Si, Lo se, se que no debería estar escribiendo esta historia cuando todavía tengo un montón por terminar y esta seria la segunda historia donde Rin es la sirvienta de Rin, pero aun así, esto era necesario.

El crédito por esta historia no es mía, este es un fanfic hecho con la colaboracion de mi amiga Ana, alias : Cristal12997 , realmente no se a quien se le ocurrio originalmente la idea de hacer esta historia pero Ana me la contó y cuando quise leerla la buscamos por todos lados y no estaba asi que decidimos hacerla nosotras a base de lo que Ana recordaba y yo agregue unos detalles ahora...

¿Quien quiere Twinces?

¡COMENZAMOS!

Capitulo 1: El Comienzo

Las cosas pasaron tan rápido que apenas se dio cuenta cuando se encontraba atrapada en la cama con el cuerpo del príncipe sobre ella esparciendo besos por todo su cuello y dejando que soltara un gemido una vez que él encontró su punto dulce.

Su boca fue atacada al instante sin dale tiempo de reaccionar, intento negar el beso forzado pero el príncipe mordió su labio inferior creando acceso a la entrada de la joven para introducir su lengua y saborear toda su deliciosa cavidad mientras la rubia forcejeaba inútilmente para quitárselo de encima.

Finalmente el príncipe se separo de ella solo un segundo para dejarla respirar y sonrió abiertamente al tenerla debajo de él con la respiración agitada, alzó un poco el cuerpo de la joven para que quedara sentada frente a él sobre la cama y comenzar a desabrochar el vestido de la parte de atrás para quitárselo pero la chica de inmediato opuso resistencia.

-¡Allen-sama, deténgase, esto no es correcto!-dijo con un poco de miedo en su tono voz mientras sentía la mitad de su cuerpo descubierto y se aferraba a no soltar su vestido-Allen-sama por favor-rogó solo para recibir una cachetada del príncipe cayendo contra la cama por el impacto.

Con un aura algo amenazadora el rubio se cernió sobre ella tomando en una rápido movimiento las muñecas de la muchacha y estableciendo las con su agarre por sobre su cabeza.

-¡Cállate, no eres nadie para darme órdenes, no me voy a detener solo por que una sangre sucia me lo pide, haré lo que se me venga en gana!-dijo en tono algo cruel para después continuar con su trabajo atacando el cuello de la chica que soltó un chillido al sentir como el rubio le daba una pequeña mordida para dejar marca.

Sintió su vestido siendo jalado fuera de su cuerpo dejándola expuesta ante el príncipe que miró atentamente el delicado cuerpo de la chica, ella estaba solo en ropa interior que consistía en un corsé y sus calcetas largas de color negro, que estaban unidas por un par de ligueros del mismo color que el corsé y las calcetas lo cual hizo que se sonrojara intentando cubrirse pero eso solo hizo que Len se excitara más de inmediato reafirmó su dominio sosteniéndola de las muñecas para comenzar a violar su boca.

Rillianne sabía que no debió dejar que Chartteto escogiera su ropa interior por ella. Solo la metió en más problemas.

Gimió dentro del beso mientras se retorcía intentando liberarse solamente incrementando el roce entre su cuerpo y el del príncipe pero sabiendo que luchar era inútil relajo su cuerpo intentando calmarse ante la situación.

-Así esta mejor Rin-le dedicó una sonrisa de satisfacción para comenzar a deshacerse de un poco de su propia ropa.

La rubia aun sonrojada miró hacia otro lado sopesando, no podía huir cuando Len se encontraba encima de ella y luchar no serviría de nada, pensó en la sonrisa de satisfacción de su príncipe, de alguna manera y aun bajo los efectos del alcohol se encontraba… ¿Feliz?

¿Era eso? Lo que estaban haciendo estaba mal, ella lo sabia perfectamente pero si eso hacia a su príncipe feliz entonces no dudaría en entregarle su pureza, por que ella juró que haría todo lo que estuviera a su alcance para hacer a Allen feliz.

¿Como las cosas llegaron hasta este punto? Pues es mejor contar la historia desde el principio.

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Lucifenia era un reino, que fue bendecida por tierra fértil y prospera, ese lugar era gobernado por el rey Arth y la reina Ann, ellos gobernaron con gracia y sabiduría, ese solía ser un reino lleno de paz y tranquilidad y fue así como en primavera, las campanas sonaron, anunciando la llegada del próximo heredero al trono.

A las tres de la tarde en los aposentos de la reina Ann, el rey, el doctor y un par de sirvientas vieron la llegada de dos hermosos gemelos completamente idénticos, a excepción por su género, un niño y una niña, ambos durmiendo pacíficamente con las manos entrelazadas como si en el mundo no tuvieran a nadie mas que a ellos mismos.

