- ¡Hola Mamá!- respondía Kuroko Tetsuya al contestar su celular. –Sí me encuentro bien gracias- ¿Cómo llegaron a casa de mi tía? - ¡Me alegro!- ¡Mándale muchos saludos de mi parte y dile a la abuela que extrañaré sus deliciosas onces cuando llegue a casa!-

- ¿Cómo? ¿Tus padres no están en tu casa?- le pregunté intrigado

- No- me respondió con algo de nostalgia en sus ojos. – Mis padres fueron a dejar a mi abuela a casa de mi tía que vive en Nagoya. Se quedarán unos días allá con ella y luego regresarán.

- ¿En serio? - ¿Y estarás solo estos días en tu casa?- le pregunté sorprendido, ya que realmente no me imaginaba que Kuroko pudiera sobrevivir solo ni un día sin su madre o abuela.

- ¿No es obvio eso?- me respondió él mirándome fijamente a los ojos como si mi pregunta hubiera sido la más estúpida del mundo.

- ¿Podrás sobrevivir?- le pregunté burlándome de él- realmente no te imagino cocinando ni haciendo nada por tu cuenta Kuroko

- Trataré- me respondió molesto. En todo caso, no es tu problema y gracias por recordarme lo inútil que me encuentras Bakagami- me dijo parándose de la banca de donde nos encontrábamos dirigiéndose solo al salón de clases.

Bueno, supongo que me lo había buscado después de todo. Corrí detrás de él para alcanzarlo. Caminamos el resto del camino juntos aunque Kuroko no me quiso dirigir la palabra por un buen rato.

El resto del día transcurrió normalmente. Ese día no teníamos entrenamiento, puesto que nuestros Senpais habían ido a recorrer las distintas Universidades de la zona para poder realizar las postulaciones para el siguiente año. Este sería el último año para el Seirin que había ganado la Winter Cup el semestre pasado. Pensar en ello nos ponía a todos tremendamente melancólicos, pero era un aliciente, para mejorar y dar nuestro mejor esfuerzo, en los dos torneos que participaríamos.

Como quería quedar bien con Kuroko, a la salida lo invité a comer a nuestro lugar de siempre. Él se tomaría su batido de vainilla, yo pediría mis 30 hamburguesas y le regalaría una o dos a mi pequeña sombra para que comiera algo, antes de irse a su casa.

- Kagami-kun me da nostalgia pensar que el próximo año el equipo ya no será el mismo- me dijo mientras daba un sorbo a su batido mientras miraba hacia fuera por la ventana.

- Si, sé a lo que te refieres- le respondí mirando hacia donde él lo hacía

- Es más, a nosotros nos quedan solo dos años más - después quien sabe, si seguiremos en contacto - ¿No crees?- me terminó de decir muy bajito, casi con un susurro. Su vista seguía perdida, mirando algo que solo él podía ver.

Quizás esas palabras no estaban siendo realmente dirigidas hacia mí y fue solo un pensamiento en voz alta. No sabía qué contestarle. La verdad es que yo también venía pensando en eso hace ya algunos días. No sabía que sería de nosotros en el futuro. Quizás yo volvería a EEUU o entraría a una Universidad distinta a la de Kuroko. Mis padres se habían terminado de divorciar, y si bien ahora vivía en Japón por mi padre, al cual nunca veía, mi madre vivía en EEUU y siempre que hablábamos me decía que volviera con ella.

Iba a responderle a Kuroko, algo sin sentido, como "sólo el tiempo lo dirá" pero justo en ese segundo suena su celular, lo que logra sacarlo de su ensoñación y contesta.

- ¡Hola Mamá!- dice mirándome medio avergonzado. – No mamá, aún no llego a la casa. Estoy con Kagami-Kun comiendo algo – le dice. – Está bien- dile que me espere- me iré de inmediato. Te llamo llegando a casa. Yo también- le dice finalmente al colgar.

- ¿Pasó algo?- le pregunto al ver cómo empieza a ordenar sus cosas para irse.

- No, nada grave. Solo que mi vecina la llamó preocupada porque no he llegado a la casa- esquivó mi mirada seguramente más avergonzado. ¡Ya sabes cómo es mi madre de exagerada!

