Disclaimer: Miraculous Ladybug y sus personajes no me pertenecen.
Nota: Pues, no sabría decir qué es esto. Lo que sí, tendrá más de dos capítulos.
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—Estaré bien, Tikki.
Sus palabras hacían eco en su mente, mientras intentaba con todas sus fuerzas prestar atención a la clase. Se sentía débil y su estómago clamaba por algo de alimento. Ya había pasado el mediodía y ella no tuvo oportunidad de probar bocado. Primero, por levantarse tarde, segundo, por el ataque de un akuma. Éste último provocó que gastara las pocas energías que su cuerpo conservaba, causándole mareos y cabeceos que amenazaban con convertirse en un desmayo.
Para peor, Alya no había asistido a clases y no tenía en quien apoyarse. La sensación molesta aumentaba a cada segundo, obligándole a levantar la mano con algo de dificultad para pedir permiso e ir a la enfermería. La profesora, con una mueca preocupada, asintió, y Marinette no perdió tiempo en levantarse, perdiéndose tras la puerta e ignorando las miradas de todos sus compañeros. Por primera vez, no se percató de aquellos ojos verdes que tanto amaba.
—Deberías volver a casa, Marinette —aconsejó su kwami, justo cuando la joven se detenía en uno de los pasillos para sostenerse de la pared. No llegaría a la enfermería, por lo que terminó entrando al baño de damas.
—Me siento mal, Tikki —susurró, deslizándose por la fría pared hasta quedar sentada en el suelo. Cerró sus párpados, lamentándose no tener ni una galleta en su pequeña cartera. En la noche tampoco había cenado por desvelarse haciendo los deberes, definitivamente no equilibraba bien el trabajo de heroína con sus tareas de civil—. Solo…necesito un momento… —relamió sus labios y se obligó a levantarse, dirigiéndose al lavamanos.
Bajo la atenta y preocupada mirada de Tikki, lavó su rostro y bebió algo de agua, observándose en el espejo. Se encontraba realmente pálida, su boca volvía a resecarse con rapidez y sus ojos azules se notaban cansados, con ojeras debajo.
—¿Adrien me ha visto así? ¡Qué horror! —ni siquiera pudo exclamar aquello debido a su debilidad, tan solo pudo pensarlo, negando varias veces en señal de decepción. Estaba sola en todos los sentidos, ya que sus padres se encontraban en un viaje de aniversario.
Oh…y aún debía encargarse de la panadería.
Sus hombros bajaron aún más, decaídos. Estuvo a punto de resignarse e intentar volver al salón, cuando una fuerte alarma resonó por toda la Institución. Algunos gritos alertaron a Marinette; sin embargo, cuando hizo el amago de correr para averiguar qué sucedía, su mundo dio vueltas, sus piernas temblaron y, sin darse cuenta, terminó cayendo hacia atrás abruptamente.
El impacto apenas lo sintió, ya que se sumió en la inconsciencia de forma inevitable. Había abusado de sus capacidades y ese fue su límite, Tikki no pudo hacer mucho a causa de su tamaño, alarmándose por el ruido que causó la caída de su portadora. Por suerte, el impacto de su cabeza contra el frío suelo no había sido muy duro.
La kwami revoloteó inquieta, sin saber qué hacer. Lo mejor sería esperar a que alguien entrara allí y la viera; pero desistió de ello cuando asomó su cabecita por la puerta del baño. La alarma había sido la de incendios, al parecer, algo explotó en la sala de química. El humo inundaba gran parte del establecimiento y Tikki dudaba que alguien fuera capaz de revisar todo. Normalmente esperaban que las personas gritaran, pero Marinette estaba inconsciente.
—No tengo opción —murmuró la pequeña, desesperada. Le dio una última mirada a su portadora y salió a toda velocidad del sanitario, aguantando la respiración para no terminar ahogándose.
Tal y como lo supuso, ya nadie quedaba allí. Los bomberos harían su trabajo, creyendo que no había nadie en peligro. Tikki se lamentó, no quería que la identidad de la joven fuera revelada de esa manera, pero no había opción.
Tenía que buscar a Chat Noir.
[…]
No iba a mentir, el hecho de que Marinette hubiera salido con esa expresión y su piel completamente pálida, le había dejado preocupado. Le costó mucho seguir el hilo de la clase, observando la puerta una y otra vez en busca de alguna señal de su compañera. Nino ya le había llamado la atención varias veces, pero es que simplemente no podía evitarlo.
