ENTRE LA DIOSA Y LA MUJER
BY
SWEET VIICTORY.
-Silencio. Siento tanta tranquilidad… como desearía que así fuera siempre.
Pensar en que podríamos tener algunos días de paz era como una fantasía. Una que únicamente provoca dolor, por que sabes que no se hará realidad. Cualquier momento podía ser el último. Quizás precisamente eso era lo que lo hacía mas bello, lo impredecible. Por esta vez, no es la conciencia de la deidad quien habla, ya que en esta ocasión simplemente es el alma de la mujer. La mujer que está cansada de ver sufrir a tantas personas inocentes, quienes no merecen pelear una guerra que ni siquiera les pertenece.
Me veo en el espejo, llevo un vestido rojo que me hace ver menos pálida y se ajusta como una segunda piel. Nada especial fuera de eso, pero me sorprende el agotamiento que reflejan mis ojos. Aunque son jóvenes, ya reflejan lo harta que estoy de vivir en la angustia ante lo inesperado, de lo que esta por venir, por que todo el tiempo existirá algo más por esperar. Lo único que quisiera es darles una vida normal a ellos, mis fieles guerreros. Volteo a la ventana y desde el balcón observo como disfrutan el día. Y La pena que se desata por saberme la causante de todas sus tragedias me obliga a reprimir un suspiro. Regreso mi mirada al espejo.
-Tal vez debería cortarme el cabello.
No tiene caso, seguiría siendo Saori, o mejor dicho… Athena. De pronto escucho algo parecido a una conversación en el jardín, los chicos están realmente disfrutando su día libre. Otro suspiro que logra escaparse. Se ven tan felices justo ahora. Veo como los cinco comparten un momento de inusual, pero anhelada calma.
Ikki recostado arriba de la rama de un árbol, totalmente despreocupado de lo que fuera le estuviera diciendo Hyoga. A juzgar por su cínica sonrisa y los aspavientos de Hyoga, no debía ser una charla muy amena. Shiryu, por su parte, se limitaba a leer un libro plácidamente. Seguro él ya se había rendido de ser el réferi en turno y le había cedido el honor a Shun, quien todavía se podía ver tratando de apaciguar en vano al alterado Hyoga.
-¿Deberé bajar a intervenir?
Aunque quizás no sea nada que no se arregle una vez Hyoga se canse de ser ignorado. Digo, si es que las despreocupadas carcajadas de Seiya son alguna indicación de la gravedad del asunto.
-Ah, Seiya…
¿Por qué cuando mi mirada se detiene en precisamente en él es cuando tengo que suspirar? Definitivamente prefiero suspirar de resignación ante lo inesperado, pues al menos esa índole nunca me hace sentir el corazón desbocarse.
-¡Esto no tiene sentido! Mucho menos sabiduría.
¡Oh, por supuesto que no! ¡¿Que coherencia tiene ser la encarnación de una diosa virgen, cuando estás enamorada de tu guardaespaldas?!
-Muchísimas gracias, Zeus.
¿Qué caso tiene quejarse cuando simplemente se sabe que no hay solución? Sin embargo, no me atrevo a despegar mis ojos del ventanal, con tal de contemplarlo un poco más. A veces me pregunto si hubiera una posibilidad, aunque fuera diminuta, y yo pudiera confesarle lo que siento. ¿Me correspondería? Mi único consuelo es recordar las veces en que he estado en sus brazos… cada vez que me rescata, claro. Por que sólo está cumpliendo con su deber como santo de Athena, por supuesto. ¡Es que eso es lo que debo entender! Pero de ser esa su única razón ¿Entonces por qué tengo la impresión de que cada vez que me salva, lo hace como si su vida dependiera de ello? No sólo por cumplir con una misión, si no que pareciera que literalmente su vida acabaría si yo me esfumara.
-Maravilloso, así de perdida estás por el chico, Saori. Perfecto.
Muerdo mi labio, tratando de contener mis ganas por pasear mis ojos de nueva cuenta por la ventana y atraparlo nuevamente en un vistazo. Pero luego me prometo que será la última vez, y cuando miro por la ventana...
-Mejor no me hubiera asomado
En el jardín ya no había rastro alguno de nadie, excepto el de Seiya y un imprevisto visitante: Miho.
-Esto si es absurdo. Yo me pongo a armar ideas que únicamente ocurrirán en mi cabeza, cuando en realidad existe alguien con quien puede ser perfectamente feliz sin obstáculo alguno.
¡Por favor, como si los sentimientos entendieran de lógica! Mucho menos cuando sólo se es una adolescente necia e irremediablemente enamorada. Refugiándome tras las delgadas cortinas observo como conversan animadamente. Ella cada que tiene oportunidad le asesta un golpecillo juguetón en el brazo, la excusa perfecta para tocarlo. Él sólo se encoge de hombros, para automáticamente después hacer ese gesto tan suyo, sobar su nuca torpemente.
-Es bastante obvio una vez que lo piensas...
Miho ha sido un apoyo incondicional para Seiya, prácticamente están hechos el uno para el otro, nada impediría su amor. En cambio, yo exclusivamente represento desgracias para su futuro, más complicaciones para que tenga una vida normal, más batallas que se antepondrán en su camino. Simplemente imposible, así de sencillo.
-Si, tan sencillo, como sentir que me desgarran por dentro cada vez que lo imagino lejos de mi.
Pero al verlo reír tan dichoso, comprendo que no debo ser egoísta. Sin embargo, eso no alivia mi dolor cuando veo como le permite a Miho guindarse de su brazo para irse a caminar. Y me rio con cierta amargura de mi propia ingenuidad.
