Deva

"Sólo música y miles de sonetos alimentan a estos seres enriquecidos con sabiduría. Su oxígeno es el amor, su finalidad es servir y todos sus sentidos se orientan hacia la divinidad. No leen tu mente… leen tu alma. No te ven con los ojos de luz…te observan con el corazón. No los oirás, sino estás preparado para escuchar".

Las coronas de acebo satinadas, el incesante sonido de los cascabeles y frondosos árboles decorados con minúsculos ornamentos es el ambiente que se vive. Sigo meditabundo, el camino entre las luminosas vitrinas de la quinta avenida; todavía quedan personas que se movilizan raudas como pequeñas hormigas, en busca del preciado regalo rezagado. La nieve entorpece mis pasos y el frío de esa noche me obliga a cubrirme, pronto volverá a nevar como ha sucedido toda la semana. Esos copos de algodón traen a mi mente muy malos recuerdos. Alguien codea mi brazo y musita una disculpa. Agradezco en que fechas así nadie se tome el tiempo de reparar en mi rostro reconocido como el de un incipiente dramaturgo. Hoy, quiero ser invisible.

Por fortuna ya quedó atrás el escándalo que se originó tras el rompimiento amoroso con una de las mejores actrices de Broadway que había vuelto en gloria y majestad: Susana Marlowe. De eso hace más de un año.

Esta noche, pese a todo, iría a cenar a la casa de mi madre. Es ahí donde quería estar, tal vez por la invitación o quizás por no quedarme solo con mi tristeza de otra Navidad sin sentido. Llevaba en una de mis manos enguantadas una botella de vino francés y en otra un obsequio que envolví apresurado; sin embargo no era lo único que cargaba conmigo. Me detuve frente a un basurero, con la intención de arrojar ahí lo que pesaba en mi bolsillo hace años y no tuve el valor de hacerlo. Lo volví a esconder…en el pasado.

Continué mi camino hacia la casa y cuando tuve en mis manos la aldaba de bronce para anunciar mi llegada, por segundos sentí como estaba retrocediendo velozmente en mis recuerdos. "¿Cuándo había sido la última vez que había vivido una Navidad con mi madre?" Pensé. Al mirar por la ventana… las luces se reflejaban en un vitral empañado, la chimenea encendida y el árbol decorado con muchos y diminutos adornos. "La nieve y la bruma multicolor" dije con una media sonrisa. El aroma de canela de unas galletas recién horneadas y mi mirada perdida desde una ventana en la ventisca típica de vísperas de Navidad en la espera de Santa Claus fue… la última junto a mi madre. Nunca fue un sueño, era un recuerdo real.

Ya había golpeado la puerta y frente a mí estaba ella con una dulce sonrisa, como siempre hermosa, en un vestido de seda y gasa color verde agua que lucía con garbo. Le devolví su saludo maternal, algo renuente al sentirme observado. Me quité el abrigo y en la sala contigua estaban todos sus invitados de la compañía que saludé con timidez y cortesía, sabiendo que reparaban en nuestras facciones para reconocer que tanto teníamos el uno del otro.

La velada fue amena, junto al son de un piano tocado por uno de sus amigos, que improvisó villancicos: Deck the halls, Silent night, We three kings, etc. Agradeciendo mentalmente que no me obligaran a cantar porque no era nada de bueno.

La cena comenzó rodeados de una exquisita decoración en tonalidades verdes, rojo y dorado. Había preparado cada detalle con mucho amor y delicadeza: la femenina y la de una madre. Mi madre. Cada platillo era mi favorito y me sentí tan agasajado con ese gesto. Aún así mi mente insistía en irse a navegar por la tristeza y a quedarse ahí. Sé que ella lo nota y pareciera adivinar mis pensamientos.

—No las has buscado. ¿No es así? —me dice cuando estabamos en la cocina.

—No sé a quién te refieres…—digo con un mohín de desconcierto fingido.

—Vamos, Terry, sí lo sabes.

