DISCLAIMER: No soy dueña de Cómo entrenar a tu dragón. Esto es una traducción y Nefer-T amablemente me dejo hacerlo.
Trenzas
Era una fría, fría mañana; hasta el sol parecía no querer levantarse del horizonte. Sus dedos y su nariz eran como témpanos de hielo, pero un difuso calor la provocaba ir hacia su objetivo. Detrás de la casa Haddock se encontraba el joven al que buscaba, todo vestido en su traje de cuero para montar, preparando su Furia Nocturna para el despegue.
"Hola Astrid!" Hipo saludó a la vikinga rubia alegremente, con las mejillas sonrosadas contra el aire helado, "¿Qué te trae por aquí a estas horas de la mañana?"
Ella observó mientras él quitaba sus manos de la silla de montar de Chimuelo y las pasaba por su cabeza, un pequeño hábito que tenía. De manera absurda, ella deseaba que fuera su cabello por donde él enredara sus dedos.
"He venido a despedirme", respondió ella, fijando su mirada en la pequeña cicatriz de su barbilla, apenas se divisaba una suave barba de pocos días. Es que ayer por la noche que no tuvimos la oportunidad de estar a solas, añadió la parte posterior de su mente.
Había demasiadas personas en el Gran Salón cuando Hipo anunció que se iba en un viaje de dos semanas con Chimuelo. Él había estado hablando de ello durante meses; su deseo de explorar el Archipiélago Bárbaro por su cuenta, para degustar plenamente la libertad de los cielos mientras que recolectaba conocimiento. Sin embargo todos estaban sorprendidos cuando finalmente tomó la decisión. Astrid más que nadie.
"Bueno," dijo, inclinando la cabeza y apoyando las manos en las caderas, frunciendo el ceño, "o-kay entonces. Voy a, uh... ¿te veo en dos semanas?"
Astrid se encogió de hombros, sin saber qué otra manera de expresarse. Con palabras era tan difícil. Ella murmuró algo y se mordió el labio inferior.
Él cruzó los brazos sobre el pecho, aturdido. "¿Que dijiste?"
"Dije que te voy a extrañar", ella repitió, más fuerte, "¡Tal vez si tuvieras esa mata de pelo bajo control me habrías oído!"
Hipo se rió, llenando el aire alrededor de su cara con una nube de ondulante aliento, llenando su estómago con esas mariposas demasiado familiares. Se acercó más a ella, con esa sonrisa insufriblemente adorable.
"Sé que te gusta mi mata de pelo, milady." Él bromeó, despeinándose el cabello aún más sólo para hacer un punto. Astrid sacudió la cabeza en negación, pero mantuvo la sonrisa en los labios. Lo que él dijo a continuación la tomó por sorpresa.
"Podrías venir conmigo, ¿sabes? Sería divertido ir en un viaje juntos. Sólo tú, yo y nuestros dragones..." Él agitó sus manos dramáticamente a través del aire. "Volando juntos hacia el atardecer. Bueno, amanecer, en este caso."
Ella quedó boquiabierta hacia él, sin saber si reír por su locura o sonrojarse por su oferta. No es que ella no hubiera considerado la idea una o dos veces, pero... ¿Qué podría decir? Ella no podía ir. No mientras no estuvieran casados. Escondió las manos detrás de la espalda para ocultar sus nerviosos dedos.
"No, no iré" ella esperaba sonar bastante indiferente, "Tengo... cosas que hacer."
"¿Qué cosas?"
"Mis cosas".
"Sería muy divertido." Él podría ser determinado... Sin mencionar convincente, especialmente cuando movía una ceja así.
"Puedo tener diversión aquí en Berk." Ella miro a Chimuelo - medio para asegurarse, medio para tratar de conseguir que la mirada distractora de Hipo saliera de su campo de visión. El Furia Nocturna se burlaba de ella y arqueó una ceja escamosa: Sí, sigue diciéndote eso hermana.
Los brazos de Hipo se agitaban en el aire, haciendo ademán a su falta de fe en ese pequeño lenguaje de signos particular de Astrid. "¿Es una broma? ¡Justo el otro día dijiste que estabas aburrida por tu ingenio!"
"No recuerdo haber dicho eso. ¿Estás seguro de que era yo?" Bueno, eso sí que era lamentable. Solo si pudiera dejar de acercarse a ella - él la hacía sentir extrañamente inquieta.
"Ah, esa es la peor remontada de la historia. ¿Hola? Midgard a Astrid?" Hizo un gesto con la mano delante de su cara y ella dio un manotazo para alejarlo, riéndose cuando él levantó las manos en el aire en señal de rendimiento. Ugh, se sentía como una chica sureña tonta, como una de esas doncellas romanas que se desmayan al ver la sangre, y usaban vestidos de seda y perfumes caros para atraer pretendientes. Necesitaba sentirse vikinga de nuevo.
"Deja de ser tan insistente. Te dije que no puedo ir."
