Disclaimer: Inu Yasha pertenece a Rumiko Takahashi
Glosario:
connubio: m. poét. matrimonio (‖a unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos). Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, vigésima segunda edición, 2001
"NOCHE DE CONNUBIO"
Por C. Weller chan
Episodio 1 de 2
La alegría era desbordante, contagiosa; los vítores y los aplausos eran interminables y las felicitaciones llegaban sin parar. El clima se había hecho cómplice y una luna radiante acompañada de un cielo tachonado de titilantes estrellas formaban un cuadro inolvidable para tan trascendental acontecimiento.
La aldea completa alumbrada por pequeñas antorchas colocadas aquí y allá, estaba adornada con sencillas y blancas flores amarradas con listones de varios colores tenues. Sus habitantes vestían sus mejores galas para hacer honor a la ocasión y afuera del templo se encontraba una gran mesa con manjares preparados por las mujeres del lugar, quienes comenzaron a cocinar desde un par de días antes para que todo resultara perfecto.
Pero para Miroku era mucho más que una cuestión sensiblera o idílica, era la consumación de una esperanza con pocas probabilidades de cumplirse; el punto substancial de su joven vida cuyas vicisitudes y riesgos pudieron haberlo llevado a una muerte prematura en cualquier instante sin ver cumplidos sus deberes para con su abuelo y padre.
En pocas palabras, era el momento más feliz e importante de su vida: la boda con su amada Sango.
Y definitivamente estaba dispuesto a jurar que este paso no era llevado a cabo sólo por el afán de dejar descendencia, ¡no señor! Ahora que todas las penurias y angustias que marcaron prácticamente toda su existencia eran cuestión del pasado, tenía la firme creencia de que por fin, luego de mucho desearlo, podría vivir con tranquilidad en un pueblo donde era respetado, pudiendo ejercer su sacerdocio para ayudar a la gente y ver transcurrir sus días hasta su muerte acompañado de la bella, amorosa y adorable mujer de la que se había enamorado hace tiempo.
Sin olvidar por supuesto, todos los hijos e hijas que pudieran tener.
Así que ahí se encontraba, casi al final de la fiesta, en medio de la algarabía producida por sus esponsales con la encantadora exterminadora, acompañado por sus queridos amigos y los habitantes de la aldea donde vivía la sacerdotisa Kaede. Una ocasión inolvidable.
Pero lo más inolvidable del asunto sería (¡secretamente por supuesto, no deseaba causar un escándalo!) justo después del festejo. Ese momento irrepetible, extraordinario e incomparable. Ese efímero, delicioso y provocativo acto donde los esposos, luego del rito donde se prometen amor eterno, fusionan sus almas en un solo cuerpo para consumar físicamente de manera irrevocable ese juramento sagrado hecho ante la divinidad y ante los hombres. ¡Oh sí! La gran noche de bodas, ni más ni menos.
De modo que para Miroku, aunque agradecía de todo corazón el esfuerzo de los aldeanos y estaba encantado con la compañía de sus queridos camaradas, no cabía en sí de impaciencia ante el pensamiento de que esa noche, sería la noche. Una noche interminable donde él se encargaría de que su preciosa esposa no pudiera abandonar el lecho nupcial sino hasta un par de días después, luego de que su flamante marido la hiciera alcanzar el cielo con la punta de los dedos una y otra vez, gritándolo a los cuatro vientos y rogando por más.
Ya habían transcurrido casi doce horas desde la ceremonia, así que pensaba que ya era suficiente del convite. ¿No sería lo indicado que comenzaran a despedirse, de modo que los recién casados pudieran retirarse a hacer lo que toda pareja de recién casados hace en la noche de su luna de miel?
- ¡Monje Miroku, le externo mis más sinceras felicitaciones! ¡Es el hombre más afortunado del mundo al tener semejante esposa! ¡Qué envidia! –
- Monje Miroku, por favor no se olvide de nosotras ahora que ya encontró a una esposa. Recuerde que a las mujeres de la aldea nos gusta que nos lea la fortuna, ¿eh? –
- Monje Miroku, ahora que vivirá aquí con nosotros, tal vez sea conveniente que piense en una manera de ayudar a las personas que viven a las afueras del pueblo. ¿Le interesaría platicar al respecto después? Convocaré a una reunión de los ancianos para tratar el tema –
- Monje Miroku, debemos de comenzar a organizarnos para arreglar el templo. En las últimas lluvias una parte del techo se colapsó, y sólo pudimos repararlo de manera provisional. Será mejor que usted y la sacerdotisa Kaede organicen a toda la gente para sustituir lo dañado antes de la próxima temporada húmeda, que por cierto ya está muy cerca, ¿no le parece? -
- Monje Miroku… -
- Monje Miroku… -
- Monje Miroku… -
¡Maldita sea! ¿Cómo era posible que pensaran en cuestiones como ésas en este momento? Le tranquilizaba que ya lo trataran como a uno de ellos, pero… ¡eran sus esponsales, por amor del cielo! ¿Es que acaso esas personas no tenían sentido de la oportunidad? Está bien que él era un hombre paciente y calmado, ¡pero caramba!, todo tenía un límite.