Se genera un silencio incómodo, no sé hacia dónde mirar para buscar refugio. "¿Para qué hago un esfuerzo así si mi madre es la única mujer, después de ella, que me conoce tan bien?" Pensé. Cuando quiero articular palabra para justificarme, alguien golpea la puerta de entrada. "Estoy salvado" murmuré.

—Yo voy, madre —digo aliviado y me apresuro a abrir la puerta.

Frente a mí, hay un desconocido de unos 70 años que lleva una gabardina oscura toda empapada por la lluvia nieve que acababa de comenzar. Tiene una sonrisa, rostro amable y una espesa barba blanca, además de una nariz rojiza por el frío. Su aspecto no me hace dudar —por su parecido a Santa— ante lo que vendría.

—Buenas noches.

—Buenas noches. ¿Señor?...—espero que se presente y le estrecho sus manos cálidas en ese saludo.

—Deva… Señor Deva. Disculpe que le moleste, vengo de las afueras de Nueva York me quedé dormido en el taxi y no sé donde estoy —dijo aún sosteniendo un gran bolso café y unos paquetes.

—Entiendo, por favor, pase —digo invitándole a entrar.

—No, no es necesario —en una negación con sus manos se queda en el dintel.

—Vamos, es Navidad. No se quedará afuera con este frío —le digo tomando de su brazo para que entre.

—Se lo agradezco —responde con timidez e ingresa sólo a la antesala.

—¿A dónde quiere llegar?

—Yo…quiero llegar a esta dirección —me enseña el papel, mientras, saluda a mi madre con un ademán cortés de su cabeza.

—Es aquí cerca… Si quiere le indico y le acompaño.

Mi madre me sonríe, sabe que estoy rehuyendo a su interrogatorio que había quedado pendiente; sin embargo deja que me vaya, hay ciertas reuniones que me hacen sentir incómodo y sólo necesito un poco de aire. La Navidad puede ser muy nostálgica para algunos o quizás es esa nieve que tanto me gustaba cuando era niño, ahora sólo me trae el recuerdo de separaciones, despedidas definitivas y todas fueron las más dolorosas de mi vida.

*1 Es así como emprendemos con el desconocido, un viaje por el sendero níveo. En un comienzo de manera fría e impersonal; pero la conversación fue tomando la calidez necesaria para cambiar mi vida, desde ese minuto y para siempre.

—Le agradezco que me acompañe en una noche como hoy —dice el señor con una sonrisa.

—No tiene que agradecer nada. Igual quería tomar aire —respondo en un suspiro lastimoso.

—Entiendo, pero debí interrumpir su cena con su… ¿madre? —pregunta buscando conversación.

—Sí, pero ya había finalizado.

—Aún no es Nochebuena.

—No, pero ya podré ver que me ha dejado Santa Claus mañana por la mañana —respondo con mi usual ironía.

—Mhhh. La Navidad para algunos trae melancolía, por los que ya no están, por lo que hemos dejado atrás y por el futuro incierto. ¿No lo cree?

—Sí, supongo —respondo a sus sabias palabras que me inquietaron, aunque no sabía por qué.

—Si lo cree, entonces, dígame ¿qué le ha pedido a Santa Claus? —dice el hombre y lo miro pensando si es que responde a mi ironía de hace un rato atrás o qué —. No le estoy respondiendo a su ironía… lo digo en serio —reafirma adivinando lo que acababa de pensar.

—Este… ja, ja, ja, ja, ja —me río de su pregunta —. Discúlpeme que me ría, pero es que ya estoy muy grande para creer en él.

—Sí, es cierto… pero Santa es un símbolo de muchas virtudes por ahí olvidadas, y ante todo representa el espíritu de la Navidad. Entonces corrijo la pregunta: ¿qué le ha pedido al espíritu navideño? —insiste en indagar y me observa esperando por mi respuesta.

