Bueno... pues aki estoy, comenzando nuevamente con un fic... y bueno, este fic es largo, llevo escritos ya algunos de los capis, pero en si es una historia complicada y triste, eso si, llena de seres humanos, personalmente siempre he pensado que no hay humanos perfectos, tampoco totalmente malvados... creo que todos estamos llenos de virtudes y defectos que pueden hacernos débiles o fuertes, según se vea... pero igualmente nos convierte en seres reales... siempre he adorado escribir sobre seres reales, de carne y hueso, sin héroes prefabricados que de tanto gastarles el "Brillo", se vuelven falsos.

En fin, esta historia la disfruto mucho por eso: los personajes, jeje, y pues, estoy tratando de situarla en México DF, cosa que me ha costado trabajo, pero pues, espero hacerlo bien :), es bastante dramática, aunk he intentado no cruzar la línea y volverme "melodramática" xDDDD, los personajes son muchos, todos igualmente importantes, y con historias fuertes, sin embargo, como ya es tradición mi pareja es: aioria x shaka... pareja que sin embargo, no se verá hasta capítulos avanzados del fic XDDDD

Espero que lo disfruten, tanto como yo disfruto escribiéndoles, en fin, sin más, los dejo con el primer capítulo de esta historia:


Time after time

Capítulo 1.

Tú y yo.


¿Y cómo se llama? —

Mmm… no lo recuerdo, deja observo su expediente… —

La diestra bajó lentamente por la cintura del otro, este se alejó con una sonrisa taimada reprendiéndole, cosa que no hizo sino provocar una risa baja en su "agresor", la cual reprimió en el recorrido de su mano, hasta terminar el descenso de sus falanges sobre una carpeta metálica, soltó un suspiro y un bufido, comenzando a leer bajo y rápido los datos innecesarios, haciendo un barrido express por todo el documento…

Marcus… Aioria Marcus… —

Aioria Marcus… —

Si —

Comenzó a pasar las hojas leyendo la información con seriedad y una ceja levemente enarcada, era un caso bastante interesante, finalmente dejó el folder sobre la reja de la cama tomando al otro por la cintura, atrayéndolo hacia su cuerpo para depositar un suave beso sobre su cuello.

No deberíamos hacer esto aquí… suelta ya… —

No esto, no aquello, parece que nuestra vida estuviera llena de negaciones, jeje —

Basta… es molesto —

Si, si, las cosas molestas de la vida. —

Radamanthys… basta… —

Habló en un tono tajante que por fin terminó consumiendo las intenciones del rubio que no hizo sino soltar una especia de gruñido molesto, soltando al pelirrojo como si de tal cosa se tratara, finalmente se sumergió por completo en el semblante adolescente que reposaba dormido sobre la cama y caminó alrededor, trabajo, de eso se trataba el momento y el estúpido lugar en que se encontraban.

Por cierto — Tomó una pequeña lámpara de mano y abrió a fuerza uno de los párpados del paciente, lanzando la lucecilla a la pupila — Pandora te manda saludos, e incluso un pedazo de pastel, le apena que no hayas podido ir a la fiesta… —

Golpe bajo.

Kamus retiró la mirada de su interlocutor apretando los puños por un instante, mientras su respiración violenta no hacía sino marcar lo profundo de su enojo ante tal mención…

No te preocupes — Su voz estaba turbada, tanto como sus ojos de tormenta que se posaron iracundos en el rubio — Iré a verla pronto, y también a mi ahijado… hace mucho que no paso tiempo con Shaka… —

Si, has eso, sabes que ella te adora, y confía en ti… —

Eres cruel… cuando quieres… sabes muy bien como serlo. —

Dio media vuelta marchándose por fin de la sala, la sonrisa aún marcaba el rostro del otro que se sabía ganador absoluto de aquella disputa… además, el rostro del pelirrojo, maquillado con enojo y cierto aire de tristeza le dejaba un sabor dulce en el paladar, quizá era algo cruel, cierto, pero igual le encantaba darse esos placeres momentáneos.

Sacudió la cabeza enfocándose en lo verdaderamente importante, y regresó la mirada a las pupilas rodeadas de jade, sacudió nuevamente la cabeza esta vez preocupado por la falta de reacción en las mismas, era triste, catorce años y allí, postrado sobre una cama sin querer despertar o reaccionar en lo absoluto.

