Sailor Moon © Naoko Takeuchi

[Siempre fuiste tu]


El sonido de mis tacones sobre el piso de duela me perseguía, mientras las bolsas del supermercado amenazaban con caer de mis manos entumecidas por el frío. Estaba por comenzar el mes de noviembre, y habían anunciado uno de los más crudos inviernos. Creo que se han quedado cortos. Ya no sentía los dedos de mis pies y manos, pero la sola idea del té de canela y manzana caliente me impulsaba llegar hasta mi departamento, en el tercer piso de un lujoso edificio.

Llegué hasta la puerta de mi número, dejé torpemente las bolsas sobre el piso y me apresuré a buscar mis llaves. Entrar en aquel departamento y ver a mí alrededor me hizo recordarlo, y darme cuenta de que él había estado ahí todo este tiempo. Los elegantes sofás de piel negros y los jarrones con blancos alcatraces naturales que yo misma cambiaba todos los días, así como toda la temática en blanco y negro, eran obra de él. Incluso mi tan anhelado té de manzana y canela, eran señas claras de que nunca pude dejarlo ir.

Traté de apartar mis pensamientos y caminé apresurada hacia la cocina. Obra o no de él, necesitaba el té. Lo preparé y me senté en la barra de la cocina. Sola, como había sido los últimos tres años. Después de lo que había pasado, me sumergí en mi trabajo. Trabajé sin parar, día tras día, acumulé éxitos y mucho prestigio como profesionista. Llegué a ser parte de la mesa directiva de la empresa líder en fabricación de textiles. Mi ocupación me mantenía entretenida siempre, sin tiempo para pensar en familia, amigos, en mí… ni en él. Llené mi vacía vida con éxitos profesionales, amigos por conveniencia y amantes soberbios. Sonreí el 90% de los últimos años, mientras por dentro estaba gritando.

Cerré los ojos y di un sorbo del caliente brebaje, lo sentí calentar toda mi garganta hasta mi estómago. Eché mi cabeza hacia atrás y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos. Todo estaba bien, ¿no era así? Todo estaba bien, hasta esa llamada.

¿Porque tuve que contestarla…?

Ni siquiera debí hacerlo. Me encontraba en medio de una junta en la cual la expositora principal era yo. Jamás me distraigo en una junta, menos por una llamada, mucho menos si es mi trabajo el que se está presentando. El resultado de las últimas tres semanas de planeación y trabajo caía sobre mis hombros. Sin embargo en cuanto escuché el sonido del aparato interrumpir mis propias palabras corrí hacia él. Número desconocido. Nunca los contesto. Nunca. Pero hoy lo hice, sin saber porque, lo hice.

Disculpándome, salí apresurada de la sala de juntas. ¿Qué estaba haciendo?

-¿Hola?-

-¿Mina? ¿Eres tú?-

-Así es. ¿Quién es?-

-Escucha Mina. Soy yo, Seiya…-

Una inexplicable sonrisa surco mi rostro. ¿Seiya? ¡Vaya! Tenía tanto tiempo sin saber de él. Sin embargo ese no era el momento de ponerme al día con un viejo amigo.

-¡Oh Seiya! ¡Qué gusto! Verás, ahora no tengo tiempo pero en unas tres horas te regreso la llamada, ¿de acuerdo?-

-No, Mina. Escúchame…- Sus palabras se tornaron serias. - Yaten sufrió un accidente. Esta muy grave-

En ese momento no pude escuchar nada más que su última frase y el sonido de mi respiración, cada vez más agitada. Un sudor frio comenzó a llenar mi frente y las palmas de mis manos, dejando caer el aparato telefónico. Michiru, mi asistente, se acercó a mí mirándome con los ojos muy abiertos, preguntándome si me encontraba bien. En silencio y con una de mis tantas sonrisas fingidas contesté que sí. Regresé a la sala de juntas y me senté unos segundos. Tomé mis documentos y hojeé descontroladamente mis notas. Mi mente estaba en estado de shock y totalmente nublada. Lo único de lo que estaba totalmente segura era de que tenía que dar mi presentación.

