Declaimer: Los perosnajes no me pertenecen son propiedad de Adachi Toka.
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Gracias
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En lugar cubierto por la blanca nieve de invierno, un niño de ojos azules y cabellera oscura observaba con anhelo el pequeño templo que se encontraba frente a él.
Sin saber como controlar su llanto, el pequeño sujeto con sus puños la tela de su blanca yukata y la apretó con fuerza, tratando de reprimir su frustración.
A pesar que desde el día de su nacimiento se le fue dicho que era un dios, nunca había recibido algo similar. Nadie aparte de su padre lo necesitaba ni valoraba su existencia.
¿Entonces cuál era el sentido de su vida?
Se suponía que los dioses nacían y vivían por el deseo de los humanos, pero nadie ni siquiera podía notar la existencia del niño. Una divinidad de la que nadie dependía.
Las lágrimas comenzaron a escapar de sus orbes azulados, al enfrentarse a la cruda realidad. Con sus diminutas manos trataba inútilmente de secar sus ojos para aparentar que nada había sucedido, más no lo consiguió.
Se sentía solo en ese mundo de calamidad y sangre en el que había vivido.
El llanto del niño se detuvo al sentir una cálida mano tocar su hombro con gentileza. Al voltearse se encontró con la dulce sonrisa de una chica de cabello castaño quien jamás había visto, pero que por alguna razón le hizo sentir una desconocida calidez dentro de su ser.
Los ojos rosados de la chica lo observaban con amabilidad y, con cuidado, seco las lagrimas que aún quedaban en el rostro del pequeño, para luego ofrecerle algo que llevaba entre sus manos.
Un pequeño templo hecho a mano, en donde el nombre que estaba tallado era distinto al suyo pero sin saber porque se sentía identificado con el.
Incrédulo, el chico volteo sus ojos hacia la desconocida, quien le volvió a sonreír y se lo ofreció una vez más. Tembloroso, cogió el obsequio que la muchacha le ofrecía y ella gentilmente acarició su cabello susurrando las palabras que siempre había deseado escuchar.
"Serás un gran dios"
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Con pesadez, Yato abrió sus ojos para encontrarse en la casa de Kofuku. A su lado, Hiyori dormía plácidamente sobre su hombro al igual que Yukine quien también había quedado rendido ante el sueño.
Con cuidado de no despertarla, el dios acarició el rostro de la castaña y sonrió para sí mismo.
—Gracias Hiyori…—Susurró con voz casi inaudible.
Había tenido un sueño, un recuerdo mejor dicho de siglos atrás. Él era un niño solitario que vivía únicamente por los deseos de su padre, aún cuando esto significara la desgracia ajena. Sin embargo, eso había cambiado.
Ahora él había encontrado la luz gracias a esa chica de orbes rosados. Gracias a ella su existencia había cobrado sentido y había decidido dejar toda huella de su pasado lleno de calamidad.
Ahora tenía una razón de ser, pero por sobretodo había conseguido un lugar al cual podía llamar hogar.
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Bueno, aquí temina
Lamento mucho si hay faltas de ortografía o errores de redacción
Realmente amo Noragami así que hice el intento de escribir este drabble. Fue cortito, pero espero que haya quedado tan malo y que les haya agradado aunque sea un poco.
Muchas gracias por leer!
