A/N: ¡Vale, empezamos nuevo fic! Me prometí a mí misma que no me haría esto, que no empezaría nada con tantos fics que tengo ya, pero es que no puedo evitarlo, y sabía que si no lo escribía se me pasaría la inspiración y no me lo perdonaría nunca. El fic viene inspirado (que no basado) en la película "Héroes" (Herois) de Pau Freixas. Si no la habéis visto, la recomiendo, es PRECIOSA (sí, con mayúsculas).

Disclaimer: ni TWD ni sus personajes me pertenecen. Ojala, así podría obligar a los actores a representar todos los fics que me gustan.


El viejo y destartalado coche familiar de los Greene se deslizaba entre un camino de tierra lleno de piedrecitas que provocaban el traqueteo en el interior del vehículo, moviendo a los pasajeros.

— ¡Shawn, para o te voy a dar una colleja! —Maggie se removía mientras apartaba a su hermano, que no paraba de pegarle pequeños pellizquitos para luego girarse hacia la ventana como si no tuviera nada que ver. Shawn se volvió y la miró con su cara más inocente.

— ¿Pero qué dices? Si yo no he hecho nada —se defendió el chico. Maggie frunció el ceño y empezó a pegarle pellizquitos ella misma, enzarzándose ambos en una lucha muy breve (pero intensa) que finalizó en cuanto Annette se dio la vuelta y les dedicó una mirada fulminante de lo más significativa—. Mamá, ¿cuánto queda para llegar?

—Ya estamos llegando —contestó la mujer, quitándose las gafas de sol con cuidado—. Pero os advierto que como no os comportéis, no vais a salir de casa en todo el verano.

Ambos hermanos asintieron y se recolocaron en el asiento con la espalda muy recta, como para demostrar que su obediencia comenzaba ahí.

Beth, por otra parte, estaba muy concentrada en su libreta, escribiendo algunas cosas con cuidado y luego observándolas con el bolígrafo en los labios unos segundos antes de seguir o de tacharlo.

— ¿Qué escribes, cariño? —le preguntó Annette suavemente. Beth levantó la cabeza y le sonrió.

—Intento ponerle letra a una melodía que no se me quita de la cabeza, pero no consigo que las palabras encajen con lo que quiero —explicó ella, dándole unos golpecitos al cuaderno con el bolígrafo. Annette asintió y le devolvió la sonrisa, aliviada porque al menos había una chica tranquila en el coche.

—Estoy segura de que encontrarás la inspiración aquí —le aseguró la mujer, alargando el brazo para apretarle el muslo afectuosamente. Maggie bufó.

— ¿Estás segura? Vaya, qué bien, vamos a la tierra donde los sueños se hacen realidad—dijo ella desdeñosamente.

—Maggie —dijo su padre con un tono que parecía decir "cuidado".

—Sé que ahora la idea de pasarte todo el verano aquí no te parece muy apetecible —respondió Annette—, pero estoy convencida de que te va a acabar gustando. La gente es encantadora.

—Y no te vendría mal estar alejada de tus amigos un tiempo —añadió Hershel. Maggie frunció el ceño.

— ¿Qué tienen de malo mis amigos?

—No empieces —suspiró el hombre. Maggie se envaró aún más en el asiento.

—No, venga, ¿qué?

— ¡Suficiente! —saltó Annette, levantando ambas manos y mirando a Maggie significativamente. Ésta suspiró dramáticamente y dejó caer la cabeza contra el asiento, rindiéndose por el momento. De pronto, la matriarca de los Greene soltó un gritito ahogado—. ¡Ahí está!

Los tres hermanos se giraron hacia el lado que señalaba Annette para contemplar la vista desde arriba del pequeño pueblo de Lincoln. Desde el coche, parecía que aquél sitio se componía esencialmente de pequeñas casitas ordenadas en hilera una detrás de otra, componiendo ese conjunto de variopintas callejuelas empinadas, ocultando el lugar de ojos curiosos gracias a la espesura que lo rodeaba. Sin embargo, y dado que el coche había pasado aquella maraña verdosa hacía unos pocos minutos, el lugar era plenamente visible, y Beth no pudo evitar inclinarse un poquito más contra la ventanilla para mirar al paisaje más plenamente.