Me limpié la cara y comencé de nuevo. Dos horas y media más tarde, despedía a los directivos y a unos cuantos accionistas de la empresa, que se marchaban satisfechos de las propuestas que ésta mujer les presentaba. Una vez sola en la sala, Michiru entró, dándome un vaso de agua y una aspirina.

-Espero te encuentres mejor, Mina. ¿Todo bien?-

-Mi celular. ¿En donde está?-

-Lo tengo en el cajón de mi escritorio-

Salí inmediatamente hacia el lugar de Michiru y comencé a hurgar en su escritorio. Lo encontré y los próximos siete minutos me limité a observarlo en mis manos. Dos llamadas perdidas. El mismo número desconocido. Era Seiya, la única persona de mi pasado a la que en realidad quería tener en mi presente. Pero él, así como todos los demás, solo me recordaba la parte más dolorosa en mi vida.

Oprimí el botón de llamar, pero en cuanto escuché el tono de marcado, colgué. No estaba segura de querer saber más de lo que Seiya me había dicho. Yaten, él había tenido un accidente y estaba grave. ¿Muerto acaso? Sentí los latidos de mi corazón violentos, agolpándose en mi pecho. Michiru seguía observándome con preocupación mientras yo seguía parada con el celular en mis manos y con las gotas de sudor sobre mi frente haciéndose cada vez más evidentes.

-Necesito irme a casa, Michiru-

-¿Quieres que llame a un taxi? No creo que sea prudente que manejes así-

-Estoy bien. Puedo manejar. Gracias-

Me dirigí a mi oficina, recogí mi portafolio y miré los alcatraces blancos en el florero sobre la mesa de centro. Era él de nuevo. Estropeando todo. Tomé el florero conmigo y caminé hacia el elevador, bajo la mirada extrañada de Michiru.

Llegué hasta el estacionamiento subterráneo del edificio, donde el frio de la noche ya se dejaba sentir. Abrumada como estaba subí a mi coche, un Lexus LS Hybrid. Recordaba el coche porque el tipo que me lo vendió parecía más entusiasmado por la compra que yo. Y ciertamente no era mi estilo, siempre preferí algo más convencional y menos presuntuoso, pero fue el regalo de cumpleaños de mí para mí, y estúpidamente pensé que entre más caro fuese el coche, menos vacía me sentiría. Claro, no fue así.

Encendí el motor y aceleré hasta adentrarme a las calles de la ciudad. Conduje sin rumbo alrededor de treinta minutos. Hasta que desperté de mi trance y puse los pies sobre la tierra. Esto no tenía por qué afectarme tanto, ¿cierto? Es decir, él sufrió un accidente y debería ir a verlo. Eso es todo. Bueno, tal vez solo mandarle flores y una tarjeta de ánimo. Tal vez.

Detuve el auto frente a un supermercado, miré el reloj, siete y media, aun temprano. Decidí bajar a realizar compras de despensa. Pan, huevos, arroz, un poco de pollo y, claro, mi te de manzana y canela. Pagué y me apresuré a salir con destino a mi departamento. El clima estaba cada vez más helado y comenzaba a nevar. Subí al coche, lancé las bolsas en el asiento del copiloto, encendí el motor y conduje, sin más escalas, hacia mi hogar.

Bajé del auto y me dirigí a la puerta del copiloto para bajar mis cosas. Primero mi maletín, luego las bolsas y después… el florero. Había puesto las bolsas encima y los alcatraces estaban marchitos, aplastados y totalmente deshechos, tal como debía encontrarse él en estos momentos. Los tomé y caminé hacia el basurero a un lado de la entrada del edificio, en donde a continuación los arrojé.

Y ahora me encontraba aquí, llorando por nada y por todo. Sin tener el valor de regresar la llamada que había cambiado mi día y sin poder dejar de pensar en él. Me sentí cobarde, me sentí vacía, indecisa, confundida.

