El cabello le habia crecido hasta media espalda y pensaba seriamente algunas veces pedir que alguien le diera un cambio de imagen. Pero luego recordaba con una seriedad abrumadora y una sonrisa en los labios, que a Kurogane le gustaba que conservase el cabello tal y como lo tenía ahora.
Fye suspiro, acurrucándose contra el cuerpo de aquel ninja. Kurogane inconscientemente le rodeaba la cadera con aquel brazo que todavía era suyo (si la situación lo requería, ese hombre no dudaría en cortarse el brazo que aún le quedaba). Algunas veces, Fye se preguntaba si esa mania que tenían desde que comenzaron un nuevo viaje junto a Syaoran desaparecería algún día.
Realmente, esperaba que no.
Despertar con los dedos de ese hombre deslizándose, acariciando sus hebras rubias en las mañanas, era algo que no estaba dispuesto a perder.
Desde la otra cama que estaba en la misma habitación, Mokona sonreía y mostraba sus mejillas sonrojadas; mientras que Syaoran, intentaba cubrirse hasta la mitad del rostro con las mantas que los protegían del frío de aquella noche.
Esos dos eran…
Los dos espectadores se preguntaron mentalmente si algún día aquellos amigos que tenían confesarían esos sentimientos que albergaban con tanto esmero.
