¡Muy buenas a todos! Bienvenidos a un fic más, y siguiendo la tendencia de mis últimas publicaciones, este fanfic participa en el Rally "The game is on!" del foro I am sherlocked, para el equipo "The Goldenfish Club". Esta vez el tema es "países del mundo", y me tocó Lituania. Aviso de que si queréis aprender algo de la cultura del país no lo conseguiréis con este fic, aparte de que la capital es Vilna y de que su idioma, el lituano, es el idioma indoeuropeo más puro de Europa.

En total el fic consta de 5 capítulos, todos publicados en el mismo día.

Advertencias: Mystrade (por supuesto), voyeurismo, mención de sexo explícito... No hace falta que siga, ¿cierto?

¡Disfrutad de la lectura!


CAPÍTULO 1

—Esto es inaudito. ¡Exijo ver a la embajadora!—gritó Greg por milésima vez a la empleada de turno.

Era una mujer de mediana edad, con el pelo castaño recogido en un moño, unas gafas de media luna con una montura demasiado gruesa y una blusa con hombreras. Parecía sacada de una película de los años 60.

—Le vuelvo a decir, señor Lestrade, que la embajadora Lewis no se encarga de estos problemas.

—¿Es consciente de que por culpa de un malentendido fácilmente resoluble y de su incompetencia no puedo volver a mi puñetero país?

—Cuide el lenguaje, señor—le dijo la empleada con tono serio—. Yo no le he faltado al respeto en ningún momento.

—¡No me está dejando hablar con la embajadora!—gritó Greg.

Estaba perdiendo los nervios de manera incontrolable. En la embajada del Reino Unido en Lituania sólo trabajaban incompetentes.

—Le estamos ayudando en todo lo que podemos, señor Lestrade. No es nuestra culpa que...

—Por su culpa es posible que un asesino quede libre. ¿Le gustaría eso, eh?

—Por supuesto que no—la empleada estaba ofendida, pero a Greg ya no le importaba nada que no fuera volver a Londres—. Pero no puedo ayudarle en nada más. He hecho todo lo humanamente posible, y si no es suficiente para usted, lo lamento. Buenos días.

La empleada se dio media vuelta y se fue con la cabeza en alto, dejándole solo en la recepción con dos guardias de seguridad que le miraban muy fijamente y con cara de pocos amigos. Quería ir detrás de ella y pedirle, aunque fuera tras una disculpa, que le ayudara a salir de allí. Pero la mujer había cruzado una puerta de "sólo personal autorizado" y aunque supuestamente, siendo una embajada, su placa podía permitirle entrar, decidió que no era lo más sensato.

Sin dignarse a despedirse de los guardias salió de la embajada y pisó suelo lituano. Se subió el cuello de la gabardina, hundió bien sus manos en los bolsillos y se dirigió al hotel. Tendría que deshacer la maleta, otra vez. Y todo por culpa de él. Oh, sí, sabía que todo era por culpa del maldito Mycroft Holmes.

Todo empezó cuando le conoció -y le conoció por culpa de Sherlock, así que en definitiva era culpa de Sherlock que estuviera atrapado en Lituania; maldito Sherlock-. Desde el primer secuestro en su limusina sólo había habido amenazas, mensajes de texto con exigencias, y de vez en cuando viajes para vigilar a Sherlock. Como aquella vez que tuvo que seguirles a John y a él hasta Dartmoor para que no anduvieran demasiado por la base militar e hicieran preguntas incómodas. De vez en cuando aún tenía pesadillas con un perro enorme que le perseguía por un campo de minas.

Con los años cualquiera pensaría que la cosa mejoró, pero no, todo lo contrario. Mycroft cada vez era más exigente, más amenazador y lo peor de todo, más atractivo. ¿Cómo podía atraerle tanto alguien con el que se llevaba tan mal? ¡No lo soportaba y sólo pensaba en llevárselo a la cama! Ese aura de poder, el humor entre sarcástico y ácido, esas manos de largos dedos que en vez de informes deberían agarrar otra cosa.