Me quedo pensando en sus palabras y ante mi mirada atónita él sonríe y espera pacientemente. Aún seguimos ese camino que se había tornado, para mí, tan corto. "¿Hay alguna diferencia entre el espíritu de Navidad y Santa Claus?" Pienso. Cuando se es niño sólo se piensa en lo segundo. Ahora bien podría creer en el Espíritu navideño; ya que los adultos necesitamos de eso para renovar las esperanzas perdidas durante el año. Podría ser.

—No lo sé. No lo había pensado de esa manera —respondo con sinceridad, dejando para mí la propia reflexión que hice.

—No necesita pensarlo, sino que sentirlo aquí —me indica su corazón con una sonrisa —. Y bien. ¿Qué le dice su corazón?

—Muchas cosas imposibles… supongo. Ya sabe las personas nos empeñamos en tener lo que no se nos daría —digo sin pensar.

—Mhhh. ¿Quién dice que no se les daría? —interroga curioso.

—La vida, el tiempo, el olvido… ¿temor?…quizás.

—Es importante que sepa que esta es una noche ideal para que aflore la esperanza. Si en su corazón hay un ferviente deseo, amor verdadero y fe…entonces el deseo estará cumplido. Es así como funciona la magia. No hay posibilidad de falla alguna. El temor es el peor enemigo para vivir los desafíos.

—No le entiendo. ¿Cuáles desafíos?

—La vida…es un desafío constante.

—No entiendo realmente hacia dónde va su apreciación —respondo sin ganas de filosofar, por lo menos no esta noche.

—Lo hará, pierda cuidado…—murmura, y antes que pueda preguntar más, tropieza con un adoquín —. Oh, qué torpe he sido.

Sus cosas caen en el suelo y le ayudo a recoger lo que más puedo. Saqué un pañuelo para limpiar un paquete que cayó en un charco y se escapa de mi bolsillo el regalo del que pensé en deshacerse rato atrás. Al tratar de recuperarlo veo dos paquetes idénticos, así que escojo por sus dimensiones, el que creo que es mío.

—Espero que el regalo de mis buenas amigas, no se hayan estropeado —dice recogiendo parte de sus pertenencias.

—No lo creo. Es éste…supongo…—le digo ayudándole con los demás regalos.

—Sí, muy amable.

—Ya hemos llegado…justamente es aquí la dirección que tenía apuntada.

—Muy amable, joven. Gracias.

—No hay de qué —respondo listo para marcharme.

—¡Feliz Navidad!

Una sonrisa del extraño hace que le responda a sus buenos deseos. Pierdo mi vista en el infinito pensando en cómo y cuándo obtuve ese obsequio que estuvo en este abrigo por más de 5 años… Ahora quemaba mis manos, era tortuoso ver patentado en ese objeto lo que alguna vez pensé, desee y no se cumplió por tantas razones. Ya no fui capaz de bloquear ese torrente de nostalgia que me invadió y lo dejé navegar libre en mi alma. Al levantar la mirada, ya el hombre se había perdido por el pasillo que lo llevaba al interior de aquella casa antigua.

Mirando al cielo, purifico mi pena con las plumas de blanco: la nieve, que comienzan a caer más espesamente sobre mi rostro y sigo mi camino hacia mi refugio. Las palabras del extraño siguen latentes, no tuve tiempo de aclarar por qué generaron en mí tanta confusión, regreso en silencio con mi madre. Termina la velada con chocolate caliente y las últimas visitas se marchan, por fin. Acepto el ofrecimiento de que me quede en la habitación de huéspedes que habilitó para mí.

* . * . * . * . * . * . * . * .

A la mañana siguiente, me ofrecí a ir por pan y cosas para preparar un desayuno con mi madre, y así comenzar un día de planes entre los dos. Al ponerme el mismo abrigo, decido mirar por última vez ese regalo dormido.

—Si se lo hubiera dado cuando pensaba… —dije en un lastimoso susurro.