Aioria Marcus, yo me pregunto cómo fue que terminaste aquí… —

Guardó la lamparilla de mano en una bolsa de su bata blanca, rodeando la barbilla con sus dedos mientras pensaba en el caso, ya había decidido tomarlo, normalmente los pacientes autistas nacían con ese trastorno, Aioria era distinto, un chico perfectamente normal, activo, su cuerpo hacía notar a todas luces que incluso era deportista…

La pregunta es que pasó contigo, muchacho. —

Una vida sin mayores problemas, hijo de un mediano empresario en la ciudad y una Ejecutiva… nada demasiado elegante, pero tampoco con carencias económicas, aún no había tenido una entrevista con los padres, eso era importante, debía anotarlo, de cualquier forma, haciendo una rápida lectura de los hechos, no había razón alguna para el súbito ataque catatónico… un hermano mayor que actualmente estaba recluido en sus estudios universitarios, incluso un maldito perro, toda una vida de medallas y preseas (seguramente), debidas la mayoría a logros atléticos y de popularidad.

Y de pronto.

Se sentó sobre una silla metálica sobando sus sienes con pesadez.

De pronto.

Un ataque en medio de la escuela que lo llevó a un arranque violento en contra de nadie, un salón enteramente destrozado, y él encerrado en sí mismo, como un estallido. Los brotes de Esquizofrenia adolescente no eran tan violentos, así que ese no podía ser el caso, de ser un esquizofrénico juvenil habría tenido un lento degradamiento en su personalidad hasta, finalmente, estallar como una bomba.

Aioria había sido distinto, incluso por la mañana había actuado normal y naturalmente, desayunó lo mismo de todos los días, manejó su vieja y heredada bicicleta de montaña hasta la escuela, saludó como siempre lo hacía, caminó por los pasillos echando chanzas, entró a clases, y fue allí donde súbitamente explotó en un ataque sicótico para terminar así.

Claro que había registro de casos ligeramente parecidos, pero no en un chico de catorce años sin ningún problema aparente de profunda seriedad sicológica. Por eso tenía que entrevistarse con los padres, y hacer algún tipo de investigación sobre la familia, era posible que hubiera algún tipo de trastorno heredado.

O algo más, algo que nadie vio en ningún momento.

Los casos como ese le apasionaban a la par que le deprimían. Su hijo tenía casi la edad de Aioria, apenas un año menor, si de pronto se quedase como un vegetal consciente. En definitiva tenía que encontrar el origen del trastorno para establecer alguna ruta de escape, continuar de aquella manera no era algo factible para ningún adolescente de catorce años.

Lo principal (y más complicado) en esos casos, era encontrar alguna forma de comunicación con el paciente, estaba encerrado en su mundo, pero quizá a nivel inconsciente pudiera expresar algo… Radamanthys lo había hecho antes, generalmente mientras el paciente dormía… pero Aioria no parecía tener la más mínima intención de quedarse dormido, pues a pesar de estar allí acostado, con los ojos semiabiertos, sus impactos cerebrales dejaban muy claro que estaba totalmente despierto.

Ladeó el rostro para posar sus ojos ambarinos en el reloj blanco postrado contra la pared, ya era madrugada, y él tenía que llegar a casa…… pero el caso……

Aioria, vas a causarme serios problemas con mi esposa, ¿sabes? —

¿Qué tan malo era retrasarse un par de horas? Además no tenía el más mínimo interés en ir a casa con una mujer a la cual hacía mucho mi amaba ni deseaba… Shaka era la única razón por la cual él continuaba con esa farsa. Y ahora Aioria le necesitaba más, mucho más.

A trabajar se ha dicho. —

Una ligera sonrisa se apoderó de su rostro cuando finalmente aclaró la mente, y se puso de pie con aire decidido caminando nuevamente hasta el expediente, sacar a ese chico del trauma y desentrañar por que había caído en el trastorno en primer lugar podía llevarle años de trabajo, pero el lograrlo finalmente sería quizá la estrella más luminosa de su excelente carrera. Sin embargo, los motivos que le llenaban de ansia no iban de la mano con una ambición profesional, sino con la necesidad de ayudar al chico.

Radamanthys era de esas extrañas personas cuyos caracteres era maliciosos y egoístas, capaces de ser crueles incluso con las personas más cercanas o más queridas, pero con una firma convicción y ética profesional que lo llevaban a dejar de lado cualquier cosa cuando se trataba de ayudar a un paciente, incluso si salud o su estabilidad. Era de esos seres que viven entre dos abismos contrarios pero de igual profundidad.

