Dicen que las experiencias en las que te sumerges en la vida te marcan como una huella de fuego quemando la piel y no vuelves a ser el mismo. Cuánto mas dolorosa y dura sea, más sufres, más te hundes, más temor y miedo sientes pero al mismo tiempo, aprendes, perdonas, comprendes, amas, odias y un sinfín de cosas que, a la larga, te hacen mejor persona de lo que eres en un principio. Es como si cada persona fuera una dura roca de carbón y con cada prueba pasada recibe un martillazo o una picada enérgica de una herramienta hasta convertirse en un hermoso diamante. Si… precisamente todas estas cosas son las que una persona experimenta a lo largo de su vida, eso mismo pensaba Harry cada noche desde que ejecutó y terminó su destino en aquel mundo de humanos y no humanos. A sus diecinueve años, aún le costaba creer todo lo que había vivido desde que había ingresado por primera vez en Hogwarts, hasta un libro podría escribir con todas sus vivencias, todos sus momentos, todos los sentimientos y emociones, sus miedos, gente nueva, hechizos… en fin un sinfín de intensas experiencias que no habían hecho mas que marcarse en cada fibra de su ser. Pero esta última… esta última experiencia había sido la más brutal de todas, la más ardiente y dolorosa, y eso que había tenido muchas así…

El cuerpo de Harry se impulsó hacia adelante, despertando bruscamente de su sueño. Su pecho subía y bajaba erráticamente y la cabeza le dolía horrores, jadeó un momento y respiró entrecortadamente, procediendo a realizar las repetidas inspiraciones profundas para calmarse. Una noche más sin poder dormir en aquella habitación compartida con los chicos, una noche mas sin poder conciliar un sueño decente, una noche más que le acosaban aquellas pesadillas. Pesadillas tremendamente reales que lo obligaban a despertarse para no ahogarse en ellas. Alzó una mano y se quitó con sumo cuidado sus gafas empañadas por el sudor que corría por su rostro y suspiró largamente. Unos minutos después, estaba fuera de la cama en dirección al baño, se duchó con agua fría dejando que el agua se escurriera por su cuerpo reconfortándolo por momentos y se vistió con la túnica propia de representación de la casa Griffindor. Todos dormían profundamente, incluido su mejor amigo Ron Weasley y era lógico, aún era noche cerrada. Alcanzó la capa de invisibilidad y salió sigilosamente del cuarto, atravesó los pasillos interminables del edificio de la escuela a paso ligero pero firme, seguro y silencioso, necesitaba un lugar para estar solo y sabia perfectamente donde ir. Se cruzó con algún profesor deambulando por las habitaciones pero pasó desapercibido sin llamar la atención. Por fin logró llegar a una de las torres más solitarias de la escuela y supo que la puerta estaba cerrada. Con suavidad, sacó la varita del bolsillo de su túnica lo suficiente para que apuntara a la cerradura de la puerta.

- Alohomora -murmuró y la puerta cedió al poder de su hechizo, abriéndose. El chico entró dentro y volvió a cerrarla con cuidado. Se quitó la capa porque ya no le hacia falta y subió las escaleras hasta la parte más alta. Aquella torre era como un santuario para Harry, era un lugar que le permitía pensar, reflexionar y disfrutar de las fantásticas vistas desde su pico y en ese momento no era una excepción. Apoyó sus manos en la barandilla de piedra y observó el paisaje tan extenso que podía apreciar bajo su mirada, todo parecía estar en paz, si… todo estaba en paz, por fin, lo estaba. Su mente empezó a divagar en sus propios pensamientos: Voldemort estaba muerto. Era una afirmación, un hecho, una realidad, una tremenda realidad tan cierta como el aire que respiraba en ese momento. Entonces, ¿por qué no podía dormir? ¿por qué tenia pesadillas? ¿no debería de estar contento, feliz, aliviado de haber hecho su cometido? Sonrió con amargura. Todos lo tenían como el héroe que creían que era, como el elegido para derrotar al temido Señor del Mal, el no debe ser nombrado y tantos otros motes para el ya no existente Voldemort, como el salvador de ambos mundos, la Tierra y el mundo mágico y fantástico. Pero el caso era que no lo había hecho, él solo jamás podría haber conseguido semejante hazaña, Ron y Hermione, sus mejores amigos habían estado con él… desde que tenia uso de razón, ellos siempre habían estado ahí y eso era algo indiscutible. Luchar contra el mal hacia tan solo unos meses de la manera que lo había hecho… había sido la experiencia más aterradora de su vida y la más dolorosa también, era como si todas las experiencias que había vivido a lo largo de esos diecinueve años se hubiesen fundido en una sola, enorme y difícil de digerir. Alzó la vista al cielo oscuro y despejado y vislumbró las sombras de los tejados, las gemelas de la torre donde él mismo estaba, las empinadas colinas a lo lejos, el Bosque Prohibido, la cabaña de Hagrid. Cerró los ojos un momento y una nueva imagen se instaló en su cabeza, jamás podría confundir aquella cabellera castaña de rizos dorados, su rostro níveo suave como la seda y esos grandes y expresivos ojos marrones.