Conforme avanzaban y se adentraban más y más, Shawn no paraba de realizarles una ruta guiada:

—Mira, allí ponían a veces una pantalla para que todos pudiéramos ver películas al aire libre en verano —explicaba, señalando a un punto de una extensa plaza—. Y ahí vive mi amigo Patrick. Oh, ahí venden el mejor helado de toda Georgia.

Beth estaba secretamente divertida con el entusiasmo de su hermanastro. Lo cierto es que podía entender su emoción: era un sitio increíblemente hermoso. Incluso había visto las miradas de soslayo de su hermana llenas de admiración mientras intentaba fingir que seguía de morros, con los brazos cruzados y negándose a seguir contemplando el pueblo.

— ¿Dónde está la casa? —preguntó entonces Beth, estirando el cuello para ver aún más.

—Justo… aquí —respondió su padre por Shawn, aparcando de golpe. Beth abrió la puerta, con el cuello extremadamente volcado hacia arriba para poder encuadrar toda la casa en su campo de visión. En una mano tenía el cuaderno con su bolígrafo y la otra la usaba como barrera contra el sol cegador. Escuchó a su familia hablar y el sonido del maletero mientras sacaban el equipaje, pero ella estaba demasiado absorta por aquella preciosidad de lugar.

Se trataba de una casa de dos plantas, mucho más pequeña que su casa en la granja, y sin embargo, que parecía poseer un encanto distinto. Tenía la fachada pintada de un blanco sorprendentemente impoluto, teniendo en cuenta que estaba a la intemperie, con un tejado de pizarra y las ventanas pintadas de azul cielo. Beth estaba sonriendo ampliamente y ni siquiera se daba cuenta.

—Tierra llamando a Bethy —Shawn movió la mano frente a su cara para que reaccionara—. ¿Entramos o no?

Ella asintió enérgicamente y se apresuró en seguir a su familia hasta el interior de la casa.


Era increíble. No llevaban ni dos horas allí, y ya todo Lincoln sabía que Annette Halpert y su hijo habían vuelto, acompañados de un nuevo apellido y tres desconocidos que ahora eran parte de su familia. De pronto, ese lugar de apariencia tan tranquila se había convertido en un hervidero de gente. Aparecían personas de todas partes, sonriendo y saludando alegremente y deseando conocer a los que decían ser ahora el marido y las hijastras de la mujer.

Beth se vio arrastrada de mano en mano, siendo presentada y comentada en público sobre lo "dulce y mona que era". Ella se sentía ligeramente incómoda por el intenso escrutinio de sus vecinos, pero aún así sonrió y se mostró amable con todos, como le habían enseñado, asintiendo y manteniéndose obedientemente a la vera de su padre y Annette.

Sin embargo, Maggie no parecía querer seguir el mismo camino. Annette estaba presentándole a Beth a una de sus mejores amigas del pueblo, Pam, mientras reía sin parar por alguna clase de broma privada:

—Pam es la dueña de una galería de arte un par de calles más abajo —le explicó Annette, el pecho henchido de orgullo—. Siempre ha sido tan amable de exponer mi trabajo.

—Bueno, Annie, tampoco es que haya muchos artistas por aquí —rió su amiga.

—Beth es una gran artista —la mencionada se sonrojó—. Tiene una voz preciosa, deberías oírla cantar. También está… ¿dónde está Maggie?

Las tres se giraron al unísono para buscarla, pero su cabeza morena no aparecía entre aquella pequeña multitud que se había congregado en el salón.

—Perdónala, se habrá ido a explorar por su cuenta —se disculpó Annette—. Ya sabes cómo son a esta edad.

Pam suspiró con una sonrisa cómplice.

—Qué me vas a contar. Cuando Luke tenía su edad, parecía que le daba vergüenza hasta andar conmigo por la calle —se quejó ella con tono ligero.

—Me parece que Shawn tampoco está —comentó Beth por lo bajini—. ¿Puedo ir a dar un paseo?

—Claro, ve, ve —le dijo Annette distraídamente, absorta en la conversación con su amiga sobre una nueva exposición que pensaba abrir.