-Yo sólo puedo conformarme con invitarlos a cenar a algún restaurante caro.
-II-
Crepúsculo, el final de otro día. Escucho que ahora los muchachos se encuentran en la sala. Incluso escucho los bellos acordes de una guitarra. La visita debió hacerle muy bien a Seiya, pues hace muchísimo que no le oía tocar su guitarra. Me decido a unirme al grupo. Enseguida, comienzo a bajar las escaleras y en cuanto me hago visible la música se detiene abruptamente. Siento como cinco pares de ojos se detienen efímeramente en mi, pero al retomar la melodía, las sutiles miradas se desvían.
-Quizás subestimé al vestido rojo
Murmuro sin que lo noten, a la vez que descifro lo que decían sus miradas. Por ejemplo, la de Shiryu e Ikki, quienes resultan ser los primeros en apartar la vista; como si con ello evitaran traicionar a las mujeres que aman. Sus miradas eran distintas a la del inocente Shun, pues él abrió tanto los ojos, como si acabara de enterarse que en realidad Ikki no es su hermano. Claro que al percatarse en la forma en que me observaba, inmediatamente se sonrojó. Nada más diferente a la reacción de Hyoga. Él simplemente me sonrió, complacido, sin rastro de culpa. Y el más difícil de interpretar era precisamente aquél quien más me interesaba descifrar. Muy para mi sorpresa, me dio la impresión por tan sólo un segundo, que él había quedado paralizado, hipnotizado, sorprendido. Instintivamente recorriéndome con sus marrones ojos de pies a cabeza. Luego, regresando su mirada a mi rostro, como si esos ojos color chocolate suplicaran por contarme un secreto a punto de descubrirse.
Creo que iré a prepararme algo a la cocina
Anuncia Shiryu inesperadamente, justo cuando me encuentro abajo. Haciendo un imperceptible movimiento con la cabeza llama al resto, un gesto que se me antojó sospechoso. Todos se marcharon, todos menos uno.
-Seiya
Se veía concentrado, como si no hubiera cosa más importante en el mundo que afinar las cuerdas de la guitarra. Lo cual era perfecto, por que de no ser así hubiera notado lo nerviosa que estaba; jugando con mis dedos, y súbitamente con la mente en blanco.
-...Supe que Miho estuvo aquí.
-Si.
Seiya hablaba igual de concentrado, únicamente probando el sonido de las cuerdas
-Hace demasiado tiempo que no sabia nada de Miho. Fue agradable verla, aunque fuera un poco tiempo.
-Me imagino que si.
¿Celosa yo? ¡Nunca! Aunque agradecería que comenzara a ponerme un poco de atención a mi y no a la guitarra
-Siempre es bueno saber de las personas que nos importan, ¿No lo crees Saori?
Pensándolo bien, mejor que regresara su vista al instrumento. Ahora que comenzaba a controlar mis emociones me sonríe y me acelera el ritmo cardíaco. Perfecto. Esto no puede seguir así, ¡Es simplemente ridículo!
-Claro que sí. Y hablando de eso, hay algo que debes saber y he querido decírtelo desde hace tiempo
Se acabó. Es hora de hablar de una vez por todas, confesarle mis sentimientos y terminar con esto de una buena vez. Si, eso haré. Le diré que lo quiero y una vez me rechace superaré estos disparatados e inconvenientes sentimientos.
-¿De qué se trata exactamente?
No, ¡No te levantes! Mejor quédate afinando la guitarra como antes. ¿Por qué rayos se tiene que seguir acercando?
-¿Saori te encuentras bien?
Sin tomar en cuenta que está por darme un infarto, si. ¡Estoy de maravilla! Aunque estaría un poco más tranquila si guardaras un poco más tu distancia. Estoy a punto de confesarte mi amor y tu cercanía no ayuda a envalentonarme.
-Absolutamente.
Quizás si afino mi garganta un poco mi valor regrese-
-Lo que quería decirte es que...
Ahora esta justo frente a mi. Estupendo. Con sus marrones ojos interrogantes esperando por mi respuesta. ¿Por qué pensé que podia hacer esto? No, no puedo hacerlo. Es mejor guardarme lo que siento. No volver más complicadas las cosas para Seiya. No interferir en su felicidad. Eso es lo mejor.
-¿Sabes? Miho y tu hacen realmente una bonita pareja.
No puede ser, ¿Acaso acabo de ver el atisbo de una sonrisa en su rostro?
Con que era eso...
Hablaba con algo de decepción en la voz, echando su cabeza hacia atrás para recargarla en sus manos.
-Si tu lo dices.
Dijo despreocupado, como si secretamente supiera que eso era una tontería.
-Pero verás, Saori, el problema con eso es que...
Sus ojos descansan nuevamente sobre los míos. Perforándome breve, pero intensamente. Luego extendió su mano a la altura de mi rostro, tocando delicadamente desde mi mejilla hasta mi oreja para acomodar mi cabello tras ella, y atreverse a dejar su mano en mi rostro sólo un segundo más.
-A mi me gustan las mujeres con el cabello largo.
FIN!
pues no quisiera, pero que le hacemos ¿No? Esta es mi manera de celebrar el haber terminado mis dos exámenes asesinos, además de la razón por demás obvia, esta hermosa pareja que la verdad a mi me encanta. Simplemente son adorables juntos.
Espero que les haya gustado un buen… ¡Tanto! que sean tan amables de dejarme comentarios para hacerme súper feliz, así como lombriz.