Tomo el valor para abrirlo, con la expectación en mis manos trémulas al estar frente a algo tan valioso. Renacía nuevamente ese mismo sentimiento que vivió dormido en mi corazón. ¿Era eso posible? ¿Seguir amando a alguien aunque ya sabía que probablemente lo que más me atemorizaba era su olvido, cuando yo no pude sacarla ni un sólo día de mi mente? ¿Podría abrirlo y encontrarme con lo que pudo ser y no fue? Me detuve observándolo mejor.

—¡No puede ser! Este regalo no es el mío —digo decepcionado. Era evidente que el tamaño de los regalos y el envoltorio, si bien era parecido, a la luz del día no eran iguales —. ¿En qué estaba pensando que no me di cuenta?¡Qué distraído!

Supe de inmediato que nuestros obsequios se fueron en las manos erradas. Decido ir a dejárselo yo mismo, de seguro era el obsequio de la joven que mencionó e iría a rescatar el mío. Al llegar a la dirección golpeo por largo rato. Nada. Al mirar en la placa de la entrada, leo que se trata de un orfanato y me abre la puerta un chico de no más de 10 años.

—Buenos días pequeño.

—Buenos días, señor.

—Busco al señor Deva.

—¿Cómo dijo? —pregunta el chico frunciendo el entrecejo.

—Que busco al señor Deva, anoche yo le acompañe a esta dirección… ¿No hay alguien mayor con el que yo pueda hablar? —digo buscando con mi mirada a un adulto que me ayude.

—Sí, si lo hay.

—¿Podrías llamarlo? —insisto ante su modorra.

—No puedo, porque está dormida. ¿Vio la hora que es? —espetó rascándose los ojos.

—Es cierto. Lo siento, pero me urge resolver un inconveniente. Es que…

—Mejor pase y siéntese —me deja pasar e ingresamos a la sala —. Espere aquí, déjeme ver si nuestra tía ya se despertó. ¿Le parece?

Acepto inmediatamente, me complica explicarle al pequeño las razones por las que estoy ahí, ni yo sé para qué vengo a rescatar un regalo que ya no tiene dueño. "Cierto, vengo a devolverle el regalo al señor Deva, eso debí decir". Pensé. Me siento cerca de un modesto árbol decorado con múltiples adornos elaborados por chicos y unos regalos sin abrir están junto al pesebre. Me quito los guantes y recojo una esfera que estaba en el suelo, y me siento observado, es una niña curiosa que me inspecciona.

—Hola, pequeña —le digo con una sonrisa.

—Hola. ¿Tiene hambre?

—Algo…

—Tome, una galleta de jengibre.

Sonrío y acepto el obsequio de la niña que continua observándome con detenimiento y cuando quiero hablar ella se adelanta.

—Busca al señor Deva. ¿Cierto?

—Sí, ¿podrías llamarlo? Necesito ubicarlo.

—Él se fue muy temprano. Nadie me cree pero… él es Santa Claus. ¿Usted lo sabe cierto? —me dice en un susurro cómplice.

—¿Qué?

—Es cierto. ¿No lo cree?

—Mhhh…Bueno…

—Está bien. No es necesario que responda, los adultos no creen en lo que sus ojos no pueden ver —respondió desencantada con mi evidente escepticismo.

—Já, eso es cierto… pero entonces el señor Santa Claus se fue…—dije decidido a seguirle el juego a la pequeña.

—Sí, nadie lo vio sólo yo. Dejó un regalo sobre la mesita y tiene una nota. Yo no sé leer todavía…—no termina de hablar cuando nos interrumpen.

—Buenos días…—saluda una mujer de unos 50 años.

—Buenos días, señora.

—¿Busca a alguien?

—Al señor Deva…

—No tuve la oportunidad de conocerlo; pero los niños y la chica que esta acá si me lo mencionaron. ¿En qué puedo ayudarle? —responde encogiéndose de hombros.

—Sucede que ayer yo acompañé al señor Deva hasta acá y torpemente confundimos los regalos. Vengo a devolverle el suyo…

—Mhhh. No sabría decirle dónde ubicarlo; pero preguntaré a los chicos. Espéreme aquí un minuto.

