"Quien se atreva a pasar este capitulo, abandone toda esperanza"
Esta historia no es, como el tiulo lo sugiere, un fic feliz y amistoso. No. Si esperas eso, es mejor que no lo leas, aquí habrá de todo: drama, depresión, confusión, y tal vez sexo, bueno no eso último no.
En realidad este primer capítulo participa en el reto de "Personaje favorito" del Foro Yo amo Hetalia ¿y tú? El resto de capítulos llegará eventualmente, pero más adelante. Mucho más adelante. Así que si estan interesados en más les ruego me tengan un poco de paciencia. Quienes me han leído saben que soy generalmente puntual en mis publicaciones cada dos semanas, pero como lo continuo preparando los siguientes capítulos estaran listos más adelante.
Bueno, dejo esto a un lado y los invito a continuar...
Hetalia no me pertenece.
Disfruten su lectura.
Se suponía que iba a ser un día tranquilo, se creía que sería una de esas mañanas lumbradas por el sol donde los padres y los niños juegan en los jardines, o se realizan las tareas del hogar; se esperaba que sería una de esas tardes cálidas y acogedoras, que brindaba a la familia la oportunidad de salir a pasear a un parque, o quedarse en casa a tomar un helado y disfrutar de la vista en el balcón.
Se suponía que sería uno de esos días monótonos, y a la vez tan especiales como pueden haber. Pero no sería hoy. No. Para hoy estaba destinada una tormenta. Y el sol claro de la mañana era solo una máscara de bufón, burlándose de todos.
Nadie lo pudo saber, ni advertir. Ni mucho menos el grupo de naciones que paseaban por las calles de Roma.
—Recuérdenme ¿por qué hacemos esto?
—Es el cumpleaños de Romano y Veneziano—dijo Francia de inmediato.
— ¡Yo sé que es su cumpleaños!—respondió Inglaterra molesto—. Lo que no entiendo es porque estamos yendo a su casa a preparar una fiesta, dónde casualmente ellos están.
—Eso es realmente sencillo—respondió España inhibiendo su emoción— ¿qué mayor sorpresa la de fingir olvidarnos de su cumpleaños, sacarlos de casa y cuando regresen tenerlos con una maravillosa fiesta?
—Me parece demasiado sencillo. No hay ninguna emoción en todo esto—comentó Prusia.
—Claro que tiene emoción, Bro—respondió Estados Unidos—. Funciona perfectamente en el cine.
—Les recuerdo que esto no es una película, aquí no hay segundas tomas—habló Alemania tratando toda esto como una operación militar.
—Relájate, oeste. Todo saldrá bien. Japón, dinos otra vez el plan.
—Francia-san y España-san tocarán a la puerta y harán todo lo posible por sacarlos de la casa, en cuanto se hayan ido nosotros usaremos la copia de la llave de Alemania-san y entraremos a la casa, decoraremos y prepararemos la comida. Luego esperaremos a que lleguen para darles la sorpresa.
— ¿cuánto tiempo tenemos? —preguntó Alemania que le encantaba como Japón también creía en la seriedad de esta operación.
—Desde que salen de casa tenemos aproximadamente 1h35 minutos para tener todo listo.
Al decir eso se toparon con la entrada de la casa de las dos representaciones de Italia.
— ¡Bien! —Dijo América alzando los puños al aire—. Coordinemos relojes, y comencemos.
América, Canadá (qué siempre estuvo ahí pero como siempre nadie lo toma en cuenta), Inglaterra, Alemania, Japón y Prusia se fueron a esconder en los matorrales del jardín de uno de los vecinos. Francia y España esperaron a que se hubieran escondido para tocar el timbre.
Les abrió un muy malhumorado Romano, con cara de recién levantado de la cama, aunque ya fuera un poco más de medio día.
— ¡Romano! —saludó España demasiado efusivo y se abalanzó a darle un abrazo.
— ¡Suéltame Bastardo! —gritó Romano zafándose de España, empujándolo.