- Yo diría que es una madre preocupada por su hijo- le sonreí echándome hacia atrás en mi asiento, para luego recoger las hamburguesas que quedaban y guardándolas en mi mochila. - Vamos te acompaño- le dije

Hacia mucho frío esa noche. Estábamos en pleno invierno y parecía que comenzaría a nevar en cualquier minuto.

- ¿Crees que nevará?- me preguntó Kuroko mientras miraba el cielo en forma distraída

- No lo sé- el cielo no está tan nublado como para que nieve, pero hace demasiado frío

- Si- me dijo él metiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta y colocándose el gorro para taparse las orejas. Si había algo que odiaba mi sombra, era el frío.

- Si quieres corramos para entrar en calor- le dije para motivarlo

- No gracias- acabo de comer- prefiero congelarme

- No te vayas a enfermar Kuroko- no tienes buena cara- le dije preocupado

- No soy tan débil sabes- me miró serio. Sus ojos destellaban de … ¿rabia?

- ¡No me mires así!- le respondí a su comentario. ¡Eres debilucho y lo sabes!. ¡No puedo creer que por simple batido y una hamburguesa no puedas correr!

Kuroko me miró con esos ojos fríos y mirada seria que suele poner cuando no quiere que pueda leer sus pensamientos. Seguimos caminando pero a simple vista podía ver cómo tiritaba de frío.

- Ya falta poco- le dije apurando el paso.

Kuroko asintió. Pero no dijo nada. Lo miré nuevamente y su temblor se había acrecentado. Quise abrazarlo y acurrucarlo dentro de mi abrigo, pero sabía que si lo hacía, solo recibiría un buen golpe de premio. Caminamos dos cuadras más, y por fin la tortura había terminado. Su vecina estaba esperándolo dentro de su casa.

- ¡Por Dios Tetsu-kun!- ¡vienes congelado!- exclamó ella. - ¡Oh Gracias por acompañarlo, estaba muy preocupada! Este niño es tan delicado que seguro mañana amanecerá resfriado. ¡Supieras los susto que les hizo pasar a sus padres!

- ¡Gracias por acabar con mi reputación Tía Mayuku!- le dijo Kuroko mientras sus mandíbulas hacían el mismo sonido que las castañuelas. ¿Quieres pasar Kagami-Kun?- me preguntó Kuroko

- No Kuroko- me iré- más tarde seguramente hará más frío y dicho eso me fui.

¿Así que Kuroko había sido un niño enfermizo?. Seguramente por eso era tan enclenque y débil hoy en día. El había mencionado en alguna oportunidad uno que otro resfrío o enfermedad de niño, pero lo dicho por su vecina, me hizo suponer que parecía que había más enfermizo de lo que creía.

Al día siguiente, nos encontramos con normalidad en nuestro punto de reunión. Kuroko se veía algo decaído.

- ¡Hola, buenos días!- le saludé - ¿Te pasa algo?- le pregunté al no tener contestación

- No- me contestó serio. -Sólo que no dormí muy bien anoche

- ¿Por qué? – le pregunté mirándolo de reojo

- Me costó entrar en calor- me respondió.

- ¿Y la calefacción genio?- le pregunté riéndome de él

- Ayer no quiso funcionar- ¿Sino por qué crees que casi morí de frío anoche?- me contestó irritado.

- ¿Y por qué no me llamaste idiota?- le pregunté molesto

- ¡Ya te dije ayer que no te importaba!- ¿Verdad?- me escupió de vuelta

- Me rindo Kuroko- dije levantando las manos en señal de paz. ¡Estás imposible hoy sabes!

No me respondió. Seguimos caminando en silencio hasta llegar a nuestro salón. Nos sentamos y esperamos tranquilos hasta que nuestro profesor llegara. Estábamos en mitad de la primera jornada de la mañana, cuando escucho a Kuroko toser. Nunca lo había escuchado toser así. Me doy vuelta a mirarlo y su cara estaba completamente roja. Se veía ahogado por la tos. Todos se dieron vuelta a mirarlo. Kuroko hizo un gesto con la mano haciendo notar que estaba bien, que sólo había tragado mal.

- Toma- le dije pasándole un jugo de mi colación. – Es de naranja, te hará bien

- Gracias Kagami-kun – dijo tomando el jugo totalmente colorado aun.