Beth se deslizó entre la gente con rapidez, saliendo por la puerta a toda prisa para bajar la calle casi al trote, intentando no encontrarse con nadie que también pudiera reconocerla como "la nueva hija de Annie" y se parara a interrogarla.

Vio a Shawn al final de la calle y sonrió. Recorrió la distancia que les separaba corriendo, pero entonces él se giró y frunció el ceño, y Beth se paró de golpe.

— ¿Qué haces aquí? —le preguntó él hoscamente.

—Bueno, ¿no vas a enseñarme el pueblo? —repuso ella, sin desanimarse. Shawn suspiró.

—Ahora mismo no, ¿vale, Bethy? —la desechó él, dando media vuelta. Beth abrió la boca para responder, pero entonces la puerta de una de las casas se abrió y salió un chico alto y desgarbado con el pelo oscuro.

— ¡Hombre, Halpert! —le saludó él alegremente. Ambos chicos sonrieron y se chocaron el puño, evidentemente felices de verse el uno al otro—. Había oído que estabas de vuelta, pero no me lo creía. ¿Qué haces aquí?

—Mi madre ha convencido a su marido para venirnos este verano —contestó Shawn, poniéndose ligeramente más derecho, como si quisiera aparentar más altura. Beth estaba desconcertada.

De pronto, ambos chicos parecieron darse cuenta de que ella había visto todo el intercambio y el ceño de Shawn reapareció.

— ¿Quién es? —preguntó el chico con una media sonrisa.

—Sólo es mi hermanastra —contestó Shawn, encogiéndose de hombros y poniéndose de espaldas a Beth discretamente para taparla. Beth sintió una pequeña punzada en el pecho. Shawn jamás la había llamado "su hermanastra". Siempre había sido Bethy o su hermanita.

—Y tendrá un nombre, ¿no? —continuó el chaval, sin quitarle ojo.

—Beth —respondió ella por su hermano, que le lanzó una mirada envenenada por encima del hombro.

—Encantado, Beth. Yo soy Paul —contestó él, alargando el brazo. Beth le estrechó la mano y le sonrió amablemente, y entonces Shawn decidió que ya había sido suficiente.

—Beth, ¿puedes largarte? Estamos ocupados.

— ¿Estás ocupado en vacaciones? —repuso Beth.

—Eh, tu hermana puede venir si quiere —intervino Paul, pero Shawn negó con la cabeza, enfadado.

—Ni de coña —replicó, enfatizando cada palabra. Beth bufó.

—No te había pedido ir, idiota —respondió ella, ofendida. Retrocedió un paso y se contuvo para no sacarle la lengua—. Adiós, Paul.

—Adiós, Beth —la despidió el chico, sin borrar aquella media sonrisa. Beth se dio la vuelta y comenzó a caminar por donde había venido, dando zancadas de pura furia.

¿Pero qué le pasaba? Hacía nada era Shawn, su irritante pero simpático hermano mayor, el mismo Shawn de siempre, y de pronto veía a sus amigos y se hacía el gallito.

—Idiota —murmuró entre dientes Beth, pasando de calle en calle sin saber muy bien a dónde se dirigía—. Idiota, idiota, más que idiota.

Estaba caminando a tal velocidad que pronto se encontró con que ya no estaba entre las bonitas casas adosadas las unas a las otras. Había llegado a los límites del pueblo, en el que había viviendas muchísimo más desvencijadas y abandonadas que las del interior del pueblo. Conforme Beth avanzó, se dio cuenta de que los tráileres y auto caravanas sustituían a las derrotadas casas. Se sintió repentinamente insegura. Aquella parte del pueblo parecía casi ajena a aquél ambiente de familiaridad que tan agradable le había resultado. Era como si el mundo se hubiera olvidado de ese pedacito tan hecho polvo.

Se cruzó de brazos, como para protegerse a sí misma, y continuó andando mientras intentaba recordar dónde estaba su casa.

— ¡Eh, tú! —oyó que alguien gritaba a su espalda. Beth lanzó una mirada rápida por encima del hombro y comprobó que el autor del gañido era un chico mayor que ella, apoyado contra una moto y rodeado por sus amigos, que también la miraban. Beth se volvió de nuevo y continuó andando, consciente de que en aquellas situaciones, hacerles caso era lo peor que podía hacer—. ¡Tú, sí, la rubita! ¡Ven aquí, guapa!