Su mal presentimiento no hizo más que aumentar cuando la alarma sonó estruendosamente, provocando que todos tomaran sus cosas de forma apresurada y se amontonaran en la puerta. Adrien ignoró las advertencias de la profesora y fue directamente hacia la enfermería, en busca de Marinette. Ya sabía que nadie la recordaría, más que Alya o Nino, pero la primera había faltado, y el segundo salió disparado.
El humo comenzaba a cubrir todo de forma alarmante, haciendo que Adrien tuviera que cubrir su boca y nariz con parte de su camisa. Plagg se mantenía oculto en su bolso, imitando las acciones de su portador. Después de todo, él también respiraba.
Un alivio enorme recorrió el corazón del rubio al no encontrar allí a su compañera, creyendo que había logrado escapar; pero todo pareció esfumarse cuando, de camino a la salida, sintió un tirón en su ropa. Iba a ignorarlo, claro que sí, seguramente era alguna columna o parecido que no vio a causa del fuego; sin embargo, el tirón era insistente, y esta vez una vocecita lo acompañó.
—¡Chat Noir!
Adrien quedó paralizado, olvidando por completo lo que sucedía a su alrededor. Sus ojos verdes apenas lograron dar con una pequeña figura, muy parecida a su kwami.
—¡Debes ayudarme! ¡Ladybug está en peligro! —exclamó Tikki directamente en el oído de Agreste, quien parpadeó con rapidez. Sus orbes comenzaban a escocer debido a la temperatura y el aire tóxico, sus pulmones estaban exhalando demasiado de ello.
Por unos instantes, se tambaleó, perdido. Los gritos de algunas personas a las afueras del Instituto le provocaban punzadas en su sien; pero al ver al pequeño ser rojo nuevamente, supo lo que debía hacer.
Ladybug seguía siendo su lady aún en su identidad de civil, y ahora estaba en peligro.
—¡Plagg, transfórmame! —exigió, provocando que un brillo verde inundara todo por breves instantes. Su olfato se hizo mucho más sensible, por lo que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para aguantar la respiración.
Tomó a Tikki entre sus garras y la colocó en su cabeza, permitiendo que se sostuviera de sus rubios cabellos. Utilizó su bastón para moverse con rapidez, esquivando por poco los vidrios que saltaron ante una explosión. El aula de química seguía estando afectada y todo parecía ser una cadena, inundando otras partes del establecimiento.
Chat Noir ignoró el hecho de que estaba yendo directamente hacia la verdadera identidad de Ladybug, estando más preocupado por su bienestar. Su corazón latía con fiereza, sus mejillas se encontraban rojizas por el calor del ambiente y sus ojos ya lagrimeaban un poco, tosiendo de vez en cuando.
La puerta fue abierta de una certera patada. Por suerte, el fuego no había llegado allí aún. Lo que sí llegó, fue el aire tóxico, por lo que Chat se apresuró al adentrarse.
Lo que vio, le quitó el poco aire puro que conservaba.
—Marinette… —susurró, y se hubiera quedado inmóvil por un largo tiempo, de no ser porque Tikki tiró de su cabello, llamando su atención. Ella tampoco estaba logrando respirar de forma correcta.
El héroe asintió, acercándose rápido a su compañera. La tomó en brazos con delicadeza, como si fuera a romperse en cualquier momento. Bastó acercarse un poco a su rostro para notar que su respiración era realmente débil, bajando de nivel cada vez más y más. Adrien, bajo la máscara, quiso dar un grito de frustración. Aquella mañana había notado que Ladybug se encontraba distinta, mas no le prestó tanta atención, creyendo que era su imaginación.
—Carajo —gruñó, cargándola cual princesa para salir de allí. Los bomberos comenzaban a adentrarse, intentando hacer su trabajo; sin embargo, las explosiones que los tomaban por sorpresa hacían que retrocedieran. Chat no estaba pensando realmente, pero aquello bien podría ser un ataque planeado.
Haciendo uso de su felina agilidad, saltó por las vigas del techo hasta salir por una de las ventanas, cayendo con facilidad sobre un poste. Con gracia, bajó de éste y dio saltos entre los diferentes vehículos que estaban a las afueras, llamando la atención de todos.
—Necesita…ayuda, por favor —comunicó, sus brazos temblaban un poco. Era normal luego de todo lo que aspiró allí dentro. Aunque, en realidad, el verdadero motivo de su temblor podría ser el miedo. Su lady se veía tan débil así, él solía olvidar que bajo el antifaz de Ladybug se encontraba una frágil y dulce chica, quien no siempre era fuerte y quien no siempre podía protegerse por sí misma.
Los médicos acudieron al instante al pedido del héroe de París, aunque también lo jalaron a él, prácticamente obligándole a colocarse una mascarilla. No se negó, ya que de esa manera le dejaban estar cerca de Marinette.