Cuando España cayó de espaldas al suelo, fue cuando Romano divisó a Francia, le miró con odio y asco.
— ¿Y tú qué haces aquí?
—Bonjour a ti también.
—Ve~—dijo Veneziano asomándose por la puerta—. Buon giorno fratello Francia, fratello España. ¿Qué les trae hoy por aquí?
—Vinimos exclusivamente a invitarles un café. ¿Qué les parece? —Dijo España, mientras se levantaba y se sacudía la tierra de su ropa.
Aunque era una simple invitación, una aparentemente inocente invitación, los dos hermanos tuvieron un mal presentimiento. Es decir, Francia solía o lo intentaba al menos hacerles cosas "raras", y España tenía pensamientos perversos que aunque no se los decía, se infería por su actitud hacia ellos. Al menos cuando eran niños.
—Ni loco—respondió Romano entrando a la casa.
España lo siguió de inmediato, y lo sujetó en un fuerte abrazo. —Oh Vamos, Romano, te vas a divertir.
—Déjame ir—, gritaba Romano mientras pataleaba en el aire.
—Ve~, la verdad no sé si pueda aceptar la invitación, estoy un poco ocupado el día de hoy. Pero si fratello quiere puede ir con ustedes.
—Petite frere, vamos te vas a divertir, tómalo como un merecido descanso a tu dedicado trabajo.
—No lo sé...
—Estoy seguro que no te arrepentirás.
Veneziano lo estaba pensando muy detenidamente. Romano a estas alturas estaba golpeando a España donde más podía pero este no lo soltaba.
— ¿Tu que dices Fratello?
—Si esa es la única manera de deshacerme de este idiota de aquí, qué así sea.
—Creo que aceptamos está propuesta. Pero debo regresar pronto.
—No les quitaremos mucho tiempo ¿verdad España?
—Sí, vamos tomamos un café y volvemos de manera inmediata.
—Está bien, solo suéltame—España soltó a Romano.
Romano, quién estaba en pijama o lo que se podría decir era su ropa de cama, fue a su habitación y se puso unos pantalones y una camisa para salir, vigilado por un ansioso España. Veneziano también fue a cambiarse, y cerró levemente la puerta.
Fue Romano quien aseguró la puerta de la entrada, y en cuanto sacó la llave de la cerradora, la mano de España jaló de su brazo y lo arrastró calle abajo, Francia sujetó a Veneziano y prácticamente lo estaba empujando por las calles en la misma dirección.
— ¿Ya?
—No, aún no.
— ¿cuánto falta?
— ¿Japón?
—5 segundos...
—entonces ¿vamos?
— ¡Qué no!
—3 segundos...
—Ya es nada, vamos—dijo Estados Unidos saliendo de su escondite y dirigiéndose a la puerta.
Los otros con la mirada reprendieron al ansioso americano quien saltaba el portón de la casa. Alemania, quien era el que tenía las llaves no se movió ni un solo milímetro.
— ¿Japón?
—Acaban de cruzar la zona de no retorno.
—Perfecto, vamos allá.
Un poco más burdo que una operación militar, organizada por los más grandes hacedores de guerra de todos los tiempos; ingresaron a la casa con ruidosa presencia. Alemania y Prusia quienes habían estado ahí un cierto número de veces notaron el silencio y la oscuridad de la estructura sin sus dueños.
—Bien. El primer paso ha sido cumplido con éxito—dijo Prusia imitando a Alemania, claramente burlándose.
— ¿ahora qué?
—Japón, por favor...
—Ustedes... —dijo Japón señalando a Prusia y Estados Unidos—... pondrán los adornos.
— ¡Perfecto! —Gritó Estados Unidos sacando de un bolso una funda inmensa de serpentinas y globos.
—Inglaterra-san y Alemania-san se encargaran de ordenar la habitación.
—Y de paso, tal vez limpiemos un poco este desorden—agregó Alemania viendo el desastre dentro solo del recibidor.
