Capitulo Uno
Las luces de los faros lo cegaron segundos antes de que el camión se estrellara contra la puerta de su auto. El dolor rebotó a través de sus huesos. El tiempo parecía detenerse cuando el auto se precipitó contra la barandilla, rompiendo el gran cuerpo metálico, retorciéndolo y doblándolo como si fuera un juguete para niños. Fragmentos del vidrio astillado saltaron en el aire y volaron hacia su cara y pecho mientras aullaba un silencioso grito de terror...
Kai dio tumbos en su cama, bañado en sudor. Cuando su corazón dejó de golpear dentro de su pecho, se levantó y, contando los pasos, se dirigió al cuarto de baño.
El agua fría se sintió bien en su rostro. Se agachó y metió la cabeza bajo el grifo, dejando que el agua fría mojara su despeinado cabello.
Él no tenía la intención de permanecer dormido, pero los días eran tan largos para él ahora, que a veces él se acostaba sólo porque era una forma de pasar el tiempo. Las pesadillas habían estado viniendo con menos frecuencia, pero aún tenían el poder de mantenerlo afectado después que se despertaba por un buen rato, dejándolo tembloroso y enfermo.
De regreso a su habitación, tocó el botón del reloj parlante junto a su cama. Una agradable voz femenina le informó que eran las tres y media de la tarde. Su teléfono celular sonó poco después. Era demasiado temprano para la llamada diaria de su madre. Era probable que fuera un número equivocado.
— ¿Hola?
— ¡Hey, Kai! ¿Cómo está el hombre más sexy de este lado de Japón? ¿Me extrañaste?
A pesar de que había pasado casi un año, él sabría de quién era aquella voz en cualquier lugar. La imagen de unos ojos dorados color ámbar, lacio cabello oscuro y un cuerpo alto y delgado de nadador, se deslizó por su mente, desde donde la había mantenido escondida en un rinconcito de su corazón.
—Rei—dijo en voz baja.
—El mismo. Volví del otro lado del océano. Regresé de Francia ayer por la noche.
Rei Kon, había sido su intermitente amante en los últimos años. Lo había amado en secreto como nunca antes había amado a alguien y nunca dejó que alguien lo supiera, especialmente Rei, quien estaba de vuelta en casa. Rei era un espíritu libre que soplaba dentro y fuera de la vida de Kai, iluminándola siempre, pero rara vez por mucho tiempo.
Rei sentía pasión por los viajes, por no hablar de sus ojos coquetones. Kai había llegado a aceptar su inclinación por los viajes en el momento que notificaron el despegue del vuelo que lo llevaría a Italia para participar en unas competencias de natación o para aceptar la oferta de un hombre que acababa de conocer para cuidar de su casa en su ausencia en el sur de Francia. Rara vez trabajaba en un empleo estable, en lugar de eso prefería vivir con poco dinero y su considerable encanto.
Kai había aprendido a aceptar a Rei bajo los propios términos de Rei, o al menos eso se dijo a sí mismo en ese entonces. A veces se preguntaba si la razón de que nunca había conectado con alguna persona para tener una relación a largo plazo era porque estaba esperando a que Rei finalmente se quedara en casa con él para siempre.
Ahora, por supuesto, ya era demasiado tarde.
—Pensé que podría ir si estás libre. Yo te he echado de menos. —El tono de voz de Rei bajó cuando dijo las tres últimas palabras, el sonido era como una caricia, una invitación. Era obvio que él no lo sabía.
—Rei, es bueno escuchar tu voz —Kai trató de mantener un tono ligero de voz, a pesar de que se estaba muriendo por dentro. Antes del accidente, habría estado encantado al saber que Rei estaba de vuelta en la ciudad, por más breve que su visita pudiera ser. Incluso en este momento su pene se había despertado de su letargo habitual y su corazón había bombeado con fuerza al escuchar el sonido de la sexy voz de Rei. La amargura, su constante compañía durante el último año, rezumaba en su torrente sanguíneo. Rei no lo querría ahora. Obligándose a sí mismo para terminar con esto de una buena vez, dijo —Supongo que no lo sabes. Tuve un accidente. Un accidente en mi auto.
— ¡Oh, Dios mío! ¿Estás bien? ¿Cuándo sucedió?