—De acuerdo.

La mujer se desaparece y esperé. Revisé el lugar de manera meticulosa, pensando en el comentario de la pequeña y la imaginación que tienen los chicos: ¿Santa Claus? Tenía esa apariencia senil pero vital, sonrisa amable, barba y una mirada muy comprensiva…. Aun así no llevaba disfraz, ni la vestimenta para serlo. No, no era posible.

—Él le dejó esto para usted —me dice la pequeña, interrumpiendo mis pensamientos y entregándome un paquete de color dorado.

—¿Para mí?...

—Sí, le dije que él dejó una nota con esto y según mi amigo, que sabe leer, es para usted.

—Debe haber un error apenas y lo conozco, además no es este el regalo que busco…—respondo ya completamente confundido.

—La gente no necesita conocerse para hacer un regalo. Por ejemplo yo nunca he visto a Santa en persona y él siempre me hace un regalo. ¿Ve?

—…Claro…

—Además. ¿Así no se llama usted? La nota lo dice. Mire —me dice extendiendo la nota que decía: "Señor, Terrunce Grandchester".

—Es cierto, la nota tiene mi nombre, pero no recuerdo habérselo dicho —digo sin comprender.

*2 Cuando decido abrir la nota dice: "La esperanza siempre prevalece cuando hay amor"no tiene firma y el sólo pronunciar esas palabras me hace sentir una extraña sensación. Cuando me animo a abrir el regalo…una voz que mi alma reconoce llama mi atención. Una chica que comenta con otra persona el mismo problema, un trueque involuntario de regalos. Escucho.

—Yo le ayudé esa noche a subir unas cosas, se me cayó un regalo y creo que debimos confundirlo… eso es lo que busco ahora —explicó.

—¿Estás segura que se trata de un obsequio en papel dorado?

—Sí, estoy segura. Yo no podría olvidarlo, jamás. Éste es de papel rojo. ¿Ves?

—Bueno, quizás lo cambió de papel… éste dice que es para ti.

—¿Esto? ¿Para mí? No, aquí hay un error.

Mi cabeza está muy confusa, entiendo que nuestros regalos están cambiados y que por la descripción de la joven… yo tengo su regalo y ella el mío; sin embargo no reparo en eso.

Siento la imperiosa necesidad de ir a ver que hay detrás de esa puerta, a quién pertenece esa voz. Mis pasos se acercan a la sala, la luz del sol no me deja ver con nitidez, ya que también alumbra el perfil de la joven. Su cabellera larga y rubia cae sobre la mantilla que lleva puesta y en sus manos esta justamente el regalo que es mío.

—Señorita, lo siento pero hay una confusión. Ese regalo no es suyo…

—¿Si?… entonces…—dice a la vez que se voltea para verme.

La impresión es tanta que nos hemos enmudecido al reconocernos, nuestros ojos se van directo a perdernos en un encuentro insólito, inesperado y tan ansiado. Sé que ella no puede salir del asombro y yo menos, estuvimos observándonos y siento como este corazón se quedó silente por segundos para luego latir con fuerza, muy ansioso por volver a tenerla lo más cerca posible.

—Eres tú…Terry —dice en un susurro y con los ojos vidriosos.

—Candy… —respondo en otro susurro.

Hay personas que nos observan, pareciera que reconocen en nuestro ojos que pedimos por un minuto de privacidad y se marchan. Camino hasta estar frente a ella, reconociéndola en cada gesto y peca que se ha suavizado con el tiempo, está más linda que antes: estoy frente a toda una mujer, pero la misma Candy en esencia. Sostiene en sus manos el regalo que le perteneció por tanto tiempo y decide abrirlo frente a mí. Entre sus dedos carga un fanal, con una miniatura que tiene la fachada del hogar de Pony que envié a hacer para ella. Quería que cuando estuviera casada conmigo y viviéramos en Nueva York, reviviera un retazo de su niñez cada día y noche…así la añoranza aminoraría. Ella me observa en silencio, reconozco por sus ojos que le ha gustado y espera a que yo haga lo mismo con el regalo que tengo; entonces, frente a ella abro mi regalo: un cuaderno de cuero con mis iniciales en dorado.