Eso era algo digno de admirar. Kuroko Tetsuya no solía tener más color en su rostro que ese blanco nieve porcelana. El rojo en su cara hacía que sus ojos celestes destacaran y brillaran más de lo normal. Me tenía hipnotizado. Parece que este pensamiento lo había tenido más de alguien en mi salón, ya que eran muchas las miradas que se volteaban a verlo. Tanto hombres como mujeres. Esto sin dudas no me agradó nada. Hizo que me pusiera de mal humor.

Finalizada la jornada de la mañana, nos dirigimos a almorzar antes de que comenzaran los entrenamientos junto a nuestro equipo de basketball. Al menos ahí me podría relajar un poco y tendría a Kuroko casi solo para mí, ya que por algo éramos luz y sombra.

Comenzamos a entrenar, y podía ver a Kuroko qué estaba más decaído. Su cara se veía roja y su respiración estaba agitada. Se veía nuevamente ahogado. Esta vez preferí no decirle nada a fin de no seguir discutiendo con él, ya que su humor no había mejorado mucho. Pero me mantenía cerca de él por si acaso. Una vez terminados los ejercicios de calentamiento, nos pusimos a jugar. Kuroko no estaba inserto en el juego. Sus pases estaban siendo erráticos.

- ¡Concéntrate Kuroko-kun!- lo reprendió la entrenadora

- Si, lo siento- le contestó él corriendo de regreso a tomar su posición.

Me extrañó que nuestra entrenadora no pudiera distinguir el malestar de Kuroko. Pero ahora que me fijaba bien, todos nuestros senpais estaban medios distraídos hoy.

En eso, me llega un pase a mis manos y yo como acto reflejo solo corro para encestar. Lo logro. Me doy vuelta a mirar a Kuroko para celebrar, cuando lo veo caminando hacia mi, con una mano apoyada en su frente, la mirada perdida, alzando un brazo como para alcanzarme a la distancia.

- ¿Qué sucede Kuroko?- le grito llamando la atención de todo el equipo.

Hyuga pasa por su lado, pero Kuroko no se detiene a verlo. Tiene su vista fija en mí. Corro hacia él para alcanzarlo rápidamente. Cuando estoy a dos metros de él, Kuroko cae hacia delante. Alcanzo a atraparlo por poco. Me hubiera demorado unos segundos más y el golpe hubiera sido bastante feo. Kuroko queda atrapado entre mis brazos.

- Kagami-kun no me siento bien- murmura

- Si, ya me doy cuenta Kuroko- le dije sosteniéndolo mejor.

Todos corrieron a ayudarnos. Nuestra entrenadora rápidamente fue por el botiquín de primeros auxilios donde había un termómetro. Se lo colocamos y al minuto el termómetro digital estaba marcando 39 grados de temperatura.

- ¡Hay que llevarlo a la enfermería!- indicó Riko

- Si no te molesta, prefiero llevarlo a su casa de inmediato- le respondí. Está que llueve y no vi que trajera paraguas ni yo tampoco. Si el clima empeora, será más complicado. Mejor llevarlo de inmediato.

- Si- respondió el capitán. - ¿Dónde están sus cosas?- gritó

Al cabo de unos minutos, Izuki llega cargando las cosas de los dos y nos acompaña a la salida de la preparatoria junto con Hyuga.

- ¿Te acompaño hasta su casa Kagami?- me preguntó Hyuga

- No Capitán- le respondí

- Se te hará pesado llevarlo hasta allá- me dijo

- No, no te preocupes – tomaremos un taxi

- Al menos mañana no habrá clases- Kuroko mañana quedas liberado de las prácticas. Tendrás todo este fin de semana para recuperarte

- Gracias Capitán- le dijo Kuroko mirándolo apenas

- Mejórate y si necesitas algo, llama- le dijo arreglándose los lentes intentando parecer indiferente, cuando en realidad se le notaba la preocupación.

Caminamos un par de cuadras, pero no pasaba ningún taxi. Kuroko iba a penas. Pero no reclamaba. Caminaba más lento de lo normal. Me estaba comenzando a impacientar. Estaba haciendo demasiado frío y no quería que mi querida sombra se desmayara por la fiebre.

