más bella de la noche, tomó su bolso y salió de la habitación pasó por enfrente de la alcoba del bebé... ¿Cómo le llamaba? Si, ya lo recordaba: Haruka, en honor a su difunto padre. Rió angelicalmente como ríe un ángel perverso y pensó que no le vendría mal tener otro hijo. Abrió la puerta y el hedor a muerte le hizo retroceder aquella sensación la había percibido ya antes, aquel extraño ángel se posaba sobre su posesión más valiosa. Sus ojos se abrieron desmesuradamente al contemplar el fatídico final de su ineptitud... de su presunción. Su primogénito yacía boca arriba con la boca abierta, escurriéndole leche que ahora se encontraba ya seca y los labios que una vez fueran rositas hoy se pintaban de morado azuloso. Sus ojitos abiertos de par en par le suplicaban, le preguntaban el por qué. Acarició la piel suave y rosadita que ahora era pálida y fría. Un grito se ahogó en su garganta...

Una historia de ABC Corporation

Notas:

Parece un poco oscura la historia pero los demás capítulos son más digeribles. Traté de hacer lo menos confuso el primer capítulo pero recordemos que así de perturbada está la mente de Michiru. Bien pues se agradecen comentarios y prometo sera una historia muy corta e interesante.