Ya había pasado algo de tiempo desde que regresamos al 12, Katniss y Peeta vivían juntos y creo ya esperaban un bebé, la población comenzaba a regresar a intentar revivir lo que antes era una mierda de distrito ¿y yo? Bueno... Seguía aquí.
Una ventaja de ser Haymitch Abernathy, era que nadie se me acercaba ni me venía a visitar, así que podía seguir mi horario habitual: despertar, beber, asearme un poco, seguir bebiendo, fingir que pongo un poco de atención a la cría de gansos que Katniss me obligo a tener como terapia ocupacional, beber hasta perder la conciencia y caer desmayado por ahí en la casa, despertar y repetir el ciclo.
Un día nublado de primavera, los chicos se fueron a visitar a sus viejas amistades (Gale, Beetee, Johanna y Annie) así que tardarían días, tal vez semanas.
-¿Seguro qué no vas con nosotros?- Cuestionó Katniss mientras veía de reojo el interior de mi casa que había regresado a tener su desastre habitual.
-Claro- Respondí sin pensar en más- Yo no tengo nada que estar haciendo ahí.
Sin demasiada insistencia ella y Peeta esa salieron de mi casa.
Otro día solo... Licor blanco ¿Dónde te encuentras? Pensé dirigiéndome a la cocina por una botella.
Estaba a punto de abrir la botella cuando se escuchó que alguien había tocado la puerta, supuse la "chica en llamas" me llevaría a la fuerza, así que me dirigí rápidamente a abrir para dejarle en claro que no planeaba salir de mi hogar, bueno, si a esto se le puede llamar hogar.
Abrí la puerta y con los ojos cerrados dije:
-Ya te dije, sinsajo, no pienso...
En ese momento los abrí, no era Katniss, ni Peeta, ni nadie conocido... Me llegaba aproximadamente al hombro, no era muy alta, cabello ondulado negro y piel ligeramente bronceada, no pasaba de los 25 años, pero tampoco era una niña, nada de mal ver.
Su profunda mirada color negra se clavó en mí, como si no estuviera creyendo que se encontraba ahí, pero no se intimidaba como el resto. Eso me agradó.
-Señor Abernathy...- logró exclamar con algo de nervios.
-¿Qué necesitas?- No me molestaba su presencia por extraño que sonara, sin embargo quería que fuera directo al grano.
La pequeña chica se aclaró la garganta y dijo con un tono un poco más seguro:
-Asignación especial, Plutarch dice que necesita algo de compañía y alguien que se encargue de usted.
¿Plutarch? Hace años que no escucho nada de él, pensé que ya había muerto después de tantas veces que estuvo a nada de atragantarse con pedazos de la comida que solía devorar.
-Te mintió, no la necesito, estoy bien solo.
Sus ojos perdieron un poco de brillo que tenían mientras arqueaba sus ceja derecha. Dirigí mi vista hacia atrás de ella, se encontraban 2 maletas negras.
-Amm... Bueno, gracias por su atención de todas formas- dio media vuelta, agarro ambas maletas y comenzó a alejarse.
Mis dos personalidades internas batallaban para saber qué hacer en ese momento: la primera decía que no me sintiera mal por esa chica, que nadie puede llegar a decir que alguien del que no sabes hace tiempo la designo como tu nueva "acompañante". Mientras que la otra decía que le diera una oportunidad, que después de todo se podría considerar como alguien que me ayudara a hacer todo aquello que debo de fingir que me gusta hacer, y así tendría más tiempo de beber. Al final esta parte de mí ganó.
-¡Espera!- Grité no muy alto, de todas formas apenas salía de mi pórtico- Tal vez si necesite un poco de ayuda...
No sé porque dije eso, nunca en la vida había necesitado ayuda de alguien
-¿Enserio?- preguntó entusiasmada mientras sus labios esbozaban una sonrisa y regresaba frente a mí.
-Pues... Creo...
Entramos a mi hogar, rápidamente se dio cuenta que si como ella tal decía, Plutarch le había encargado que cuidara de mí, lo primero que debería hacer era levantar y limpiar todo el suelo de diversas manchas, desde licor que tiraba, comida que caía, hasta a veces el vómito que no controlaba mi organismo.
-Puedes dejar tus cosas en el cuarto al lado del mío, si quieres- me obligué a decir. Ella agradeció y subió a dejar sus pertenencias.
Aún no podía confiar directamente en esta chica, no me había dicho varias cosas de las que debería saber para dejarla vivir conmigo, es más, ni siquiera sabía su nombre. Se veía demasiado inocente, pero no tonta, algo peligroso pero a la vez interesante en una mujer. Me senté en el sofá y ella comenzó a bajar las escaleras.
-Perdón por no presentarme, me llamo Anastasia Crane, señor Abernathy.
¿Anastasia? El primer nombre más o menos decente que he escuchado desde hace mucho tiempo... ¡A la mierda eso! ¡Crane! ¡Seneca Crane! Esta chica delante de mí tenía parentesco con el hombre que Snow había asesinado. Intenté mantener la calma y demostrar un poco de desinterés en su apellido Aunque luego tendría que averiguar más de esta chica
-Dime Haymitch, preciosa- insistí al notar que me irritaba que se dirigiera a mí como "Señor Abernathy", nadie nunca lo había hecho en años.
