Pensamientos
Inuyasha no me pertenece, si no que a Rumiko Takahashi, yo solo tomo prestados sus personajes.
Noche silenciosa
La tenue iluminación de las estrellas chocaban contra una peculiar cabaña, de noche, el cielo en Sengoku Jidai se tiñó de azul marino, nuestros queridos protagonistas buscaban con urgencia a Naraku, pues manipulaba el último fragmento de Shinkon no Tama, se habían quedado a dormir junto a la anciana Kaede por esa noche, pues el cansancio y el hambre los había vencido.
Ya era de noche, despertó de pronto cierta azabache sin saber causa ni motivo, siendo la verdadera causa la penetrante luz lunar contra sus achocolatados ojos. Como un acto de reflejo, giró su cabeza lentamente en búsqueda del peliplata, que para amarga sorpresa no se encontraba. Buscó dudosa en todas las esquinas, pero no, definitivamente él no estaba. Negó con la cabeza y pensó que lo mejor sería dormir, mañana sería un día arduo pues la búsqueda continuaba, se acomodó lentamente en su saco de dormir color celeste agua y lentamente cerró los ojos, centrándose únicamente en el sonido de las ranas y grillos que yacían cerca de ahí.
Sus ojos se abrieron rápidamente, de la nada, su corazón se aceleró, pues sentía una presencia cerca, dudosa se sentó en su saco de dormir y desde la pequeña ventana comenzó a mirar el cielo junto al frondoso bosque que se encontraba frente a ella, al no ver nada extraño, decidió ponerse de pie y dirigirse hacia el frío umbral de la puerta. Sentía el frío invadir sus articulaciones y el viento invitarla a salir, junto ambas manos y comenzó a frotarlas como también a calentarlas con su propio aliento sin quitar la vista de las estrellas.
Y lo vio, observó el débil hilo blanco vagando entre las pocas nubes del cielo, en dirección al bosque, una serpiente caza almas de Kikyo, de eso no cabía duda.
Sonrió de manera amarga, era tan obvio que Inuyasha no se encontrase aquí ahora. La azabache se mordio el labio, apretó sus puños y dudosa pensó en dar un paso fuera de la cabaña, pensó si lo que estaba por hacer realmente estaba bien, si debía hacerlo o simplemente debía dormir sin meterse en los asuntos del hanyou, pero… La curiosidad mató al gato.
Comenzó su carrera, veloz hacia el interior de aquel espeso y oscuro bosque, realmente no entendía porqué corría con tanta rapidez, era tan obvia la respuesta de todas sus interrogantes en ese momento. Pero no, ahí iba la testaruda Kagome, quien tropezaba con las piedras y ramas que interferian su carrera. Paró en seco, escuchó un leve suspiro provenir aún más adentro del bosque, estaba cerca, muy cerca, la azabache bajo su mirada y con inseguridad se quedó observando sus puños enrojecidos a causa del frío, por un par de minutos su propia conciencia cuestionó sus actos, se preguntó además si realmente era seguro continuar con esto, temía que la respuesta a todas sus interrogantes terminará acabando con su corazón roto, pero… ¿a quién demonios le importaba? Pues al parecer a ella no, ya que continuó su carrera sin pensar, sólo quería ver si él estaba con ella, sólo eso para así poder dormir en paz.
De pronto se detuvo y con cautela se escondió detrás un gigantesco árbol milenario.
¿Por qué me escondía?... ya había llegado ¿no?, ¿y ahora qué debía hacer? ¿comprobar si él estaba?
Por desgracia así era, una vez más su pesadilla se había vuelto a repetir, sus ojos se ahogaron lentamente y pequeños gemidos amenazaban por salir, con sus dos manos presionadas fuertemente contra su boca, escuchaba la conversación de ambos, regañandose a sí misma, odiandose pues no debía estar ahí. Escucho la tranquila voz de aquella sacerdotisa, al instante que sus ojos se cerraban fuertemente, debía salir de ahí, simplemente cometió un error en venir. Decidida dio su primer paso para alejarse rápidamente, pero se detuvo en seco al escuchar aquella interminable frase que nacía de los labios de la pelinegra.