—Justo después de que te fuiste la última vez. Estoy bien. Quiero decir, estoy vivo. Pero me golpeé gravemente. Los huesos se repusieron pero mis ojos… —se detuvo, de repente su lengua pesaba en su boca. El último vestigio de su fantasía, de que algún día, de alguna forma, Rei y él terminarían juntos como compañeros de vida se escabulló como la niebla bajo el resplandor de la realidad. —Estoy ciego, Rei. Es permanente.
Desde el accidente, Kai había tomado la decisión de rehacer su vida, esforzándose por soportar la dolorosa terapia física mientras su cuerpo destrozado sanaba y asistiendo a un centro especializado en ciegos recientes donde él pudiera aprender a vivir de forma independiente. El acuerdo monetario que él había recibido por el accidente lo aseguraba de no tener que volver a trabajar nunca más, pero vivía modestamente, sólo gastaba dinero en artículos que le permitieran vivir solo y con cierto grado de independencia.
Sabía que debía estar agradecido por estar vivo. Él había perdido su trabajo en la construcción, por razones obvias, pero se entrenaba para pasar libros de audio a Braille, un trabajo que podría hacer en casa. La mayoría de las veces se mostraba agradecido, excepto cuando la soledad de su exilio auto-impuesto se extendía ante él como un gran abismo de gris vacío. Porque ¿quién lo querría ahora? Él sería una carga para alguien lo bastante tonto como para querer involucrarse con él. Y él se negaba a serlo. La única cosa peor que estar solo, era ser digno de lástima.
Mientras que estuvo en el hospital, Tala quien para ese momento era su amante, había ido a visitarlo a menudo en un principio. Cuando se hizo evidente que Kai no iba a recuperarse a corto plazo, y que sus nervios ópticos se habían roto y que era imposible repararlos, Tala se esfumó. Kai no podía culparlo. No era que estuvieran enamorados.
—Kai, lo siento mucho. Yo no sabía...
—Está bien. Mira, yo tengo que ir…
— ¡No! Voy para allá. Quiero verte. Por favor.
—Rei, realmente creo que es mejor…
—Kai, para con eso. Puedo oír las ruedas girando dentro de tu obstinada cabeza. Además ese asunto del orgullo que siempre te mantuvo tan distante y prevenido para evitar hacerte daño. Corta con eso. ¡Quiero verte, maldita sea! ¡Yo te he echado de menos! Lamento no haber estado en contacto contigo, pero ya me conoces, sabes que soy distraído. —Soltó una pequeña risa de disculpa. Rei no se había mantenido en contacto—de un modo que era parte de su encanto. De pronto, él aparecía como una explosión de caliente luz de sol, y hasta ese momento Kai no se había dado cuenta de que había estado viviendo en la oscuridad. Pero ahora la oscuridad era perpetua, una oscuridad que ni aún Rei podría disipar.
—Dame tu dirección. Sé que ya no vives en aquellos apartamentos. Me detuve allí con la esperanza de sorprenderte. Vamos, Kai. Tengo que verte.
Kai suspiró. Nunca había sido capaz de resistirse a Rei. ¿Por qué deberían ser las cosas diferentes ahora? —Veintisiete Avenida Shidoku. Segunda casa a la derecha.
Kai Hiwatari, ciego. Rei trató de tener su mente en ese concepto cuando se dirigía hacia el nuevo barrio de Kai. Había pensado mucho en Kai mientras estuvo en Europa. Incluso había pensado en llamarlo, pero nunca había logrado hacerlo. Él prefería reunirse con la gente en tiempo real—reaparecer en sus vidas cuando ellos menos lo esperaban.
La última vez que habían estado juntos Kai silenciosamente le había preguntado lo que estaban haciendo. Rei había fingido no entender. Sabía que Kai estaba enamorado de él, sabía que quería más de lo que Rei estaba en ese momento dispuesto a dar. No es que él no amara a Kai—había amado siempre a Kai. Eso había sido simple resistencia a lo convencional, a "sentar cabeza" con una sola persona. Él se rió, recordando cómo le había dicho a Kai de su sangre gitana justo antes de que se escabullera.
Sin embargo, el año pasado, algo parecía haber cambiado en su interior. El brillante atractivo de tener un hombre nuevo en cada puerto, de las aventuras sin condiciones, había comenzado a empañarse. A sus veintiocho años, Rei a veces se encontraba cuestionándose acerca de su forma de vida gitana. A veces, especialmente durante los últimos meses, en los cuales había empezado a desear algo más permanente en su vida. Naturalmente, sus pensamientos habían ido hacia Kai. En el fondo, siempre había sabido que él volvería con Kai un día. Francamente, no se le había ocurrido que Kai no podría estar allí.