Los nombraron Rillianne y Allen Lucifen d'Autriche, los sirvientes se alegraron y la noticia no tardaría en propagarse en todo el reino, todos festejaban felices por el sano nacimiento de los gemelos, sin embargo el rey y la reina, no sabían que hacer, no solo era el hecho de decidir quien de los dos iba a gobernar si no que el consejo tenia la creencia de que el nacimiento de los gemelos traía el infortunio, el rey lo sabia muy bien y debido a eso se inicio un pequeño conflicto, la reina no quería que uno de sus hijos muriera y si esos eran los deseos de la reina, entonces el rey los iba a respetar.

El tiempo paso y los gemelos crecieron llenos de cariño y felicidad, tenían tan solo ocho años cuando la reina Ann fue atacada por una extraña enfermedad y después de eso murió, la noticia impacto a todo el reino que se puso triste ante la perdida de su amada reina.

Los gemelos de hermosa cabellera dorada y ojos azules como el cielo, se encontraban en los jardines del castillo, no jugaban como de costumbre debido a la pérdida de su madre simplemente se encontraban sentados entre las flores mientas la niña hacia una corona de flores para su adorado hermano y al terminar se la uso en la cabeza.

-Te queda bien Len-dijo la rubia con una sonrisa, Len era la forma de cariño como solía llamar a su gemelo al igual que él la llamaba Rin, a Rillianne no le gustaba ver a su hermano triste, por eso siempre se esforzaba por hacerlo feliz, le encantaba cuando él sonreía.

-Muchas gracias Rin-dijo dedicándole una sonrisa que ella correspondió, su pequeña hermanita siempre lograba alegarle el día.

-No te preocupes por nuestra madre, estoy segura que esta en un lugar mejor cuidándonos desde el cielo-dijo la rubia para subirle más el ánimo a su gemelo.

-Lo sé-sonrió tristemente-Hey Rin… tu y yo siempre vamos a estar juntos ¿Verdad?-le preguntó mirando fijamente a sus ojos cerúleos, a la niña le tomó por sorpresa la pregunta de su hermano pero de inmediato contestó sin vacilar.

-Por supuesto que si Len, siempre estaré a tu lado para hacerte feliz, te lo prometo-sonrió ella felizmente.

-¿En verdad?-preguntó algo dudoso.

-Por supuesto que si-contestó con seguridad-¿Cómo te lo puedo demostrar?

El sonrió metiendo la mano derecha en el bolsillo de su pantalón y sacó un pequeño anillo de oro con la leyenda de "Por siempre juntos" y lo colocó suavemente el dedo de su hermana sonrojada.

-Entonces cuando seamos grandes cásate conmigo, por que de esa forma siempre estarás a mi lado.

-Claro que si Len-dijo abrazándolo efusivamente.

-Rillianne-llamó a la niña la voz de su padre que se encontraba acompañado de un par de guardias.

Ambos gemelos se pusieron de pie.

-¿Sucede algo padre?-preguntó Len presintiendo que algo iba a suceder, el tono y la frialdad con la que llamo su padre indicaban que no era nada bueno.

-Allen despídete de tu hermana, es posible que no la vuelvas a ver-dijo con voz monótona sorprendiendo a ambos rubios.

-¿Qué?-dijo incrédulo al tiempo que el hombre le hizo la señal a sus guardias-Llévensela.

Ellos tomaron a Rin de ambos brazos mientras la chica forcejeaba para liberarse de los guardias.

-¡Len!-grito ella esperando que su hermano la ayudara pero otro par de guardias lo sostuvieron a él mientras los otros se alejaban con la niña-¡Len!-volvió a gritar.

-¡Suélteme!-gritó el y luego se dirigió a su padre-¡¿Adonde se la llevan?!

-Aun lugar de donde no va a volver jamás-dijo frio dándose media vuelta para entrar de nuevo al castillo.

-No. ¡No dejare que se la lleven!-gritó desesperado liberándose como pudo de los guardias.

El niño corrió a toda prisa gritando fuertemente el nombre de su hermana hasta llegar a la entrada del castillo donde el carruaje en el que acababan de meter a Rin estaba establecido.

-¡RIN!-gritó logrando hacer que su gemela lo escuchara al tiempo que fue detenido por los dos guardias que lo habían perseguido desde los jardines.

La niña dentro del carruaje solo bajo la cabeza al escuchar los gritos de su amado hermano, casi podía sentir las lágrimas de él mientras no para de decir que le regresaran a su gemela.

El rey volvió a su trono inexpresivo sabiendo que ese mismo día su hija seria ejecutada y eso no le causo ningún resentimiento, los gemelos traían mala suerte, el consejo se lo había advertido pero él no los escuchó y ahora por su culpa su amada Ann había muerto.