- Monje Miroku… -
- ¿QUÉ? – exclamó hastiado, volteando hacia atrás bruscamente antes de ver de quién se trataba. La cara alarmada y un tanto dolida de Kagome apareció en su campo de visión. - ¡Señorita Kagome! ¡Lo siento tanto, no sabía que era usted! Dígame, ¿qué se le ofrece? – preguntó con la mejor de sus sonrisas, sinceramente atribulado por el exabrupto. Kagome le devolvió la sonrisa más tranquila.
Mirando hacia su alrededor, tomó a Miroku de la mano y con discreción lo llevó hacia un lugar apartado del bullicio, a un costado de una de las casas. Cuando llegaron ahí, Kagome se acercó a su oído y susurró:
- Monje Miroku, Sango está esperándolo. La sacerdotisa Kaede les preparó una cabaña detrás de la arboleda, en la pequeña colina, siguiendo el sendero detrás del templo, ¿la recuerda? Aquella donde encerraron a Inu Yasha cuando corría peligro de convertirse en demonio… - las palabras de Kagome resonaron en la cabeza del monje como un mensaje divino que instantáneamente, hizo que su cuerpo rugiera con todo su poder sintiendo algo parecido a lenguas de fuego carmesíes brotando de sus poros. ¡Síiiiii! ¡Era lo que estaba esperando!
Haciendo esfuerzos sobrehumanos para no aullar de ansiedad, con un exterior tranquilo que desmentía su impaciencia interna, Miroku hizo una reverencia a su preciada amiga:
- Le agradezco el mensaje señorita Kagome. Me despediré de mis invitados y me dirigiré enseguida hacia allá – cuando había dado un paso hacia el centro del festejo, la delicada mano de la joven sobre su antebrazo lo detuvo.
- No se preocupe por éso monje Miroku, si comienza a despedirse no podrá retirarse sino hasta dentro de un buen rato. Váyase sin decirle a nadie y cuando comiencen a notar su ausencia, nosotros despacharemos a la gente – Sino fuera porque ahora era un hombre casado, Miroku hubiera besado a esa mujer, ¿y por qué no?, le hubiera dado unas buenas caricias en su adorable trasero también.
Colocando su mano sobre la de ella, Miroku susurró agradecido:
- Muchísimas gracias, señorita Kagome – Encaminándose por la oscuridad y dando un gran rodeo por entre las casas para pasar inadvertido, Miroku siguió las indicaciones de la joven venida del futuro para dirigirse hacia el sitio indicado. Una vez que llegó al sendero y tuvo la seguridad de que nadie lo había visto, salió disparado en una loca carrera para llegar cuanto antes a donde su adorable esposa aguardaba. Una sonrisa de contento se dibujó en su cara mientras saltaba piedras, rodeaba árboles y se deslizaba por las depresiones de tierra con una agilidad increíble.
Luego de unos minutos que le parecieron horas, el hombre llegó sin aliento hasta la cabaña. La puerta semi abierta dejaba pasar un delgado haz de luz desde el interior. Su mujer se encontraba dentro.
De dos zancadas llegó hasta la puerta y la abrió de un porrazo. Sí, como lo imaginaba una maravillosa visión se mostró ante sus ojos: su amada Sango, vestida aún con el blanco kimono de novia y con el largo y sedoso cabello castaño amarrado en un moño alto, se encontraba arrodillada en medio de la única habitación junto al fuego. Al lado de una de las paredes de madera, estaba un mullido y confortable futón invitando a la joven pareja a deslizarse entre las mantas para amarse hasta el olvido.
