Arena pura


La primera noche posterior al tratado fue tan extenuante que Suou se quedó dormido vergonzosamente.

No esperaba soñar. Había tenido que ocultar sus lágrimas.

Le acariciaron la cabeza y se despertó. Grande fue su sorpresa cuando se dio cuenta de que ante sí se encontraba...

Tokusa...

Su viejo amigo y subordinado sonrió, rodeado del perfume de la arena especiada. Brillaba. Seguía siendo joven y vital. Como cuando se fue.

...No era Sami, como Chakuro le confesó una vez que le sucedía. Pero...

—Han sido decisiones difíciles, ¿verdad?

Suou sintió pena por su desnudez y estado. Asintió como pudo. Buscó explicarse aunque sabía que su manera de proceder había sido la que se esperaba de él. Dadas las circunstancias.

Necesitaban un aliado fuerte.

Entonces sí que lloró. Tokusa flotó hacia su lado, riendo.

—Nada ha cambiado —le juró, acariciando su cabeza de nuevo—. Solo quería despedirme.

Suou sintió calor en los labios -privándolo un instante de oxígeno, llenándolo del aire que era mezcla de un dejo entre arena seca de tormenta y vegetación extraña- antes de que la imagen pegada a su piel se desvaneciera en polvo de estrellas.

Era una hermosa noche la que contemplaba desde su habitación.

—Es de mala educación en Siderasia, mi patria, que un consorte no duerma al mismo tiempo que su señor —le advirtió la voz adormilada pero no menos que irritada, de Lord Rochalizo Anastenagamos Neie Imiskin Emarika Antipatros Amonlogia, acostado a su lado en el humilde lecho diplomático.

—Lo siento...tuve un sueño —se excusó Suou como pudo, volviendo a su lugar.

Rochalizo ahogó una risa entre el desprecio y la ternura, como de costumbre. No lo respetaba ni admiraba como Tokusa. Pero era necesario sellar el pacto con los cuerpos, de acuerdo a las costumbres de Siderasia. Los habitantes de la Ballena tendrían que adaptarse.

—Bien...seguirás soñando en otra ocasión —le anunció Rochalizo con toda la pompa del orgullo herido recién cicatrizado.

Suou se acomodó de espaldas a él, quien insistió ahora en rodearlo con los brazos, afirmando su pertenencia.

Era obvio que no olvidaría. Al menos. Los Marcados fallecidos siempre serían (arena brillante y pura...) parte de la Ballena de Barro.

Y Tokusa de Suou.