- Ven- súbete- le dije hincándome en el suelo para poder llevarlo sobre mis hombros.

Kuroko me miró asombrado.

- No Kagami-kun- caminaré- no te preocupes no…

- ¿Me vas a volver a decir que no es mi problema grandísimo idiota?- le grité enojado

- No, no iba a decir eso- dijo resentido por mi grito. – Iba a decir que no quería molestarte más.

- No me molestas, me preocupas- le dije sonrojado. – Súbete- le ordené sacándome mi chaqueta y colocándosela a él.

- Kagami-kun busquemos un taxi- es muy lejos hasta mi casa, más que te vas a congelar sin tu chaqueta…

- No te llevaré a tu casa idiota- vendrás conmigo a la mía- no quiero encontrarte muerto por hipotermia mañana. No te preocupes, tu eres mejor abrigo que esa chaqueta- le dije nuevamente avergonzado.

Kuroko asintió y se subió sobre mis hombros. No faltaba mucho hasta mi departamento. Podía notar el leve agarre de Kuroko y su agitada respiración. Se notaba que ya no tenía fuerzas. Su celular comenzó a sonar, pero él no hizo ni siquiera un intento de contestar.

Dos cuadras más y llegaríamos. En mi mente revisaba qué medicamentos poseía en mi casa para esta situación. - Ninguno- fue mi respuesta en forma automática. Nunca me enfermaba. Cuando llegáramos tendría que dejar a Kuroko acostado y tendría que ir rápidamente a la farmacia y luego a tienda de conveniencia a comprar algunas cosas.

El guardia de mi edificio me saludó al verme llegar y rápidamente me preguntó si necesitaba ayuda.

- No gracias- le dije apretando el botón para subir en el ascensor. – Pero .. (dije pensándolo mejor)… si tuvieras algo que darle para la fiebre mientras, te lo agradecería. – No creo tener nada en mi casa.

- Tome joven- que se tome dos de estas. Esto le calmará la fiebre.

- Gracias – luego iré a la farmacia, pero necesito darle algo ahora. Viene con demasiada fiebre.

- Si, se le nota. – dijo mirándolo de cerca. -Que tome harta agua y no lo abrigue tanto, sino la fiebre le subirá.

OK, OK, OK- lo tengo- pensé. –"Dos pastillas, harta agua, no abrigarlo mucho". A penas entramos a mi departamento, lo llevé directamente a mi dormitorio. La calefacción estaba encendida por lo que estaba muy agradable.

Efectivamente, al revisar no pude encontrar nada que darle… tampoco encontré mi viejo termómetro.

- Vamos Kuroko, cámbiate – le dije despertándolo. Este desconcertado, se comenzó a sacar la tonelada de ropa que traía puesta.

Busqué dentro de mis cosas y le pasé una polera que ya no me quedaba bien. Kuroko se la colocó, quedó en boxers y se metió dentro de mi cama. Aun tiritaba. Aunque ya no podía ser por frío, seguramente se debía a la fiebre. Fui a la cocina y le traje un gran jarro de jugo.

- Tómate estas pastillas mientras, te ayudarán a bajar la fiebre- le dije poniendo los remedios en sus manos y pasándole un gran vaso de jugo.

Kuroko obedeció sin decir nada.

- Ahora voy a salir a comprar algunas cosas. - ¿Quieres que te traiga algo en particular? ¿Algo que necesites?

- A Nigou- me respondió con los ojos cerrados esperando mi grito (creo yo)

- Está bien- le gruñí. ¿Dónde está su comida y su correa?- le volví a gruñir

- En la cocina- me respondió

- Sólo porque estás casi muerto- sino, no lo haría…

- Gracias Kagami-Kun – me dijo sonriendo tímidamente. Esa sonrisa iluminó su rostro por unos segundos. Sentí mi cara arder.

Kuroko estaba al borde la conciencia e inconsciencia. No era que se estuviera desmayando. Pero la fiebre era tan alta, que apenas se recostaba se dormía. Esperé un rato antes de salir. Quería cerciorarme que le hubiera bajado en algo la fiebre. Me cambié de ropa y ordené un poco las cosas de él. Saqué su celular de su mochila y se lo dejé a un lado por si lo necesitaba.