Era esa una de las tantas cosas que le semejaban a Kamus. Y él sabía, desde ya, que a partir de esa noche, Aioria sería, seguramente, lo primordial en su agenda diaria hasta el momento en que el caso se resolviera satisfactoriamente.

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Dejó caer los huesos así como todo el cuerpo sobre el suelo, el aire que salía de sus pulmones era la revelación del estado físico y anímico en que se encontraba, éxtasis, cansancio histeria, y lentamente, ausencia. Muchas sensaciones diversas salidas de tantos puntos distintos que un remolino se le clavaba en la mente… extraño.

Shaka… — La puerta se abrió de súbito — ¡¡¡¡Shaka!!!! —

Se cerró con un azote tan histérico como el semblante de la madre aterrada, los pasos que siguieron a sus movimientos fueron demencialmente veloces, menos de un segundo y ya estaba arrodillada al lado de su hijo zarandeándole, con la necesidad de mirarse en sus ojos y escuchar su voz salir de forma clara y limpia… nada… la respiración que se encerraba en el pequeño pecho era poseedora de una aceleración continua, y de nada valían gritos, súplicas y llanto de la madre, el éxtasis sublime de su respirar se iba matizando con un enrojecimiento visible en las mejillas, mientras ella lloraba, gritaba, intentando controlar la neurosis que ya se apoderaba de su mente y ánimo… terror…

Shaka, amor, mírame, mírame chiquito… ¡¡Mírame!!, soy yo, mamá… —

Un quejido escapó por los labios ahora blancos y ya casi azules del preadolescente, ella se puso de pie con un movimiento ágil y corrió a un cajón de la cómoda de madera que se hallaba empotrada a la pared. Cerrado. Con llave… sacudió la cabeza desesperada peleando histérica en contra de aquella gaveta… gritaba miles de insultos a la cerradura que alguien, en algún momento de radical crueldad, había sellado…

Por fin cayó de rodillas mientras a su espalda el respirar había invadido por completo el cuerpo de su hijo para develarse ahora en visibles y escandalosas convulsiones… al escuchar el sonido de las pequeñas manos azotando contra el suelo fue como si nueva fuerza se apoderara de ella y se puso de pie azotando con la suela de su zapato a la cómoda… escuchaba crujir a la madera, así como el cuerpecito de su hijo… y las lágrimas rabiosas inundaban sus rasgos, sus mejillas… finalmente, a la tercera patada, cedió la cerradura rompiéndose ligeramente el cajón de delgada madera… ella lo abrió por completo y comenzó a sacar desesperada todo el contenido, aventándolo contra el piso sin importar que fueran objetos frágiles o costosos.

Shaka, espérame… mami ya va, amor, ¡¡MAMI YA VA!! —

Jeringa.

Fue como si su alma descansara cuando encontró el sedante, extrajo la jeringa a movimientos desesperados y a pesar de la rapidez de cada acción, fue tan perfecto todo que develó la maestría y experiencia que aquella mujer, de momento desesperada, poseía… entonces regresó presurosa y violenta hasta el cuerpecito de su pequeño niño, tomándolo en brazos y jalándolo con fuerza contra si, puso un tubo de plástico en su boca, haciéndose lugar entre la espuma, sintiendo como los dientes le trozaban ligeramente la piel de su falange, pero no importó, envuelto en material suave, dicho tubo ayudó a evitar una tragedia… entonces, suspirando, estiró con fuerza el brazo de su hijo, él se resistía… manoteaba como un demente en convulsión violenta… ella lloraba… sentía los arañazos contra su rostro y los golpes contra su cuerpo… pero no importó, sabía que lo lastimaba por la fuerza ejercida…

Pero tenía que hacerlo. Encajó la aguja por completo y comenzó a verter todo el contenido espeso de la jeringa… Shaka se arqueó gritando y soltando algo de la espuma que se le había formado en la boca, los ojos ausentes, desorbitados… su espaldita marcó un arco doloroso para su madre que le abrazó con más fuerza, convulsionando ahora ella por los sollozos violentos que le aquejaban cuando se hacía cargo de la escena. Por fin. Calma.

Silencio.