- Hermione… -su nombre salió en un lamentoso suspiro. Recordaba con claridad, unos días antes de la batalla final, cómo le rogó para que no fueran ni ella ni Ron con él, no era la primera vez que lo hacia pero aquella vez era diferente. Eran sus mejores amigos y no quería perderlos por nada en el mundo, habían vivido demasiado juntos como para estropearlo todo en una noche que solo le concernía a él. Inevitablemente, como siempre pasaba, ellos no hicieron caso de su ruego y se unieron juntos nuevamente para acabar con Voldemort de una vez por todas. En esa misma batalla, experimentó lo que era el miedo de verdad, esa sensación de ahogo, esa presión en el corazón como si una mano lo estrujara robándole el aliento y las ganas de vivir. Ese mismo miedo sintió cuando creyó que Hermione podía morir, cuando la vio a merced de Voldemort y pensó que la perdería, jamás pensó sentir tanto miedo de perder a alguien como en aquel momento. Al principio, su parte mas racional intentaba justificar que era ese amor fraternal por Hermione lo que le había llevado a actuar de esa forma, ella era la mejor amiga que había tenido en toda su vida en todos los sentidos posibles de la amistad pero cuando despertó por la mañana en la enfermería y lo miró con esos preciosos ojos y le sonrió mientras susurraba su nombre… supo en ese mismo instante que el corazón le volvía a latir de nuevo. Le costó asimilarlo mas de lo que pensaba pero al mismo tiempo no le pareció descabellado, Hermione era una mujer impresionante, era hermosa, inteligente, curiosa, muy estudiante, egocéntrica en ocasiones y siempre le gustaba tener la razón, se podría decir que no era una mujer fácil de conquistar… hasta que Ron le hizo sombra. Suspiró al saber por donde iba el rumbo de sus pensamientos. Ron Weasley, su mejor amigo, el hermano que nunca tuvo, si, que mejor manera de sentirse fatal sabiendo que su mejor amigo estaba enamorado de Hermione y que ésta parecía sentir lo mismo. Ron era tímido, reservado y poco impulsivo pero a fin de cuentas, era Ron y nunca había sido muy bueno con las palabras al igual que él, solo que de manera distinta. Cuando se quiso dar cuenta, entre pensamientos e imágenes, un fino rayo de luz se vislumbró a lo lejos, el sol parecía querer salir después de tanto dormir. Contempló el amanecer con fascinación unos minutos más antes de bajar de la torre con la capa de invisibilidad.

- Harry, ¿dónde estabas esta mañana? -le preguntó su amigo Ron en el comedor mientras desayunaban. Hermione no había llegado.

- En la torre -le dijo como respuesta y Ron lo miró preocupado.

- ¿Pesadillas otra vez?

- Preferiría decir que no he dormido bien, gracias -murmuró con voz apagada.

- Ya han pasado meses, Harry, eso no es bueno

- Si me paso en la preocupación

- Eso espero -dijo no muy convencido de las palabras de su amigo. Harry oyó entonces unos pasos aproximarse a su mesa y los reconoció a la perfección.

- Buenos días, chicos -saludó Hermione con una sonrisa, acercándose mas a ellos. El corazón del joven mago empezó a latir desenfrenadamente al escuchar su voz y cuando se sentó a su lado y le besó la mejilla como todas las mañanas, sus manos temblaron ligeramente y su dulce olor captó la atención de su sentido del olfato como si fuera el perfume mas delicioso del mundo.

- Hola, Hermione -susurró con voz profunda mirándola a los ojos con cariño pero ocultando sus sentimientos.

La castaña se sonrojó levemente al percatarse de la intensidad en los ojos verdes de su amigo y le sonrió dulcemente.

- ¿Cómo estás? ¿has dormido bien? -lo observó detenidamente.

- Digamos que lo suficiente -esbozó una media sonrisa.

