Segunda Oportunidad (adaptación) Cuando termine la daptación, voy a decir de que libro es y por ende el autor.
Capítulo beteado por Emma Eaton, Beta Élite Fanfiction.
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HISTORIA BASADA EN HECHOS REALES
Capítulo 1: Belleza natural
Lanzando un último suspiro, abrió la puerta del bar sin saber si se iba a encontrar con el cielo o el infierno.
Desde la puerta, recorrió con la mirada el espacio notando que el bar era bastante común, tenía una decoración moderna en sus paredes que contrastaba con las fotografías de principios del siglo XX que colgaban de ellas; por la derecha había una barra, donde parte del personal se encontraba aglomerado y a la izquierda se ubicaban las mesas. Poseía una combinación que, definitivamente, le daba personalidad al lugar.
Dada la hora estaba atestado de gente, por lo que permaneció en la entrada mientras la buscaba. Sabía que no iba a encontrarla en la barra y, con un rápido vistazo, notó que tampoco en las mesas cercanas a él. Siguió paseando la mirada hasta llegar a la otra punta del bar; por un momento pensó que no había acudido al encuentro y mil razones cruzaron su mente, desde que todo era parte de una broma o que a última hora no se atrevió y dio marcha atrás.
En medio de su pequeño momento de paranoia, alguien llamó su atención. Ella se presentó a la cita, estaba en una de las mesas del fondo. Apostaba diez dólares a que había llegado antes de que el local comenzara a llenarse y que se había sentado allí buscando un lugar un poco más privado y discreto.
Al verla a ella, todo a su alrededor pasó a un segundo plano. Las risas, los gritos, el humo de los cigarrillos y toda la marea de gente que deberían servir de estorbo, dejaron de existir y sintió crecer entre ellos una imperiosa conexión.
Su corazón comenzó a latir erráticamente. Corroboró con una última mirada que no estaba equivocado, tenía que ser ella. Estaba parcialmente oculta tras las páginas de un periódico y tenía un libro sobre la mesa, no podía ser un error, habían concordado en que eso iba a ser parte de su contraseña.
Como si hubiese escuchado su nombre, ella giró la cabeza y lo miró. Edward se paralizó.
—Dios… —gimió.
No poseía una belleza radiante, espectacular y provocadora; era una belleza sutil, de rasgos delicados y aspecto angelical, mucho más cautivadora.
Tuvo que ponerse en marcha e intentó forzar una sonrisa que pareciera lo suficientemente normal.
Ambos se tomaron el tiempo de estudiarse durante el tiempo que a él le llevó cruzar el local para llegar hasta ella intentando sortear a los camareros, las mesas y las personas que se interponían en su camino.
Edward intentó parecer casual, aunque no supo si lo logró. En ningún momento desviaron sus ojos y a medida que se aproximaban pudo prestar mayor atención a cada detalle de su rostro, sus pómulos, unos apetecibles labios rosados, magnéticos ojos oscuros enmarcados por un sedoso y castaño cabello ondulado.
Se detuvo cuando llegó a su mesa. No tenía claro si fue una causalidad o una casualidad del destino, tampoco le importaba. ¿Cómo era posible la existencia de aquel ángel?
—¿Bella?
—Sí.
—Soy Edward.
—Genial.
La primera sonrisa. Se sintió aturdido.
—¿Puedo… sentarme?
—¡Oh, sí, claro, perdona! ―Reaccionó Bella.
Ocupó la silla quedando frente a la castaña. No sabía que decir, sin embargo, no importó porque en ese instante el camarero se detuvo a su lado y preguntó por su orden. Desvió su mirada hacia ella y la fijó en su bebida:, un simple vaso de leche. Finalmente, se decidió por un refresco de limón.
Sentados uno frente al otro, pudieron inspeccionarse sin disimulo. De cerca, era mucho más guapa e intensa, incluso sin maquillaje. Su cuerpo era bonito y bien proporcionado, de pechos pequeños que resaltaban gracias a su camiseta levemente ajustada; tenía largos brazos que terminaban en unas delicadas y perfectas manos, con uñas limpias, cortas y cuidadas. Entonces se dio cuenta de algo más: en el fondo, hubiese deseado que no fuese guapa.
La pena y la rabia se abrieron paso y se impusieron en él. Creyó increíble que ella fuese… «No va a ser sencillo», fue lo único que pudo pensar.
—¿Soy como esperabas? —Rompió el silencio, porque de lo contrario habría salido corriendo.
—No importa demasiado, ¿no crees?
—Sí, sí importa.
—Me gustó tu cara, es muy bonita. —Sonaba dulce y relajada, cargada de desgarradora ternura—. Esa fue la clave.
—Gracias.
—Escribes bien, empleas las palabras justas en el momento adecuado.
—Tengo facilidad —reconoció Edward.
— ¿Has escrito algo?
—Como pasatiempo.
—Me gustaría leerlo —comentó y al instante sus mejillas se tiñeron de rojo—. Bueno, si…
—Sí, claro.
Ese había sido un pequeño gran diálogo como para comenzar a romper el hielo y se instaló entre ellos la primera pausa, durante la cual aprovecharon para adaptar sus sensaciones. Edward pensó que aquello iba a ser mucho más complicado de lo que imaginó en un principio.
Ya no era solo curiosidad, era como si en un abrir y cerrar de ojos algo muy profundo hubiera cambiado en él. Podía sentirlo.
Bella suspiró.
