Esa noche no se veían la estrellas en Bastión de Tormentas. Lord Gendry miraba al cielo en busca de alguna estrella brillante como solía hacer cuando no era más que el aprendiz de un herrero dentro de la corte del Rey Lobo. Pero solo había oscuridad traída de manos de las nubes.
- Hoy no voy a ver estrellas- se dijo Gendry Baratheon en voz alta.
- Ni las verás jamás, Lord Gendry- comentó una voz detrás de él.
El bastardo del Rey Robert se giró y vio entre las sombras una mujer con un largo vestido de sedas amarillas con un velo de seda negra cubriéndole el pelo. Esto no le resultaba raro ya que, como sabía por la presencia de la Sabia Elba en su fortaleza, las sabias vestían de los colores del blasón del señor de su fortaleza.
- Sabia Elba, buenas noches- saludó el señor-. ¿Os pasa algo en la voz?
- Las sombras no os dejan ver, mi señor- dijo la sabia mientras salía de la oscuridad para que la luz de la luna.
La luz no reveló el rostro poco agraciado de la anciana sabia Elba. Si no el rostro de una hermosa mujer de cabello rubio casi plateado, sin duda esa mujer no era la tutora de su sobrina.
- ¿Quién sois?- quiso saber Lord Gendry.
- Tengo muchos nombres. ¿Cuál prefieres?: la Sabia Superior, la Reina de los Siete Reinos, Reina del Imperio de los Dragones, Madre de Dragones, Khalessi, la Kalessi de Drogo, La Liberaesclavos, La que no Arde, Rompedora de Cadenas, Mata Maridos, Danerys de la Tormenta… pero como más me conocen es como Daenerys de la Casa Targaryen.
Gendry retrocedió asustado mientras recordaba las historias de la Reina Dragón.
- Moriste- dijo Lord Baratheon.
- ¡¿Otro con esa cantinela?!- exclamó Danerys dejando escapar una pequeña risa-. Eso mismo dijo Eddard Stark cuando le envenené. Claro que lo suyo fue por qué necesitaba desestabilizar el Trono de Hierro, como cuando maté a su hijo, y lo tuyo es por una profecía.
- ¿Profecía?- preguntó Gendry.
- Si, bastardo. Me echaron una maldición: No podré ser fértil hasta que el Sol vaya de Poniente a Occidente, hasta que no se sequen los Mares y las montañas vuelen.
- Yo me casé con Quentyn Martell que vino desde Poniente para buscarme a Occidente, yo destruí con mis dragones la Madre de las Montañas. Y ahora haré matar a todos los bastardos de Desembarco del Rey.
Gendry no entendía lo que le decía, pero le daba igual. Él era el señor de unos campesinos que podían sufrir por culpa de una chiflada con dragones, y el sabía que era ser un despojo de la sociedad…
- ¿Quieres mi vida? Tómala. ¿Quieres matar a los bastardos de los señores? Hazlo. Pero deja huir a mi pueblo.
La mujer de aspecto valyrio sonrió.
- No, bastardo. Morirán entre las llamas mientras vos sois devorado por mis dragones. ¿Y sabes por qué? Porque tu padre yace en esta fortaleza.
