Bien, este es el segundo fic de Hetalia y el primer AntonioxLovino que hago, así que no me maten todavía por favor xD
Va por el 12 de octubre, que hasta hace poco me enteré de que lo celebraban en España o.O (Aquí sólo pasa como feriado y nadie va a la escuela o trabajar, así que ni enterada)
También he de agregar que usaré OC's y son los países Suramericanos. Una de tantas versiones de ellos, hechas por mí. En este capi saldrán sólo dos, así que esos son los que pondré a continuación:
Chibi-Argentina
Nombre: José Matías Fernández Sosa.
Chibi-Chile
Nombre: Manuel Enrique Fuentes. (Sí, un sólo apellido porque me gustó como quedó así *-*)
Espero no regarla mucho con este fic ^^U
Disclaimer: La serie Hetalia - Axis Powers y sus personajes no me pertenecen. Son de la mangaka (ahora es que me entero que es una chica xD) Hidekazu Himaruya, yay! Sólo utilizo sus personajes para escribir cosas lamentables y de pobre calidad. No gano dinero por ello, sólo es entretenimiento enfermo para mí y para quien sea.
Ojalá sea de su agrado :3
¿Cuánto tiempo había pasado ya?
Se preguntaba internamente Antonio mientras oía hablar a su superior sobre deberes y responsabilidades que le estaban siendo encomendados para los preparativos de mayor relevancia del desfile de esa noche. Sinceramente, estaba comenzando a aburrirse.
-¿Lo habéis entendido?-preguntó como último el Rey, mientras le observaba escrutadoramente.
-Ah, sí-respondió algo distraído, a lo que el Monarca frunció más el seño.
-No quiero errores.-arrastró consigo la última palabra.
-¡No los tendrá!-exclamó un poco más animado.
El superior suspiró, al mismo tiempo que Antonio se retiraba grácilmente de su oficina, no sin antes haberlo reverenciado como era debido.
¡Por fin era libre! Bueno, casi. Todavía le quedaba hacer las tareas que le habían asignado para esta noche. ¡Pero por fin podría estar en paz! Al menos por hoy. Para estos últimos días había estado relativamente ocupado entre diversas actividades, y no había tenido tiempo de echarse a descansar un rato. Aparte, ésta había sido una de las cosas que le habían impedido ver a Lovino desde hace ya un buen tiempo, por lo que aprovechó esta ocasión para invitarle al desfile de esta noche.
"Espero no arrepentirme luego…"
-Por supuesto que no te arrepentirás, Lovi~-murmuró para sí al recordar lo que había dicho en el momento que le había llamado para invitarlo.
Una vez fuera del enorme palacio Antonio empezó a andar por los jardines. Una de las mayores bondades ofrecidas por el enorme terreno que ocupaba el palacio era eso; con sus flores adornaba el paisaje, haciéndolo entrañable; el pigmento otorgado por diversos tipos de plantas, insectos, e incluso animales lo hacía algo increíble; y por supuesto, el árbol. No, no era un simple árbol. Era el árbol.
Muchos recuerdos albergaban en él. Incluso Francis había dejado su huella ahí.
Caminó un par de pasos más, hasta que estuvo justo frente al antiguo árbol. Se recostó en él, soltando un suave suspiro mientras se acomodaba. Ya el resto se lo dejó al tiempo, que comenzó a transcurrir con extraña serenidad, al momento en el que el español comenzaba a cerrar sus ojos lentamente.
Pero su estado de somnolencia se vio interrumpido por el sonido de varios pies contra la hierba. Dos niños se encontraban corriendo, procedentes del camino que daba hacia el viñedo. Uno de ellos perseguía al otro con una sonrisa maliciosa en los labios y un brillo de fulgor entre sus orbes aceitunas; el otro parecía llorar mientras corría agitado, sosteniendo con recelo la pequeña coleta castaña de su cabello.
-¡Vamos! Te aseguro que te verás muchísimo mejor sin ella.-decía con una tijera entre sus manitas.
-¡No quiero! Me gusta así…-jadeaba asustado.
-Sos un llorón, Manu-se mofaba el niño a sus anchas.
-¡Déjame en paz! Le diré a papá que me estás fastidiando.
Y así como aparecieron corriendo ante sus ojos, se desvanecieron por la saliente.
No podía creerlo. Simplemente no podía.
-¿Manuel? ¿Matías?...-apenas susurró.
¿Estaría soñando?
....
Sin pensarlo mucho, sus pies se dirigieron con rapidez por el camino en el que esos dos extraños niños se perdieron, alcanzando los límites que separaba al palacio de su casa. Pudo ver a su alrededor un extenso campo de… ¿tomates? Y decidió incursionar en él.