Una ducha. Eso era lo que necesitaba, relajarme bajo el agua, las burbujas. Eso me haría tranquilizarme y hacer lo que ya sabía que debía hacer. Caminé hacia mi habitación y comencé a desnudarme. Me quité los tacones, la falda, el saco, la camisa y la ropa interior. Entre al baño y preparé la tina con suficiente agua tibia y burbujas. Encendí velas aromáticas. Flores, siempre amé esa esencia. Cinco minutos después me encontraba sumergida en el agua, disfrutando de un momento de tranquilidad. Cerré los ojos y mi mente empezó a vagar…

FLASHBACK

-No creo que esto esté permitido...- Susurró la chica mientras seguía al joven delante de ella.

-Ya lo sé- Contestó coqueto él, caminando rápidamente para entrar a los hermosos jardines de LaRiviere, el restaurant más lujoso de la ciudad. Corría el mes de septiembre y el clima estaba húmedo. Los pasos de ella resonaban sobre los charcos que había dejado la lluvia a su paso, lo cual comenzaba a molestarle.

-¿A dónde vamos? ¡Necesito que me lo digas! Sabes cómo adoro las sorpresas, pero no cuando incluye intemperie en un día lluvioso.-

-Cierra los ojos.- Susurró él sin prestar atención a las quejas de la chica.

-¿Qué?- Dijo ella con semblante confundido. Él se acerco aun más.

-Solo hazlo, confía en mí.- Ella sabía que no podría negarse a eso, a confiar en él.

Así lo hizo. Sintió como la mano de él se soltaba de su agarre, dejándola sola. No duró mucho, pues segundos después lo sintió de nuevo cerca de ella, abrazándola. Inhaló lentamente su aroma y llevo su boca a la de él. Los dos se entregaron en aquel beso lento, suave, lleno de sentimiento y amor.

-Abre los ojos.- Dijo el joven tomando las dos manos de la chica.

El panorama frente a ella era de ensueño para cualquier mujer. A la orilla del lago Riviere, un camino de pétalos de rosas rojas llevaba hacia la mesa mas finamente decorada bajo un toldo de tul blanco que permitía mirar las estrellas libremente a través del cielo repentinamente despejado de nubes que anunciasen lluvia. Velas aromáticas envolvían el ambiente llenándolo de canela suave, ayudadas por el viento que en complicidad con la ocasión, comenzó a soplar lentamente.

Todo era perfecto, hasta que algo lo tornó a maravilloso. Él introdujo su mano a uno de sus bolsillos mientras descendía en una rodilla.

-Cásate conmigo…-

FIN DE FLASBACK

Abrí los ojos bruscamente, quedando cegada por la luz que desprendía la lámpara de baño. Me levanté y tomé una toalla con desesperación. Con el cuerpo resbaloso, corrí hacia la sala, intentando no caer, en búsqueda de mi bolso. Descontroladamente busque mi teléfono celular en él y marqué a cierto número. ¿En qué estuve pensando las últimas seis horas? Él pudo haber muerto mientras yo estaba recostada en una tina pensand…

-¿Seiya?-

-¡Mina! Por un momento pensé que no llamarías. ¿Cómo estás?-

-¿Cómo está él?-

-Nada bien. Tuvo un accidente. Laboral. Una tubería de alta presión tenia fuga y cuando él fue a repararla, la tubería colapsó. Él estaba muy cerca, Mina. La presión lo lanzó varios metros y salió gravemente herido…-

-¿Qué tan herido?-

-Mina, no creo que sea prudente decírtelo por teléfono, que te parece si…-

-¿¡¡Qué tan herido!!?-

-Yaten… está en coma, Mina. Lo siento-


Hola a todas!

acá con su primer fic!

No prometo que sea lo mejor, pero me esforzaré en hacer algo que valga la pena ser leido.

Espero les guste y dejen sus comentarios o sugerencias, creo que en realidad las necesito haha :)

Saludos!