Ella se sonrojó un poco, no había entendido por que hasta que analicé que le había dicho "preciosa", creo que es la primera mujer que reacciona así con mi, ahora bien usado, adjetivo desde hace mucho tiempo.
Mientras Anastasia recogía varias cosas que se encontraban en el suelo, noté que frente a mí se encontraba la botella de licor que estaba a punto de abrir, la agarré y fui a la cocina por un vaso.
-¿Quieres un poco?- le pregunté desde la cocina mientras me servía en un vaso.
-Claro- asintió y tiró la basura que tenía en la mano a un bote que nunca había visto que estaba ahí.
Le di el vaso y me senté en el sillón donde estaba.
-Espera... ¿Tienes la edad suficiente para beber, Anastasia?- pregunté esperando tener un poco más de información de esta chica.
Soltó unas pequeñas risas y se sentó en el mismo sofá que yo en lo que le daba un trago a su vaso.
-Tengo 20 años, Haymitch, y... Puedes decirme Anna- Genial, le doblaba la edad y aun así sobrarían años, es más, creo que esa es la edad de Peeta y Katniss actualmente- ¡Por cierto! Me dijo Plutarch que lo llamaras.
Sacó una pequeña tarjeta de una bolsa de su pantalón y me la dio, ahí venía con letra manuscrita un número telefónico.
Acabé mi vaso de un trago y marqué desde el teléfono que tenía años sin usar (que me sorprendió que aún funcionara) mientras Anna se levantaba y me hacía señas de donde podía conseguir algo para limpiar, mi única respuesta fue que en la casa de Everdeen y Mellark.
Ella salió e instantáneamente Plutarch contestó.
-¿Haymitch?- Preguntó, yo solo daba un ligero quejido para que reconociera mi voz- Amigo ¿Qué tal? ¿Ya llegó Anna?
-Sí, sí, ya llegó, pero...-hice una breve pausa para poder servirme más en mi vaso-¿Por qué la mandaste?
-Necesitas a alguien que te devuelva al mundo, Haymitch- Responde Plutarch mientras de un trago me acabé el vaso de licor y volví a servirme- Y ella necesita que alguien que la proteja mejor que yo.
Así qué todo esto era con el fin que yo protegiera a esa niña. Volví a visualizar aquellos momentos en los que servía de mentor de tributos, tributos muertos, soy un asco cuando me dejan a cargo de cualquier cosa por ejemplo: esta casa, así que no tengo idea porque Plutarch me mandó a Anna, era como condenarla a ser una inadaptada social ¿Por qué a mí? ¿Por qué no a alguien más...?
-Yo no sirvo para cosas así... ¿Recuerdas a los tributos del Distrito 12, o a Maysilee… cierto?
-No te estoy pidiendo que seas su mentor, solo deja que viva contigo- Otro trago de licor pasaba por mi garganta, alcoholizado pienso mejor- Maysilee... Si la recuerdo, pero no las compares, son casos completamente diferentes.
Anastasia entro a la casa con 2 escobas y una toalla, me vio y sentí la necesidad de hablar con ella.
-Plutarch, me tengo que ir- dije mientras observaba como dejaba una escoba en la pared y se ponía a barrer con la otra, preguntándome porque trajo dos- Te hablo luego.
Colgué y me acerque a Anna.
-Necesito que me cuentes más de ti si es que quieres quedarte conmigo.
Me dedicó una mirada que logró que me interesara más en ella, esta chica tenía algo extraño que nunca había sentido.
-Yo necesito que me ayudes si es que quieres que te cuente algo- respondió en lo que me dejaba una escoba en la mano.
-¿Yo? ¿Limpiar?
-Sí, tú, Haymitch Abernathy, agarra esa escoba y ponte a barrer el pasillo- Respondió sin dudas ni pausas.
Creo que ese comentario me hizo estallar, nadie me diría que hacer, ni siquiera la "acompañante" que mando Plutarch me iba a obligar a que hacer en mi casa, pero a la vez no sabía cómo reaccionar, nunca nadie me había desafiado de esa forma, ni Katniss. Yo siempre hacia lo que quería y los demás debían conformarse con eso, pero... Ella quería obligarme a hacer algo que yo nunca había hecho en mi vida, era fuerte y persistente... Creo que fue la razón por la que Plutarch la mandó. Me acerque a ella y con mis manos aprisioné sus muñecas.
-¿Quieres obligarme, cariño? Sabes que no lo haré- gruñí con enojo mientras la escoba entre sus manos caía al suelo- Nadie me dice que hacer, y menos alguien que conozco hace menos de una hora, mejor vas saliendo de mi casa.
Anna entrecerró los ojos y dio un giro extraño con sus muñecas, el que logró liberarse de mis manos, después dio un paso y quedo atrás de mí con su mano derecha sosteniendo la mía y el brazo izquierdo que me pasaba por el cuello. Intenté quitarle el brazo, pero no podía, me tenía inmóvil.