Lo abro y en la primera hoja dice: "Entiendo que si me has enviado un pasaje sólo de ida es porque quieres que me quede contigo. Yo acepto, porque… te amo. Así que te regalo este cuaderno donde quiero que escribas el comienzo de una nueva vida… la que crearemos juntos - Candy".

No puedo articular palabra alguna, me acerco poco a poco, hasta estar a escasos centímetros de su energía, quiero tocar su rostro y bendecir mis manos con su piel. Ella está al borde de las lágrimas y sé que teme ante esta declaración que había quedado pendida en el olvido.

Hemos conservado obsequios que no tuvieron su destino porque fueron interrumpidos por las circunstancias, nos separamos y nunca supimos que tan importantes éramos el uno para el otro. Eran regalos de Navidad rezagados, olvidados… pero que por alguna razón siempre estuvieron en el dintel de la esperanza. Siento mi corazón emocionarse con su sonrisa, con su dulce mirada en la que me pierdo y no puedo resistir las ganas de sentir su abrazo cálido. Es cuando ya no doy más y la estrecho contra mi pecho con fuerza. Reconocí en sus ojos una verdad, sentí en sus labios una confesión: No me había olvidado y yo mucho menos a ella.

La conversación esperada se da con tranquilidad y nos contamos que hemos hecho en este tiempo. La pecosa había crecido, madurado y ahora es la directora de ese orfanato además de seguir estudiando. Busco en sus facciones, quiero profesarle mi admiración y aún se sonroja cuando la miro con detenimiento.

Yo he dejado atrás una vida con Susana, le tomó tiempo aceptarlo; pero lo hizo. Retomé mi carrera y ahora daba mis primeros pasos hacia la dramaturgia. Tuve miedo de buscar a mi pecosa y averiguar que era parte del ayer… Si no fuera por ese extraño. Estuvimos hablando de él. Ninguno de los dos le conocía y sólo habíamos sido bendecidos con su fugaz paso por circunstancias extrañas en esta Navidad de 1918. La primera del resto de mi vida junto a Candy, ya que nos casamos al año siguiente en otra noche de esperanza: Navidad. Recordamos por siempre a Deva, agradecidos y tan bendecidos, ya que según nos comentó un buen amigo, no se trataba de un apellido sino que su significado para el hinduismo era: Ángel

Fin


Lista de música:

*1 "I wonder as I wander" – David Nevue.

*2 "Bliss" - 2002

Notas de autor: Historia inspirada en una Navidad inolvidable de 1996 y con profundo amor, admiración…le dedico esta historia a mi Madre. Deva: En el hinduismo se llama así a un tipo de ángeles, aunque aquí solo cumple el papel de espíritu navideño. Fanal: son creaciones artísticas tridimensionales dentro de una esfera de cristal del siglo XVIII, ése era el regalo de Terry a Candy. El comienzo de la historia tiene un poema de mi autoría extraído de uno de mis primeros fic: "If god will send his angels" para otra serie que escribí hace muchos años atrás. El fanart fue creado por Lobo López, ya que este relato ganó el segundo lugar en una convocatoria navideña en el grupo de las EDTG. (El primer lugar fue para Irly)

Este minific con un título muy particular, que una vez más se traduce su significado a través de la historia, lo comparto como agradecimiento a todas las lectoras antiguas y nuevas que me escriben a saludando, esperando por algo nuevo y preguntando por la historia que quedó stand by (TDR- Tiempo de respuestas). ¿Qué puedo responder? No sé si cuando quiera y pueda continuarla exista aún por ahí una lectora o muchas. Sea cual sea el resultado diré que: "Ya no acostumbro a dejas las cosas a medias" Gracias por leer y que tengan una feliz Navidad.

Ladyzafiro