—Yo y...
— ¿Pasa algo Japón?
—Creo que hay un error, mis funciones señalan que debo preparar los bocadillos con usted América-san, pero usted ya está asignado a la decoración.
—Creo, Japón, que estás olvidando a Canadá. —dijo Prusia señalando a nada en específico en la pared.
— ¿Quién?
—Yo—dijo una voz detrás de él.
En cuanto regresó a ver se dio cuenta de que había alguien más, muy parecido a Estados Unidos, cargaba un oso blanco en sus brazos.
— ¡AHH! —Gritó Japón asustado—. Disculpe no noté su presencia.
—Estoy acostumbrado a esto.
—No nos quedemos ahí, ¡comencemos!—Gritó Estados Unidos a la mitad de un soplido para inflar un globo.
Con extraña calma los seis comenzaron con los preparativos, Prusia colgaba las serpentinas del techo, y luego pegaba las figuras de globos que hacía Estados Unidos a la pared. Japón y Canadá sacaron varias fuentes de vidrio de las alacenas y colocaron bocadillos y frituras, luego tomando unos cuantos ingredientes improvisaron una comida sencilla para festejar. El pastel ya había sido comprado y esperaba paciente a sus acompañantes en la mesa, que Alemania previamente había limpiado y cambiado de mantel; Canadá comenzó a decorar la mesa mientras Japón terminaba de cocinar.
Alemania, se dirigió derecho al armario de suministros de limpieza y le extendió a Inglaterra una escoba, y unos guantes. Alemania tomó los trapos y el trapeador. En extraña coordinación Inglaterra empezó a barrer por los alrededores del lugar donde sería la fiesta. Y continúo barriendo por los pasillos y la escalera, hasta el piso superior al cual jamás había pisado. Avergonzado de su atrevimiento bajó de nuevo las escaleras.
— ¿Nunca has estado arriba? —Preguntó Prusia a su derecha quien terminaba de pegar una flor de globos.
—No, ¿y tú?
—No tampoco. ¿Qué hay de ti Oeste?
—La habitación de Italia es arriba, así que sí he estado ahí.
— ¿Ósea que tú y él duermen juntos cuando vienes? ¿Por eso tienes copia de las llaves?
Alemania se tornó rojo—A Italia no le gusta que duerma en el cuarto de huéspedes—respondió rápidamente.
—Sí, claro. Seguramente hace frío ahí dentro—comentó Estados Unidos mofándose.
—Sí, y mucho—dijo Canadá de inmediato.
— ¿Te has quedado aquí Canadá?
—Sí, cuando Romano y yo trabajamos juntos.
—Pero tampoco has subido a la segunda planta ¿verdad? —preguntó Estados Unidos a su hermano en tono curioso.
—No, porque no ha habido necesidad.
— ¿qué hay de ti Japón?
— ¿eh? Bueno, siempre trato de dormir en el cuarto de huéspedes, pero Italia-kun insiste en dormir en su habitación, y...
—Y cómo eres tú, aceptas.
La expresión de Japón era unánime, claro que él también se avergonzaba como Alemania, sin embargo a él no le molestaban de la misma forma.
— ¿Y cómo es arriba? —preguntó de la nada Estados Unidos.
—Un pasillo con habitaciones, es todo lo que hay—respondió Alemania rápidamente.
— ¿Cuántas habitaciones hay? —Volvió a preguntar Estados Unidos.
—cómo unas 6 más o menos—respondió Japón.
— ¿y qué hay dentro de ellas?
Ninguno de los privilegiados respondió. Es más se miraron entre ellos como preguntándose en silencio si alguno había tenido la oportunidad de entrar. Eso hizo que Estados Unidos le picara la curiosidad.
— ¿no les parece misterioso? —dijo el americano parándose de su asiento, amarrando el último globo, y dejándolo en el sillón.
—Sí, muy misterioso—respondió Prusia bajando de la silla y sonriendo malicioso.