-¿Quieres qué me vaya?- Preguntó.
Misteriosamente esta chica ya me había cautivado... No podía dejar que se fuera la única persona que se ha atrevido a "ponerme un alto".
-Pensaba en sacarte de aquí a golpes, pero creo que ya quiero que te quedes.
La resistencia de su fuerza sobre mi disminuyo un momento, lo que tomé de ventaja para soltarme, sin embargo ya no quería regresarle el ataque, así que agarré la escoba que me dio y empecé a barrer, creo que enserio necesitaba una respuesta, Anna sorprendida siguió limpiando la sala.
-¿Y de dónde eres? Nunca antes Plutarch me había hablado de ti.
-Originalmente era del 9, luego cuando inició la rebelión me mandaron a mí y mi prima al 13 con Plutarch y al final fuimos al Capitolio junto con él- respondió con una voz suave y sincera. Si es del 9 y no del capitolio significaba el apellido igual al de Seneca era una coincidencia.
-¿Del 13, preciosa?- Yo nunca la había visto, es más, todo el maldito tiempo de mi encierro en el 13 estaba con Plutarch y ni una palabra de Anastasia o la otra chica.
-Así es, corazón- respondió compensando que le dije "preciosa" causando me una media sonrisa ¿Qué me sucedía? De seguro fue el licor
Anna me contó un poco de su historia: Su madre era una de las vencedoras del distrito 9, el mismo año que su padre y su tío eran de los Vigilantes, y aparte grandes amigos de Plutarch.
Tengo un borroso recuerdo de su madre, ganó un año después que yo cuando contaba con 15 años. Recuerdo haberla visto varias veces en el Capitolio como mentora, pero nunca supe que tenía una hija tan... Bueno, el caso es que en cuanto a su padre, me había dejado un poco más intrigado. No era una coincidencia como pensé. Padre y tío vigilantes, del Capitolio, apellido Crane, todo indicaba dos posibilidades: era hija o sobrina de Seneca.
-¿Pero cómo llegaste al 13?
-Bueno, esa es una historia algo enredada- aseguró mientras le daba un trago a su vaso que he había servido- Cuando inició la gira de la victoria de Katniss y Peeta, mis padres conversaban mucho con Plutarch acerca de la chica Everdeen. Después mi tío murió de una forma misteriosa -Sobrina, definitivamente sobrina- Desde entonces mi prima, Sophie, se fue a vivir con nosotros. Cuando anunciaron el Vasallaje, mi padre se encontraba con nosotras el día de la cosecha y mi madre afortunadamente no fue elegida, sin embargo cuando iniciaron las rebeliones en el distrito, decidieron que era el momento de que los dejáramos para que Sophie y yo pudiéramos estar a salvo así que nos mandaron en un aerodeslizador al 13, ahí Plutarch nos recibió y nos mantuvo en secreto ahí para que no pasara nada, más tarde me enteré que el Capitolio había asesinado a mis padres.
Una historia algo trágica, sin embargo no lo contó con muestras de dolor.
-Me hubiera gustado conocerte entonces- susurré mientras me acababa de un trago la botella.
Anastasia abrió sus ojos de sorpresa y sonrió, aún no entendía porque tanta felicidad de estar con el estúpido borracho de mí.
-A pesar de todo mi tiempo ahí le estuve insistiendo a Plutarch con conocerte y se negaba- Instintivamente respondió a pesar que luego se tapara la boca con una expresión de arrepentimiento. Oficialmente esta chica me espantaba. Nadie quiere conocerme, y si lo hacen se arrepienten luego, en cambio ella no, desde antes deseaba eso.
-¿Y qué paso con Sophie?- Interrogué para cambiar la plática.
-Sigue con Plutarch, pero como es menor que yo, Plutarch se encarga de cuidarla más a ella, por lo que ya no pudo negarse cuando le propuse la idea de mudarme. Ahí fue cuando cambió de opinión y me mando específicamente contigo.
Ahora ya entendía todo, pero me sentía con una gran responsabilidad sobre mí, de la cual no podía escapar como en ocasiones anteriores.
Fingí que me encontraba muy cansado y me subiría a dormir ¿Eres idiota, Haymitch? Todos saben que no duermes voluntariamente desde los juegos, Anastasia pareció creer mi coartada y dijo que al terminar de limpiar iría a comprar algo de cocinar para la cena. Subí y saque una licorera metálica de un cajón y seguí bebiendo mientras me acostaba en la cama.
Toda mi vida había sentido que yo no necesitaba nada, o mis borracheras y resacas no me hacían ver la realidad. Katniss y Peeta me veían como un conocido y antiguo aliado, pero solamente eso; sin embargo Anna me hacía sentir que era alguien que merecía admiración, un ídolo o alguna variación de amor platónico... ¡Mierda! ¡Soy Haymitch Abernathy! Lo que menos me importan son los sentimientos ajenos, no sé porque esto cambiaba con esa niña.
Perdí la conciencia, y noté que no había bebido lo suficiente, ya que al caer desmayado, la principal razón por la que bebo no se bloqueó, ya que empecé a soñar.