- Harry, tienes unas ojeras bastante profundas. ¿Sigues sin dormir? - dibujó las bolsas situadas debajo de sus párpados con el dedo pero sin tocarlo, mandando pequeñas descargas eléctricas a la piel de Harry que se erizó de inmediato.

- Ya se lo he dicho, pero no me quiere hacer caso -intervino Ron echándose un bocado con energía.

- Creo que deberías ir a ver a McGonagall, quizás ella pueda ayudarte -susurró atreviéndose a retirar un mechón moreno de su pelo. Harry sujetó su mano con suavidad y sus dedos se entrelazaron a la perfección en cuestión de segundos.

- Gracias por preocuparte por mi de verdad, pero no necesito la ayuda de nadie. Al menos por ahora, ¿de acuerdo?

- Pero, Harry…

- Por favor… -le pidió antes de besar suavemente sus nudillos, gesto que sin duda Ron no se perdió y una punzada de celos le carcomió enseguida. Ella sintió un agradable cosquilleo y suspiró sin darse cuenta.

- Prométeme que ves McGonagall-le dijo preocupada- no me gusta verte en esa forma.

- Siempre tan dulce conmigo -susurró con cierta tristeza sin darse cuenta. Le sonrió- pero te lo prometo.

- Bien -besó su mejilla otra vez- porque sino iré a por ti.

- Te tomo la palabra, Hermione -soltó suavemente su mano casi a regañadientes para no incomodar a su amigo que estaba observando y siguió desayunando. Un delicado toque de copas llamó la atención de todo el alumnado en el comedor y todos giraron sus cabezas al frente, a la gran mesa de la sala. McGonagall se puso de pie con su túnica oscura y su sombrero de bruja; los años ya le pasaban factura poco a poco, sus arrugas la evidenciaban en gran manera.

- Buenos días a todos, mis queridos alumnos -saludó con su voz profunda alzando las manos en dirección a los chicos- espero que hayáis podido descansar en paz todos estos meses. Hagrid tiene unas pequeñas palabras sobre una de sus clases antes del almuerzo. Le doy paso.

- Gracias, McGonagall -dijo Hagrid levantando su enorme cuerpo con cierto esfuerzo- simplemente quería comentar que quien desee, puede venir conmigo un tiempo antes del almuerzo a las colinas con los grifos-. Esbozó una tímida sonrisa y volvió a su asiento.

Mientras comía, Harry fue consciente de que alguien lo estaba mirando fijamente, no era incómodo al contrario le resultaba de lo mas familiar, desvió la mirada para confirmar lo que ya sabia: McGonagall lo miraba desde su mesa bebiendo un sorbo de su copa de oro, con preocupación. Suspiró, sabiendo con certeza lo que pensaba la profesora. Cuando terminó de comer, fue el primero en levantarse del banco y Hermione lo miró.

- Harry, ¿a dónde vas?

- Terminó de comer

- ¿En la sala de espera? -En referencia a interrogar a ella ya Ron.

- Si, Harry, ¿qué tanta prisa? -intervino la voz de Neville en la conversación. Harry parpadeó y se dirigió hacia el chico. Ni se había percatado de su presencia hasta ahora, ni de Ginny que estaba en frente de él ni de Luna a su lado. ¿Tan mal andaba de sentidos?

- Vaya, hola, Neville, no sabia que estabas aquí -murmuró un tanto avergonzado.

- Ya me he dado cuenta -replicó.

- Ginny, Luna -los saludó como si se disculpara. La pequeña Weasley lo miró con gran ternura y le sonrió.

- Andas distraído y por tu aspecto diría que no has dormido bien, ¿es cierto?

- ¿Podemos dejar a un lado mi insomnio, por favor? -hizo una mueca mientras hablaba- no es algo agradable que tus amigos te recuerden que no puedes dormir cuando lo único que quiere es olvidarse del tema.

- Pero, Harry… -tartamudeó la pelirroja, un poco sorprendida por su actitud. El joven soltó con brusquedad la servilleta y cruzó veloz el largo pasillo del comedor para irse.

- ¡Harry! -lo llamó Hermione que hizo ademán de incorporarse para buscarlo pero Ginny se le adelantó y salió en su busca sin pedir permiso a su hermano.

- ¡Ginny! -exclamó Ron viendo como desaparecía. La castaña sintió un nudo en la garganta, Harry estaba mal y ella solo quería cuidarlo y protegerlo.

- Ron ...