— ¿qué planean? —dijo Canadá pero nadie le escuchó.
— ¿cuánto tiempo tenemos?
—Una media hora aproximadamente—respondió Japón viendo su reloj.
—Perfecto.
Prusia y Estados Unidos subieron sin decir nada a la segunda planta de la casa. Inglaterra subió al instante, estaba enojado porque lo golpearon al pasar, tenía que decirles unas cuantas cosas, como lo que es respeto a una casa ajena. Alemania indignado subió detrás para detenerlos y bajarlos como sea. Japón, un poco preocupado y temeroso, dejó los bocadillos en la mesa y subió seguido de Canadá que no le gustaba para nada está idea.
Veneziano estaba caminando de regreso junto con Romano; Francia y España, caminaban delante con varias bolsas de compras. La cafetería que España buscaba había sido reemplazada por un mini market de comida orgánica y artesanal; aprovechando su inauguración, el dueño les dio varios cupones de descuento que los dos hermanos no desperdiciarían, y ya que habían sido llevados contra su voluntad, Romano obligó a los culpables a llevar las bolsas.
De la nada el cielo empezó a oscurecerse.
—Volvamos pronto antes de que empiece a llover, no quiero que se arruine la camisa—dijo Romano a nadie en particular.
—Ve~—dijo Veneziano cuando una gota le había caído en la punta de la nariz.
Francia durante los últimos metros de distancia intentó comunicarse con el resto, sin embargo sus mensajes no estaban siendo leídos.
— ¿Nada? —Preguntó España.
—Nada. Voy a intentar llamarlos. ¿Me están viendo?
España regresó disimuladamente la mirada y los vio distraídos viendo las nubes negras agruparse sobre su cabeza. Negó con la cabeza y se acercó a Francia para disimular la llamada. Francia marcó a Alemania, el teléfono sonó varias veces, a la 5ta, sonaba el buzón de voz. Luego lo intentó con Japón, mismo resultado, y así sucesivamente con el resto de ellos.
—Estamos a media cuadra de distancia.
— ¿Qué vamos hacer?
— ¡Oigan, ustedes dos, bastardos!—dijo Romano deteniéndolos—. Entraremos por el jardín, vengan por acá.
—En un segundo—dijo España. —Intenta ahora una última vez Francia, yo también lo intentaré.
Volvieron a marcar rápido, y ninguno de las llamadas fue conectada.
— ¿Qué les pasa a esos dos? —preguntó Romano esperando.
—Tal vez, recibieron llamadas importantes de sus jefes, y ¿deben contestar de inmediato? —argumentó Veneziano no tan seguro de eso.
Desde que habían salido de casa, Veneziano tenía un mal presentimiento, y las gotas de lluvia iban en aumento, incrementando más su preocupación; sino entraban ya, se empaparían.
— ¡Entraremos sin ustedes! —grito Romano de pronto.
—No podemos dejar que entren primero—dijo Francia.
Sin pensarlo dos veces ambos corrieron en dirección al jardín y se adelantaron a los dos hermanos. Abrieron la puerta de madera, corrieron por el césped bien cuidado de Romano, y evitaron pisar las flores de Veneziano; treparon las pequeñas gradas de la pequeña terraza, y deslizaron la puerta de vidrio de la cocina, con la sorpresa de que estaba con llave. Y dentro de ella no había nadie.
— ¿Dónde están?
—No lo sé, pero espero que hayan leído los mensajes y se hayan escondido disimulando todo.
—Pero que les pasa a ustedes dos, ¿tienen que ir al baño o qué? —dijo Romano llegando tranquilo por el jardín, mientras Veneziano aseguraba la puerta del jardín.
—Este...
—Mejor no quiero saber.
Romano sacó las llaves de su bolsillo y quitó el cerrojo de la puerta corrediza, en cuanto la deslizó y dejó el espacio suficiente para que alguien entrara, España y Francia cual serpientes se deslizaron hacia dentro, dejaron las compras sobre el mesón, obviaron el delicioso olor de la comida de Japón y salieron al comedor donde no había nadie, y las decoraciones estaban puestas ya.
