Un drabble que encontré mientras archivaba unas carpetas. Iba a ser un fanfic, pero quedó por la mitad y sólo rescaté esto.
No me pertenece ningún personaje.
El frío era inaguantable, casi mortal. Se colaba por cualquier recoveco y absorbía el calor despiadadamente, dejando un aire congelado e irrespirable.
Carlisle acomodó su cabeza en el respaldo del sillón, buscando una posición cómoda que jamás encontraría. Edward, en cambio, parecía no sufrir la misma situación. Recostado en mayor parte sobre el asiento, había cruzado las piernas sobre las suyas, acostando su torso contra el cuerpo de Carlisle. Su cabeza permanecía acomodada tiernamente en el hombro del mayor.
Estando así, delicado y adormilado, recordaba a un muñeco, particularmente a uno hecho de porcelana que había visto en una juguetería francesa un siglo antes de que el verdadero Edward de carne y hueso naciera.
Parpadeó, intentando disipar la nebulosa violácea que aparecía ante sus ojos cada vez que los abría de noche. El salón seguía a oscuras, los demás médicos estaban acurrucados en los rincones como animales tratando de conservar el calor. Por la ventana, la nieve seguía cayendo, hundiendo aún más al edificio en su estructura helada. Le intrigaba levantarse y averiguar cuándo podrían salir, si las puertas ya habían sido descongeladas. Él podría tranquilamente huir de ese lugar…
…la temperatura no le afectaba demasiado, pero al otro sí. El humano que estaba acostado a su lado seguía siendo un ser ordinario, con su corazón latiendo y su obligatoria respiración mundana. No importaba su temperamento ni su apariencia, el muchachito seguía necesitando calidez para no correr riesgos, y si Carlisle se movía apenas un poco, sería suficiente como para perder calor. O para despertarlo. No deseaba que sucediera nada como eso.
(Claro, tampoco iría a ninguna parte sin él, y hacía demasiado frío afuera como para llevarlo a otra parte)
Acostó su cabeza otra vez en el respaldo, indagándose la hora, cuando el otro comenzó a removerse, empujándolo y demandando más espacio del que ya tenía. Cansado de los cabezazos, reprendió:
-Detente…
-Tengo frío – fue lo único que pronunció amodorradamente. Suficiente como para que el vampiro lo aprisionara entre sus brazos, tan fuerte que el palpitar de los órganos de Edward resonaba también en los suyos.
-Te dije que te abrigaras a la mañana, – criticó, en voz leve – no me hiciste caso.
Se escuchó una pequeña disculpa proveniente de algún lugar entre sus cuerpos, y luego nada más durante la noche.
¿Algo para comentarme?