Tomó la mano de la chica y acarició su dorso con suavidad, tuvieron que colocarla en una camilla junto con un suero especial e, igualmente, una mascarilla de oxígeno. Las orejas de Chat Noir se pegaron a su cabello por la molestia y la pena que sintió cuando le dijeron el motivo de su estado.
—¿Por qué no ha comido? —cuestionó apenas les dejaron solos. Los médicos accedieron a darles privacidad dentro de una de las ambulancias, ya que muchos —en especial Chloé— habían intentado acercarse para hacerle preguntas o, simplemente, sacar fotografías. Y realmente, Adrien no estaba para ello.
—Es muy despistada, y a veces no logra equilibrar su tiempo de heroína con sus actividades de civil —respondió Tikki, quien había bajado de la cabecita del joven para colocarse a un lado de su portadora, preocupada.
—Ya veo… —se mantuvo en silencio por unos minutos, intentando que el escozor de sus ojos pasara— ¿Debo dejar que la lleven al hospital? —cuestionó en un hilo de voz, apretando la mano de la chica.
—Estará muy sola ahí, sus padres no están. Y tardarán en regresar aún cuando se enteren —respondió la kwami, elevándose para observar los ojos de Chat Noir—. Lamento que te hayas enterado así. Nosotros no tenemos permiso de intervenir ni, mucho menos, revelar la identidad de nuestros protegidos. Pero… —ella dudó. El solo ver a Marinette así había hecho que actuara por impulso, y es que no podía dejarla morir de esa manera.
—Haz hecho bien —cortó con firmeza, quitándose la mascarilla. Tosió, llevando una mano a su corazón—. Haz hecho bien… —repitió, soltando un suspiro— No sé qué haría sin ella —murmuró, perdido en el dulce rostro de su compañera.
¿Cómo no me he dado cuenta antes?
Tal vez, ser el portador de la mala suerte no era de mucha ayuda.
Tikki sonrió con ternura, notando los auténticos sentimientos del joven. Ellos eran el uno para el otro, sus destinos habían sido sellados desde el nacimiento de cada uno. La kwami sabía que Chat Noir aceptaría ambas facetas de Ladybug, la heroica y la civil. El amor se trataba de aceptar y abrazar hasta el más mínimo defecto, algo que Adrien cumplía con creces.
—La llevaré a mi mansión —informó, dubitativo, como si estuviera esperando el permiso del pequeño puntito rojo.
—Está bien, sé que la sabrás cuidar —rió flojo, olvidando poco a poco el pésimo momento por el que habían pasado—. Mi nombre es Tikki —se presentó, dulce.
—Un placer, Tikki. Soy Chat Noir, el héroe más sexy que existe —le guiñó el ojo, divertido. La tensión bajó lentamente y, para cuando notó que su Lady estaba estable, decidió que era suficiente.
—¿No le dirás a nadie? —cuestionó la kwami, observando cómo Marinette era cargada con delicadeza por el héroe.
—No. Luego podrá presumir con que me conoce —asintió egocéntrico, ganándose una risita de la pequeña.
Abrió las puertas de la ambulancia como si fuera un vil ladrón. Sigiloso, sin querer que nadie le viera. Su objetivo fue cumplido cuando, de un perfecto salto, llegó a uno de los tejados de las viviendas, perdiéndose con rapidez entre los edificios de París.
Aferraba a Marinette con fuerza contra su pecho, aliviándose al escucharle respirar de forma más estable. Nunca antes el camino hacia su casa se le había hecho tan largo; sin embargo, para cuando llegó, fue un alivio enorme.
Recostó a la chica en su propia cama, atreviéndose a quitarle su chaqueta y zapatitos, cobijándola con ternura. Se sentó a su lado, corriendo unos mechones azules de su rostro. Era tan hermosa aún en ese estado, que el solo hecho de pensar que pudo haberla perdido le partía el alma.
—No sería prudente que supiera lo mismo que yo, ¿verdad? —pronunció, adivinando los pensamientos de Tikki. Ésta asintió, algo apenada— Bueno…podría decir que la rescaté siendo Adrien —sonrió flojo, comprensivo.
—Muchas gracias… de verdad —se acercó a la mejilla de Chat Noir, frotándose un poco contra ella. Era señal de confianza, de que se había ganado su respeto. Él sonrió y, pasando su lengua por una de sus garritas, limpió el cachetito de Tikki. Ésta se quejó bajo, riendo luego de unos momentos—. El humo no me ha dejado presentable —quiso sonar divertida, mas su tono se oyó cansado.