Había ruidos extraños arriba, Francia subió de inmediato.
Romano detecto el extraño y sabroso olor que inundaba la cocina, pero no fue hasta que salió de esta que detecto el problema. No, no eran las serpentinas, ni los globos, ni el pastel y la comida en la mesa. El problema era el ruido que venía del segundo piso.
— ¿Pero qué...?
— ¿Ve~? —Dijo Veneziano al entrar a la cocina y ver platos y copas fuera de lugar, salió junto a su hermano para ver la decoración—. ¿Qué está pasando?
— ¿Sorpresa? ¿Feliz cumpleaños?
Mientras España felicitaba, en ese extraño ambiente, a los dos hermanos por su cumpleaños; Francia miraba con asombro el pasillo superior. Todas las habitaciones habían sido abiertas, y un breve vistazo a la primera de ellas dio la pauta para saber que las habían explorado. Avanzó sin detenerse hasta dónde vio a Japón y Canadá fuera de la última habitación. Ambos estaban congelados, Japón tenía su celular grabando, y Canadá no tenía a su fiel oso en sus brazos.
—Mes amis, ¿por qué están aquí?
Ninguno respondió, solo Canadá alzó su dedo índice señalando dentro de la habitación, y al hacerlo se empezaron a escuchar los pasos de los dueños de la casa subiendo los escalones. Francia dirigió su mirada en la dirección en la que su pequeño le señalaba, y vio: EL DESASTRE.
Esa habitación en particular, era el estudio de arte de Veneziano, está era la única de la casa que tenía grandes ventanales y disfrutaba de una vista privilegiada de ese sector de la ciudad en particular. Ahí, Veneziano, desfogaba todos sus sentimientos mediante el óleo, la acuarela, el carboncillo y los pasteles. Ahora se preguntarán ¿qué es lo que vio Francia? Pues bueno lo que vio fue que todos, absolutamente todos los cuadros de Veneziano estaban destruidos, ¿destruidos en qué sentido? Pues como la palabra lo indica, destrozados, rotos, cortados en tiras, hechos jirones, miles de piezas de lienzo con colores, y pequeños trozos de madera (que seguramente formaban la estructura de su caballete o eran parte del esqueleto del lienzo) rodaban por el suelo; la pintura había sido desparramada por todo el lugar, las paredes estaban manchadas, al igual que el piso. Y no me hagan hablar de los pinceles, colores, y brochas, todos ellos yacían en el piso rotos a la mitad, y con sus cerdas deformadas, eso en el mejor de los casos.
¿Quiénes serían tan malvados para entrar a un estudio de arte y destruir todo? ¿Quiénes fueron los culpables? ¿Quién sería capaz de odiar tanto para hacer semejante atrocidad? Pero ¿y el resto de naciones? ¿Dónde estaban para detener ese desastre? ¿Acaso hubo un enfrentamiento voraz entre el grupo de naciones y algún intruso cuyo efecto secundario y desastroso fue el arruinar dichas pinturas?
Eso era lo que Francia hubiera querido decir, un intruso. Pero no había por donde los culpables estaban en el centro de la habitación, atorados, peleando entre ellos; a su alrededor Kumajiro un oso ya no tan blanco corría intentando desesperadamente de sacarse un lienzo que había atravesado su cabeza y se había enroscado a su cuello como uno de esos conos para perros.
— ¿Qué fue lo que hicieron? —dijo Francia con un tono lúgubre en su voz.
Ese tono tan lastimero, poco escuchado en la nación del amor, llamó la atención de los implicados que pararon de moverse y vieron a la puerta. Un rápido vistazo a la habitación les dio la pauta que es lo que habían hecho, y antes de que pudieran levantarse y defenderse, llegó el afectado.