Shaka fue cayendo dócil en el abrazo de su madre que no dejaba de sollozar al abrazarle… finalmente estaba dormido… pero ella no se atrevía a soltarlo, se aferraba al cuerpecito lastimado de su bebe… quitó el tubo de su boca, y lo dejó caer al suelo mientras, buscaba controlarse. No era justo. La vida, el destino.

Para pandora la vida había cambiado con la aparición perfecta de Shaka, era como si súbitamente se hubiera prendido una luz armoniosa en su destino. Ella y Radamanthys habían elegido mal muchas veces, demasiados errores en su juventud, pero, cuando supo de la existencia de su pequeño, apenas en el vientre, ambos comenzaron a arreglar las cosas, a arreglarse… Shaka había venido a traer perfección a sus vidas… pero los errores del pasado les cobraron la factura cuando nació su pequeño gran tesoro.

El primer ataque fue a los seis meses… ella lo recordaba porque estaba sola en ese momento, no entendía que le pasaba a su pequeño, realmente pensaba que se le estaba muriendo en los brazos, nunca en su vida sintió tanto miedo y tanto terror… gritaba, lloraba desconsolada, hasta que tomó el teléfono y llamó a Radamanthys.

El diagnóstico fue tan cruel como el ataque. Epilepsia, ¿la razón?, los malditos excesos de su padres en los tiempos de juventud. Nadie se los dijo o recriminó nunca, pero ella sabía que era así, era culpa de ambos que ahora Shaka tuviera Epilepsia. Los ataques no eran tan frecuentes con los medicamentos que su propio padre comenzó a buscar y recetarle.

Pero sucedían al menos cada dos meses, y en ocasiones eran realmente fuertes, recordaba que una vez, a los diez años, el ataque le duró por espacio de tres horas… fue entonces cuando ella tomó la decisión de sedarlo, quizá no era lo más responsable, pero era menos cruel que permitir que se destrozara las manos golpeando contra el suelo.

Este había sido uno fuerte, pero lo retuvo a tiempo.

Por fin logró controlarse. Se puso de pie aún temblando ligeramente con su hijo cargado, cada día pesaba un poco más, y sonrió al pensar en eso, crecía, poco a poco debido a los ataques, pero lo hacía, estaba vivo, respirando, al lado de ellos, cubierto de amor.

Soltó un suspiro cuando logró depositarlo en la cama, le miró fijamente con un nudo en la garganta, reposaba tranquilo, con la respiración mucho más tenue que momentos antes, se sentó a su lado acariciando su rostro y enredando los dedos en los mechones rubios de su cabellera.

No entendía la necedad de su hijo por usar el cabello largo, pero no le importaba, era perfecto, como un lindo angelito en cualquiera de sus presentaciones.

Extrajo un celular de su pantalón y marcando un uno llamó al número principal de su agenda… sonó como mínimo cinco veces antes de que alguien contestara al otro lado de la línea.

Radamanthys… — Suspiró, estaba cansada —Es Shaka… es que… tuvo un ataque, uno fuerte… — Escuchó la obvia pregunta al otro lado — No, no, ya está bien… pero tuve que inyectarlo… — Recriminación ¿acaso no entendía? — Tuve que hacerlo porque no quería que se lastimara, ¿sabes? Y no… — Otro reclamo — ¡¡NO TE ATREVAS A DECIR QUE LO HAGO PARA QUE SEA FÁCIL!!, sabes que no es cierto, yo estoy aquí, siempre, y nunca, Radamanthys, nunca es fácil… cada uno de sus ataques me lastima el corazón, pero estoy aquí, y si uso los sedantes, es por él… no por mi… — Comenzó a llorar — ¿¿Y cómo quieres que no llore??, estoy sola, como siempre Radamanthys… debiste estar aquí… debiste estar aquí… — Razones — ¡¡¡TU HIJO TAMBIÉN TE NECESITA!!!, y debería ser más importante que tus malditos pacientes… —

Colgó aventando el celular lejos de si, el pobre aparató termino haciendo un ruido lastimero al verse azotado contra el suelo… Entonces ella se aferró al cuerpecito de Shaka enterrándose en las sábanas junto a su hijo, seda blanca, fina tela. Todo igual.

Comenzó a llorar de maquinalmente al pensar en ello. Esa era la maldita historia de su vida, sola mientras sucedían los ataques, los logros, cualquier cosa… ¿para qué una maldita mansión? ¿Para qué las alhajas? Lo que ellos necesitaban no tenía que ver con el dinero… era distinto, otra cosa por completo.