—Será mejor que descanses con mi princesse, luego les traeré algo de comer —mencionó, tomando a la kwami para acomodarla a un lado de la chica, quien se removió un poco.
—¿Princesse? —repitió con una risilla coqueta. Chat se sonrojó con fiereza, carraspeando un poco.
—Duerme, pequeña traviesa —volvió a guiñarle el ojo y se levantó, apagando las luces de su habitación al salir de ella. Apoyó su espalda contra la puerta y deshizo su transformación, tomando a Plagg entre sus manos.
—Espero ya tengas mi queso listo —exigió, desparramado en la palma de su portador y con la pancita subiendo y bajando de forma exagerada. Adrien le ignoró, teniendo una sonrisa estúpida en sus labios.
Eres aún más hermosa sin la máscara, my lady… Marinette.
[…]
Se sentía bien, como si estuviera en una nube de algodón. Sus pulmones ya no eran llenados por aquel humo horrible, sino que ahora se deleitaban con un aroma masculino que amenazaba con volverla loca aún en sueños.
Marinette, con una sonrisa idiotizada y sus párpados cerrados, se movió, enterrando su rostro en la almohada de Adrien. Aspiró la fragancia de forma sonora y se frotó contra la cálida superficie, sin querer despertar más.
—¿Marinette? —cuestionó una voz masculina, arrastrándola poco a poco al mundo real. Adrien, quien había presenciado esos adorables movimientos, se debatía internamente entre comerla a besos o esperar un poco más. Lo primero comenzaba a ganar terreno de forma alarmante.
—Una…hora más —pronunció la fémina, pero pronto pareció reconocer a la persona que le hablaba.
Abrió sus párpados como platos y se incorporó de golpe, mareándose por el repentino movimiento. El rubio la tomó de los hombros e hizo que se recostara de nuevo, preocupado por su repentina reacción.
—Tranquila, todo está bien —susurró, sin darse cuenta de que su toque amenazaba con derretir a la chica.
—Es un…un….sueño….estoy… y-yo… —balbuceó cosas sin sentido, sintiendo sus mejillas arder. A Adrien le tomó poco comprender que estaba nerviosa y realmente desubicada, por lo que se alejó, pasando una mano por su nuca apenado.
—Hubo un incendio en el colegio. Ahora estás en mi casa, te estoy cuidando —explicó con lentitud, pasando por alto el hecho de que la salvó. Si ella no preguntaba, él no hablará de más.
No metas la pata.
Marinette pareció tomarse su tiempo en procesar la información, observando a su alrededor con lentitud. Sus labios se entreabrieron y su corazón latió desbocado, percatándose de que aquel aroma había sido el de Adrien, porque estaba en su cama.
En su cama.
Oh dios mío.
Y en su habitación.
Triple oh dios mío.
—L-lo siento, yo….yo debería irme porque bueno, debería y...y pues… —parecía trabarse con sus propias palabras, algo que provocó una ligera risa en Agreste. Marinette calló de golpe, prendida por esa hermosa melodía. Oh, debía verse idiota.
—Te he traído algo para que comas, los médicos han dicho que no debes descuidarte de esa manera —no pudo evitarlo, su voz sonó como un regaño. Aunque internamente estaba disfrutando a lo grande el ver a su Lady así, jamás se le había pasado por la cabeza que, en su identidad civil, fuera tan tímida.
Tan, tan bella.
—No era…necesario —musitó, enternecida con su gesto. Y si creía que aquello no podía ser mejor, estaba equivocada.
Adrien, ya sin controlar del todo sus impulsos, acortó parte de la distancia y colocó sus manos en las cálidas mejillas de su compañera. Suavizó su mirada, apoyando su frente contra la de ella para observarle por completo, con amor.
Mírame, ¿te das cuenta de mis sentimientos?
Suspiró, provocando que su respiración diera de lleno sobre los labios de Marinette. Ella sintió un cosquilleo en los mismos, tentada a eliminar toda distancia para besarle, para sentir esos dulces labios.
—No me tortures así —pensó, llevando sus delicadas manos al pecho de Adrien. Se sentían duros, bien trabajados, algo que realmente la derritió por dentro.
—Es necesario, quiero cuidarte —pronunció con suavidad, acariciando la mejilla de la joven antes de depositar un beso justo en su nariz, haciendo que Marinette cerrara sus párpados por unos segundos. Rió—. Come, luego podrás seguir descansando —le regaló una dulce sonrisa y se separó, aunque su interior gritara por quedarse cerca, abrazarla y no dejarla ir.