—Por favor, Inuyasha, solo un beso… aunque sea por última vez —susurró cerca de los labios del peli plata, casi rozándose, mientras el oji dorado permanecía mirando el suelo. La sacerdotisa hecha de barro y huesos, con los ojos llorosos y un gesto en su rostro que daba a conocer más de su merecida misericordia extendió sus brazos por el cuello del ambarino quien dejaba que respondiera el silencio.
—Ki…kyo—Murmuró él, mirándola fijamente a los ojos y tragando saliva.
Kikyo se acercó aún más de lo que ya estaba del peli plateado y lo besó, beso que en unos cuantos segundos profundizó, en el que la azabache ante esto, retrocedió hasta chocar con el árbol con brusquedad, ya todo estaba claro, no debía interponerse más y todas esas ilusiones que habían florecido con el tiempo hoy se habían acabado marchitando.
— Te amo, Inuyasha —formuló la peli negra, con sus ojos llorosos, notorios del amor que sentía hacia él, separándose lentamente de los labios del hanyou y acariciándole la mejilla con ternura.
— Yo… —murmuró el ambarino, con su vista baja, con rudeza la de ojos achocolatados mordió su labio hasta hacerlo sangrar y sintió como miles de lágrimas nadaron por sus enrojecidas mejillas, un gemido quería soltar, respiró hondo y con sus puños presionados salió huyendo de aquella escena que no hacía más que romper lo poco y nada que le quedaba de corazón.
Caminando rápidamente, tapaba sus ojos chocolates con su antebrazo mientras soltaba gemidos inevitables y las lágrimas caían sin descanso, lamentando su testarudez y el amor que sentía hacia él, un amor imposible, un amor no correspondido.
Sintió el correr del agua, suavemente quitó su antebrazo de aquellos ojos chocolates que ahora yacían apagados, con su mirada baja observó el gran río que se encontraba frente a ella, divisó una gran roca que era cubierta por la luz de la luna, no dudó en sentarse ahí y desahogarse como siempre lo había hecho.
—¿Esto era lo que querías ver? —formuló para sí misma la azabache entre gemidos mientras permitía a las lágrimas bañar su rostro y caían por su falda verde oscuro, sus manos palpaban fuertemente cada uno de sus ojos ya hinchados de tanta tristeza contenida.
De pronto, misteriosamente se quebró la rama por la cual tropezó camino a la roca bañada en aquella luz lunar que ahora cubría el cabello de Kagome, asustada, los ojos chocolates miraron hacia la oscuridad por la cual aquel ruido nació.
Debía ser él… debía ser él, se pensaba para sí la chica mientras que con sus ojos pequeños miraba hacia la peligrosa oscuridad que en ese momento se encontraba frente suyo con un poco de ilusión.
—¿I-Inuyasha? —Formuló la azabache en apenas un susurró, con su voz quebrantada y con sus puños enrojecidos debido al frío de ese instante.
—No me confundas con ese simple híbrido —dijo una voz masculina proveniente de aquella peligrosa oscuridad, Kagome abrió sus ojos de par en par, no podía ser él… Claro que no, tan solo pensar en su nombre lograba que se le estremeciera la piel.
—¿Naraku? —
Buenas noches! Primero, aclarar que este fic lo había comenzado a subir hace años, primero en mi cuenta antigua de Fanfiction, Sika571, luego en mi cuenta actual, Conny571, ahora BreakMinds :u, pero nunca terminé de publicarla.
También la acabo de editar y borré los otros capítulos para resubirlos, porque los encontré con muchas fallas ;n;
Ahora, puede que haga sufrir un poco a los protas pero esque me encanta hahaha
Nota: Estará subida también en Wattpad. Bien, ¡nos leemos pronto!