"Acabas de decir «no puedo»", respondió, rascándose la barbilla con su mano izquierda. Estaba siendo tan molesto de nuevo. Ella dejó escapar las palabras antes de que pudiera pensar en ellas.
"Mis padres no me dejan..." Ella se detuvo, pero el daño estaba hecho. Él la miró con curiosidad, sin duda buscando el chiste de su declaración.
"¿Tus padres no te dejan? ¿Qué? Pero por qué -"
Bueno, bien podría decírselo ahora.
"Ellos no me permiten estar lejos por mucho tiempo."
Todavía parecía perdido. Ella giró los ojos exageradamente, gimiendo.
"Contigo. Sola." Hizo hincapié en la última palabra, por si acaso. Bueno, eso parecía haberlo entendido. Él pronunció un sorprendido "¡oh!" - Sus mejillas se volvieron de un tono más oscuro que el de la cereza mientras comprendía las implicaciones. Se quedaron en silencio durante un rato mientras él elaboraba una respuesta; él se balanceó con su pie, tocando nerviosamente el suelo con la prótesis.
"No es como que... todavía seamos unos niños. Podemos comportarnos". Dioses, esto era muy incómodo. Chimuelo resopló con ganas, dejando al descubierto sus encías rosadas en una clara muestra de hilaridad. Tanto Hipo como Astrid le lanzaron una mirada, a lo que respondió con un poco más de color rosa y un movimiento vigoroso de cabeza.
"Creo que ese es el problema. Ya no somos unos niños", dijo Astrid. Miró a Hipo, que ahora estaba mirando fijamente el sol naciente, su contorno delineado contra el cielo azul y blanco. Había una sonrisa divertida en sus labios; el nervio! Ella chilló con indignación cuando llevó a cabo un golpe a medias en sus costillas inferiores. Él simplemente fingió estar herido, frotándose excesivamente los lados con vigor entusiasta.
"Pero te portaras bien, ¿verdad?" Ella preguntó, preguntándose por qué estaba tan dudoso, de repente. Hipo se volvió y sonrió tontamente, provocando que el aleteo familiar en el pecho regresara. Se multiplicó por diez el momento en que tomó sus manos y las llevó hacia su boca, plantando un beso firme en sus dedos.
"Por supuesto que lo haré." Era la forma en que la miraba en ese momento... eso fue lo que le dio a Astrid la tranquilidad que necesitaba. Se sentía como que había metido las manos de un cubo lleno de hielo y después directo en el horno de la fragua. Casi podía oírlos chisporrotear y podría haber jurado que se estaban evaporando.
Pero aun así...
"¿Qué estás haciendo?" Él preguntó cuándo ella quitó sus manos, pero se tranquilizó cuando lo hizo callar. Hipo permaneció inmóvil mientras sus dedos se clavaban en su cabello, cepillándolo suavemente hasta que encontró el lugar adecuado. Mantuvo los ojos inquisitivos en ella mientras trabajaba, haciéndola sentir un poco nerviosa. Cuando terminó, buscó en la bolsa de la cadera y sacó dos pequeñas cuerdas, llevándolas a su cabello.
"Todo listo," ella anunció. Hipo se pasó los dedos por el cabello, sintiendo las dos pequeñas trenzas que ella acaba de hacer. Hubo un destello de una sonrisa en él antes de que bajara la cabeza y posara sus labios sobre los de ella, quitándole efectivamente el aliento.
Él le besó la punta de la nariz con dulzura. "Gracias. Te echaré de menos, también."
Hipo la tomó en sus brazos y la mantuvo allí durante un momento, y en un apretón todo el frío abandono su cuerpo. Retrocedió lentamente, arrastrando los dedos por sus brazos hasta el final de sus manos, tratando de prolongar el contacto entre su piel todo el tiempo posible.
Astrid envolvió sus brazos a su alrededor, inconscientemente, tratando de reproducir el abrazo de Hipo. Ella lo vio a horcajadas de Chimuelo y sonreírle antes de ponerse el casco, su cara desapareció después de ponérselo.
Astrid logró encontrar su voz otra vez justo antes de que se fueran. "No es que me preocupe, sabes. De todos modos te ves bastante tonto con todas esas bandas y artefactos conectados a tu traje." Sabía que, aunque ella no podía verle la cara, que él seguía sonriendo. Podía oírlo en su voz, ahogada detrás del cuero.
"¡Entonces está bien, ya que a mi novia le gusta tonto!"
Con un aleteo negro, hombre y dragón estaban en el aire; ella los miró, fundiéndose poco a poco en el cielo, hasta que no eran más que una pequeña macha contra el sol naciente que se distinguía en el horizonte.
Astrid se sonrojó ante su propio pensamiento, pero tenía una idea en mente: a su regreso, ella se aseguraría de darle una buena razón para no estar lejos por mucho tiempo.
Fin
Este tiene continuación hasta el capítulo 13.
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Besos. Bye.
