Prólogo

Se hallaba solo, en la oscuridad de aquel cuarto que una vez compartió felizmente con su esposa, Isabella. Ya no le quedaba nada, su mundo se había derrumbado en el mismísimo instante en el que la vio partir llevándose consigo a los dos pequeños, frutos del amor que un día los unió.

Edward Cullen —uno de los más importantes cirujanos de Seattle—, acurrucado en una de las esquinas de la gran habitación, recordaba aquellos días en que lo tuvo todo; una perfecta familia, una hermosa casa y un gran empleo. Él tenía aquello que siempre quiso y por lo que siempre luchó. Hasta que un día por una estupidez, lo perdió todo.

Maldijo el día en que conoció a aquella mujer, Tanya Denali, la hija del director del hospital donde trabajaba, y se maldijo a sí mismo por dejarse seducir por esa escultural rubia que resultó ser todo lo contrario a lo que él pensaba.

Ella se acercó a él con un solo propósito, hacerle daño a la persona que más había odiado: Isabella. Aquella morena que le quitó al hombre que más amaba el día en que puso un pie en la Universidad y lo obsesionó hasta la locura, haciendo que se olvidará completamente de ella. Tanya juró vengarse y encontró la forma perfecta de hacerlo cuando se enteró de su relación con Edward, haría lo mismo que ella hizo sin importar nada y nadie la detendría.

Edward permaneció sentado en esa esquina durante horas cuestionándose por haber sido tan idiota hasta que se juró a sí mismo que haría todo lo posible por recuperar a sus pequeños, pero sobre todo a la mujer que más amaba en el mundo. Aquella que con su simpleza y sus enormes y hermosos ojos, logró enamorarlo la primera vez que se cruzaron en la biblioteca de la WSU.

No, él no se daría por vencido, lucharía con su vida para recuperar todo lo que un día tuvo y perdió por aquel estúpido error…