— ¿Estás sorda o qué? —Gritó otro, y Beth aceleró el paso—. ¡Venga, no corras, vente con nosotros!

Beth cerró los ojos, sin detenerse.

—Ignórales, ignórales —se murmuró a sí misma. Pero de pronto, se encontró con que les estaba oyendo seguirla. La invadió un repentino pánico, y empezó a ir cada vez más rápido hasta casi correr.

— ¡Mira cómo corre! —se rió uno de ellos.

Beth se volvió, sólo un instante para ver dónde estaban, y eso fue suficiente para que el chico que había estado subido a la moto la alcanzara y la sujetara del brazo.

—No nos tengas miedo, guapa —le dijo, con una sonrisa lobuna en la que enseñaba todos los dientes—. Tú eres nueva, ¿verdad?

— ¿Qué hace una niña buena como tú por aquí, eh? —saltó otro con tono jocoso, ganándose un par de risas estúpidas.

—Bueno, no seamos maleducados, ¿no, chicos? —el chaval se aproximó más a ella, y Beth se encontró retrocediendo—. Perdona a mis amigos, son unos maleducados, ¿eh? Soy Joe —y estiró el brazo. Beth, que era demasiado educada como para rechazarlo, hizo amago de estrecharle la mano, pero entonces él la cogió y le plantó un beso en los nudillos con galantería—. Y éstos son Len, Lou, Harley y Tony. No pretendíamos asustarte, preciosa, simplemente queríamos conocerte.

—No me habíais asustado —contestó Beth, pero su voz salió más temblorosa de lo que pretendía, y la sonrisa de Joe se ensanchó.

— ¿No? —Repitió él, chasqueando la lengua—. Bueno, entonces no puedes negarte a dar una vuelta con nosotros, ¿verdad? Así te enseñamos los verdaderos encantos de este tugurio.

—Me encantaría —mintió Beth, haciendo uso de todo su encanto—, pero tengo que volver a mi casa o mis padres se preocuparán.

—Entonces deja que te llevemos —repuso él, insistente—. ¿Ves esa belleza de ahí? —Y señaló a la moto—. Se la gané a un capullo en una carrera. Va como la seda. No me importaría llevarte de vuelta a casa si tú quieres.

—Eres muy amable, pero no es necesario —asintió Beth, sin saber ya cómo librarse de aquella panda. Decidió que una huida rápida sería la opción más fácil, pero tan pronto como hizo amago de moverse, él volvió a sujetarla por el antebrazo, quizás con un poco más de fuerza que antes.

—Venga, venga, ¿por qué tanta prisa? Tus padres no tienen de qué preocuparse, con nosotros estás muy segura —le dijo él, y los demás asintieron. Beth decidió que la técnica amable ya no era suficiente.

—Mira —empezó, tratando de resultar intimidante—, gracias por el ofrecimiento, pero no hace falta. Quiero volver a casa o mis padres y mi hermano mayor van a venir a buscarme.

— ¿Tu hermano va a venir a buscarme?

—Sí. Shawn, ¿le conoces? —replicó ella, poniéndose ligeramente de puntillas y envarándose. Los demás se miraron entre ellos unos momentos, hasta que al final Joe soltó una carcajada.

—Pues claro, ¿cómo si no? Tú eres la hermanastra de Halpert.

—Ahora es Greene —le corrigió Beth.

—Lo que sea. Bueno, conozco a Shawn. Es un tío legal. Honesto. La gente ya no tiene ni idea de lo que es eso, ¿sabes a lo que me refiero? —Beth asintió, sólo por quitárselo de encima—. Bueno, preciosa, entonces tengo que asegurarme de que llegas a salvo.

Beth contuvo un resoplido de exasperación.

—Pero tú no quieres montarte en mi yegua y yo ya soy un viejo para volver hasta allí —Beth quiso alzar una ceja ante eso, teniendo en cuenta que el chico parecía tener sólo un par de años más que Shawn—. Así que… —Joe alzó la cabeza y sonrió ampliamente—. Anda, ¡justo a tiempo!