Yo también te necesito… —

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Sus pies se movían nerviosos sobre el suelo, hacían un eco nítido en la sala… todo él era un manojo de nervios y estrés, sus pupilas oscilaban indecisas entre una y otra pantalla, buscando entre el rompecabezas de letras y abreviaturas, un número que le indicase la proximidad de su vuelo. Pero no aparecía, los minutos seguían pasando en una agresiva lentitud, buscando dilatarse más y más con el correr del tiempo. Parecía que la eternidad había decidido contenerse en la hora y media que separaba a Aioros de su vuelo.

Soltó una maldición por lo bajo cuando, revisando el reloj, pudo constatar que tan solo se había separado cinco minutos de la espera inicial… aún no llegaba su turno, y estaba francamente desesperado… el boleto entre sus manos se había convertido en una desgracia, totalmente doblado y desdoblado, hasta el punto que se había marcado y casi partido por la presión y sudor de sus palmas, su cabello era otro patético espectáculo uno que gritaba la necesidad por un peine, misma que no sería saciada al menos hasta estar en tierra a escasos kilómetros de su objeto de ansia.

Su hermano.

Le habían llamado por la madrugada, no comprendía la sangre fría que debieron tener sus padres para esperar una semana hasta avisarle lo que sucedía… las razones que pudieron darle francamente no le interesaban, era su hermano, su hermano menor. Él tenía derecho a saber lo que estaba pasando, y más aún, tenía la obligación de ayudar a resolverlo.

El sudor que comenzaba a perlar su frente resbaló inmisericorde por una de sus sienes, hacía calor, demasiado, y el nerviosismo de su ánimo definitivamente no ayudaba para controlar la naciente neurosis. Intentaba modular su respiración y hacer caso omiso de la revoltura de sonidos que le rodeaban, mismos que se cernían sobre su calma mareándole al punto del vómito… si, decididamente estaba nervioso… no identificaba ni siquiera los mensajes que salían por una minúscula bocina en alguna parte del aeropuerto, por eso debía mantener la mirada fija en aquellas pantallas, mismas que una tras otra iban develando claves y destinos, ninguno parecido siquiera al que él esperaba.

Una mano ligera que se posaba sobre su hombro consiguió asustarle y a la vez despertarle de su pesado sopor, ocasionando que las pupilas buscasen a quien le había tocado, encontrándose, azules, sobre un rostro atento que le señalaba algo, los labios del muchacho se movieron diciéndole algo que Aioros no consiguió descifrar, y su mirada de interrogante debió ser sumamente profunda, pues arrancó una ligera risa de los labios del peliazul, entonces le zarandeó ligeramente repitiendo su mensaje.

Amigo, tu celular está sonando… lleva ya como dos minutos… — Repitió la sonrisa — Y no es que me moleste, pero deberías contestar, ¿no te parece? —

Aioros se percató entonces de que el incómodo sonido que había estado rodeándole era un tintineo escandaloso… sacudió la cabeza en un ademán avergonzado, y bajando el rostro rebuscó entre su ropa el pequeño rectángulo eléctrico que había estado molestando a todo el mundo, tardó unos segundos en descifrar la carátula, pues no recordaba exactamente que tecla presionar para dar paso a la llamada, pero una vez recordada la técnica pudo escuchar al otro lado de la línea una voz metálica y ansiosa.

¿Mamá? — El asentimiento al otro lado del país le calmó la prisa — Soy Aioros, si, te dije que llegaba hoy, pero no pude conseguir vuelo inmediatamente, llego al aeropuerto por la tarde… vuelo directo… — Suspiró escuchando las obvias recomendaciones de su madre — Te llamo en cuanto esté sobre la ciudad… ¿Cómo sigue todo? — Igual, exactamente igual… casi se reprendió por haber preguntado en primero lugar. — Dioses, ¿ya lo internaron?, escucha, dile a papá que llegaré pronto, por favor… yo… solo díselo ¿quieres?, en cuanto llegue resolveremos las cosas… —

Colgó… un minuto de silencio hizo que sus cavilaciones organizaran un esquema de pensamiento, el tiempo exacto para conseguir un poco de calma y conseguir un ritmo menos demente en su respiración, percatándose entonces de que el peliazul continuaba a su lado, mirándole con curiosidad u preocupación mezcladas