España en el piso inferior intentaba explicar lo que se suponía que debía pasar, pero el incesante ruido del piso superior hizo que Romano sin decir palabra subiera por las escaleras, y España salió tras él. Veneziano se quedó mirando la decoración por unos minutos y sonrió por la sorpresa, tomó un bocadillo de la mesa, se lo metió en la boca y subió junto con su hermano.
España se adelantó al ver a Francia al final del pasillo con Japón y Canadá. Mientras Romano se enojaba cada vez más al ver que alguien había entrado y desordenado su perfecta habitación, vio a los indeseables al final del pasillo.
— ¿Chicos que es lo que está pasa...? —dijo España deteniéndose en la última palabra como resultado de la terrible vista; horrorizándose cuando de manera inmediata giró su cabeza para ver lo que estaba dentro de la habitación, en mudado al obtener respuesta y congelándose en la entrada de la misma.
Alemanía, Inglaterra, Prusia y Estados Unidos aún estaban enroscadas mirando a su alrededor con cara de que algo se les había ido de las manos.
Romano, llegó después de dos segundos, se introdujo en la habitación para decirles a los bastardos sus verdades pero paró en seco ante la vista. Miró en todas las direcciones y a los culpables, con las manos en la masa
— ¿Qué han hecho? —Fue lo único que pudo decir Romano.
—Ve~— En ese instante un tic nervioso se hizo presente—. Creí que había cerrado la...habitación.
Veneziano había venido con una sonrisa por todo el pasillo, estaba agradecido por el gesto de que le prepararan una fiesta sorpresa, estaba tan ocupado terminando algo importante que se había olvidado de su cumpleaños. Vio a Francia y España fuera de su estudio, según él lo había cerrado, Japón y Canadá estaban igual fuera, preocupado se asomó al interior, fue ahí cuando su sonrisa se esfumó al entrar en la habitación.
Veneziano avanzó lentamente con sus ojos desenfocados en la catástrofe que estaba mirando. Caminó lentamente, cuando pasó a lado de las naciones en el centro de la habitación ellas empezaron a excusarse, hablaban cosas que no llegaban a sus oídos, era un farfullo muy distante; sus pies seguían avanzando pisando los pedazos de lienzos destrozados, pateando lo que quedaba de los pinceles. Encontró a Kumajiro empujando el lienzo que decoraba su cuello sin lograr sacarlo de su cabeza, se agachó y tomando con ambas manos el lienzo tiró con fuerza, en cuanto el oso se vio libre corrió de inmediato a los brazos de su dueño, Canadá lo recibió rápidamente y lo levantó del piso.
Veneziano, alzó el lienzo hasta la altura de su cabeza y lo examinó, un enorme agujero adornaba el centro de este. Las voces seguían oyéndose a la distancia, que es lo que decían no le importaba.
Alemania, Estados Unidos, Prusia e Inglaterra discutían e intentaban excusarse por todo este malentendido, porque eso es lo que era ¿verdad? Pero todos callaron cuando escucharon un murmullo.
— ¿Italia? —preguntó Alemania.
Todos lo veían temblar, Romano divisó como apretaba lo que quedaba del lienzo con sus manos.
—Decía... —dijo Veneziano en una voz gutural—, que quiero que todos ustedes se larguen.
— ¿qué quieres qué? —preguntó Inglaterra incrédulo al oír esas palabras.
Las manos de Veneziano seguían apretando el lienzo, el cual empezó a temblar—Lo dije claramente. —El esqueleto del lienzo se partió a la mitad, ahora Veneziano tenía dos mitades en cada una de sus manos, y regresándolos a ver con una mirada de odio puro, gritó: — ¡QUIERO QUE TODOS USTEDES SE LARGUEN DE AQUÍ!
Los rayos empezaron a caer, iluminando la habitación con el indirecto mensaje de la ira de Dios.
¿Les gustó? Espero que sí. Si tienen alguna opinión, crítica, sugerencia, no duden en escribirla como review. Así me ayudan a mejorar muchísimo.
Nos leemos pronto, espero...
