EL MISTERIO DE TUS OJOS

Para Oreki Houtaro el resolver misterios era una tarea relativamente sencilla; algunos lo llamaban talento, él lo llamaba suerte pero fuese lo que fuese había un solo misterio que Houtaro no podía resolver y ese misterio era representado por un solo nombre: Chintada Eru.

La muchachita inteligente pero ingenua, con esos ojos violáceos brillante que chispeaban cuando su curiosidad se despertaba, esos mismos ojos que perforaban toda la antipatía del muchacho hasta penetrar en su consciencia y hacerlo ceder ante los caprichos de la muchachita.

Sin embargo el verdadero misterio no era el extraño poder de Chitanda sobre Oreki… la incógnita era ¿Cómo diablos esa chiquilla de gestos elegantes y voz suave podía causar tanta curiosidad en un ente indiferente como él?

Houtaro recordaba el día del festival de las muñecas, justo el momento en el que cargaba aquella pesada sombrilla y caminaba por la fila de cerezos en flor que completaban el paisaje. Intriga, curiosidad, ansiedad, un deseo incontrolable de ver el rostro maquillado de Chitanda; tal vez podría traducirlo como el explotar de toda la energía que había conservado durante toda su vida con tanto recelo.

Toda esa energía había hecho ebullición desde su estómago y había tomado forma de curiosidad y aun ahora podía sentir restos de esa sensación en él.

Houtarou estaba de nuevo en la sala del club de Clásicos, miraba a todos con su característico gesto aburrido, paseaba la mirada de un lado a otro intentado poner atención a la charla entre sus amigos pero le era imposible cuando su atención solo se desviaba hacia Chitanda, y los acontecimientos de aquel día feriado tomaron lugar… casi podía ver de nuevo los pétalos de cerezo siendo levantados por el aire que también revolvía el cabello de la chica… raro, extraño, peculiar… así era ese sentimiento que le invadía.

-¡Oreki-san!- dijo entonces la muchacha corriendo hasta su asiento y violando todo tipo de espacio personal al acercar su rostro al del chico tanto como le era posible obligando así a Houtaro a echarse hacia atrás.

De nuevo esa energía agolpándose en su estómago de manera violenta; teniendo tan cerca esos ojos brillantes e hipnotizantes, las mejillas ligeramente sonrosadas, el cabello azabache que por segundos parecían cuerdas que lo inmovilizaban y finalmente esos labios… esa boca… Dios… si pudiera acercarse más, solo un poco más…

-¡Oreki-san, no puedo dejar de pensar en eso!- repitió la chica emocionada y Houtaro salió repentinamente de su ensimismamiento no sin antes echarle otra mirada a los labios de Chitanda Eru, luego a sus ojos que resplandecían inundados de curiosidad y que desde el primera día que se vieron habían tenido un poder casi mágico sobre él.

El muchacho desvió la mirada avergonzado sintiendo sus mejillas arder llevándose una mano a la boca tratando de ocultar el tremendo sonrojo en su rostro.

No… era él quien no podía dejar de pensar… pero en ella.