- Lo sé -la cortó con suavidad- últimamente no es el mismo.

- Tienen que ser esas pesadillas -tragó saliva intentando aflojar ese nudo.

- ¿Y qué quieres que hagamos? él no quiere que le ayudemos… y tampoco podemos -añadió con pesar. Y por una vez, Hermione supo que él tenia razón.

- ¡Harry!, ¡Harry, espera! -lo llamaba Ginny corriendo para alcanzarlo y sujetó su brazo deteniendo su avance. Sin oponer resistencia, él obedeció y en cuestión de segundos el rostro de la chica estaba frente al suyo, mirándolo con verdadera preocupación.

- Deberías volver al comedor -murmuró sin deseos de hablar.

- No puedo irme sabiendo como estás -negó rotundamente, deslizó la mano que tenia anclada a su brazo y buscó su mano para oprimirla con fuerza- no estás solo, Harry.

- Ginny, no tengo ganas de hablar, ¿vale? agradezco tu preocupación pero no sirve de nada en estos momentos-. La tristeza se vio reflejada en los ojos de la joven, decepcionada de que no le permitiera ayudarlo o consolarlo de ese sufrimiento, acercó la mano de él a su rostro y besó su palma con cariño, Harry observó su gesto y se relajó un tanto. Ginny siempre había sido una buena amiga para él, alguien en quien podía confiar… pero no era Hermione, y a pesar de que en un principio, su atención había sido atrapada por aquella pequeña Weasley, su corazón había sido atrapado por su mejor amiga y eso era algo que no podía remediar. Lo único que podía hacer era sentir una profunda tristeza por ella, por no poder corresponderle como se merecía… tan absorto estaba en si mismo que no se dio cuenta de cómo Ginny se ponía de puntillas y le robaba un corto beso en los labios. Ni tiempo tuvo de reaccionar cuando ella susurró:

- Si me necesitas, ya sabes donde encontrarme-. Asintió despacio un poco aturdido por lo sucedido y vio como se marchaba de nuevo al comedor. Volvió a reanudar la marcha, no era la primera vez que se besaban, le había pillado desprevenido que lo volviera a hacer. Desde que había descubierto sus sentimientos por Hermione, había mantenido las distancias con Ginny, sabia que ella estaba enamorada de él pero no quería hacerle daño, después de todo seguían siendo amigos y no podía permitirse el lujo de perderla por amar a otra mujer.

La mañana había empezado bien para Hermione hasta que Harry explotó en medio del desayuno. No estaba acostumbrada a ver su amigo enojado, es mas, pocas veces lo había visto así. Al mismo tiempo, no le parecía extraño, ¿quién podría estar de buen humor después de estar meses sin poder dormir tranquilamente? desde luego ese era Harry. Estaba tan preocupada por él, parecía su hermana mayor protectora, pero no era así, era su mejor amigo desde que tenia memoria, desde aquel vagón en el tren en su primer día de Hogwarts. Siempre había pensado de él que era un chico tímido, reservado, muy inocente e ignorante pero con el tiempo no había hecho mas que progresar y madurar convirtiéndose en el hombre que es ahora, cada decisión que había tomado ahí había estado ella para aconsejarlo y apoyarlo y hasta la fecha, no había dejado de hacerlo. Era tan importante para ella que le resultaba frustrante en ocasiones que él no se acercara a ella y le contara sus preocupaciones y miedos, si, Harry Potter, era así de estúpido, prefería guardarse y afrontarlo todo él solo. Levantó la vista del libro que estaba leyendo porque cuando su mente jugaba de esa manera no había manera de concentrarse en lo que hacia, y eso para ella era mortal. Se encontraba en la biblioteca, Ron le había pedido ir a dar una vuelta pero había preferido estar sola y ¿qué mejor lugar que la biblioteca donde estar llena de libros y en paz?. Cuando pensaba en Harry, de repente ya no podía pensar en otra cosa, la unión que tenia con él era tan especial como él mismo y cualquier cosa que le pasara, le afectaba a ella directa o indirectamente; curiosamente con Ron no le pasaba este fenómeno, deducía que era por las distintas personalidades, porque la amistad que tenia con Harry no era la misma que con Ron. ¿Cómo lo definiría? era más estable, si, eso era, la amistad que tenia con Harry era estable y sólida, basada en el progreso infinito de conocerse cada día mas del otro, con Ron en cambio era un tira y afloja, el pelirrojo tendía mas a meterse en problemas y era mucho mas ignorante en todos los sentidos que Harry y ella parecía su mentora cuando le reñía o le corregía cualquier estupidez o equivocación que se le ocurriese. Tal vez por eso, había elegido a Ron y prefería conservar esa amistad tan especial que tenia con Harry. Pero espera, ¿qué estoy pensando?, se riñó golpeándose la frente sin fuerza, piensa en cómo ayudar a Harry, no en amistad y amor. Intentó volver su atención a la lectura, pero casi de inmediato su mente rememoró la noche de la batalla final, se estremeció solo de pensarlo, había estado tan cerca de la muerte esa noche… se le ponía la carne de gallina y la bilis parecía querer escaparse a toda prisa por su boca, por no hablar de la taquicardia que sufría su corazón, resultaba difícil expresar con palabras cómo y qué había experimentado en ese momento: miedo, dolor, angustia, terror, odio, furia… un cúmulo de sentimientos que mas de una vez quiso explotar dentro de ella, y Harry… todavía recordaba su expresión al verla en aquella situación, de auténtico pánico y miedo… ¿por perderla? ¿por perder a su mejor amiga? si, claro, era normal, ella había sentido lo mismo por él y con Ron. Sacudió la cabeza, alejando esos pensamientos de su mente, de buenas a primeras esos recuerdos volvían, quería enterrarlos en lo mas hondo de su subconsciente para toda la eternidad. La puerta de la biblioteca se abrió, Hermione volvió a la lectura con cierta dificultad, el libro que sostenía entre sus manos hablaba sobre las pociones más raras del mundo y sus efectos, siempre le habían fascinado esas cosas como casi todo en aquel mundo mágico, y ella, la inteligente Hermione Granger, no se iba a quedar sin aprender ni absorber aquellas palabras tan interesantes. Sus rizos se interpusieron en sus ojos, impidiéndole leer y estaba por la labor de apartarlos cuando otros dedos, en su lugar, recogieron con mucha ternura su pelo y lo colocaron tras su oreja. La joven se estremeció y por un momento creyó que era Ron pero al desviar la mirada, supo que esos ojos verdes ocultos tras sus gafas jamás podría confundirlos.