Se detuvo frente a la casa de Kai y se dirigió a la puerta principal. Apretó el timbre de la puerta y dio un paso hacia atrás para esperar. En un momento la puerta se abrió y allí estaba Kai, su cabello bicolor más largo que la última vez que Rei lo había visto, se le encrespaba en la parte posterior de su cuello. Se veía más delgado, la ropa colgaba de su cuerpo, sus muñecas se veían huesudas. Rei estuvo feliz por un breve instante de que Kai no pudiera ver su reacción cuando él estudiaba su rostro. La consternación se apoderó de él, cuando notó la mirada dibujada en su expresión la cual era el resultado de un largo y constante dolor o simplemente era tristeza. Miró a Kai a los ojos, por un momento sintió miedo de lo que él vería allí. Eran los mismos helados y brillantes ojos carmesí, del color de las rosas rojas bajo un cielo de invierno, pero el foco parecía velado, de alguna manera no parecían estar en el sitio que deberían.
La pálida línea de una delgada y blanca cicatriz corría en diagonal desde el ángulo externo del ojo izquierdo hasta su boca. Las lágrimas brotaron de los ojos de Rei pensando en lo que Kai debió haber pasado. Él quería tocar la cicatriz—trazar la línea con su dedo, pero sintió que tal toque no sería bienvenido. Él notó la firme determinación en la boca de Kai, el rígido orgullo de su porte.
—Kai. Soy yo, Rei.
—Lo sé —dijo Kai, una pequeña sonrisa revoloteaba sobre su rostro. —Entra —Dio un paso hacia atrás, y agregó —Bienvenido a mi humilde morada. —Su voz era dura, casi formal. Rei sentía que Kai necesitaba mantener la distancia entre ellos, al menos por ahora. Se resistió a la tentación de abrigar a Kai en sus brazos.
En su lugar, tocó ligeramente el antebrazo de Kai. — ¡Qué gran lugar! ¿Es tuya?
Kai se apartó de su toque. —Comprado y pagado, por cortesía del conductor ebrio que chocó contra mi auto. —Kai trató de sonreír pero no lo consiguió del todo.
—Kai, estoy tan sor… —comenzó Rei.
Kai lo interrumpió. — ¿Quieres algo de beber? Tengo cerveza y refrescos, o podría hacer un poco de café. —Sin esperar su respuesta, caminó con confianza a través de la sala y giró a la izquierda, hacia la cocina. Rei se dio cuenta de la leve cojera en su pierna izquierda.
—Una cerveza suena bien —dijo Rei, caminando detrás de él. Por la forma como Kai se movió hacia el refrigerador, Rei lo aduló —Estoy impresionado por la forma en que te mueves por la casa. Debes tener todo el lugar memorizado en tu cabeza.
—Si, supongo. Pienso que es más fácil vivir solo. Nadie más mueve las cosas, o deja algo fuera de su lugar con lo que pueda tropezar. En el centro de rehabilitación a veces nos colocaban obstáculos en nuestro camino por esa misma razón—para conseguir que nos adaptáramos al mundo real. —Le ofreció una cerveza, a la espera de que Rei la tomara. Sus dedos se tocaron y Rei sentía la familiar energía cinética zumbando entre ellos antes de que Kai apartara la mano.
—Kai —Dijo Rei. —Soy yo, y te conozco ¿recuerdas? No tienes que seguir con este estoico acto. Deja tu cerveza y déjame abrazarte. —Suavemente tomó la cerveza de la mano de Kai y dejó las dos latas sobre el mostrador. Tomando a Kai en sus brazos, él lo jaló más cerca, empujando suavemente la cabeza del hombre un poco más bajo hasta su hombro. Kai se quedó allí rígido y con los brazos a los lados, dejándose abrazar por un momento antes de intentar alejarse.
Rei lo sostuvo más apretado y le susurró —Lamento que esto te haya sucedido. Lamento también haber estado fuera por tanto tiempo, pero ahora estoy aquí. No me rechaces.
Poco a poco Kai llevó sus brazos alrededor de Rei, apoyando su peso en él. Rei le acarició el cabello, aliviado. Después de un rato los hombros de Kai comenzaron a temblar y su respiración se volvió entrecortada, sollozaba. Cuando Rei se dio cuenta de que él estaba llorando, lo abrazó más fuerte, canturreándole —Está bien. Estoy aquí. Estás a salvo en mis brazos.