Dios, cuantos momentos olvidados estaban aquí. Cuando un Lovino adolescente aún vivía en su casa se había propuesto a cultivar él mismo su propio huerto, única y exclusivamente repleto de tomates. Todos los días el joven Vargas velaba por la salud del mismo; en los días de tormenta lo resguardaba como podía y se quedaba en él hasta que la lluvia cesara, y en los días calurosos de verano español se ocupaba de abastecerlo con suficiente cantidad de agua para que siguiera viviendo.
Tarde o temprano, sus esfuerzos fueron valorados.
Ya para cuando llegó el día en el que dejó la casa los tomates se encontraban en la cúspide de sus vidas; estaban llenos de color, frescos y maduros. Antonio le prometió cuidar de ellos y Lovino dijo que lo haría picadillo si llegaba a encontrarlos muertos.
-Lovi me matará-pensó mientras sujetaba con las yemas de sus dedos un pequeño tomate que se encontraba seco, prácticamente sin vida.
Siguió observando su entorno sin resultado alguno. No había rastro de esos niños por ninguna parte.
¿Lo habría imaginado?
Estiró un poco ambos brazos y decidió marchar de vuelta a los jardines. Se decepcionó un poco por el desenlace de tan extraña situación. Habría jurado haberlos visto a ellos…
Pero un sonido lo habría sacado de sus cavilaciones mentales. Más específicamente el piar de un pájaro, que ahora se encontraba posado sobre una de las enredaderas que contenía los tomates más maduros del huerto. Parecía estar tentado a picotearlos.
-¡Hey tú! ¡Fuera de aquí! ¡Fuera, fuera!-lo comenzó a espantar con ambas manos hasta que el ave finalmente se fue.
El vuelo del pájaro hacia la lejanía le recordó un suceso bastante parecido, ocurrido hace mucho tiempo atrás.
Era primavera. Lo sabía porque ese día Lovino había dicho algo de inspeccionar el huerto por eso del cambio de invierno a primavera. Cuando quiso salir para buscar al italiano en cuestión debido a la espera de dos o tres horas aproximadamente, se llevó una sorpresa. La Italia del Sur enfrentaba una lucha encarnizada contra un grupo de pájaros que pretendía atacar el huerto. El chico lanzaba maldiciones y groserías en italiano mientras intentaba alejar a los pájaros con un rastrillo.
Si ya de por sí Lovino era peligroso sólo teniendo manos, pies y cabeza, no quería imaginar cómo sería con el rastrillo en mano. Probablemente su integridad física estaría un tanto demacrada.
Se acercó con cautela al campo de concentración, esquivando un ataque con el rastrillo de parte del menor. Más le valía no meterse en su camino o si no terminaría como una de las aves que Lovino logró derribar: Noqueado en el suelo.
-Oye, Lovi…
-¡¿Qué haces ahí parado sin hacer nada?! ¡Ayúdame, pedazo de imbécil!-gritaba alterado mientras alejaba con un poco de dificultad a un pájaro que intentó picotearle la cabeza.
Vale, su Lovi~ estaba muy enojado. Vaya manera de tratar a la persona que lo acogió en el momento más difícil de su existencia. Claro, él era un imbécil por dejar que su supuesto criado lo tratase de esa forma. Que bien puesto tenía el insulto.
Se sacó la larga capa que llevaba puesta y empezó a sacudirla tempestuosamente sobre los pájaros. Varios de éstos comenzaron a revolotear alrededor aturdidos. El italiano detuvo su ofensiva por un momento para mirar expectante al español.
-El movimiento de la capa los espanta, así se irán con mayor rapidez-comentó en respuesta a la mirada castaña que tenía encima de él.
Luego de un rato, entre los dos lograron espantar a todo el grupo. Una vez cumplido el propósito se sentaron un rato entre el huerto. Los pájaros les habían dejado algo exhaustos.
-Ay, Lovi~…-soltó con una risita.
-¿Qué es tan gracioso?-preguntó mirándole de mala gana.
-Nada…-se limitó a responder y pensar adecuadamente en su próxima respuesta; el rastrillo seguía estando a su alcance-. Es que pienso que este tipo de cosas sólo te podrían pasar ti.-y culminó con una pequeña sonrisa en sus labios.
-¡No tengo la culpa de que esos estúpidos pájaros la hayan agarrado con mi pobre huerto!-se quejó infantilmente.
-Vale, vale…-intentó calmar los ánimos; Lovino tan sólo bufó, manteniendo su seño fruncido.-. ¿Qué te parece si tomamos uno de los vinos de la despensa para esta noche?
-Suena bien, ¿pero a qué se debe tal honor?-preguntó sarcástico, mientras observaba extrañado a España. ¿Eran cosas suyas o andaba de muy buen humor?
-Ah, por nada en especial…
-Ya…-Bueno, de una manera u otra averiguaría por qué rayos Antonio no podía quitar esa estúpida sonrisa de su rostro.
El español fue el primero en levantarse, ofreciéndole la mano al italiano, que inmediatamente la rechazó alegando que él no era ninguna nena y que podía levantarse sólo. Hay que ver lo orgulloso que podía llegar a ser, que ni una simple ayuda de su parte aceptaba.