Ya estaba acostumbrado a tener esos pensamientos sobre el hermano mayor de Sherlock, incluso había perdido la cuenta de las veces que se lo había imaginado desnudo, en su cama, y si podía ser con unas esposas... Se paró en seco y se obligó a dejar sus fantasías a un lado. No era el momento para pensar en ello, y menos aún con lo enfadado que estaba con él. Greg pasó de largo de la catedral de Vilna y se adentró en algunas callejuelas para llegar antes a su destino. Cuanto antes llegara al hotel, mejor.

Hacía una semana asesinaron a una chica en las calles del Soho. No se sabía por qué, la chica no tenía deudas ni disputas con nadie. Simplemente un hombre sacó un cuchillo y la apuñaló repetidas veces bajo la luz de una farola. Había habido testigos, tenían descripciones, ADN, vídeos. Y aun así el asesino escapó y huyó del país. En el departamento se volvieron locos intentando localizarle contactando con todas las embajadas del Reino Unido, que no eran pocas. Finalmente, la policía de Lituania le había reconocido en un mercado de Vilna y le había arrestado. Greg y su equipo fueron inmediatamente para la extradición del criminal, y todo había ido sin problemas hasta que Greg tuvo que pasar el control de seguridad del aeropuerto.

"Problemas de validez del pasaporte", le habían dicho. Al parecer no dejaban que con su pasaporte volviera a Inglaterra o cualquier parte del Reino Unido. Greg resopló al recordarlo. ¿Había podido salir pero no podía entrar? Sólo había un motivo.

Curiosamente, justo antes de pillar un taxi que le llevara al aeropuerto desde su casa tras recoger la maleta de emergencias para ese tipo de casos, no era la primera vez, apareció Mycroft con su limusina y le pidió amablemente que subiera. Durante el trayecto le aconsejó -aunque sería mejor decir que le ordenó- que dejara su caso actual y fuera a Lyon para vigilar a Sherlock. Obviamente se había negado en rotundo, no iba a abandonar su trabajo por otro de los caprichos de Mycroft. Había tenido que sacrificar días libres y vacaciones, pero días laborales no pensaba hacerlo.

Como de costumbre Mycroft le había amenazado pero esa vez le había dado igual a Greg. Qué iluso de él pensar que no le iba afectar. Ahora estaba atrapado en ese país, sin euros ni ropa de abrigo suficientes para más de dos semanas. Había pensado que si hablaba con la embajadora, ella podría hacer entrar en razón a Mycroft. Qué iluso.

Maldito Mycroft y maldito Sherlock por aceptar malditos casos internacionales.

Nada más llegar al hotel se pensó qué hacer. No le apetecía subir a su habitación, se sentiría agobiado y aún más encerrado, así que decidió ir al bar, pedir una cerveza y sentarse en uno de los cómodos sillones a ver un partido de baloncesto lituano. Si tuviera ganas se reiría, estaba haciendo justo lo mismo que haría en Londres.

Estaban ya en el segundo tiempo del partido cuando, tras mucho pensar, decidió que no se iba a quedar con los brazos cruzados. Se acercó a la barra y pidió el teléfono para hacer una llamada internacional. El camarero le miró de mala manera, pero afortunadamente no se lo negó y le dejó usar un teléfono de rueda. Un obsoleto teléfono de rueda. Pensó que era una broma, pero no. Al parecer la tecnología no había llegado a ese bar.

Se temía que acabara subiendo su factura de la habitación, pero ya se encargaría de recuperar el dinero. Sabía exactamente a quién pedírselo.

Marcó el número de memoria y tras unos sonidos extraños, esperó a que contestara.

—¿Sí?

—Maldito bastardo, me la vas a pagar—amenazó Greg en voz baja y dándole la espalda al camarero.

—Perdone, pero tiene que identificarse. Recibo muchas amenazas en este número.

Maldito Mycroft.