Ella, por su parte, apenas logró asentir. Tenía miedo de que Adrien oyera los latidos de su órgano vital, de que se percatara de que su pulso se elevaba hasta lo inimaginable con su cercanía.
—G-gracias —musitó con la mirada baja, aceptando que el joven colocara la bandeja sobre sus piernas. En eso, recordó alarmada a Tikki.
Intentó que no se notara demasiado cuando escaneó la habitación, empezando a temer por su kwami; sin embargo, no fue tan disimulado como quiso, ya que Adrien lo notó.
—Tu bolso está ahí —señaló su costado, haciéndose el desatendido. Antes de que ella despertara, le había indicado a Tikki que se volviera a ocultar—. Te dejaré un rato, ¿bien? Cualquier cosa me avisas, princesse —su lado gatuno salió sin poder evitarlo, por lo que se apresuró a abandonar el cuarto bajo la atenta y curiosa mirada de Marinette, quien salió de sus pensamientos cuando sintió un movimiento a su lado.
—¡Marinette, me tenías preocupada! —chilló la pequeña, abalanzándose hacia su portadora. Ésta aceptó el gesto, aliviada de que se encontrara bien.
Tikki ya tenía ensayado lo que diría, por lo que, ante las preguntas de la chica, solo narró que Adrien había ido en su busca —algo no muy inventado— y terminó rescatándola. Aquello solo aumentó el amor que Marinette sentía por el rubio, suspirando en medio de pensamientos que giraban en torno a su amado.
Comió con lentitud a pesar de estar muriendo de hambre, deleitándose con la suave textura de cada alimento. Para cuando terminó, la puerta de la habitación fue abierta nuevamente, dejando ver la figura de Adrien.
—¿Quieres descansar? —preguntó, acomodando un mechón azulado detrás de su oreja. Ella mostró una sonrisa que llenó de calidez el corazón de su contrario.
—No yo…creo que dormí demasiado —negó, relajada. Por alguna razón, luego de lo que habló con su kwami, ya no tartamudeaba tanto. Tal vez porque se sentía más en confianza y porque, realmente, Adrien le hacía sentir cómoda—. Tal vez deba volver —comentó, aunque no quisiera aquello ni por asomo.
—Es muy tarde y aún debes estar débil —negó—. Quédate. Podemos jugar para pasar el rato —propuso, recordando la competencia en la que demostró lo buena que podía hacer.
Como si fuera Ladybug, Marinette mostró una sonrisa confiada, pronunciando divertida:
—¿Quieres perder?
Para cuando lo dijo, fue demasiado tarde. La chica quiso darse un golpe contra la pared, ¡¿cómo le hablaba así?! Sin embargo, eso no pareció molestarle en absoluto a Adrien, quien, luego de mostrar una expresión sorprendida, sonrió de forma felina.
—Eso lo veremos, princesse.
Como si fuera a dejarse ganar.
[…]
—Bien, me rindo. Es trampa —acusó Adrien, esa noche estaba dejando salir a su alter-ego y no parecía darse cuenta de ello.
—¡Claro que no! —soltó una carcajada, el chico se veía tan lindo con esa expresión de berrinche— Necesitas práctica.
—Pero no tengo tiempo —casi forma un puchero, maldiciendo todas sus actividades. Marinette le miró enternecida y, sin darse cuenta realmente, se apoyó en el hombro de Adrien.
Ambos estaban sentados en el suelo, frente a la enorme pantalla que el Agreste poseía en su habitación. Pasaban las tres de la madrugada y seguían divirtiéndose con diferentes juegos, acusándose el uno al otro cuando ganaban demasiado.
—¡Ah! ¡Lo sient-…! —calló. Cuando estuvo a punto de separarse, el rubio la rodeó con uno de sus brazos, permitiendo que siguiera allí, cómoda.
—No importa, me gusta —admitió con descaro, depositando un beso en la frente de Marinette. Ésta se sonrojó, sin entender cómo habían pasado de apenas mirarse a ello. Los mandos terminaron en el suelo y ella, de forma inevitable, se relajó al punto de dormirse, y es que Adrien había comenzado a acariciar su espalda.
Él sonrió suave y se levantó con ella en brazos, cuidando de no despertarla. La depositó en la cama y, para cuando quiso separarse, no lo logró. La chica sostenía su camisa con fuerza y si quitaba su mano de allí, seguramente despertaría.
Tikki le hizo una seña y Adrien terminó rindiéndose, recostándose a un lado del amor de su vida. La atrajo a su cuerpo y la abrazó con dulzura, durmiéndose con una hermosa sonrisa en sus labios.
Ya sabía quién era su lady, y ahora, la tenía entre sus brazos.