¿Estás bien? —

Si… yo… gracias, supongo… — Sonrió débilmente — En serio, gracias. —

No te preocupes amigo, oye… ¿Vas para la capital? —

Si… voy para la capital… —

Ah… vaya… — Asintió levemente mientras sus ojos esmeralda subían hasta la pantalla — ¿Y tu vuelo sale a la una y media? —

Si… — Parpadeó perplejo — ¿Cómo lo sabes? —

Pues… no es por ser indiscreto, o arrogante pero… — Le miró con gesto interesante, y su sonrisa se volvió taimada — Sales en cinco minutos y si no corres ahora vas a perder le vuelo, jeje —

Los jades de Aioros se abrieron desmesuradamente, y se puso de pie de un salto agarrando su vieja mochila y el boleto solo para dar media vuelta y echar a correr por el largo pasillo del aeropuerto… ¿Cómo no se había dado cuenta de la hora?, no podía creer que la llamada hubiese tardado tanto, o quizá desde el inicio no había observado con cuidado las siglas y mensajes de las pantallas… sea como fuere… era imperdonable… s perdía el vuelo, no sabía cuando pudiera conseguir otro… era como si súbitamente todo mundo hubiera querido viajar a la capital y todo estaba agotado.

La carrera se fue haciendo más veloz a medida que avanzaba por el pasillo, ni siquiera se había dado el tiempo para dar las gracias al chico de cabellera azul, pero eso no le importaba, en aquellos instantes lo único que había en su mente era la apremiante necesidad de estar en el Distrito, y poder hacer algo, lo que fuera.

Dobló hacia el corredor correcto en algún punto de su carrera, y entonces escuchó pasos acelerados a sus espaldas, cuando ladeó el rostro (sin detener la carrera) pudo distinguir al peliazul que le seguía… su ceja se enarcó al no comprender el por que de la insistencia, y justo cuando regresaba la mirada al frente chocó con otra figura prominente, soltando todas sus pertenencias y ocasionando que el agredido también hiciera lo propio, tambaleándose sobre su eje mientras Aioros caía escandalosamente sobre su espalda.

Ahogó un quejido por el golpe, y el otro no contuvo una maldición mientras intentaba juntar, desesperadamente sus pertenencias, ahora desperdigadas sobre el suelo

¡¡Imbécil!!, ¡Fíjate por dónde vas! —

*Ngh* — Aioros apretó la mirada y puños tratando de recobrar el equilibrio para ponerse de pie y continuar con su trayecto — Lo siento… yo… —

Y al abrir los ojos se encontró de frente con el iracundo semblante del sonriente peliazul que había estado a sus espaldas

Diantres… yo también me volví loco… —

¿Qué? — Se mostró molesto por toda la situación, y en seguida restó importancia al comentario — Demonios… ya casi sale el vuelo… —

Eso bastó para recordar a Aioros su prisa y dejar las cosas por la paz mientras buscaba aceleradamente sus propias pertenencias, no pudiendo dejar de preguntarse como demonios se le había adelantado el otro en un instante… consiguió juntar el total de sus pertenencias y una mano acanelada se posó frente a su cara, mientras el peliazul seguía rumiando molesto, se aventuró a tomarla y ponerse de pie, encontrándose entonces con una mueca burlona a manera de sonrisa que casi le hizo soltar un grito aterrado.

Pero dicha reacción se contuvo cuando el otro peliazul estuvo también de pie e, ignorando a Aioros, tomó del brazo al sonriente, conminándole a la prisa

Kanon, tardaste demasiado… ¡Tenemos prisa! —

Ya lo sé, Saga… — Rió mirando la faz interrogante del castaño — Solo ayudaba a mi nuevo amigo, jeje, el cual parece algo perdido desde la sala de espera —

¿Tu nuevo amigo? — Enarcó una ceja reparando en la presencia de Aioros — Ah, maldita sea… por una vez déjate de estupideces y muévete, no podemos estar aquí todo el día… el vuelo sale en un par de minutos… —

Si, lo sé, él también va para la capital ¿cierto, amigo? — Le sonrió jalando a Aioros del brazo — ¡¡Vamos que nos deja el vuelo!! —

Saga contuvo una mueca de molestia cuando echaron a correr los otros dos, pero mirando un reloj empotrado en el muro, decidió dejar de pensar en ello y continuar el camino hasta el pasillo de enlace… no había tiempo que perder.


Pues este fue el primer capítulo, como siempre, espero sus comentarios, y nos veremos pronto, en algunas otras letras.

Leto.