—Sabes perfectamente quién soy. Te estoy escuchando la sonrisa. ¿Te parece divertido dejarme atrapado en Lituania?

—¡Ah, Gregory, qué sorpresa!

—No te hagas el tonto, Mycroft.

—¿Yo? Por favor, Gregory. Como si no me conocieras en absoluto.

—Te conozco mejor de lo que crees, maldito hijo de Gran Bretaña. ¿Te pareció divertido invalidarme el pasaporte?

—Yo jamás haría eso—escuchó decir a Mycroft con su voz más falsa—. Si eso es lo que ha pasado, pide un pasaporte de urgencia.

—¡No me dejan!—dijo en voz más alta de la que debiera. Varios clientes se giraron para mirarle mal y se obligó a calmarse—. Sé que sólo tú has podido hacer eso.

—Aunque no lo creas tengo cosas mejores que hacer con mi tiempo. No sacaría ningún beneficio invalidando tu pasaporte.

—Eso sí que no me lo creo. Eres un ser vengativo y rencoroso.

—Piensa lo que quieras, Gregory. Disfruta de tu estancia en Vilna, me han dicho que está preciosa en esta época del año.

—¡No, no cuelgues!—rogó volviendo a alzar la voz, y otra vez los clientes le miraron mal—. Si no estoy en Londres dentro de tres días, dejarán suelto al asesino. No puedo permitirlo, Mycroft.

—¿Y qué quieres que haga yo?—preguntó Mycroft con falsa inocencia—. No está bajo mi jurisdicción.

Greg respiró hondo, se tragó su orgullo y se armó de valor.

—Sácame de aquí, Mycroft.

—Mmm...—le oyó musitar, pero no dijo nada. Se estaba haciendo de rogar. Maldito hijo de Gran Bretaña.

—Por favor, Mycroft.

—¿Por favor, qué?

Y encima se burlaba. Pero no, no iba enfadarse. Debía mantener la calma si quería volver a su ciudad y encarcelar al cabrón que se le ocurrió complicarle la vida apuñalando a una inocente muchacha.

—Por favor, Mycroft, sácame de este país.

El rato que tardó Mycroft en contestar se le hizo eterno a Greg, tanto que pensó que le colgaría y tendría que pasar el resto de su vida en Lituania trabajando en un supermercado, sacarse la nacionalidad y ahorrar dinero para comprar un vuelo barato con escala de 20 horas.

—Está bien, lo haré—Greg dejó escapar el aire, aliviado—. Pero con una condición.

La tensión volvió a Greg, se temía lo peor.

—¿Cuál?—preguntó con miedo.

—En realidad varias. Seguirás a Sherlock siempre que la ocasión se presente—Greg se mordió la lengua, no quería estropearlo todo con un insulto estando tan cerca de la libertad—y harás todo lo que yo te pida.

—Ni hablar—dijo automáticamente Greg al escuchar lo último. Podía pedirle que detuviera a cualquiera que le indicara o cosas mucho peores, tratándose de un Holmes. No podía aceptar ese riesgo.

—Me temo que no has entendido, Gregory. No te estoy dando a elegir. Si quieres salir del país...

—Entonces me quedo donde estoy. No voy a dejar que sigas abusando de mí, Mycroft. Buenas noches.

Y colgó fuertemente el teléfono de rueda. Los clientes y el camarero le miraron mal otra vez, pero no le importó. Estaba enfadado. No era capaz de comprender que Mycroft llegara a esos extremos con tal de vengarse y no iba a ceder. Hablaría con el director de New Scotland Yard si hacía falta para que siguieran con el juicio del supuesto asesino, pero no iba a dejar que Mycroft le manipulara a su antojo.

Aunque tuviera que trabajar en un supermercado.


N/A: el viaje a Lyon de Sherlock hace mención a mi otro fic Llamada desde Lyon. Por supuesto no hace falta leerlo para entender este fic, pero me hacía ilusión mencionarlo :D