Miroku sin apartar los ojos de su mujer, cerró tras de sí la puerta y se acercó con lentitud hacia el centro de la habitación. Sango lo miraba con rubor en sus mejillas, y con sus preciosos rasgos acentuados por el maquillaje discreto que la señorita Kagome había traído de su época. El fuego le daba una luz bellísima a sus ojos cafés y el rojo de sus labios danzaba al ritmo de la crepitación. Cuando se encontraba a un paso de ella, Sango murmuró con timidez:
- Su Excelencia… - sintiendo la agitación de la joven, Miroku se arrodilló frente a ella y sin pronunciar palabra, acercó su mano a la mejilla femenina y con reverencia posó sus dedos sobre la tersa piel, mirando arrobado el femenino rostro, bebiéndose cada detalle, como si fuera la primera vez que lo veía. Sin contenerse, espontáneo, exclamó:
- ¡Eres tan hermosa! – al escuchar la frase, Sango gimió aturdida y apenada, bajó el rostro sonrojado. Miroku sonrió enternecido. – Vamos cariño, no tienes porque sentirte avergonzada – murmuró con suavidad.
- Pero, Su Excelencia, yo no… - obligándola a alzar su cara hacia él, Miroku colocó un dedo en la boca de su esposa para acallarla y decirle:
- No te preocupes mi amada Sango. Te prometo que no te lastimaré – Sango abrió los ojos como platos.
- Es que justo en este momento yo no puedo… - antes de que la chica continuara con lo que intentaba decir, Miroku posó sus labios en los de Sango, en un beso apasionado y demandante. Si bien sabía que debía contener sus urgencias por el bien de su esposa, su cuerpo estaba luchando por obtener una satisfacción pronta y total. Tenía que calmarse para no dejarse llevar.
Al terminar el beso Miroku se apartó sólo unos centímetros del rostro de la castaña, que tenía los ojos cerrados y al parecer, disfrutando del contacto de sus bocas tanto como él. El monje sonrió para sí, pensando en lo bien que el asunto estaba marchando y enseguida, deslizando sus labios por la mandíbula y dando pequeños besitos, comenzó a bajar hacia el cuello.
Sango se dejaba llevar. Su inexperiencia en estas cuestiones no sería ningún impedimento. Miroku sabía exactamente qué hacer y cómo, así que se aseguraría de que esta noche sería la mejor en la vida de ambos.
Cuando había llegado al cuello del blanco kimono, su mano se deslizó hacia la cabeza, para con un solo movimiento, quitar la peineta que sostenía el pesado cabello que cayó como una cascada sobre la espalda femenina, destellando reflejos dorados y cafés. Luego, bajó la mano hacia el hombro deslizándola hasta el codo femenino por encima de la tela, en una caricia sutil e insinuante. El gemido involuntario de Sango le indicó que iba por buen camino.
Con la otra mano comenzó a apartar un poco la blanca tela. Deseaba alcanzar la clavícula para disfrutar con su lengua del sabor de esa parte de la piel; se le antojaba deliciosa.
Cuando su húmedo apéndice hizo contacto con el cuello, Sango posó sus manos en los amplios hombros masculinos, tratando de sostenerse. Miroku aprovechó para, con gentileza, empujarla hacia el piso para recostarla y colocarse sobre ella, apoyándose en sus rodillas y manos.
- Sango… - susurró embelesado. La mujer estaba a su merced. Su mujer estaba a su merced. El solo pensarlo hacía a su sangre hervir. Su entrepierna había comenzado a reaccionar ante el dulce contacto con la aterciopelada piel. La visión era hechizante. El cabello diseminado por el piso formaba un abanico sobre la cabeza de la chica, y el rostro sonrojado con los labios entreabiertos era una tentación irresistible. El cuello del kimono, que había conseguido apartar, mostraba invitante el cuello y las clavículas expuestos descaradamente sólo para sus ojos, y el nacimiento de los pechos lo llamaba a gritos.
Era el momento de llevar la situación a otro nivel.
Relamiéndose los labios, Miroku inclinó la cabeza, bajando directo hacia la turgencia cubierta por la fina tela. Ahora podría tocar esa parte a sus anchas, sin peligro de recibir una bofetada por eso.
Y por supuesto que no desaprovecharía la oportunidad.
Con ansiedad anticipada, la boca de Miroku formó una sonrisa de puro deleite. Los pechos estaban tan cerca, y eran sólo suyos, para saborearlos a placer. Ahora, lo único que hacía falta era…
¡PUM PUM PUM!