En el reino se anuncio que la princesa Rillianne había muero, pero contrario a lo que todos y el mismísimo rey pensaban, la pequeña princesa seguía viva. Desde su enfermedad la reina Ann sabia que sin lugar a dudas su muerte era inminente y que su esposo mandaría a deshacerse de su querida hija por lo que tenía un as bajo la manga, la reina secretamente le pido al comandante de la guardia real de Lucefenia, Leonhart Abaddonia que cuando el momento llegara pusiera a salvo a su hija criándola como la suya propia y que la entrene para ser la sirvienta personal del príncipe y cuando el momento llegara volviera a reunirlos.

El rey Arth había caído en una depresión inminente debido a la muerte de su esposa, el mayormente se la pasaba encerrado en su despacho lo cual a Allen no le importaba ni le preocupada pues seguía resentido por haberlo alejado de la luz de su vida y la única persona que tenia, poco a poco con el tiempo, en su mente la imagen de su hermosa hermana iba desapareciendo lo cual simplemente lo hacia arder en rabia, no quería olvidarla pero no había nada que se la recordara o que diera prueba de que alguna vez existió y él comenzó a volverse una persona fría con el corazón congelado, tanto así que dejaron de importarle las demás personas, solo le importaba él mismo.

Años después el rey Arth no tardo en sucumbir a la misma enfermedad que tuvo su esposa, todo el reino estaba reunido para despedir a su amado rey, rezando de que encuentre la paz junto con su reina, poco tiempo después del funeral, Allen fue coronado rey a los 14 años, el gobernaba con puño con hierro, aumentando dramáticamente los impuestos a sus súbditos solo para poder comprar sus lujos y caprichos, aquellos que no pagaban, los arrojaban al calabozo y confiscando todo lo que ellos poseían y quemando sus viviendas, y aquellos que se atrevían a oponerse a él, Len los mandaba a castigar, ya sea con latigazos o la guillotina, sin importarle si se trataba de alguien joven o viejo, hombre o mujer, solo se preocupaba por si mismo y llamaba a los plebeyos era "sangre sucia" su frase ante ellos era, "Vamos, arrodíllense ante mí".

Las cosas no mejoraron nada en el transcurso de dos años bajo el mandato del príncipe arrogante.

-Su majestad-habló el comandante Leonhart a su príncipe que se encontraba con una mueca de aburrimiento sentado en el trono real-He estado pensando que tal vez ya es momento de que usted tenga una sirvienta personal.

-¿Una sirvienta personal? ¿Por qué habría de tener una cuando todo el castillo esta a mi disposición a cualquier hora que me plazca?-dijo con tono frio y a la vez algo arrogante.

-Todos los otros soberanos tienen sirvientes personales que sirven solo para ellos, creo que seria justo que usted también tuviera uno, yo mismo le ofrezco a una de mis hijas para satisfacer todas sus ordenes, desde muy pequeña ella ha sido entrenada para ser su sirviente personal y complacerlo en cualquier mandato que usted ordene-informó el hombre cosa que logro hacer que el príncipe mostrara algo de interés.

-¿Ah, si?

-Si, le aseguro que es la candidata perfecta para este puesto.

-¿Y quien es ella?-preguntó con una ceja alzada.

-Permítame presentarle a mi hija, Rin, pasa-ordenó el comandante sabiendo que la rubia se encontraba del otro lado de la puerta pues le había ordenado quedarse ahí hasta que le diera la orden de entrar.

Las puertas se abrieron dejando pasar a una hermosa chica de 16 años extrañamente muy similar a él con una hermosa sonrisa decorando sus labios. El podía jurar que de no ser por el genero y su cabello suelto ella podía ser su imagen en el espejo ese pensamiento comprobando el hecho de su parecido le hizo sentir algo familiar en aquella chica… de alguna extraña manera le recordaba… a alguien.

Lo que más le destacó a su sirvienta, era el gran lazo en forma de orejas de conejo sobre su cabeza llevaba puesto un vestido sencillo de color blanco que hacia resaltar su pureza y su belleza, las complexiones que ambos tenían eran las mismas excepto que ella era un poco mas bajita que él, su rostro era similar al de él solo que con rasgos más finos, sus hermoso ojos celestes por un momento le hicieron perderse en ellos, toda ella casi parecía una fina muñequita, tras terminar de inspeccionar a su sirvienta, se dio cuenta de que la había estado mirado por mucho tiempo mientras el silencio a un inundaba la sala.

-¿Qué le parece Len-sama? ¿Le interesa que mi hija sea su sirvienta personal? Le aseguro que no lo defraudara-dijo el comandante.

-Puede iniciar mañana mismo, pídale a Ney que le muestre el castillo y se le informe de sus deberes, también que le den un traje a su medida y una habitación cercana a la mía por si se me llega a ofrecer algo, espero que en verdad no me decepcione-dijo sin emociones levantándose del trono para dirigirse a la junta que tenia programada.

Algo respecto a su nueva sirvienta le inquietaba.

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No olviden dejar un comentario o me dara flojera seguir publicando. Y si Abra lemmon Por algo es M ¿No?