—Escucha, esto es nuevo para mí, ¿entiendes? Ni siquiera sé… No, en realidad sí sé, pero no quiero precipitarme.
—Yo tampoco ―admitió Edward.
—Se trata de algo importante.
—Lo sé.
—Hoy charlaremos un rato, nos conoceremos, si consideramos que ha ido bien podemos intentar una segunda cita y así hasta que… bueno, tú sabes.
—De acuerdo.
—No quiero que creas que hay alguien más y que no me estoy tomando esto con seriedad.
—No es necesario…
—No lo tengo ―lo interrumpió ella—. No es un juego para mí, solo quería dejarlo en claro.
—Perdona.
Por primera vez advirtió la humedad en los ojos de Bella producidas por la tensión acumulada.
—Estás nerviosa. No tienes que estarlo ―afirmó Edward cortésmente.
—¿No lo estás tú?
—Solo un poco.
—Tienes 30… ¿Verdad?
—Sí. ¿Tú tienes…?
—Diecinueve.
—No es que realmente importe mucho la edad.
—Sí, supongo. Tal vez para los gustos, las afinidades…
Edward la traspasó con la mirada y profundizó en sus ojos. «Diecinueve años», pensó e instantáneamente tragó, intentando no hacer ninguna mueca.
—¿Sabes por qué te escogí? ―preguntó Bella
—No.
—En tu carta decías que el tiempo es solo la forma en gastamos la vida. Y también eres Sagitario.
—¿Crees en los signos?
—Soy de fuego igual que tú, solo que yo soy Leo. Sagitario es el payaso del Zodiaco y para mí, lo más importante en un hombre es que logren hacerme reír.
―¿Puedo hacerte una pregunta?
—La estás haciendo. ―Edward solo la miró y ella soltó un suspiro—. Sin secretos, ¿recuerdas?
—¿Te escribió mucha gente?
—No muchos… Una asociación católica se ofreció para brindarme ayuda espiritual y poder renunciar a esto, un hombre de 39 años, otro de 22 y dos anónimos que decían lo típico de siempre.
—¿Qué es lo típico?
—Que si lo tengo es porque lo busqué. Como si me lo mereciera.
—¿Y solo por Sagitario y por esa frase…?
—Bueno… El de 39 me pareció mayor y el de 22 tenía un pasado envuelto en drogas y no me atreví.
—¿Cómo se te ocurrió escribir ese anuncio?
—¿Te importaría que algunas cosas las dejemos para más adelante? ―respondió luego de removerse incómoda en su asiento.
—No.
—No es que no quiera darte las razones, pero es muy pronto para hablar sobre mi vida y comenzar a recordar. Además preferiría que esto sea como una introducción, una primera cita con una charla sobre temas triviales como el cine o libros. Incluso si congeniamos, debemos meditarlo bien.
—Estoy de acuerdo.
—De todas formas y puedes no responder, como yo lo hice, ¿por qué decidiste escribirme?
—Sigo pensando el por qué, no estoy seguro, pero tu anuncio fue bastante… revelador.
—¿Tú no lo habías imaginado?
—No.
—¿Por qué?
—No creía que nadie quisiera estar conmigo.
Bella bebió un sorbo de su vaso de leche y Edward hizo lo mismo con su limonada. Ambos tenían la boca seca y recién habían reparado en ello. Cuando ella lo dejó sobre la mesa, su tono se hizo más severo.
—No quisiera ser grosera, pero me gustaría ver un certificado médico o algo que…
—Sí, lo he traído ―respondió mientras tomaba del bolsillo de su chaqueta un pequeño papel y se lo entregaba a Bella.
Ella desplegó la hoja y desplazó su mirada detenidamente por cada línea. Sus ojos reflejaron una mezcla de tristeza y resignación, pero también de calma. Sin ninguna pregunta que hacerle, se lo devolvió.
—Yo también he traído uno. ―En tanto hacía un ademán para sacar su propio certificado.
—No, no es necesario…
—Sí, lo es. Léelo, por favor.
Lo sacó de entre las páginas del libro. Edward decidió complacerla y lo leyó bajo su atenta mirada. Sentía sus grandes ojos negros quemándolo, ella parecía frágil pero comenzaba a tener la impresión de que no lo era.
Él se encontraba impresionado por el valor de la chica, todavía no sabía si para bien o para mal. Ni en un acto de desesperación él hubiese sido capaz de hacer todo lo que ella hizo.
Edward se sintió inmovilizado por la información escrita en el fino papel. «Vete. Estás a tiempo. Echa a correr», le gritó su mente.
Cuando aceptó formar parte de esto se imaginó, o se obligó a imaginar, a una mujer completamente desmerecedora de su simpatía.
La cabeza empezó a darle vueltas.
—Bueno, venga. Hablemos de gustos, ¿te parece bien? —propuso Bella con una sonrisa de ánimo en los labios.
Bueno, acá les traigo esta magnifica historia de amor jajaja es mi primera adaptacion de un libro por supuesto al que amo con todo mi ser y quise que ustedes sean participes. Como dije al principio, cuando finalice el fic recien voy a decir de que libro y autor se trataba.
Los capitulos vana a ser super cortitos pero entretenidos, por lo que me atrevo a decir que se publicaran 2 veces por semana.
sin más las dejo y espero que le den una oportunidad a esta historia que esta basada en hechos reales por lo que les pido el mayor de los respetos.
Ahora si, las dejo
se las quiere
Gis Cullen