- ¡Harry! -exclamó, quizás lo suficientemente alto como para los estudiantes que estaban en la biblioteca hicieran "Shhh" con fuerza para callarla. Se sonrojó y una risita asomó a sus labios.

- Hola, Hermione -susurró con una tierna sonrisa.

- Harry… -su voz disminuyó a un susurro y no pudo reprimir el impulso de abrazarlo. Había querido hacerlo todos estos meses, meses sin abrazar a Harry era un tormento, su mejor amigo se había distanciado después de la batalla. El corazón de Harry latió fuertemente en su pecho al sentirla, la rodeó con los brazos y la estrechó con fuerza mientras un suspiro entrecortado se escapaba de sus labios. El profundo amor que sentía por ella amenazó con desbordarlo porque tenerla tan cerca provocaba su debilidad mas que ninguna otra cosa.

- Hermione -susurró presionando los labios en sus rizos y aspirando su dulce aroma- te he echado de menos…

La joven no pudo retener las lagrimas y pronto Harry sintió la humedad en su túnica pero en vez de apartarla, la abrazó mas fuerte hacia él.

- Yo también… -sollozó- yo también te he echado de menos. Esas palabras fueron suficientes para que se sintiera el hombre más afortunado del mundo, pero la biblioteca no le parecía el lugar idóneo para hablar a solas. Rebuscó la varita en los pliegues de la túnica.

- No te separes -susurró en el oído de Hermione antes de girar la varita y desaparecer con ella de allí. Aparecieron sentados en un gran tronco caído al lado de un río que discurría en un bosque cerca de la escuela- ahora estamos solos.

Ella se separó ligeramente para saber dónde estaban y no tardó en reconocerlo, por lo que volvió a acurrucarse en sus brazos sintiéndose protegida y feliz después de mucho tiempo. Él la acunó con cariño mientras besaba o acariciaba sus rizos. Permanecieron en un cómodo silencio contemplando el paisaje, relajados y juntos hasta que ella rompió el silencio:

- ¿Estás bien? -susurró apoyando la cabeza en su hombro para poder mirarlo a la cara.

-Estoy mejor -respondió con suavidad antes de mirarla- siento lo que pasó en el desayuno.

- Debería ser yo la que me disculpara, no tú

- No me gusta estar enojado y menos si usted es usted. Sé que para mis preocupáis, Eso Es inevitable, pero los tocones de mí como la explotación de la moral-leer para entender, dice con tristeza.

