Era una noche nublosa, las tímidas estrellas iban apareciendo en el cielo con el resto casi visibles. Unas finas gotas de lluvia caían sobre la ciudad de Las Vegas. Los numerosos carteles luminosos, resplandecían brillantes y se reflejaban en el capó y cristeles de los coches.

Los grandes casinos parecían que llamaban a las personas para que probaran suerte en sus juegos de azar. Cientos de coches se movían por las carreteras, parecían que no tenían un destino particular. Uno de ellos, con la tapicería negra y la pintura del mismo color se dirigía a la zona más silenciosa de la ciudad, aunque quizás, para Robert Chase fuera la más atractiva.

Aparcó el coche frente a la casa donde se dirigía, no era la primera vez que iba a esa casa por eso no le intranquilizó al ver que en todas las ventanas las cortinas estaban corridas y porqué detrás de ellas aparecía una tenue luz que provenía de unas velas.

Llamó al timbre que sonó alto dentro de la casa. Una mujer de aspecto posesiva y segura le abrió la puerta, sonrió.

- Bienvenido Robert Chase. Estaba preguntándome cuanto tiempo tardaría en volverle a ver. – dijo ella haciéndose sonar por encima de los gritos que provenían del interior de la casa.

- Gracias por recibirme de nuevo, Lady Heather.