Beth se giró y vio a otros dos chicos, uno que parecía tener unos veinticinco, y otro que parecía tener la edad de la pandilla, saliendo de entre la espesura.

—Bueno, los hermanos Dixon, qué alegría —comentó Joe—. Merle, ¿qué tal el agujero?

—La mierda de siempre —contestó el mayor, encogiéndose de hombros—. Menos mal que tenía a mi Darylina para salvarme el pellejo y llevarme por el buen camino —y todos soltaron una carcajada. Beth observó al otro chico, que justo en ese momento la había mirado, y en cuanto sus ojos se cruzaron Beth quiso hundir la vista en la tierra y no volver a levantarla jamás.

—Tú por el buen camino. Eso habría que verlo —dijo el tal Harley.

—Bueno, bueno, ¿y quién es el pastelito? —preguntó entonces Merle, señalándola. Beth se encogió en sí misma ligeramente.

—La hermanita pequeña de Halpert —respondió Len.

—No sabía que Halpert tenía hermanos.

—No los tiene, es su hermanastra —replicó Joe—. Y justo estaba diciéndole que debería tener a alguien que la acompañe a casa. Ya se sabe que hay mucha gente mala por aquí suelta —y sonrió. Beth contuvo un escalofrío y cerró las manos en dos sendos puños para que no se notara que le temblaban ligeramente.

—Ya he dicho que no es necesario, de veras —repitió Beth en voz baja, girándose ligeramente para mirar a Joe—. Puedo volver sola.

—Qué va —saltó Merle estruendosamente—. Eso es perfecto, porque justo Darylina me estaba diciendo que no quería ir al bar hoy, así que, ¿por qué no te acompaña él?

Beth se atrevió a mirarle rápidamente de soslayo, justo en el momento en el que el menor de los hermanos abría la boca por primera vez, y sólo para soltar una no muy agradable contestación.

—No tengo tiempo de acompañar a una cría a su casa para que no se pierda en un pueblo de mierda —replicó ácidamente. Beth frunció el ceño ligeramente.

—Y yo no te lo he pedido —se la devolvió ella, dando un paso adelante.

—Vamos, Daryl, sé razonable —le dijo Joe—. No vas a dejar a una dama en apuros, ¿verdad?

—Yo-

Entonces se oyó otro rugido en la distancia, y apareció una moto conducida por un chico con las mismas pintas que todos los demás… y con Maggie aferrada a su cintura.

— ¡Maggie! —exclamó Beth, sorprendida y a la vez aliviada de ver una cara familiar. Su hermana parecía casi tan asombrada como ella de verla allí. Se bajó de la moto con agilidad, moviendo las caderas con cuidado, y llegó hasta ella—. ¿Qué haces aquí?

—Oh, eso me gusta más —se relamió Merle, mirándola de arriba abajo—. Una mujer de verdad, sí señor.

—Está claro que Halpert es un cabronazo con suerte —murmuró Joe.

—Eh, va conmigo —saltó el chico que conducía la moto, frunciendo el ceño.

—Por supuesto, por supuesto —admitió Joe, alzando ambas manos—. Toda tuya.

—Beth, ¿qué haces tú aquí? —preguntó Maggie, cogiéndola del brazo.

—Estaba caminando y me he perdido —admitió Beth en voz baja—. La pregunta es, ¿qué haces aquí?

Maggie se encogió de hombros con indiferencia.

—Puede que Annette tuviera razón. La gente aquí es encantadora —añadió con sorna, y le lanzó una mirada coqueta al chico que la había llevado—. Pero tú no deberías estar aquí.

—Justo de eso hablábamos, bombón —saltó entonces Merle, adelantándose para quedar frente a Maggie—. Mi hermanito estaba a punto de acompañarla a casa.

Maggie giró la cabeza para mirar a Daryl y frunció el ceño.

—No hace falta, ya me tiene a mí.

—Pero tú venías al bar, ¿no, Maggie? —Preguntó su ligue—. Tenemos que darte la bienvenida.