- No importa, entiendo tu actitud-. El chico no pudo más que sonreír con amargura.

- No… no lo sabes, Hermione. No intentes sacar tu lado mas inteligente, no quiero a la Hermione sabelotodo porque lo único que va a conseguir es meter la pata hasta el fondo.

- Yo no quería… -quiso protestar

- Lo sé -la cortó con suavidad- sólo intentas hacerme sentir mejor. También lo comprendo.

¿Podría haber otra persona que la conociera tan bien como la conocía Harry Potter? estaba totalmente segura de que no.

- Hacia tiempo que no nos abrazábamos así -susurró entonces, cambiando de tema para no incomodarlo.

- Y no sabes lo arrepentido que estoy de no haberlo hecho antes -besó su frente- si Ron estuviera aquí, me haría pedazos.

- No le dejaría hacerlo -rió suavemente sin notar su matiz de tristeza al mencionar a Ron.

- También lo sé

- ¿Te estás volviendo sabelotodo? -se burló la castaña

- Tengo cierta amiga que lo es, quizás se me ha pegado algo -tocó su nariz.

- No te consiento que me hagas competencia, Harry Potter -se hizo la dura con los ojos brillantes de cariño.

- ¿Esa es una amenaza, Hermione Granger?

- No, Harry Potter, es una advertencia

- Respuesta incorrecta -sentenció antes de buscar en su cuerpo las cosquillas que sabia que tenia.

- No, no -se quejó riéndose a carcajadas- no es justo-. Cayeron del tronco y rodaron por el césped haciéndose cosquillas mutuamente mientras reían como niños. Eran estas cosas las que ambos echaban de menos: la complicidad, el diálogo, el mirarse a los ojos y saber que se comprendían, el cariño implícito en sus pupilas, el aceptarse mutuamente tanto los defectos como las virtudes.

- ¿Te rindes? -logró decir entre tanta risa mientras la torturaba.

- ¡Jamás! -rodó contra él, atacándolo sin rendirse.

- ¡Quita de ahí! -manoteó contra ella- vale, me rindo yo. Hermione rió divertida y finalmente se decidió a soltarlo, dejó que se incorporara y apoyara en sus brazos y ella se colocó de rodillas entre sus piernas. Una radiante sonrisa se formó en los labios de Harry cuando la miró y las mejillas de la chica se sonrojaron suavemente.

- Eres un tramposo

- ¿Tramposo? -volvió a reír relajado- sólo te he hecho cosquillas.

- Sabes que odio las cosquillas

- Precisamente

- Eres malo conmigo -hizo algo parecido a un puchero-. La sonrisa de Harry se suavizó y su mirada se enterneció, se inclinó un poco mas hasta descansar las manos en sus rodillas y contemplarla desde una distancia más cercana.

- Tonta, Hermione -la riñó con cariño. Alzó la mano para retirar las huellas de sus lágrimas derramadas anteriormente. Sin previo aviso, el corazón de ella se precipitó ante su delicado gesto- no puedo ser malo contigo, al contrario… me siento la mejor persona cuando estoy a tu lado.

- Harry… -murmuró conmovida pero él no parecia haberlo escuchado, perdiéndose en sus preciosos ojos marrones.

- No podría vivir sin ti, Hermione. No puedo -esbozó una triste sonrisa. Sabia que estaba yendo muy lejos, con lo inteligente y audaz que era su amada en cualquier momento podría adivinar sus intenciones- desde que somos amigos, no he hecho mas que progresar, aprender… y madurar.

- Harry… ¿por qué me dices estas cosas? -logró preguntar la joven, aturdida y con los nervios a flor de piel por lo que estaba sintiendo en aquel momento. No era algo común ni normal lo que le estaba pasando en esos momentos con Harry y él lo notó.

- Sólo quería que supieras lo importante que eres para mi -deslizó la mano lejos de su rostro para no incomodarla para luego susurrar inocentemente- eso no es malo, ¿no?

- No, claro que no, pero parece como si quisieras decirme algo importante -apuntó ella observándolo atentamente.

- No, tranquila -mintió con una pequeña sonrisa- creo que va siendo hora de que vayamos a clase antes de que nos riñan por llegar tarde.

- Si llego tarde por ti, Harry Potter, te las verás conmigo -amenazó con un dedo.

- No dudo de eso -rió suave mientras dejaba que ella se levantara y luego la seguía. Usaron sus varitas y desaparecieron del río.