…lo único que hacía falta era escuchar esos golpes furiosos en la puerta que lo detuvieron al instante, seguidos de unos potentes gritos desde el otro lado:
- ¡HEY, MIROKU! ¡TERMINA CON LO QUE ESTÁS HACIENDO Y SAL YA, TENEMOS TRABAJO QUE HACER! –
Pero… ¿QUÉEEEEE?
- ¡Inu Yasha, no seas inoportuno! ¿Cómo se te ocurre venir a interrumpir al monje Miroku ahora? ¡Eres un tonto insensible! – se escuchó exclamar a Kagome desde afuera, bastante molesta.
Dentro de la cabaña y aún en la misma posición, Miroku y Sango sólo se miraron, perplejos.
- ¡Ke! ¡Cómo si esto fuera tan importante! ¡Necesitamos terminar con ese demonio, y necesitamos hacerlo ya! – Otra tanda de firmes golpes azotó la puerta. Miroku suspiró y bajó la cabeza, pensando seriamente en matar a alguien con cabello blanco largo y orejas de perro. – ¡OI, MIROKU! – Los golpes en la puerta continuaron, en medio de alegatos de un hanyou y una joven sacerdotisa.
- Su Excelencia… - Miroku miró hacia el rostro de su esposa. Sango mostraba mortificación, la luz en sus ojos denotaba incertidumbre y la atmósfera romántica e insinuante se había desvanecido por completo.
Maldiciendo entre dientes, el monje se acuclilló e hizo que Sango se arrodillara, acomodó su kimono sobre sus hombros cubriéndola y el cabello se lo sujetó en la parte de abajo, casi en la punta, mientras escuchaba la discusión de sus amigos del otro lado de la puerta y los molestos y ruidosos golpes de Inu Yasha que no cesaban.
Dirigiendo una sonrisa de disculpa a su hermosa mujer, Miroku se levantó brusco y con largos pasos se dirigió a la puerta, que abrió de un tirón.
- ¿SE PUEDE SABER QUÉ ES LO QUE TE PASA, INU YASHA? – preguntó medio gritando, medio hablando. El tono era de furia total.
- ¡Ke! Me pasa que mientras estás tú aquí con Sango apareándote quitado de la pena, un demonio ha aparecido en las afueras de la aldea. Kaede está conteniéndolo ahora, pero parece que trae compañía. Tenemos que ir a eliminarlos antes de que causen más destrozos – respondió molesto el hanyou, con una de sus cejas levantadas y sus manos en su cintura.
Miroku y Kagome lo miraron horrorizados, con la boca abierta hasta el piso y los ojos saliéndose de sus órbitas.
¿Apareándose? ¿Quitado de la pena? ¿Pero qué le sucedía a ese mentecato?
- ¡INU YASHA! – gritó Kagome, apenadísma y sonrojada hasta las orejas. - ¡No seas prosaico! – Miroku se pasó una mano por la cara, tratando de serenarse y no tomar las cosas muy a pecho.
Luego de respirar rítmicamente unos instantes, el monje respondió:
- Inu Yasha, es mi noche de bodas. Acabo de casarme. Es un acontecimiento único en la vida de cualquier hombre, un motivo para celebrar y regocijarse. Así que, ¿POR QUÉ VIENES A INTERRUMPIRME POR SEMEJANTE RAZÓN? – cuestionó esa última frase fuera de sí. Lejos de amilanarse, el hanyou respondió, como si fuera obvio:
- ¿Cómo que por qué? ¡Si es a lo que nos dedicamos! ¿Vas a dejar de hacer tu trabajo sólo porque hoy te casaste? ¡Por favor! ¡Puedes tener tu noche de bodas en cualquier otra ocasión! – Miroku y Kagome miraron a Inu Yasha demudados. No podían creer lo que escuchaban. ¿Era tan dura su cabeza que no entendía lo que estaba haciendo?
- Mira Inu Yasha… - al momento de que el monje comenzara con su trabajo de convencimiento, la mano de Inu Yasha sujetó el cuello de su traje y lo jaló hacia afuera de la cabaña.
- Suficiente, ya fue bastante plática. Debemos irnos – Sin prestar atención a las protestas de Kagome, el hanyou cargó al monje sobre su espalda y salió casi volando hacia el bosque. Fue tan rápido y repentino que Miroku sólo pudo sujetarse lo mejor que pudo y dejarse llevar, alcanzando a ver de reojo la cara afligida de su esposa que se asomaba por el resquicio de la puerta, y escuchando a lo lejos el grito iracundo de la sacerdotisa, que trataba de detener, inútilmente, al semi demonio.
Final del episodio 1
Continuará…