—Mi Darylina es de fiar al cien por cien —le aseguró Merle—. La llevará a casa sana y salva. De todas formas él no quería venir hoy. ¿Verdad, hermanito?

Daryl pareció lanzarle dagas con la mirada antes de negar con la cabeza bruscamente.

—Arreglado entonces. ¿Nos vamos, señorita? —y le ofreció el brazo a Maggie, que aceptó con reticencia.

—Beth, si papá o Annette preguntan, tú me cubres, ¿vale? —le gritó ella por encima del hombro, y Beth asintió resignadamente, no gustándole un pelo la gente con la que se iba. Si su padre se enteraba de que había ido con esa gente, o peor, de que se dirigían a un bar, Beth estaba segura de que Maggie no pisaría la calle en todo el verano.

Sin embargo, era su hermana. Si le pedía que la cubriera frente a sus padres, ella lo haría. Así es como funcionaba.

Así que suspiró y la vio desaparecer junto a aquél grupito, hasta que sólo quedaron Daryl y ella. Daryl ni la miró antes de empezar a caminar a grandes zancadas de vuelta al pueblo. Beth tuvo que darse prisa para alcanzarle.

—Como si no tuviera otra cosa que hacer —le oyó gruñir.

—No ha sido decisión mía —protestó ella.

—Pero sí perderte en un pueblo de medio kilómetro —replicó él, aún sin mirarla. Beth se sonrojó levemente.

—Tampoco lo he hecho aposta —replicó Beth, ofendida—. Además, tú no tienes por qué acompañarme si no quieres. Porque tu hermano te lo diga no tienes que hacerlo.

Daryl se paró un momento y, si las miradas mataran, Beth estaría ya bien enterrada. Tragó saliva, sintiéndose profundamente intimidada, y apartó la vista rápidamente.

—No quiero ser una molestia —añadió, en un tono menos brusco.

—Demasiado tarde —escupió él agriamente, y Beth apretó los puños.

Caminaron en silencio hasta que llegaron a la entrada de la calle donde se encontraba la casa. Para entonces, el atardecer estaba terminando de caer, oscureciendo Lincoln, y Beth ya no sentía irritación de ningún tipo.

—Gracias por acompañarme —le dijo, sonriendo con suavidad—. Has sido muy amable.

Él la miró un segundo, descolocado por su repentina amabilidad, y dio una cabezada mientras se encogía de un hombro.

—Da igual —contestó él, sin cruzar sus ojos con los de ella en ningún momento.

—Aún así. Sé que preferirías estar con tus amigos.

—No son mis amigos —se apresuró en corregirla él, y Beth asintió.

—Vale. Gracias de todas formas.

Daryl pareció pensárselo unos momentos antes de hablar otra vez.

—Intenta no perderte bajando la calle —le dijo con brusquedad, pero Beth sólo sonrió, consciente de que no había maldad.

—Lo intentaré —le prometió ella—. Adiós, Daryl.

Pero él ya se había dado media vuelta y había empezado a subir la calle, desapareciendo tras una de las esquinas.

Beth se quedó allí parada, mirando el sitio por el que se había marchado.

—Beth, ¿qué miras? —oyó que Shawn la llamaba a su espalda. Beth se giró, parpadeó y negó con la cabeza.

—A nadie —respondió, obviando el hecho de que él le había preguntado "el qué" y no "a quién". Beth pasó por su lado y entró en la casa, y Shawn avanzó un par de pasos para tratar de atisbar algo entre los arbustos por los que había desaparecido Daryl hacía unos momentos.


A/N: Éste primer capítulo es bastante introductorio. Lincoln es el pueblo ficticio en el que Annette vivió una temporada con Shawn antes de casarse con Hershel, y ahora van a pasar el verano ahí. Sólo para aclararlo, teniendo en cuenta la temática de este fic, las edades han cambiado ligeramente (¡pero sólo ligeramente!). Beth tiene dieciséis, Merle tiene veintisiete, Daryl veintitrés, Maggie dieciocho y Shawn casi veinte. No una gran diferencia, ¿verdad? Pero era totalmente necesario para la trama, lo prometo. A mí Daryl (y Norman Reedus) me flipan con veinte, con cuarenta y con ochenta.

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