Cuando Lovino terminó de ponerse de pie, observó que había un papel blanco en el suelo. Lo tomó, quitándole los pequeños rastros de tierra que tenía.
-¿Qué es esto?-preguntó en voz alta, más para sí mismo, echándole una pequeña ojeada al papel. Tenía un dibujo garabateado en él y habían muchos colores de por medio.
-¡N-No es nada! ¡Dámelo!-exclamó alterado al darse cuenta de lo que era e intentó quitárselo al menor de las manos.
-¿Eh? ¿Pero por qué te pones así?-preguntó dudoso el chico al ver lo desesperado que estaba el mayor en recuperar dicho papel, ocultándolo detrás de sus espaldas.-¿Acaso lo hiciste tú y te da vergüenza mostrarlo?-se burló.
-¡NO!-le gritó, quitándole finalmente el susodicho papel. Ante todo lo que tuvo que hacer para recuperarlo, no se percató de que sus cuerpos habían quedado entrelazados y muy pegados el uno del otro.
El ambiente se silenció de repente, ninguno de los dos habló.
Por una parte Lovino se encontraba en estado de estupefacción. ¿Por qué el tan calmado y paciente Antonio se había puesto furioso de repente si sólo había sido una broma? ¿Tan importante era para él ese papel? Ahora su cabeza estaba llena de muchas dudas.
Por el otro lado, Antonio comenzaba a procesar todo lo que había pasado tan sólo un par de segundos atrás. ¿Por qué le había gritado de esa forma a Lovino? Vale, lo admitía: se le había pasado la mano esta vez. El italiano no podía haber predicho que ese dibujo tenía un gran valor sentimental para él. Bromeó como sólo él podía, eso era todo.
- Yo…lo siento.-Se disculpó apenado mientras se separaba del cuerpo contrario.
Ahora parecía que a Lovino le habían comido la lengua los ratones, porque no decía nada de nada al respecto.
-Bueno…-garraspeó incómodo-Este dibujo fue un regalo especial que me hicieron. Debió haberse caído al suelo cuando me quité la capa para alejar a los pájaros.-explicó.
-¿Quién te lo regaló?...-habló por fin, con un poco de molestia en su voz.
-Mis hijos…-respondió suavizando los gestos de su cara, algo que no pasó desapercibido para Lovino, quién parecía enojarse cada vez más.
-Vaya, ¿tienes hijos? ¿Y quién es la madre?-preguntó con sarcasmo renovado.
-Son esos pequeños países que recientemente hemos descubierto en otras tierras. Te he hablado mucho de ellos…-comentó emocionado.
-Sí, sí. No hace falta que me lo repitas de nuevo-respondió de mala manera.
-Oye Lovi, ¿qué te pasa? ¿Estás molesto conmigo?-preguntó ante la no tan inusual odiosa actitud del joven.
-Estoy bien, ¡de maravilla!-ahora recurrió a la ironía en sus palabras-. En cambio, ¿por qué no te vas a ver a un espejo? Tienes una cara de idiota que no te la quitan ni a golpes. ¡Y todo por ese estúpido dibujo!-gritaba cada más y más alto, a la vez que mantenía fuertemente cerrados ambos puños.
-¡Oye!...
-¡Y ahora resulta que ellos son tus hijos!-rió amargamente-. Sólo será cuestión de tiempo para que los traigas a casa y te deshagas de mí tan pronto como tengas la oportunidad de hacerlo…
-Lovino…
Ante la imposibilidad de seguir manteniendo oculta sus lágrimas por mucho tiempo, salió corriendo de allí lo más rápido que pudo. No soportaba la idea de estar lloriqueando como niña frente a alguien, sobretodo frente a Antonio.
-¡Lovi, espera!-gritó a pleno pulmón, pero ya el joven italiano había desaparecido de su campo de visión.-. ¿Pero qué le pasa a este crío?-se preguntó suspirando con mucha resignación. Estas jóvenes naciones de ahora…
Lo último que recordó de ese día fue el cielo tornasolado que se mostró ante el inminente atardecer, y la idea de colocar un espantapájaros en el huerto al ver a una parvada de cuervos volar hacia donde estaba el sol.
Sí, esos fueron tiempos tormentosos, y no sólo por Lovino…
Bien, hasta aquí la primera parte. Pienso publicar la segunda mañana (o más tarde), pero todo depende. Cualquier duda histórica o que tenga que ver con las líneas temporales de este fic las resolveré en la segunda parte. Así mismo, si creen que puedo tener alguna especie de error con respecto a algún detalle histórico de la primera parte, me gustaría que me lo comentaran por favor ^^
Ya saben, quejas, sugerencias, dudas, críticas de todo tipo, etc. Son bien aceptadas, al igual que un simple review. Todos los leeré con gusto.
¡Hasta luego!