Después de varios minutos Kai se apartó, enjugándose las lágrimas con el dorso de su mano. Rei miró a su alrededor buscando una caja de pañuelos. Al no ver ninguna, utilizó la cola de su camisa para limpiar las manchas de lágrimas en sus mejillas.
—Creo que los conductos lagrimales siguen trabajando —dijo Kai, su tono de voz era al mismo tiempo amargo y divertido.
Extendió la mano, sus dedos entraron en contacto con el pecho de Rei. —Vamos a sentarnos, ¿de acuerdo?
—Sí —Estuvo de acuerdo Rei, mientras agarraba sus latas de cerveza del mostrador. Una vez instalados en el sofá de la sala, le entregó a Kai su cerveza y bebió un largo trago de la suya.
—No he llorado así desde hace un buen tiempo —dijo Kai, sosteniendo la lata en sus manos.
Estaba inclinado hacia adelante, su cuerpo estaba apartado del de Rei.
Rei puso su mano en la rodilla de Kai y dijo suavemente —A veces es bueno llorar. Me parece que tú te has estado conteniendo mucho últimamente, ¿eh? ¿Tienes amigos? ¿Una red de apoyo? ¿Un... —él vaciló, de repente tuvo miedo de oír la respuesta —… amante?
— ¡Un amante! —Rei escupió. —Como podría alguien quererme ahora.
— ¿Estás bromeando? Puede que hayas perdido la vista, pero no tu apariencia. —Rei esperaba que sonriera, pero no lo hizo. Él continuó. — ¿Cómo te movilizas? ¿Quién te hace las compras? ¿Quién te lleva a las citas médicas o para un corte de cabello?
Mis padres me ayudan. Y hay una mujer que es voluntaria del centro de rehabilitación—viene dos veces a la semana para hacer mis compras y mis recados. Yo no los hago —hizo una pausa y suspiró antes de continuar —Realmente no tengo ningún amigo. Ya no.
—Por que tú los has apartado —dijo Rei, seguro de que tenía razón. —Es bueno que haya vuelto en este momento. Aquí estás, con apenas veintisiete años y has decidido vivir como un ermitaño solo porque tuviste un estúpido accidente.
—Rei, tu no puedes sólo venir y entrar de nuevo en mi vida y arreglar todo con tu radiante sonrisa y tu encanto.
—Puedo intentarlo —dijo Rei, riendo.
—Déjame tocar tu cara —dijo Kai de repente.
— ¿Qué?
—Yo quiero tocarte. Verte con mis dedos.
Intrigado, Rei se torció hacia Kai, quien extendió las manos, la punta de sus dedos hicieron contacto a ambos lados de la cara de Rei. Acarició los pómulos de Rei y deslizó el pulgar sobre el puente de su nariz. Siguió por la línea de su mandíbula hacia arriba a sus párpados. La cara de Kai era una máscara de concentración, como si él estuviera pintando los rasgos de Rei con los ojos de su mente. Su tacto era delicado, pero increíblemente sensual.
Sus labios se entreabrieron, sus ojos brillaban mientras acariciaba la piel de Rei. Rei se quedó quieto mientras Kai movía sus manos sobre su cabeza, enredando los dedos en el cabello de Rei, el gesto era dolorosamente íntimo. Rei se estremeció, su cuerpo se despertó por las caricias de Kai. Los dedos de Kai se deslizaron a lo largo de su garganta, bajándolas para terminar presionándolas contra su liso pecho. Sintió que sus pezones se endurecían bajo las palmas de las manos de Kai. Su pene estaba rígido, levantándose en busca de atención.
Sin ser capaz de permanecer pasivo por más tiempo, él jaló la cara de Kai hacia él, con la intención de besar sus carnosos labios rojos. Los ojos de Kai, que habían estado abiertos se cerraron. Respiraba con dificultad, sus mejillas estaban enrojecidas bajo la barba de varios días de color castaño.
—Rei —susurró, liberándose. —No hagas esto. No pierdas tu tiempo conmigo. Soy un bien dañado.
El corazón de Rei se tambaleó por la compasión, así como su pene le dolía por el deseo. —Todos estamos dañados de alguna manera, Kai. Eso hace parte del ser humano. No te definas por el accidente que tuviste. No me rechaces. He vuelto a casa por ti, Kai.
—Rei —susurró Kai. —Dame un beso antes de que me despierte de este sueño.
